Mademe Butterfly en el Festival de Peralada

Al igual que el pasado año con Turandot, el Festival de Peralada ha optado por otro título pucciniano, Madama Butterfly, con un gran triunfo para su protagonista la soprano albanesa Ermonela Jaho, en la interesante propuesta escénica de Joan Antonio Rechi, situada en un devastado Nagasaki por la explosión de la bomba atómica. Programada para los días 7 y 9 de Agosto. La segunda representación tuvo que ser suspendida al final del Acto I, debido a una intensa y persistente lluvia.

A comienzos del Siglo XX, Giacomo Puccini (Lucca, 1858-Bruselas, 1924) era ya un compositor de gran prestigio a nivel internacional. Sus óperas Manon Lescaut (1893), La Bohème (1896) y Tosca (1900) habían conseguido grandes éxitos. Sin embargo, el estreno de su siguiente ópera Madama Butterfly, en el Teatro alla Scala de Milán, el 17 de febrero de 1904, fue un rotundo fracaso, a pesar de la presencia de magníficos cantantes: Rosina Storchio como Butterfly, junto al Pinkerton de Giovanni Zenatello y el Scharpless de Giuseppe De Luca. Posiblemente, ese gran fiasco fue debido al poco tiempo de ensayos (la composición no estuvo concluida hasta fines de diciembre de 1903), y a la excesiva longitud del Acto II, que duraba alrededor de noventa minutos. Puccini realizó una revisión de la obra eliminando algunos pasajes del Acto I, dividiendo el Acto II en dos partes separadas por un amplio interludio orquestal, incluyendo una nueva aria para Pinkerton “Addio Fiorito asil” y también acortando la parte final de la ópera. La nueva versión fue estrenada con gran éxito en el Teatro Grande de Brescia el 28 de mayo de 1904.

Una tercera versión traducida al francés, fue estrenada en París, el 28 de diciembre de 1906, con nuevos recortes que afectaban fundamentalmente a la parte final de la ópera, realizados por Albert Carré, director de la Opera Comique, con el consentimiento de Puccini. Para el estreno en el Metropolitan de Nueva York, el 11 de febrero de 1907, Puccini volvió a utilizar la versión de Brescia, con pequeñas variaciones y contando con un imponente reparto que incluía la Butterfly de Geraldine Farrar, Enrico Caruso como Pinkerton y el Scharpless de Antonio Scotti. Giulio Ricordi realizó una edición, en 1907, en base a la versión parisina, que puede considerarse como la definitiva, con unos veinte minutos menos de música con respecto a la primera versión scalígera. Geraldine Farrar se convirtió en una Butterfly referencial, habiéndola interpretado en todas las temporadas del Metropolitan entre 1907 y 1922, compartiendo repartos, primero con Caruso y posteriormente con otros grandes tenores como Giovanni Zenatello (el primer Pinkerton), John McCormack, Hipolito Lazaro, Giovanni Martinelli y Beniamino Gigli. Otras famosas Butterfly de la época fueron Elisabeth Rethberg, Claudia Muzio y Lucrecia Bori.

Los años cincuenta y sesenta del pasado siglo constituyeron una época dorada para esta ópera, por la presencia de grandes Butterfly como Eleanor Steber, Renata Tebaldi, Victoria de los Angeles, Clara Petrella, María Callas, Renata Scotto, Leontine Price, Antonietta Stella, Pilar Lorengar y Monserrat Caballé. Victoria de los Angeles interpretó Butterfly muchas veces en teatro, desde que la debutase en el Metropolitan de Nueva York, en 1951, habiendo legado dos excelentes grabaciones discográficas para EMI: en 1954 con Giuseppe Di Stefano y en 1959 junto a Jussi Björling, en ambos casos con la Orquesta de la Ópera de Roma, respectivamente dirigidas por Gianandrea Gavazzeni y Gabrielle Santini.

Renata Tebaldi también fue una magnífica Butterfly, que interpretó por primera vez en teatro, en el Liceu de Barcelona, en 1958, realizando ese mismo año una grabación para DECCA, junto al Pinkerton de Carlo Bergonzi, dirigidos por Tullio Serafin al frente de Orquesta de la Academia de Santa Cecilia. Renata Tebaldi interpretó Butterfly sobre todo en Metropolitan neoyorkino, manteniéndola en su repertorio hasta 1961. María Callas fue una ocasional Butterfly aportando su vocalidad y extraordinario talento dramático, debutando el papel en una grabación para EMI, en 1955, junto a Nicolaï Gedda y la gran dirección orquestal de Herbert von Karajan al frente de la Orquesta del Teatro alla Scala, y ese mismo año interpretando en la Ópera de Chicago sus tres únicas representaciones en teatro junto al Pinkerton de Giuseppe Di Stefano.

