PeterGrimes-1

PeterGrimes-2

PeterGrimes-3

PeterGrimes-4

PeterGrimes-5

PeterGrimes-6

PeterGrimes-7

PeterGrimes-8

PeterGrimes-9

 

Las cinco representaciones de Peter Grimes que han tenido lugar en el Palau de les Arts, se han saldado con un importante triunfo, debido a la excelente conjunción de escenografía, dirección escénica, un magnífico rendimiento orquestal, magníficas prestaciones de las voces solistas, bien complementadas por unas notables intervenciones del resto de interpretes que componen el extenso reparto de esta ópera. Y, sobre todo, una muy brillante actuación –como siempre- del Coro de la Generalitad Valenciana, verdadero protagonista de la obra. Destacar, el interés del Palau de les Arts, por alternar títulos del repertorio más tradicional, con otros como este Peter Grimes, que se complementa con otras dos óperas de Britten: El sueño de una noche de verano y Otra vuelta de tuerca, representadas en pasadas temporadas. Sin duda, en el transcurso de estas representaciones de Peter Grimes, el interés del público por asistir a ellas ha ido en aumento, sobre todo por la excelente acogida que tuvo la primera de las funciones.

Edward Benjamin Britten, Baron de Britten (Lowestoft, Condado de Suffolk, Inglaterra, 22 de noviembre de 1913 – Aldeburgt, Condado de Suffolk, 4 de diciembre de 1976) fue uno de los músicos más importantes y singulares del Siglo XX, con una importante producción sinfónica, concertística y sobre todo de óperas con trece títulos, que le sitúan como un gran compositor del género, durante el pasado siglo, junto a Richard Strauss, Leos Janacek y Giacomo Puccini. Peter Grimes surgió como encargo de Sergei Koussevitzky, director de la Orquesta Sinfónica de Boston, durante la estancia de Britten en EEUU, entre 1939 y 1942. Con un libreto de Montagu Slater a partir del poema The Borougt (El Pueblo) de George Crabbe, donde también intervinieron de manera importante, el propio Britten junto al tenor Peter Pears (colaborador y compañero sentimental de Britten) para quien estaba destinado el papel de Peter Grimes. El estreno tuvo lugar en el londinense Teatro Sadler’s Wells el 7 de junio de 1945, solo un mes después de concluida la Segunda Guerra Mundial. A la euforia del triunfo conseguido por Britten y Pears, se añadió el orgullo que representaba el nacimiento de una nueva ópera inglesa, la primera desde la muerte Henry Purcell en 1695 o desde la última obra teatral de Häendel en 1741. Peter Grimes es un pescador solitario, soñador y a la vez primitivo y brutal, totalmente marginado por el entorno social donde habita, y al que solo tratan y respetan la maestra del pueblo Ellen Orford, enamorada de él y el capitán Balstrode, viejo marino ya jubilado. Grimes a perdido de manera sucesiva y accidental a tres de sus grumetes, lo que le conduce a la locura y a un trágico final. Britten trató un tema recurrente en la mayoría de sus óperas: el drama de personajes marginales enfrentados a una sociedad hostil, hipócrita y cruel que acaba exterminándolos. Musicalmente es una obra prodigiosa, plena de imaginación, ingenio y eclepticismo, en el que se dan la mano influencias diversas: Verdi, en la fusión de orquesta, voz y situación dramática; Debussy, Mahler y Richard Strauss, en la pintura armónica y el colorido orquestal; Stravinsky, en la imponente fuerza rítmica; Puccini, sobre todo de su Fanciulla del West. También, cabe señalar ciertas influencias de la Lady Macbeth de Dimitri Shostakovich, quien fue gran amigo de Britten, dedicándole su Sinfonía nº 14. En su estructura formal, se muestran las claras divisiones entre recitativos, arias, dúos y números de conjunto, con una unidad dramática admirable y un protagonismo orquestal que agita la tensión dramática y une las siete escenas de la ópera con seis interludios sinfónicos de poderoso efecto.
Después de sus primeras funciones londinenses, y en solo tres años, Peter Grimes se estrenó en Estocolmo, Amberes, Zurich, París, Milán, Nueva York y Los Ángeles. Su muy tardío estreno en España tuvo lugar en el Teatro de La Zarzuela de Madrid en 1991 y posteriormente fue representada en el Teatro Real de Madrid, en 1997. Después de su fuerte impulso inicial, la ópera fue representada escasamente en los años cincuenta del pasado siglo. A partir de 1963, volverá al escenario de su estreno en el londinense Teatro Sadler’s Wells, dirigida por Colin Davis, quien se convertirá desde entonces y durante más de cuarenta años, en el gran avalista de Peter Grimes. Existen diferentes grabaciones tanto en CD como DVD, que permiten una aproximación a esta ópera. En 1958, se realizó la primera grabación de estudio para el sello DECCA, con la Sinfónica de Londres dirigida por el propio Benjamin Britten y un excelente Peter Pears como Peter Grimes. En 1969, la BBC realizó una filmación, magníficamente ambientada, con dirección de Brian Large, en la actualidad comercializada en DVD por DECCA, de nuevo con Britten al frente de la Sinfónica de Londres, el Coro Ambrosiano y un Peter Pears, que une a su gran actuación vocal una extraordinaria creación escénica, junto a la Ellen Orford, magníficamente interpretada por la soprano Heather Harper, quien durante bastantes años será el autentico referente de este personaje. El tenor canadiense John Vickers interpretó por primera vez Peter Grimes, en enero de 1967, en el Metropolitan de Nueva York, con dirección musical de Colin Davis, convirtiéndose desde entonces, en un papel esencial de su repertorio, llegando a interpretarlo durante el resto de su carrera, en más de cien funciones, en los grandes teatros de todo el mundo. La creación de Vickers resulta excelente en el plano vocal, exhibiendo un contrastado e incisivo fraseo y dotando a su actuación de gran expresividad, resaltando la faceta salvaje y enloquecida del personaje. Vickers realizó una grabación de estudio para el sello PHILIPS, en 1978, junto a Heather Harper, con dirección de Colin Davis al frente de la Orquesta del Covent Garden. Existe una toma en video comercializada en DVD por WARNER MUSIC, de 1981, realizada en el Covent Garden, de la famosa producción con dirección escénica de Elijah Moshinsky y musical de Colin Davis, donde Vickers realiza una creación antológica de Peter Grimes, de nuevo en compañía de Heather Harper. Peter Pears o John Vickers, son los más grandes Peter Grimes de la historia, sus creaciones son muy diferentes pero complementarias para dar una imagen completa de ese complejo personaje.

