Exposición de Bill Viola en la Real Academia de Bellas Artes

Viola

Rodeado de cámaras y prensa, el videoartista Bill Viola aseguraba encontrarse abrumado por exponer junto a artistas del barroco que él tanto admira. La exposición que el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ofrecerá entre los días 11 de enero y 30 de marzo titulada «Bill Viola [en diálogo]»,  se articula en torno a cuatro videoinstalaciones del artista estadounidense: Dolorosa (2000), El Quinteto de los Silenciosos (2000), Montaña Silenciosa (2001) y Rendición (2001). Las imágenes de Viola dialogarán  con obras maestras de José de Ribera, Alonso Cano, Zurbarán, El Greco y Goya, así como con la talla policromada de La Dolorosa, del escultor barroco Pedro de Mena.
“Los viejos maestros eran justo un punto de partida. No me interesaba apropiarme de nada, ni volver a representarlo; quería meterme en el interior de esos cuadros, encarnarlos, habitarlos, sentirlos respirar. Al fin y al cabo, se trataba de sus dimensiones espirituales, no de su forma visual. En cuanto a mi concepto en general, consistía en llegar a la fuente original de mis emociones y a la naturaleza de la expresión emocional misma. En mi formación como artista, en los años setenta, ese era un lugar al que uno no iba, una zona prohibida. Y ello es así incluso hoy en día. Pero a partir de mi propia experiencia vital me encontré completamente dominado por esta poderosa fuerza emocional, y era mucho más profunda que el mero sentimentalismo que me habían enseñado a evitar. Tuve la impresión de que yo, que era un artista, necesitaba comprender
mejor todo esto”.
Fragmento de conversación entre Hans Belting y Bill Viola, 28 de junio de 2002. Bill Viola. Las Pasiones, Madrid, 2004

El Quinteto de los Silenciosos, 2000
Un grupo de cinco personas aparecen de pie, muy próximas entre sí, mientras afrontan una oleada de intensa emoción que amenaza con derribarlas. Al inicio de la secuencia los vemos con expresión neutra, y seguimos observándolos mientras la emoción, individualizada en cada persona, invade al grupo entero y llega a un nivel extremo. Después de unos minutos, finalmente retrocede, dejando a cada persona agotada y exhausta.
Las cinco personas experimentan la creciente energía emocional independientemente, sin dar muestras de percibir a sus compañeros o interactuar con ellos más allá de un contacto físico ocasional debido a su proximidad. El grupo aparece sobre un fondo neutro, sin que nada sugiera el mundo exterior. No se mueven de sus posiciones originales y ninguno abandona la escena. La cámara lenta hace visible los detalles más mínimos y los sutiles matices expresivos, y crea un espacio psicológico subjetivo donde el tiempo se suspende tanto para los personajes como para el espectador.
Dolorosa, 2000
Dolorosa es una evocación de la universal condición humana del sufrimiento. Dos imágenes, de una mujer y un hombre, están presentadas como retratos de estilo fotográfico en pantallas planas digitales individuales. Las pantallas están enmarcadas y montadas como un díptico con bisagras, y el conjunto se presenta en vertical, como un libro abierto, colocado sobre una pequeña mesa o peana. Juntas pero separadas, ambas personas aparecen presas de un dolor extremado, con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Sus acciones se van contemplando a cámara lenta, y la secuencia se presenta en un bucle cerrado que vuelve una y otra vez, situando el estado temporal de la persona dentro del más amplio dominio de las lágrimas sin fin y el dolor eterno.
Montaña Silenciosa, 2001
Montaña Silenciosa es un estudio de la aparición y efecto posterior de un desbordamiento emocional explosivo cuando recorre el cuerpo humano. Es un testimonio visual de la capacidad humana de resistir la auto-destrucción y esforzarse por una renovación.
Una mujer y un hombre aparecen individualmente en dos pantallas adyacentes mientras una ola creciente de estrés interior y presión emocional les invade, aumentando su fuerza hasta un nivel insoportable. Su expresión facial y el movimiento de sus cuerpos muestran la tensión mientras se retuercen y luchan contra una fuerza que amenaza con derribarles. Sufren su dolor aisladamente, en paralelo uno con otro, acompañándose en silencio. Por fin, cuando el sufrimiento y su capacidad de resistencia llegan al punto de ruptura, estallan de repente con un grito violento y explosivo. Esto destruye el poder que la fuerza emocional tenía sobre ellos, y tras la explosión circulan visiblemente olas menores de aturdimiento, shock y dolor que permanece.
Rendición, 2001
La imagen de un hombre y la de una mujer aparecen por separado en el díptico, y sus posiciones se alternan entre la pantalla baja y la alta con cada repetición del ciclo. Las figuras aparecen de medio cuerpo, y la del panel inferior se muestra cabeza abajo, sugiriendo una visión reflejada en espejo respecto de la imagen superior. El hombre y la mujer realizan tres inclinaciones sincronizadas, que van creciendo en intensidad emocional y duración. Al principio, esto parece acercarles físicamente uno a otro, como si fueran a abrazarse o besarse. Sin embargo, sus acciones revelan la presencia de un plano de agua bajo el borde de la pantalla, en el cual se sumergen físicamente empezando por el rostro. Cuando emergen, su dolor y angustia aumentan visiblemente, junto con la ondulación de la superficie que han causado. Cuando las imágenes de sus propios cuerpos empiezan a romperse en formas ondulantes, resulta aparente que desde el comienzo hemos estado viendo sus reflejos en el agua, no los cuerpos mismos. Esta “imagen de una imagen” se hace más violenta y distorsionada cada vez que entran en el agua, hasta que por fin llega al punto álgido su extremada intensidad física y emocional, y sus formas visuales se desintegran en motivos abstractos de pura luz y color.