En los años sesenta, irrumpió con gran fuerza la Butterfly de Renata Scotto, que reunía belleza vocal junto a una gran creación escénica, y que interpretó por primera vez en el Teatro Colón de Buenos Aires, en 1964, manteniéndolo en su repertorio durante más de veinte años con unas últimas representaciones en el Metropolitan, en 1987. Su grabación para EMI de 1966, resulta verdaderamente referencial, con el excelente Pinkerton de Carlo Bergonzi (mucho mejor que en su grabación con Tebaldi), junto al magnífico Sharpless de Rolando Panerai, y la extraordinaria dirección de Sir John Barbirolli al frente de la Orquesta de la Ópera de Roma. En 1974, y en una grabación para DECCA, Herbert von Karajan volvió a retomar esta partitura, al frente de la Filarmónica de Viena, en una suntuosa versión con la gran Butterfly de Mirella Freni (no la cantó nunca en teatro), junto al deslumbrante Pinkerton de Luciano Pavarotti y la magnífica Suzuki de Christa Ludwig.

El pasado diciembre pudo verse en la inauguración de la temporada en el Teatro alla Scala, la primera versión de Butterfly, con dirección orquestal de Riccardo Chailly, y cuya disponibilidad en internet permite establecer las diferencias con la versión más reducida que habitualmente suele escucharse. En el reparto intervenía la soprano uruguaya María José Siri como Butterfly, junto a dos de los interpretes que hemos podido escuchar en Peralada: el Pinkerton del tenor norteamericano Bryan Hymel y nuestro Carlos Álvarez como Scharpless.

La Madama Butterfly representada en Peralada es una coproducción de este festival y la Deutsche Oper am Rhein, que fue estrenada hace unos meses en la ciudad alemana de Duisburg (Renania del Norte-Westfalia), con la dirección escénica del andorrano Joan Anton Rechi. La escenografía de Alfons Flores sitúa la acción en el consulado estadounidense de Nagasaki, en un suntuoso salón con altas columnas clásicas en cuya pared de fondo puede verse una gran bandera de EEUU. Una plataforma giratoria permite el desplazamiento, por momentos, de elementos escénicos como el elegante despacho del cónsul Scharpless, o de los numerosos personajes que aparecen en escena durante la ceremonia de la boda entre Butterfly y Pinkerton, e incluso, la aparición del lecho nupcial donde ambos interpretan el precioso dúo final del Acto I. Seguidamente, puede escucharse el ruido del motor de un avión y un estruendoso sonido que reproduce el estallido de la bomba atómica sobre Nagasaki, pudiéndose ver la destrucción del consulado cuyas columnas se van desplomando a base de magníficos efectos visuales preparados por el diseñador de iluminación Alberto Rodriguez.

También, puede verse a modo de observatorio, una tosca plataforma que jugará un papel importante en todo el final de la ópera. Sin duda, esta escenografía puede resultar interesante desde el punto de vista dramático para resaltar la tragedia física y moral en la que está sumida Batterfly, desde la partida-abandono de Pinkerton, después de la boda. Cabe señalar flagrantes incongruencias entre texto cantado y espacio escénico, cuando Butterfly manda a Suzuki a buscar flores en ese árido lugar, o cuando Pinkerton comenta que después de tres años el paisaje no ha cambiado. Resultan bien resueltos los movimientos escénicos de los numerosos personajes en el transcurso del Acto I, produciéndose momentos de gran belleza cuando la figura de Butterfly aparece totalmente rodeada de blancas sombrillas.

Resaltar el diseño de vestuario a cargo de Mercé Paloma, donde se mezcla el mundo occidental y oriental: los elegantes y adecuados trajes de Pinkerton y Scharpless o el tradicional kimono que porta Butterfly, en comparación con la vestimenta occidental de sus parientes y amigos, que en el caso de los figurantes masculinos se combina con esos típicos moños que lucen en sus peinados. Buena dirección escénica de Joan Antón Rechi, quien consigue extraer el máximo de teatralidad a las actuaciones de cada uno de los personajes y en especial de la protagonista.

Madama Butterfly presenta claras influencias wagnerianas, con la inclusión de cantidad de motivos recurrentes dentro de un brillantísimo entramado orquestal en el que las voces se insertan como un instrumento más. También contiene muchos pasajes de una evanescente y colorista música impresionista. Por tanto, se trata de una ópera que requiere una buena orquesta, cuyo director sepa plasmar los múltiples detalles de esta riquísima partitura. En este caso, la prestación de la Orquesta Sinfónica de Bilbao no pasó de discreta, con una dirección a cargo del maestro israelí Dan Ettinger poco refinada, con tendencia a un excesivo volumen sonoro y sin conseguir dar realce a los muchos momentos donde la partitura adquiere unas dimensiones de intenso lirismo, como la entrada en escena de Butterfly o el gran dúo conclusivo del Acto I. Aceptable el sonido de maderas, metales y percusión, junto a una irregular prestación de la cuerda. Resultó incomprensible la interrupción del sonido, cuando se estaba ejecutando el preludio del Acto III, que así quedó dividido en dos partes.