En estas funciones valencianas se ha utilizado la histórica producción de 1994, para el Théâtre de Monnaie de Bruselas, dirigida por Willy Decker, que ya pudo verse en el Teatro Real de Madrid en 1997. En esta reposición han sido François de Carpentries y Rebekka Stanzel, los responsables de la dirección escénica, con excelentes resultados. La sencilla escenografía consta de un suelo en pendiente donde se mueven unos grandes paneles que van acotando los diferentes espacios: la Iglesia, la cabaña de Grimes; y, la lúdica taberna, con tonalidades rojas que le dan un inquietante aspecto, realzado por la magnífico diseño de iluminación de Trui Malten, sobre todo cuando se abre la puerta y una gran sombra distorsionada de Grimes se proyecta sobre la pared, con un tono claramente expresionista. Y, sobre todo, ese fondo marino, más intuido que visualizado, que domina toda la obra. En esta escenografía juegan un papel muy importante los numerosos figurantes (protagonistas y miembros del coro) que se mueven sobre el escenario en compactos grupos, dando auténtico realce al desarrollo de la acción dramática. Resaltar escénicamente toda la parte final de Acto II, donde, se van mezclando espacios visibles con otros en off: la comitiva que se forma a la puerta con todos los notables del pueblo, conducida por el arriero Hobson tocando el tambor, en dirección a la cabaña de Grimes, y que desaparece de escena, donde solo quedan, en un primer plano, cuatro mujeres: La tabernera Auntie, sus dos sobrinas y Hellen Orford; y, al fondo del escenario pueden verse ascender a derecha e izquierda las oscuras siluetas, a modo de aves de rapiña de otras mujeres, que finalmente conforman un oscuro y acechante grupo, que actúa como contrapeso al de las cuatro mujeres situadas en primer plano perfectamente visibles. La acción dramática continua en el arranque del Acto III, en otro espacio visible: la cabaña donde se encuentran Peter Grimes y su grumete, quienes comienzan a escuchar el sonido de tambor que anuncia la llegada de la comitiva antes citada, lo que produce gran alteración a Grimes, quien obliga al grumete a bajar hacia el mar por un acantilado, donde acaba despeñándose; Grimes va a auxiliarlo (otra escena en off.) quedando la cabaña vacía, en la que irrumpe la comitiva, ya de nuevo visualizada. Destacar también, el impresionante final de la primera parte del Acto III, muy bien resuelta escénicamente, mostrando a una vociferante y enloquecida multitud, en compacto grupo, que pretende linchar a Grimes. En suma, una magnífica escenografía de John Macfarlane, también responsable del diseño de vestuario (a base de colores negros y rojos) adecuado al tiempo –hacia 1830- en que se desarrolla la acción.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana brilló a gran altura, dirigida por el norteamericano Christopher Franklin, a quien se le puede reprochar no cuidar debidamente las dinámicas, con propensión a ofrecer, por momentos, una línea sonora un tanto plana, utilizando en demasía los sonidos en forte. Ello se puso de manifiesto, sobre todo en los grandes “tutti orquestales”, donde se percibía cierta dificultad en la diferenciación de planos sonoros, con preponderancia de los metales sobre el resto de las secciones. Ello no es óbice para destacar el magnífico rendimiento de todas las secciones orquestales, con una magnífica cuerda, y el gran lucimiento de diferentes instrumentos, sobre todo en esos preciosos “Interludios marinos”: en el primero de ellos “Dawn (El Alba)” a modo de preludio del Acto I, de naturaleza descriptiva, donde brilla de sobremanera el sonido de las flautas y de los violines en registro agudo (muy presente durante el desarrollo de toda la escena primera del Acto I) que sugiere el vuelo y los gritos de las gaviotas o la conjunción de clarinetes, violas y arpa para mostrar el fluir de las olas. En el cuarto interludio el famoso “Passacaglia”, situado entre las dos escenas del Acto II, con las destacadas intervenciones de los metales en conjunción con la cuerda, y de las trompas junto al arpa o ese brillantísimo final donde confluyen el sonido de viola y celesta que va desvaneciéndose hasta desaparecer. Muy brillante la ejecución del quinto interludio “Moonligh (Claro de luna)” con el que comienza el Acto III, con ese imponente sonido de la cuerda a modo de marcha fúnebre donde se insertan, por momentos, flautín y flauta y se van incorporando los metales en un gran crescendo, para concluir con el sonido conjunto de xilófono y arpa. Destacar también, en la conclusión del Acto II, el sonido conjuntado de fagots y celesta. Impresionante sonido orquestal en conjunción con el coro, en el concertante con el que concluye la primera escena del Acto III.

Gregory Kunde interpretaba por segunda vez Peter Grimes, la primera fue en la Ópera de Roma en 2013, y su prestación resultó muy notable en el plano vocal y sobre todo en el dramático, penetrando en la psicología de este complejo personaje. Muy bien en su soliloquio del Acto II “Now the Great Bear (Ahora la Osa Mayor)” donde, mirando a las estrellas, medita sobre su desgraciado destino. Interpreta de manera notable en el Acto II el aria “In dreams l’ve built (En mis sueños había construido)” donde alterna momentos de gran lirismo, con esas típicas inflexiones muy puccinianas, con otros donde el canto adquiere agresividad y violencia. Y, está muy brillante, con una muy matizada y teatral interpretación, de su soliloquio final “Steady! There you are……What harbour scheters peace (¡Calma! ¡Estás aquí!……¿En que puerto es posible encontrar la paz?)” Donde ya, completamente enloquecido piensa, de nuevo, en ese triste destino del que no puede escapar, y acaba sollozando y lleno de desesperación. Kunde está magnífico en los dúos Ellen Orford: el que interpretan a cappella, en el Prólogo, lleno de esperanza, donde ambos hacen planes de futuro, con una delicada línea de canto; y, sobre todo, el del Acto II, donde contrastan la serenidad y cordura de Ellen con el comportamiento violento e irracional de Peter. Notable su interpretación en el gran dúo del Acto I, con el capitán Balstrode (bien interpretado por el barítono Robert Bork) donde Grimes manifiesta todos su sueños y esperanzas y las grandes contradicciones de su personalidad, en contraste con la visión realista y atinada de Balstrode, quien con sus consejos a Grimes, muestra el gran aprecio que siente por él. La soprano norteamericana Leah Partrigge muestra ciertas carencias en los registros grave y central, pero está en posesión de unos excelentes agudos y de la gran teatralidad que confiere a su interpretación. Está magnífica en su enfrentamiento con la multitud, en el Acto I, y realiza una magnífica y matizada interpretación con una exquisita línea de canto, en su aria del Acto III “Embroidery in chilhood (cuando era pequeña)”, seguida del dúo con Balstrode. Destacar también su gran interpretación en el precioso cuarteto –una aguda reflexión del papel de las mujeres en su relación con los hombres- con la tabernera Auntie (discretamente interpretada por la mezzo Dalia Schaechter) y sus dos sobrinas bien interpretadas por las sopranos Giorgia Rotolo y Marianna Mappa, ambas pertenecientes al Centro de perfeccionamiento Plácido Domingo. Rosalind Plowright realizó una importante carrera como soprano en los años setenta y ochenta del pasado siglo, aunando una buena vocalidad y una magnífica presencia escénica. Aquí como mezzo y sensiblemente envejecida, realiza una notable interpretación de la chismosa y malévola Mrs. Sedley. Bien el resto del extenso reparto.

Mención especial merece el Coro de la Generalitad Valenciana, brillando a un altísimo nivel durante sus numerosas intervenciones a lo largo de toda lo ópera. Cabe destacar su interpretación en el transcurso de la primera escena del Acto I, y que, en una perfecta estructura simétrica, también cierra la ópera, cuando Ellen Orford y el Capitán Balstrade, después de la tragedia, vuelven a integrarse en la dinámica de la comunidad. En fin, un excelente Peter Grimes.

Peter Grimes de Benjamin Britten.

