Capriccio

El jurado de los Premios Ópera XXI, convocados por la Asociación de Teatros, Festivales y Temporadas Estables de Ópera en España, ha dado a conocer ayer  los nombres de los ganadores de su segunda edición, en la que se reconoce el trabajo de los artistas, profesionales e instituciones del mundo de la lírica a lo largo de la temporada 2018-2019.

El Teatro Real se ha visto reconocido en dos categorías: Mejor Dirección Musical para Nicola Luisotti, por su labor en la ópera Turandot, de Giacomo Puccini, cuyo estreno tuvo lugar el 30 de noviembre de 2018, y Mejor Dirección de Escena para Cristof Loy, cuya visión de Capriccio recibió unánimes elogios de la crítica nacional e internacional situándola entre las mejores producciones del año.

También han visto reconocida su labor la soprano Sondra Radvanovsky; Premio a la Mejor Cantante; la soprano Leonor Bonilla, Mejor Joven Cantante, quien también formó parte del reparto de Capriccio en el Teatro Real[u1]  y tuvo una destacada participación en Lucia di Lammermoor, Donizetti que inauguró la temporada del Teatro de la Maestranza,  y  Mejor Nueva Producción es para el Teatro de la Zarzuela por la ópera española La casa de Bernarda Alba de Miquel Ortega.

El Premio Mejor Iniciativa de Fomento de la Lírica ha sido para Òpera de Butxaca i Nova Creació, en reconocimiento a su labor en el estreno absoluto, en marzo de 2019, de la ópera Je suis narcissiste, con música de Raquel García-Tomás y libreto de Helena Tornero, en un montaje de Marta Pazos con dirección musical de Vinicius Kattah, en coproducción con el Teatro Real de Madrid, el Teatro Español y el Teatre Lliure.

La Mejor Nueva Producción Latinoamericana es para el Gran Teatro de Lima por Alzira, de Verdi, una coproducción del Ministerio de Cultura de Perú con ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) y la Ópera Royal de Wallonie (Liége, Bélgica).

El jurado de la segunda edición de los Premios Ópera XXI está integrado por los periodistas especializados Eva Sandoval (RNE, Radio Clásica), Jesús Ruiz Mantilla (El País), Maricel Chavarría (La Vanguardia), Gonzalo Alonso (La Razón), José Luis Jiménez (ABC); por el crítico y codirector de la revista especializada Platea Magazine, Alejandro Martínez, y el director de la revista Ópera Actual, Fernando Sans Rivière, así como los críticos internacionales Richard Martet (Opéra Magazine) y Victoria Stapells (Opera Magazine UK), además de por Andrés Rodríguez (vicepresidente de OLA, Ópera Latinoamérica). Todos ellos son expertos de reconocido prestigio nacional e internacional y con un profundo conocimiento de la actividad lírica nacional actual. Estuvieron también presentes en las deliberaciones Oriol Aguilà, presidente de Ópera XXI y director del Festival Castell de Peralada; José Monforte, secretario de la Asociación y director general del Palau de les Arts Reina Sofía (Valencia), y Nieves Pascual, coordinadora de los premios.

Tratro Real


 