Ermonela Jaho ha hecho de Butterfly su papel más paradigmático desde que lo interpretase por primera vez en Filadelfia, en 2009. Ya pudo escucharse su magnífica interpretación en El Liceu, en 2013, y muy recientemente, los pasados meses de junio y julio en el Teatro Real de Madrid. Sin poseer la contundencia vocal, que el personaje requiere en el Acto II, y sobre todo en todo el final de la ópera, ofrece una muy matizada interpretación, sacándole el máximo partido expresivo a cada palabra y a cada frase cantada. Durante el Acto I, mostró esa claridad tímbrica que requiere la ingenua y frágil Butterfly, de solo quince años, realizando una gran interpretación de “Ancora un passo” en un crescendo concluido con la frase “son venuta al richiamo d’amor, d’amor” rematado con un imponente Re5.

Ofrece toda una lección interpretativa en el precioso dúo con Pinkerton al final del Acto I. Ya, en el Acto II, realizó una extraordinaria y matizada interpretación de la famosísima aria “Un bel di vedremo”, emitiendo bellos filados; y, mostró gran capacidad para el canto de conversación en su largo dúo con Sharpless, dotando de un tremendo contenido dramático a frases como “Due cose potrei far: tornar a divertir la gente col cantar…oppur, meglio, moriré”, cuando Scharpless le plantea la posibilidad de que Pinkerton no regrese. Su interpretación en todo el final de la ópera, resultó impresionante, con esa demoledora frase recitada “Con onor muore chi non può serbar vita con onore” para continuar con el aria “Tu, tu, Piccolo iddio”, a la que dotó de patéticos acentos, mostrando de nuevo su magnífico registro agudo. Situada en toda esa escena final sobre esa plataforma antes mencionada; en el momento del suicidio se le cayó al suelo la daga, teniendo los suficientes recursos para resolver la situación. Ermonela Jaho se implicó de tal manera en su personaje, que incluso saludó al público sollozando.

El tenor norteamericano Bryan Hymel, mostró una voz de gran poderío y atractivo tímbrico en la franja aguda, que pierde brillantez en los registros central y grave. Su presencia escénica muestra la faceta más arrogante y canallesca del seductor Pinkerton. Todo ello se pone de manifiesto en su dúo inicial con Sharpless, y cuando canta de manera desenfadada el aria “Amore o grillo, dir non saprei”. Sin embargo, su prestación decae en el gran dúo final del Acto I, con un canto escaso de matices en comparación con la exquisita interpretación de Ermonela Jaho. Ya, al final del dúo, ambos juntas las voces emitiendo un Do4, bien proyectado hacia delante por la soprano y que al tenor se le queda más atrás. Su mejor intervención se produjo en el aria “Addio Fiorito axil”.

Magnífico el Sharpless de Carlos Álvarez, elegante y lleno de nobleza, mostrando su bella vocalidad y gran interpretación escénica, que va matizando, primeramente, en su dúo inicial con Pinkerton al que acompaña en su malévolo juego. Ya, en el Acto II, en ese gran dúo con Butterfly, donde muestra su gran dominio del canto de conversación con un incisivo y contrastado fraseo. Brillantísima resulta su intervención en el precioso trío “Io so che alle sue pene” junto a Suzuki y Pinkerton, donde la voz del barítono malagueño se impone a las otras dos. En el dúo que sigue con Pinkerton “Non ve l’avevo detto?” vuelve a ofrecer su excelente línea de canto finalizando su intervención con la solemne y matizada frase “Andate, il triste vero da sola apprenderà” . En suma, una gran interpretación de Carlos Álvarez.

La mezzo Gemma Coma-Alabert perfiló una Suzuki de gran lirismo y fuerza expresiva, que se da cuenta desde el principio de la mala conciencia de Pinkerton. Muy bien en el Acto II, en sus puntuales intervenciones bien conjuntada con Ermonela Jaho, y que tiene su culminación en el conmovedor dúo de las flores. Viçens Esteve realizó una buena interpretación del interesado e histriónico casamentero Goro. Excelente el joven barítono Carles Pachón en su breve intervención como el príncipe Yamadori.

La actuación del Coro del Liceu, fue mejorando en el transcurso de la representación, resultando discreta en la entrada escénica de Butterfly, mejorando en el precioso “O Kami! O Kami!, y consiguiendo su mejor prestación en el famoso “Coro a boca cerrada”, que cierra el Acto II.

Texto: Diego Manuel García Pérez
Fotografías: Toti Ferrer

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