El Palau de les Arts Reina Sofía estrena el jueves, 1 de febrero, ‘Peter Grimes’, de Benjamin Britten, una de las obras maestras del siglo XX, además de la mejor ópera inglesa desde ‘Dido and Aeneas’ de Henry Purcell (1689). Christopher Franklin, en el foso, y Willy Decker, como director de escena de esta producción del Teatro de La Monnaie (Bruselas), abordan la primera ópera de Les Arts en 2018. Un acontecimiento que supone, además, el debut escénico de Gregory Kunde en el rol del atormentado marinero, estigmatizado, perseguido y abocado al suicidio por un supuesto maltrato a sus aprendices.

Especialistas en el repertorio inglés lo acompañan sobre el escenario: Leah Partridge (Ellen Orford), Robert Bork (Balstrode), Dalia Schaechter (Auntie), Andrew Greenan (Swallow), Charles Rice (Ned Keene), Ted Schmitz (Reverend Adams), Richard Cox (Bob Boles) y Lukas Jakobski (Hobson), junto con la legendaria diva Rosalind Plowright en el papel de Mrs. Sedley.

Benjamin Britten aborda en ‘Peter Grimes’ dos temas recurrentes en su legado: el enfrentamiento de un individuo con la sociedad y también la pérdida de la inocencia. A través de la figura del protagonista, el compositor inglés explora los efectos psicológicos de la exclusión en quienes contravienen los códigos convencionales.

Así lo apunta el director musical, Christopher Franklin, que destaca la “contemporaneidad” de la obra. “No es una ópera sobre mitos, ni sobre dragones, princesas, cortes o reyes… sino que trata un tema que, hoy en día, sigue siendo muy actual, el modo en que la sociedad, como un todo, reacciona contra un individuo”.

Musicalmente, Benjamin Britten hace gala de un gran instinto dramático al aglutinar en el pentagrama los diferentes ambientes por los que transita ‘Peter Grimes’, desde los delirios a los arrebatos del pescador, las canciones populares en la posada de Auntie, la tormenta o los cantos dominicales en la iglesia, otorgándole al mar un inusitado protagonismo como personaje encarnado por la orquesta, testigo continuo y presente del drama humano.

Franklin, que dirige su segunda obra del compositor inglés en València después de ‘The Turn of the Screw’ en 2017, añade que se trata de una “ópera casi wagneriana, en el sentido de que se usa el coro como el coro en el teatro griego: es el reflejo de la sociedad”.

Tras su celebrada ‘Traviata del reloj’, que cautivó en el Festival de Salzburgo y que el centro de artes programó dentro del bicentenario del nacimiento de Verdi, Willy Decker presenta ‘Peter Grimes’. Un montaje del consagrado director, con escenografía y vestuario de John Macfarlane, iluminación de Trui Malten y coreografía de Athol Farmer, que ha recibido el elogio unánime de crítica y de público desde su estreno en 1994.

Decker enfatiza el papel del mar en su propuesta, un mar que “determina en su violencia el comportamiento de los hombres”. Su violencia se refleja en la violencia de los hombres y de sus actos: la tierra firme y el mar, el hombre y la naturaleza, se encuentran atrapados en las garras el uno del otro… En todos los sentimientos, principalmente en la angustia y en los deseos, siempre está presente”.

Para su puesta en escena, el ‘regista’ alemán recurre a imágenes de “su inmensidad y violencia y representa los efectos que produce el mar en el alma de los hombres”.

“Un papel con el que sueña todo tenor”

Desde que cantara su primer ‘Otello’ en España bajo la dirección de Zubin Mehta en el Festival del Mediterrani de 2013, Gregory Kunde es uno de los artistas de referencia en la programación de Les Arts, con destacados debuts en València, como Don Álvaro en ‘La forza del destino’ o el rol protagonista en ‘Samson et Dalila’.

El tenor estadounidense ya cantó en 2013 la versión en concierto de esta ópera bajo la dirección de Antonio Pappano. Una actuación que le valió la comparación con el mismísimo Sir Peter Pears, el tenor y amante de Benjamin Britten para el que el genio inglés compuso este papel, y quien estrenó la obra el 7 de junio de 1945 en el Teatro Sadler’s Wells de Londres.

Ante su primera representación de ‘Peter Grimes’, Kunde equipara el personaje con otro determinante en su carrera actual. “Para mí es como el ‘Otello’ de Verdi: un papel con el que sueña todo tenor”.

“Es el mejor trabajo de Britten –prosigue–. Le conocemos muchos otros títulos: ‘Death in Venice’, ‘Billy Budd’… pero, en mi opinión, esta es la obra maestra de sus óperas. Y si hablamos del siglo XX, diría que es una de las cinco mejores de ese siglo. Ya nadie la considera ópera moderna, porque se ha convertido en pieza de repertorio, lo que es fantástico”.

Leah Patridge encarna a Ellen Orlford, la maestra del pueblo y la más ferviente defensora de Grimes. Se trata de su segunda visita a Les Arts tras cantar el papel de Helena en ‘A Midsummer Night’s Dream’ en 2016 con Roberto Abbado.

La soprano estadounidense considera que cantar la obra de Britten supone “experimentar un cambio de vida”. “Una vez que con tus habilidades musicales logras apreciar y trabajar a Benjamin Britten, sientes como si accedieras a otro mundo de expresión”, explica.

“Cada vez que escucho esta obra me sorprende cómo pudo pensar en escribirla… El modo en que capta el mar, la mañana, cómo plasma la escena en la posada de Auntie… En su música, todo es muy visual. Hay momentos verdaderamente espeluznantes y otros provocadores. Nunca me canso de escuchar esta música, ni de cantarla”.

Rosalind Plowright interpreta a la Señora Sedley, “la mala de la historia”, en palabras de la propia diva, que aborda con este papel lo que ella denomina su “tercera carrera” tras 35 exitosos años sobre los escenarios.

Brillante soprano ‘spinto’, reconvertida posteriormente en ‘mezzosoprano’ y actualmente especializada en papeles de carácter, califica a la Señora Sedley como “alguien desagradable, muy desagradable”.

“Ella lo exagera todo mucho más, y quiere realmente que Peter Grimes se hunda”, apostilla.

Les Arts estrenará el 1 de febrero ‘Peter Grimes’, el segundo título de Britten que se presenta en la Sala Principal, después de ‘A Midsummer Night’s Dream’. Las restantes funciones tendrán lugar los días 4, 7, 10 y 13 de ese mismo mes.