Capriccio, de Strauss, un regalo insperado en el Teatro Real
CAPRICCIO
Richard Strauss (1865-1949)
Teatro Real de Madrid, 31 de Mayo de 2019
Konversationsstück für Musik en un acto
Libreto de Joseph Gregor, Richard Strauss y Clemens Krauss, basado en la idea original de Stefan Zweig
Estrenada en la Staatsoper de Múnich el 28 de octubre de 1942
Estreno en el Teatro Real, en coproducción con la
Opernhaus de Zúrich
D. musical: Asher Fisch
D. escena: Christof Loy
Escenógrafo: Raimund Orfeo Voigt
igurinista: Klaus Bruns
Iluminador: Franck Evin
Coreógrafo: Andreas Heise
Reparto: Marlin Byström, Josef Wagner, Norman Reinhardt, André Schuen, Christof Fischesser, Theresa Kronthaler, John Graham-Hall, Leonor Bonilla, Juan José de León, Torben Jüngens, Emmanuel Faraldo, Pablo García-López, Tomeu Bibiloni, David Oller, Sebastiá Peris, Davil Sánches, Elizabeth McGorian y Julia Ibáñez
Orquesta Titular del Teatro Real¿Quién, en medio de uno de los peores momentos por los que atravesaba el mundo, podía pararse a pensar y componer un refinamiento aristocrático como Capriccio? Richard Strauss y Stefan Zweig fueron capaces de elaborar un debate intelectual sobre la propia ópera, al modo de los diálogos de Platón. Y puede que lo hicieran, simplemente, como método de evasión.Una ópera sobre la ópera. Este fue el tema que eligió Richard Strauss para la última de sus composiciones, la eterna discusión sobre si debe prevalecer la música o el texto.
La historia había comenzado años atrás, cuando inicia la búsqueda de un nuevo libretista, tras la muerte de Hugo von Hofmannsthal, en 1929, el que hasta entonces había sido su principal colaborador y autor del libreto de todas sus composiciones. En su siguiente ópera, Die schweigsame (La mujer silenciosa), compuesta en 1934, se hace cargo del texto uno de los escritores más importantes del momento, el austríaco Stefan Zweig. Paralelamente, buceando en la Biblioteca del Museo Británico, Zweig encuentra el libreto que había escrito Gionavanni Batista Castri para la ópera Prima la música, dopo la parole, del compositor Antonio Salieri. A Strauss le gustó la idea, pero se vieron obligados a posponer el proyecto ante los problemas que el estreno de la mujer silenciosa había causado. Se había pedido la retirada del cartel del nombre del libretista, algo a lo que Strauss se negó. Se llegó a estrenar, pero se retiró a los pocos días.Para entonces ya se habían prohibido en Alemania los libros de Zweig. El judío Zweig, como era conocido por el régimen nazi, se vio obligado al exilio, como tantos otros intelectuales a partir de 1933. Pasó de ser un judío errante a extranjero distinguido en la ciudad brasileña de Petrópolis, donde se suicidó junto a su mujer en 1942, ante el temor de que el mundo que había conocido desapareciera.El boceto del libreto de Capriccio iniciado por Zweig fue retomado, primero por Joseph Gregor, y después por el propio Strauss y su amigo, el director de orquesta Clemens Krauss. Que sería después el director de Capriccio en su estreno. Y su mujer, la soprano ucraniana-austríaca Viorica Ursuleac, que sería la primera condesa Madeleine. En esta ocasión no hubo ningún problema en su estreno. El hecho de que Clemens Kraus fuese en ese momento el hombre más poderoso de la ópera alemana y amigo personal de Goebbels, ayudó bastante. Como también ayudó él mismo, a pesar de su buena relación con el régimen, a la huida de numerosos artistas judíos, principalmente a Estados Unidos.

En la elaboración de Capriccio participó también el director Hans Swarosky, quien aportó otro de los elementos fundamentales de la ópera, un soneto del poeta francés del siglo XVI Pierre Ronsard. Una declaración de amor que es declamada por Madeleine, sobre todo en la escena final:

Me haría falta buscar otras venas
Las mías están de vuestro amor tan llenas
Que otro amor no podrían soportar

El mismo año en que moría Zweig, 1942, se estrenaba Capriccio en la Staatsoper de Múnich el 28 de octubre. Ahora es el Teatro Real el que la estrena, en coproducción con la Opernhaus de Zúrich.

Cuando Strauss y Zweig comenzaron a pensar en Capriccio, no se ponían de acuerdo sobre si debía ser una ópera o una obra de teatro. Ciertamente, es la ópera más parecida a una obra de teatro que pueda verse. En ese, como en otros aspectos, Capriccio está llena de originalidad y peculiaridades.

Christof Loy, ayudado por el escenógrafo Raimund Orfeo Voigt, ha creado una escenografía brillante, llena de exquisitez, vacía de elementos superficiales y con referencias que llenan de profundidad esta ópera dialogada. Es una obra coral, compuesta por todos los personajes que intervienen en una producción, director, compositor, libretista, escenógrafo, cantantes… Está llena de escenas de conjunto en las que los actores/cantantes se mueven e interpretan de manera enteramente teatral, sin el exceso dramático de la ópera convencional. Lo que llena el desarrollo de las escenas de realismo y credibilidad. Nada en la escenografía es casual. Loy se ocupa de dirigir todos los detalles y logra que funcione con increíble precisión. Las escenas avanzan de manera fluida y natural, como si estuviera ocurriendo de verdad. Con muy pocos elementos recrea toda la minuciosidad que atesora la partitura. Y todo con una característica siempre presente, la elegancia.