Gregory Kunde

El veterano tenor norteamericano Gregory Kunde (Kankatee, Illinois, 24 de febrero de 1954), debutó a principios de los años ochenta del pasado siglo con una voz de lírico-ligero, que le permitió afrontar roles mozartianos y belcantistas. Aquejado de un cáncer en 1994, diagnosticado después de unas representaciones de L’italiana en Algeri de Rossini, en el Teatro de la Zarzuela, logró superar la grave enfermedad y retomar su carrera en 1996. Con el paso de los años su voz ha ido cambiado y adquiriendo mayor corporeidad y volumen, derivando a la tesitura de tenor lírico-spinto. A partir de 2009 se inició una nueva etapa de su carrera al incorporar a su repertorio su primer papel verdiano, el Arrigo de Las Vísperas Sicilianas. En 2012 cantó por primera vez el Otello de Verdi, papel con el que ha triunfado en los últimos años en los principales teatros europeos, siendo uno de los poquísimos tenores en la historia que han abordado los dos Otello, el rossiniano y el verdiano, y ello tuvo lugar sucesivamente en los meses de julio y agosto de 2015, en el Teatro alla Scala y en el Festival de Peralada. En los últimos cinco años ha ido debutando en otros papeles verdianos: Radamés de Aida, Manrico de Il Trovatore, Don Álvaro de La forza del destino, Rodolfo de Luisa Miller, Riccardo de Un ballo in maschera. También ha afrontado con éxito otros roles como Turiddu de Cavalleria rusticana, Canio de I Pagliacci, Des Grieux de Manon Lescaut, Andrea Chènier y Pollione de Norma. Durante los últimos años ha cantado de manera más esporádica roles belcantistas como Roberto Devereux, que interpretó en el Teatro Real de Madrid en 2015 y el mozartiano Idomeneo en el Palau de Les Arts de Valencia en 2016; en ellos -obviamente- ha perdido capacidad para las agilidades, al estar abordando con asiduidad repertorios mucho más dramáticos.

En su recital de Peralada, acompañado por el pianista valenciano José Ramón Martín, se ha podido constatar cierto cansancio vocal dada su incesante actividad. En la actualidad, la voz resulta ciertamente voluminosa, con gran facilidad para el canto en forte, dificultades para las medias voces, unos graves problemáticos, y tendencia, por momentos, a una emisión irregular con cambios de color en la voz. Todo ello queda paliado por su gran capacidad teatral, para matizar al máximo sus interpretaciones.

El recital comenzó con un bloque dedicado a Vincenzo Bellini compuesto por tres bellas y suaves canciones: “Vaga Luna che inargenti”, “Malinconia, ninfa gentile” y “Vanne, o rosa fortunate”, bien interpretadas y que sirvieron para que el tenor calentara la voz y seguidamente abordara con gran brillantez el aria-cabaletta de Pollione “Meco al altar di Venere…..Me protege, me difende” en Norma, insertando en el aria el Do4 y las pertinentes variaciones en la repeticiones de aria y cabaletta. El recital continuó con la interpretación de dos canciones de Rossini: “La lontananza” y “Tiranna alla Spagnola”, en ambas con excelentes intervenciones del pianista José Ramón Martín, y dónde Kunde ofreció un canto lleno de musicalidad y gran expresividad. La primera parte del recital concluyó con la compleja aria de Arnold “Asile Heréditaire” de Guillaume Tell de Rossini, que Kunde afrontó con valentía y buena línea de canto, emitiendo vibrantes agudos, aunque no con la brillantez de antaño –los años no pasan en balde- y me refiero a la interpretación que ofreció de Guillaume Tell en La Coruña, en 2010, dirigido por Alberto Zedda, tristemente desaparecido este mismo año. Entonces, su interpretación de “Asile Heréditaire” resultó magistral, seguida de la cabaletta “Amis, amis” (omitida en Peralada) con excelentes subidas al Do4 sostenido.

La segunda parte del programa comenzó con un bloque dedicado a Verdi con tres canciones: “Il Tramonto”, “Il Mistero” y “Brindisi” donde el cantante tuvo ciertas dificultades en su intento de emitir medias voces. Magnífica resultó su interpretación del recitativo-aria de Riccardo “Forse la soglia attinse….Ma se m’è forza perderti” de Un ballo in maschera, cantada en el mejor estilo verdiano, con un fraseo elegante e incisivo. La inclusión en este recital del aria “Che gélida manina” de La Bohème de Puccini no resultaba demasiado adecuada, ya que la voz de Kunde, en la actualidad, carece de ese timbre juvenil que precisa el romántico Rodolfo. Sin embargo, el cantante la interpretó muy notablemente y sin utilizar partitura, aunque pasó sobre ascuas en el Do4, rápidamente cortado y bajado de tono. Ya, para concluir el recital, resultó de gran brillantez su dramática interpretación llena de expresividad, del aria de Canio “Recitar!….Vesti la giubba” de Pagliacci, sin duda, su mejor intervención. Resaltar la magnífica actuación del pianista José Ramón Martín, muy compenetrado con el cantante.

Gregory Kunde ofreció un par de bises interpretando de manera impecable las canciones “What a wonderful world” y “My way”, que respectivamente popularizaron en los años sesenta del pasado siglo Louis Amstrong y Frank Sinatra.

Se hecho en falta que no se incluyera en este recital algún aria del Otello verdiano, papel que tantos triunfos ha supuesto para el tenor norteamericano en los últimos años y que ha interpretado muy recientemente en el Covent Garden londinense, alternando reparto con el mediático Jonas Kaufmann, con una prestación muy superior la ofrecida por el tenor alemán.

Gregory Kunde

Gregory Kunde protagoniza esta selección de arias tras cuarenta años en los escenarios donde ha alcanzado el reconocimiento unánime del público y la crítica en su madurez como intérprete.  Formado en la Lyric Opera de Chicago, creció como artista bajo la tutela de Alfredo Kraus, y pronto comenzó a despuntar en el repertorio belcantista y francés, consagrándose como un consumado rossiniano.   No obstante, ninguna de eso rostros del pasado tienen cabida en este recital, porque cuando su voz decidió alcanzar la edad adulta, al borde de la cincuentena y el cambio de siglo, sus personajes se declararon en rebeldía y se vio obligado a dar un salto a lo desconocido para reinventarse como cantante.  La colección de piezas recogida en esta grabación forjan el presente y el futuro de un cantante que siente que todavía tiene toneladas de talento que compartir en el teatro.  Kunde pone la experiencia acumulada en cuarenta años de carrera al servicio de Verdi, Puccini y los autores veristas. Sin artificios.  El arte no entiende de edad. Así lo consideraron igualmente los integrantes del jurado del prestigioso International Opera Award, que le fue concedido a Kunde en 2016 en la categoría de mejor intérprete masculino, un reconocimiento a la excelencia alcanzada en la madurez de su extensa carrera.  También fue condecorado en España como mejor intérprete masculino en 2015 con el Premio Campoamor, galardón que ya había obtenido dos años antes por su impresionante Otello valenciano.

  1. Gounod

Romeo et Juliette:  Ah, lêve-toi, soleil!

  1. Puccini

La fanciulla del West:  Ch’ella mi creda

  1. Meyerbeer

L’Africaine:   Pays merveilleux… O paradis

  1. Puccini

Tosca:   E lucevan le stelle

  1. Verdi

I vespri siciliani:   É di Monforte il cenno / Giorno di pianto

  1. Leoncavallo

I Pagliacci:  Recitar! / Vesti la Giubba

  1. Puccini

Manon Lescaut:   Donna non vidi mai

  1. Puccini

Turandot:   Non piangere Liù

  1. Giordano

Andrea Chenier:   Un di, all’ azzurro spazio

  1. Verdi

Aida:   Celeste Aida

  1. Puccini

La fanciulla del West : Una parola sola / Or son sei mesi

  1. Verdi

La forza del destino:   La vita è inferno / O, tu che in seno agli angeli

  1. Verdi

Il trovatore:   Ah, sì ben mio

  1. Verdi

Il trovatore:  Di quella Pira

  1. Verdi

Otello:   Dio! mi potevi scagliar

  1. Puccini

Turandot:  Nessun Dorma

I Vespri Siciliani

El Palau de les Arst, ha iniciado su nueva temporada con I Vespri Siciliani, una ópera verdiana de auténtico atractivo, aunque poco conocida por el gran público, ya que se representa en contadas ocasiones. Solamente, su magnífica obertura suele incluirse como pieza de concierto. Por tanto, para el coliseo valenciano resultaba todo un reto representar una ópera como esta, sobre todo, por sus grandes demandas en el plano vocal.

Después del éxito de la llamada “Trilogía popular” constituida por Rigoletto de 1851, junto a Il Trovatore y La Traviata ambas estrenadas en 1853, Giuseppe Verdi comienza a replantearse su carrera, con la intención de ralentizar sus labores creativas que entre 1839 y 1953, habían producido dieciocho óperas, casi todas ellas marcadas por las premuras, al tener que componer a gran velocidad -en ocasiones dos óperas en un mismo año- para satisfacer las demandas de los teatros.

El compositor de Busetto decide ofrecer menos cantidad y más calidad, fruto de un trabajo más reposado, con la elección de atractivos textos, junto a una música más trabajada y una orquestación de mayor complejidad y sofisticación. Esta nueva etapa va a iniciarse con la composición de Les Vêpres Siciliennes (Las Vísperas Sicilianas) encargo de la Ópera de París.

Verdi llegó a la capital francesa en la primavera de 1854, comenzando la búsqueda de un texto que tuviera atractivo y auténtica fuerza dramática.

Sin embargo, temeroso de no acertar en los gustos del público francés, no eligió el tema, sino que se lo encargó a Eugene Scribe, famoso libretista muy relacionado con la ópera parisina, quien propuso a Verdi como argumento un hecho tuvo lugar en Sicilia, concretamente en su capital Palermo, en 1282, durante la ocupación francesa de la isla y en los prolegómenos de una sublevación del pueblo siciliano, apoyada militar y financieramente por Pedro III de Aragón, enfrentado abiertamente al rey francés Carlo I de Anjou.

Verdi dedicó casi un año a la composición de su nueva ópera, cuya estructura era la típica de “Grand Ópera” con sus cinco actos y un atractivo ballet de ciertas proporciones llamado “Las cuatro estaciones”, insertado en el Acto III. Finalmente, Les Vêpres Siciliennes se estreno en La Gran Ópera de París, en una “soirée de gala” el 13 de junio de 1855, coincidiendo con los festejos de la Exposición Universal que se estaba desarrollando en la capital francesa. El libreto original escrito en francés fue traducida al italiano por Arnaldo Fusinato, y esta nueva versión con el título I Vespri Siciliani, se estrenó en el Teatro alla Scala de Milán, el 4 de febrero de 1856. Durante años posteriores, la ópera en su versión italiana tuvo cierto recorrido a nivel internacional, para caer en el más absoluto de los olvidos.

Su recuperación se produjo en 1951, año del cincuenta aniversario de la muerte de Verdi, con una producción estrenada en el Maggio Musicale Fiorentino, dirigida musicalmente por el gran Erich Kleiber, que contaba con la imponente creación de María Callas como la Duquesa Elena, junto a otro extraordinario interprete, el bajo búlgaro Boris Christoff en papel de Giovanni da Procida, el cuarteto protagonista se completaba con el excelente Guido de Monforte interpretado por el barítono Enzo Mascherini, justo a la discreta prestación del tenor griego Giorgio Bardi Kokolios como Arrigo. El absoluto éxito de aquellas representaciones florentinas, propició que fuera el título elegido para la inauguración de la temporada del Teatro alla Scala de Milan el 7 de diciembre de 1951, con dirección musical a cargo de Victor de Sabata, con los mismos interpretes de Florencia y el Arrigo sensiblemente mejorado del tenor norteamericano Eugene Conley.

En tiempos más recientes se han producido importantes representaciones de esta ópera, como las que tuvieron lugar en el Teatro Comunale de Bolonia, en 1986, dirigidas por un joven Riccardo Chailly y un magnífico elenco que incluía el Monforte de Leo Nucci, junto al excelente tenor Veriano Luchetti como Arrigo, el muy solvente bajo Bonaldo Giaiotti como Procida y la magnífica interpretación de Elena, realizada por la soprano norteamericana Susan Dunn.

Destacar también, las funciones que supusieron la inauguración de la temporada scalígera de 1989-1990, con la extraordinaria dirección de Riccardo Muti, y un muy notable grupo de interpretes que contaba con la presencia de Cheryl Studer como Elena, Giorgio Zancanaro en una brillante interpretación de Monforte, Chris Merritt como Arrigo y Ferruccio Furlanetto en el papel de Procida. Señalar que en aquellas funciones milanesas se incluía el precioso ballet “Las cuatro estaciones”, que habitualmente suele omitirse. Existen sendas tomas en video, realizadas en el transcurso de las funciones en el Teatro Comunale de Bolonia y en la Scala de Milán, que posteriormente fueron editadas en DVD.

El Palau de les Arts ha elegido para estas representaciones de I Vespri Siciliani, una coproducción realizada por el Teatro Reggio di Torino y la bilbaína ABAO-OLBE, con una puesta en escena de Davide Livermore (actual director artístico de Les Arts) que fue estrenada en el Teatro Reggio di Torino en 2011, con ocasión del 150 aniversario de la unidad italiana. Livermore traslada la acción a la Sicilia de 1992, año en que se produjo el terrible atentado en el que fue asesinado por la Mafia el juez Giovanni Falcone, su esposa y tres de sus escoltas.

El funeral de Falcone tuvo lugar en la Catedral de Palermo y fue televisado en directo para todo el mundo. En el Acto I, la escenografía de Santi Centineo reproduce aquel funeral, esta vez dedicado a Federico el hermano de la Duquesa Elena, ajusticiado por los franceses, con el féretro portado a hombros y un cortejo fúnebre donde figura Elena y otras damas junto a eclesiásticos.

La seriedad y recogimiento del evento es frivolizado al máximo por las cámaras de video que lo están tomando como un auténtico “reality show” y cuyas imágenes pueden contemplarse en dos grandes pantallas. Sin duda, este planteamiento viene a constatar el poder que tienen los medios de comunicación para manipular la realidad, siempre al servicio de la clase política corrupta, en este caso dominada por La Mafia.

Mucho más idónea es la escenografía del Acto II, donde se muestra, en un ambiente penumbroso, dos coches destrozados, en alusión al atentado de Falcone y que marca el regreso a Palermo del patriota Giovanni da Procida, dispuesto a preparar un levantamiento popular contra los ocupantes franceses.

Sin embargo, esta dramática escenografía, se mantiene -totalmente fuera de lugar- durante el resto del acto, englobando la danza en forma de “tarantela” que bailan los jóvenes sicilianos con sus parejas, que les son arrebatadas por soldados franceses quienes abusan de ellas, todo ello aderezado con una profusa iluminación de fondo, que confiere a la escena un ambiente orgiástico nocturno. Y, finalmente, en ese mismo espacio escénico, se extiende una alfombra roja donde van pasando las parejas invitadas a la fiesta del gobernador Monforte. escuchándose como fondo una alegre “barcarola”.

En contraste, la escenografía en el Acto III, es un elegante edificio de arquitectura racionalista, que deriva a un hemiciclo parlamentario en el que se desarrolla el “Baile de mascaras”, donde los conjurados pretender asesinar al gobernador Guido de Monforte.