El director musical Asher Fisch ha conseguido un resultado extraordinario de la Orquesta Titular del Teatro. El sexteto de cuerda inicial, una pieza camerística que pone de manifiesto la originalidad de la obra, demuestra la solvencia de la Orquesta. La escena y el foso caminan al unísono en fluidez y musicalidad. Fisch consigue la misma intensidad y calidad de sonido a lo largo de las más de dos horas que dura la representación, con una partitura llena de dificultades y cambios constantes. Todas las cuerdas sonaron de manera excepcional, pero, además del sexteto, sobresalió el solista de trompa Ramón Cueves, sobre todo en la interpretación de la serenata para trompa y orquesta de la última escena.

Los dos amantes que rivalizan por el amor de Madeleine estuvieron interpretados por André Schuen, como Olivier y Norman Reinhardt, como Flamand. El barítono italiano André Schuen ya nos sorprendió recientemente en el Ciclo de Lied en el Teatro de la Zarzuela. Recrea muy bien su papel de poeta con un perfecto fraseo y una voz de hermoso timbre y gran sonoridad y profundidad. Teatralmente impecable, como el resto del reparto.

Norman Reinhardt interpretó al músico Flamand. Su voz de tenor ligero sonó un poco forzada a veces, pero supo estar a la altura del conjunto. Elegante también en su desempeño escénico.

Josef Wagner interpretó al Conde, uno de los detalles de Christof Loy con el barroco, al hacerle aparecer en escena con vestuario de época. Perfecta actuación y timbre oscuro y rotundo, ideal para el personaje.

La soprano sueca Malin Byström dio vida a la condesa Madeleine. Y realmente la llenó de vida. Su porte elegante y aristocrático son perfectos para el personaje y su voz, de soprano lírica, perfecta para el fraseo cantado de sus numerosos diálogos apoyada en un potente y necesario fiato. Su momento cumbre, y el de la obra, fue su brillante final, ese canto romántico y delicado del soneto de amor de Pierre Ronsard. Se mimetizó absolutamente con su personaje, que no pudo resultar más creíble. Estuvo perfectamente acompañada por sus réplicas de niña, Julia Ibáñez y de casi anciana, Elizabeth McGorian.

Interesantes fueron también las intervenciones de Theresa Kronthaler, en el papel de Clairon. Mezzosoprano que, además de su buen hacer vocal, demostró su formación escénica.

Leonor Bonilla y Juan José de León interpretaron magníficamente a los ligeros cantantes italianos. Un guiño de Strauss a la ópera italiana perfectamente imbricado en la obra.

El octeto de la escena de los criados es otro de los elementos a destacar en esta ópera. Tanto el vestuario barroco, todos de blanco, como la disposición en escena. Perfectos los figurines de Klaus Bruns y la coreografía de Andreas Heise.
Para redondear este reparto tan equilibrado, tanto en lo vocal, como en lo interpretativo, citar a John Graham-Hall, como Monsieur Taupe y Torben Jüngens, que hizo de mayordomo.

El Teatro Real nos tiene acostumbrados, al menos, a una sorpresa por temporada. Algo excepcional que nadie espera. En esta ocasión, se puede decir que es la sorpresa del bicentenario, el del Real. Un regalo inesperado que justifica, por si solo, toda una temporada.

Texto: Paloma Sanz
Imágenes: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

El próximo 27 de mayo el Teatro Real presentará, por primera vez en su escenario, Capriccio, última ópera de Richard Strauss, de la que se ofrecerán nueve funciones en una nueva producción concebida por el director de escena Christof Loy, realizada en coproducción con la Opernhaus de Zürich.

El director musical Asher Fisch, experta batuta en la música de Strauss, estará al frente de un reparto que contará en los papeles principales con las voces de la soprano Malin Byström (Condesa Madeleine), el barítono Josef Wagner (Conde), el tenor Norman Reinhardt (Flamand), el barítono André Schuen (Olivier) y el bajo Christof Fischesser (La Roche), entre otros, junto a la Orquesta Titular del Teatro Real.