Ya, en el final del acto, en los grandes ventanales del hemiciclo, aparecen proyectadas imágenes de personajes de todos los ámbitos que han marcado la historia de la “Italia Unificada”: políticos como Cavour, De Gasperi, Aldo Moro, Giulio Andreotti, junto a deportistas como Fausto Coppi o actores como Marcello Mastroianni y dramaturgos como Darío Fo, imágenes que acaban fundiéndose con banderas de Italia.

Ya en el Acto IV, la cárcel donde se encuentran Elena y Procida, también tiene el estilo del edificio descrito al comienzo del acto anterior, con unos negros y simétricos elementos estructurales verticales y horizontales, realzado por una excelente iluminación de fondo a base de tonos anaranjados que van apagándose para mostrar un espacio escénico oscuro y opresivo, que deriva hacia un espacio abierto y alegre donde pueden verse sobre un atril a Elena y Arrigo junto a Monforte, quien anuncia el compromiso matrimonial de ambos. En el arranque del Acto V, se recupera el estilo de “reality show”, del Acto I, con la fiesta donde se realizan los preparativos de la boda el de Elena y Arrigo, aderezado con las intervenciones de bailarinas cuyas vestimentas y evoluciones sugieren un espectáculo de revista.

El trágico final de la historia, con la revuelta de los sicilianos contra los franceses y la masacre donde mueren los protagonistas, queda amortiguada mostrando solo sus cuerpos tendidos, en el recuperado espacio escénico del hemiciclo parlamentario, en cuyo fondo aparece proyectado el artículo primero de la constitución italiana “La soberanía reside en el pueblo, que la ejerce con arreglo a la forma y los límites que establece la constitución”. La puesta en escena de Livermore, resulta, por momentos, interesante y original, aunque excesivamente circunscrita al mundo italiano. La Orquesta de la Comunidad Valenciana volvió a demostrar su gran calidad, conducida de manera solvente por Roberto Abbado, actual director musical de Les Arts.

El sonido orquestal resultó de gran brillantez en la ejecución de la extensa obertura, una de las más bellas creaciones sinfónicas verdianas, donde destaca el vibrante y reiterado tema central, junto a otro de gran impulso melódico que reaparecerá en el gran dúo de Arrigo y Monforte del Acto III. Excelente resolución orquestal del Acto II, con páginas de gran intensidad dramática junto a otras de carácter folclórico como “La tarantela” y “La barcarola”. Magníficas interpretaciones de las introducciones orquestales de los restantes actos, donde se alternan la ligereza de esa música en forma de danza que preludia el Acto III, con la muy sombría y lúgubre que marca el comienzo del Acto IV, en comparación con la de carácter festivo y folclórico que introduce el Acto V.

Señalar también que la orquesta brilló de sobremanera en el imponente concertante que cierra el Acto III y en transcurso de los dos últimos actos, sobre todo, en el dramático final de la ópera. Dentro del excelente rendimiento de todas las secciones orquestales, cabe señalar que Roberto Abbado dio más preponderancia a metales y percusión realzando los momentos de mayor contundencia orquestal, aunque la cuerda tuvo momentos de calidad extrema en el acompañamiento del aria de Monforte del Acto III. Señalar el precioso sonido orquestal que acompaña la intervención de Procida “Addio, mia patria” del Acto IV. Abbado mostró capacidad concertadora cuidando al máximo el acompañamiento a los cantantes, en especial a la soprano.

Entre la voces solistas cabe destacar a Gregory Kunde, como Arrigo, quien, muestra su dominio del estilo de canto verdiano, con un incisivo fraseo, y un brillante registro agudo, junto a una matizada y expresiva interpretación. Destaca en su gran escena del Acto IV el recitativo-aria “È di Monforte il cenno….Giorno di pianto, di fier dolore”, seguida del largo e intenso dúo con Elena, lleno de intenso lirismo y dramáticos acentos, donde ofrece toda una lección interpretativa.

El tenor norteamericano está magnífico en los heroicos dúos con Monforte de los Actos I y III, y en su gran interpretación del terceto con Elena y Procida del final de la ópera, donde su canto, adquiere, por momentos, intensos tonos dramáticos. En contraposición, muestra ligereza en el festivo dúo con Elena del Acto V “La brezza aleggia intorno a carezzarmi il viso”, aunque, emitiendo el Re bemol conclusivo sobre la palabra “Addio” con una fea nota en falsete.

El barítono onuvense Juan Jesus Rodriguez realiza una buena interpretación de Guido de Monforte, mostrando los cambiantes estados anímicos del personaje y brillando de sobremanera en su intervención solista del Acto III, con una magnífica interpretación del aria “In braccio alle dovizie”, donde ofrece una excelente línea de canto en el mejor estilo verdiano.

Destacar también sus intervenciones en los dúos con Arrigo sobre todo el del Acto III, con esas preciosa frases “Mentre contemplo quel volto amato, balzar di goia me sento il cor…” donde se retoma uno de los temas musicales de la obertura.

El bajo Alexánder Vinogradov, ofreció una voz un tanto gutural en los registros grave y central, que al ascender hacia el agudo gana brillo e intensidad.

Realiza una matizada interpretación de la nostálgica aria “O tu Palermo, terra adorata” una de las más bellas páginas compuestas por Verdi para bajo. Destaca también, su interpretación de la bellísima página “Addio, mia patria” en el cuarteto con Monforte, Arrigo y Elena del Acto IV. Y, tiene vibrantes intervenciones en el dramático trío con Elena y Arrigo al final de la ópera.

El día del estreno le tocó a la joven soprano jerezana Maribel Ortega, cantar el dificilísimo papel de Elena, con unas exigencias vocales extremas. Grave responsabilidad que la cantante afrontó con alto grado de profesionalidad. Su actuación no pasó de discreta, en el Acto I, sobre todo en su interpretación de la cabaletta “Coraggio, su, coraggio”. No estuvo muy atinada en el “Bolero” del Acto V. Mejoró en los dúos con Arrigo, sobre todo en el largo e intensamente lírico del Acto IV. También en la gran escena con Monforte, Arrigo y Procida que cierra este acto. Tuvo su mejor momento en el terceto conclusivo de la ópera junto a Procida y Arrigo, donde colocó un par de imponentes agudos. Bien el resto de los interpretes casi todos procedentes de Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo.

De nuevo, el Coro de la Generalitat, volvió a demostrar su gran calidad en sus múltiples intervenciones a lo largo de la ópera. Muy destacada su actuación en el gran concertante del Acto III, en el sobrecogedor momento de Acto IV, entonando uno de los salmos “De profundis”, seguido del concertante “Ministro di morte arresta!” que cierra el acto: una muy bella página verdiana. Ya, al final de la ópera el coro se luce en la impresionante “Vendetta! Vendetta!».
Texto: Diego Manuel Pérez Espejo
Fotografías: Tato Baeza

I vespri siciliani
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Dramma in cinque atti
Libreto de Augustin Eugène Scribe y Charles Duveyrier
D. musical: Roberto Abbado
D. escena: Davide Livermore
Escenografía: Santi Centineo
Vestuario: Giusi Giustino
Iluminación: Andrea Anfossi
Coreografía: Luisa Baldinetti
Cor de la Generalitat Valenciana
Francesc Perales, director
Orquestra de la Comunitat Valenciana
Reparto: Gregory Kunde, Maribel Ortega, Juan Jesús Rodríguez, Alexánder Vinogradov, Andrea Pellegrini, Cristian Díaz, Nozomi Kato, Moisés Marín, Andrés Sulbarán, Jorge Álvarez y Fabián Lara.

Otello en el Teatro Real de Madrid

Un acogedor y renovado Teatro Real recibía el 15 de septiembre el inicio de la temporada. Nuevos colores y señalización que le acercan, en apariencia al menos, a otros prestigiosos teatros. Y, como si de la Scala o el MET se tratara, los más famosos posaban en el forocool situado en el holl de entrada vestidos de etiqueta. Sin duda esta es una forma de publicitar el Teatro y la temporada que comienza, aunque produzca cierta desazón recurrir cada vez más al menudeo televisivo para conseguirlo.

Y la temporada se ha iniciado con Otello, la obra que muestra el lenguaje musical más evolucionado de su compositor, respecto al resto de su obra.

Verdi y su libretista, Arrigo Boito, crearon un relato lleno de intensidad y dramatismo partiendo del texto de Shakespeare Othello or The Moor of Venice (1603). Prescindiendo en el libreto de la parte veneciana, Verdi y Boito adaptan con maestría el texto original. Utilizan el tema del racismo, no para describir al personaje, sino para poner de manifiesto sus inseguridades. La normalización que Boito hizo de Otello, aligerando el aspecto racista, hizo extensible a cualquiera la posibilidad de cometer las mayores atrocidades como consecuencia de la inseguridad y los celos. Este efecto consigue que la ópera de Verdi sea aún más inquietante que la obra en la que está basada.

La escenografía es del director David Alden. El mismo que se encargó de Alcina la temporada pasada. Una escenografía, la de Alcina, difícil de olvidar. Las pesadillas no remiten. Y ahora llega este Otello que, tal vez sea respetuoso con la escenografía que imaginó su compositor, pero el resultado es de una modestia impropia de un Teatro Real. Demasiado oscuro y falto de un lugar para esos momentos de recogimiento que salpican la obra. Todo se desarrolla en el mismo lugar, a las puertas de un edificio casi en ruinas. Ahí Desdemona y Otello sellan su amor. Ahí lo discuten y dudan. Ahí Iago conspira. Ahí muere, con urgencia y frialdad, Desdemona.

Un único y desangelado decorado que resulta agobiante en la primera escena, en la que parece que en cualquier momento algún miembro del coro va a precipitarse al foso.

El hecho de compartir producción con teatros de dimensiones muy inferiores a las del Real, como la Ópera de Estocolmo, puede ser la explicación a una escenografía en la que se desprecian al menos dos tercios de fondo de escenario.

Lo único que mejora la escenografía es la iluminación de Adam Silverman que logra momentos de intensidad y suspense, que elevaron el tono interpretativo de algunas escenas. El momento en el que un amenazador Otello aparece en escena para matar a Desdemona, se convierte en inquietante gracias al juego de luces y sombras.

Desdémona es el personaje de esta obra que tiene un menor desarrollo psicológico. Es la representación de la feminidad sin más elaboraciones. El eterno femenino. Y si hay alguien capaz de demostrar sobre el escenario estos roles tan característicos de la época es, sin duda, Ermonela Jaho. Aún recordamos su traviata, sobre todo la del tercer acto. En esta ocasión, Alden no le ha dado la oportunidad de morir en escena con el dramatismo y dignidad que demostró siendo Violetta. Aquí recrea una Desdemona delicada y sensible. No posee un gran volumen de voz, pero tampoco lo necesita.

Brilló sobre todo en el cuarto acto, con unos pianísimos de gran belleza. Suerte que aquí la orquesta apiana también. Habría sido imposible escucharla con el estruendo del primer y segundo acto. Estuvo especialmente entregada y delicada en la canción del Salce y en el dúo de amor con Otello.

Gregory Kunde, regresaba al Teatro Real tras su extraordinario Roberto Devereux de la pasada temporada y con el cartel de ser uno de los mejores Otellos del momento. Confieso que me gustó más en el Otello del Palau de Les Arts de hace dos temporadas. Su voz rotunda y presencia, no menos rotunda, le hacen perfecto para este rol. En esta ocasión parecía algo desdibujado. Contagiado del empequeñecimiento de la escenografía. Sus agudos sonaron plenos y brillantes pero los graves parecían emitidos a media voz, sin pena ni gloria. Solo en el último acto mostró su poderío. La capacidad interpretativa ha mejorado, pero sigue siendo el suyo un Otello de bajo impacto dramático.
Tampoco anduvo sobrado de intensidad el Iago de George Petean. No puede decirse que su interpretación haya sido enternecedora, pero se quedó muy lejos de la vileza que plantea el personaje. Fue de menos a más, como todos, y se lució en “Credo en un Dio crudel”.

Alexey Dolgov resultó ser un excelente Cassio. Demostró carácter y una buena interpretación.

La dirección de Renato Palumbo no fue precisamente delicada. Durante el primer y segundo acto, la música llegaba del foso con exceso de volumen y agitación y transmitía un cierto desasosiego. No era agradable ver la frenética actividad de tanta gente sobre un pequeño decorado, con un fondo musical perturbador durante la escena de la tormenta. Si el propósito de Palumbo era generar esta pequeña histeria, ¡bravo!.

Pero su dirección no cambió con la intervención de los cantantes. No cuidó de ellos cuando sus arias requerían pulcritud. La falta de mesura en los forte se tragó la voz de los intérpretes en más de una ocasión. Por fortuna el tercer y cuarto acto no permiten el estruendo, y fue ahí donde esta producción lució más plena.

La temporada se ha iniciado con un Otello un poco decepcionante. Es lo que suele ocurrir cuando las expectativas se exageran. Pero tampoco debe cundir el pánico. Esto no ha hecho más que empezar.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

OTELLO
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Dramma lirico en cuatro actos
Libreto de Arrigo Boito, basado en la obra Othello, or The Moor of Venice (1603)
de William Shakespeare
Estrenada en el Teatro alla Scala de Milán el 5 de febrero de 1887
Estrenada en el Teatro Real el 9 de octubre de 1890
Nueva producción del Teatro Real
en coproducción con la English National Opera y la Kungliga Operan de Estocolmo
D. musical: Renato Palumbo
D. escena: David Alden
Escenografía y figurinista: Jon Morrell
Iluminador: Adam Silverman
Coreógrafa: Maxine Braham
Director del coro: Andrés Máspero
Directora del coro de niños: Ana González
Reparto: Gregory Kunde, George Petean, Alexey Dolgov, Ermonela Jaho, Vicenç Esteve, Fernando Radó, Isaac Galán y Gemma Coma-Alabert.
Coro y Orquestra Titulares del Teatro Real
Pequeños Cantores de la Comunidad de Madrid

Manon Lescaut

ABAO-OLBE (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) recupera tras trece años desde su última representación Manon Lescaut de Puccini. Los días 20, 23, 26 y 29 de febrero, con el patrocinio de la Diputación Foral de Bizkaia, sube a escena esta fascinante y trágica historia que encumbró al maestro toscano como uno de los referentes de la escuela verista.