Con este estreno, el Teatro Real prosigue con su proyecto de ampliación de repertorio y ofrece una obra maestra, cuya composición y contenido argumental trascienden el valor artístico para invitar al eterno debate en torno a la ópera: ¿qué es más importante, la palabra o la música?

Capriccio surge de una idea original del escritor Stefan Zweig, quien descubrió una ópera breve de Antonio Salieri y Battista Casti, Prima la musica e poi le parole, en torno a este tema, y sugiere al compositor la creación de una nueva obra inspirada en él.  Strauss, en colaboración con  Clemens Krauss, se adentra en esta aventura y elabora un libreto cargado de ironía, ingenio e inteligencia en el que, en clave de comedia, propone una reflexión, sobre la importancia que debe tener en la ópera la palabra en relación con la música.

Así, mientras el mundo occidental se sumergía en los horrores de la Segunda Guerra Mundial, en el corazón de la  Alemania nazi, Richard Strauss se aleja de la realidad –no en vano la ópera está ambientada en un castillo en París en 1775 para contarnos la historia de la condesa Madeleine, una culta y refinada aristócrata, incapaz de decidirse ante el amor de sus dos pretendientes, un poeta y un compositor. La celebración de su cumpleaños origina la creación de una pequeña obra de teatro, en la que participan ambos artistas, y que dará origen a un debate intelectual y filosófico, no exento de humor, alrededor de la cuestión fundamental de la predominancia de la música sobre la palabra en el teatro musical.

El director de escena alemán Christof Loy, gran conocedor de la obra de Strauss, se lanza por primera vez a la interpretación de esta compleja obra en la que, sin restar protagonismo al tema central, descubre múltiples capas que perfilan los secretos que se esconden en el alma de cada protagonista, las inquietudes y motivaciones del ser humano derivadas de sus emociones ante la percepción de la belleza.

El personaje central de Capriccio es la condesa, una mujer de enorme sensibilidad que refleja en esa indecisión ante la elección de uno de sus dos pretendientes, la necesidad de definir los valores y los afectos que determinarán el resto de su vida. En ese momento trascendental en el que transcurre la acción, su cumpleaños, Madeleine, ante el omnipresente espejo que preside su salón, mira el presente con la consciencia de que pronto será pasado, como la niña que fue, y que se encuentra en un tránsito hacia el futuro.

CAPRICCIO: ACTIVIDADES PARALELAS

TEATRO REAL

Miércoles 22 de mayo, 20:15h. Enfoques

Sala Gayarre. Acceso libre hasta completar aforo.

Encuentro con los artistas de la producción. Sala Gayarre.

 

Domingo 26 de mayo, 12.00 y 17.00 h. ¡Todos a la Gayarre!

Talleres musicales para toda la familia. Este mes: Hoy estamos de capricho.

 

Domingo 16 de junio. Domingos de Cámara

Sala Principal

Concierto a cargo de los solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real en torno a Richard Strauss y Roberto Gerhard.

 

Todos los días, 45 minutos antes del comienzo de la función.

Sala Gayarre. Aforo Limitado

José Luis Téllez desgrana al público interesado las claves de la ópera todos los días de función, 45 minutos antes de la misma.

 

FUNDACIÓN JUAN MARCH

22, 29 de mayo, 19.30 h. Conciertos

Música de cámara de Richard Strauss junto a creaciones de algunos de sus colegas contemporáneos: Korngold, Krenek, Zemlinsky, Pfitzner o Schreker.

Actividad gratuita

Calle Castelló 77

 

CASA DE AMÉRICA

Miércoles 29 de mayo. 19.00 h

Mesa redonda.

Memoria de un ‘Capriccio’: Stefan Zweig y el éxodo judío a América.

Actividad gratuita

Plaza de Cibeles s/n

  

MUSEO LÁZARO GALDIANO

Viernes 7 de junio, de 20.00 a 21.30 h

Velada literaria dedicada a la literatura española. Un recorrido por el Museo que mezcla piezas de la Colección Lázaro y fragmentos de textos y poemas de escritores como Lope de Vega y Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Mínimo de 15 personas y máximo de 25. Inscripciones en info@museolazarogaldiano.es

Calle Serrano 122

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