La pasión, la virtud, el deseo, la templanza y el amor desesperado y urgente de la juventud atraviesan las escenas de esta tragedia lírica inspirada en un personaje literario considerado como uno de los grandes mitos de la historia moderna: la mujer fatal. Manon es una mujer que posee una personalidad magnética y se mueve entre la ingenuidad, la falta de moral, la ternura y el engaño llevando la desgracia a sí misma y a quienes la rodean. Para dar vida a los personajes de esta ópera, ABAO-OLBE ha reunido un elenco encabezado por la soprano guipuzcoana Ainhoa Arteta, recientemente galardonada con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, quien regresa a Bilbao para poner voz a ‘Manon Lescaut’. A su lado y completando el dúo protagonista el tenor norteamericano Gregory Kunde, distinguido como mejor cantante masculino en los Premios Líricos Teatro Campoamor por su interpretación de ‘Canio’ y ‘Turiddu’ en la producción de ABAO de Cavalleria Rusticana y Pagliacci entre otras, se hace cargo del rol del enamorado ‘Renato des Grieux’. Junto a ellos cierran el cartel el barítono santanderino Manuel Lanza como ‘Lescaut’, el bajo catalán Stefano Palatchi como ‘Geronte di Ravoir’, la mezzosoprano guipuzcoana Marifé Nogales como ‘Un Musico’, el tenor cántabro Manuel de Diego como ‘Edmondo’, el barítono vizcaíno Gexan Etxabe como ‘Parrucchiere / Comandante di Marina’, el bajo bilbaíno David Aguayo como ‘Sergente’ y el tenor Eduardo Ituarte como ‘Il Maestro di Ballo / Un Lampionaio’

En el foso el esperado debut en ABAO-OLBE del maestro Pedro Halffter, gran conocedor del repertorio pucciniano, para al frente de la Euskadiko Orkestra Sinfonikoa dirigir una partitura compleja que combina una melodía suave y sensual con momentos pasionales de gran intensidad dramática. La parte coral es, una vez más, tarea del Coro de Ópera de Bilbao, con Boris Dujin al frente.

En el escenario una producción procedente del Teatro Regio di Parma, concebida por el debutante en ABAO Stephen Medcalf, caracterizada por una ambientación clásica, ajustada al libreto, con un cuidado vestuario profuso en detalles y caracterización de época de Jaime Vartan y sutiles efectos de luz diseñados por Simon Corder. La escenografía es un universo de colores puros de gran eficacia visual con sorprendentes efectos simbólicos y elementos versátiles como los espejos que representan en primer lugar la opulencia que seduce a la protagonista para posteriormente convertirse en su prisión, o ingeniosos como la simulación de la carroza y el barco.

Conferencia sobre “Manon Lescaut”

Con el fin de analizar, con carácter previo al estreno, los aspectos más relevantes de esta ópera de Puccini, ABAO-OLBE ha organizado una conferencia, de entrada libre, que tendrá lugar el viernes 19 de febrero a las 20.00 horas en el Hotel Ercilla. En esta ocasión, Iñigo Arbiza, crítico musical de Scherzo y Noticias de Gipuzkoa, y Jefe de Comunicación de la ONCE en Euskadi, descubre los entresijos de Manon Lescaut.

ABAO

La décima edición de los Premios Líricos Teatro Campoamor, cuyo fallo se dio a conocer el pasado 29 de noviembre ha traído dos nuevos reconocimientos a las temporadas de ABAO-OLBE en las figuras de Gregory Kunde y Michel Plasson. El genial maestro francés ha sido galardonada con el Premio Dirección Musical por su impresionante trabajo en Werther de Massenet, el pasado mes de enero en ABAO-OLBE. Gregory Kunde ha recibido el galardón al mejor Cantante Masculino por “Turiddu” en Cavalleria Rusticana de Mascagni y “Canio” en Pagliacci de Leoncavallo, en abril de 2015 en la temporada bilbaína. En la 64 temporada de ABAO-OLBE el mejor Cantante Masculino 2015 nos ha acompañado en Roberto Devereux y le esperamos de nuevo en febrero con Manon Lescaut y en abril en la Messa da Requiem de Verdi.

La Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera suma de esta manera un nuevo reconocimiento en unos Premios que llegan a su décima convocatoria, consolidándose como la gran referencia lírica nacional en España y que son a la lírica lo que los Goya al cine, los Max al mundo del teatro o los Ondas al sector audiovisual, unos Premios que reconocen la actividad de ópera y zarzuela de los principales teatros y temporadas en España. En esta edición se han presentado más de 400 candidaturas procedentes de los principales teatros, festivales y temporadas con programación lírica estable de nuestro país, integrados en su mayoría en la Asociación OPERA XXI.

En total, la Asociación ha recibido diez distinciones en las diferentes ediciones de estos Premios. En 2007 Fiorenza Cedolins conseguía el premio a la Mejor Cantante Femenina de ópera por “Cio-Cio” en Madama Butterfly de ABAO 2006; el mismo premio recibió en 2009 Adrianne Pieczonka por “Adriane y Prima donna” de Adriane auf Naxos de ABAO 2008. El año 2010 trajo a la Asociación el Premio a la Institución que ha colaborado significativamente al mundo de la lírica. En 2011 Eugene Onegin una coproducción de ABAO, el Teatro Wielki de Poznan, Opera de Krakowska y Teatro Argentino de la Plata, recibió el galardón a la mejor Nueva Producción. En la edición de 2012 Celso Albelo conseguía el premio al Mejor Cantante Masculino por su “Nemorino” en L’Elisir d’Armor de ABAO. En 2013 el tenor estadounidense Gregory Kunde era galardonado con el Premio al Mejor Cantante Masculino por el rol de “Henry” en Les vêpres siciliennes, una nueva coproducción de ABAO-OLBE, y la soprano valenciana Carmen Romeu recibía el galardón de Cantante Revelación por la extraordinaria “Mussetta” de La Boheme de ABAO. En 2014 Miren Urbieta recibió el premio Cantante Revelación por su interpretación de “Liu” de Turandot.

En la ceremonia de entrega los premiados recibirán junto con una estatuilla en bronce de ‘La Gitana de París’ de Sebastián Miranda, una dotación de 10.000€. La gala se celebrará en el Teatro Campoamor de Oviedo a finales de marzo de 2016.

RobertpDevereux

Vieja, calva y desdentada. Así presenta a Isabel I de Inglaterra el libretista Salvatore Cammarano en la ficción creada para la ópera de Donizetti. Una mujer poderosa, vencida por su grotesca decrepitud, aunque para sus súbditos siempre fuera la encarnación de la virtud.

Iniciaba temporada el Teatro Real con Roberto Devereux. Una de las óperas de la trilogía Tudor de un Gaetano Donizetti sumido en el abismo tras la pérdida de toda su familia. Un abismo parece también la oscura escenografía creada por el australiano Alessandro Talevi. Sencilla y sin distraer de la música y las escenas, algo que siempre se agradece, pero su permanente y casi completa oscuridad acaba pesando a lo largo de la representación.

Los austeros figurines de Madeleine Boyd, negros como es escenario, tan solo se permitieron adornar con un poderoso rojo a Elisabetta. La iluminación, que todo lo oscurece, tiene destellos de elegancia y descanso para los ojos. Todo para reflejar la asfixia que se respiraba en la corte inglesa del siglo XVII.

Joan Matabosch comentó en rueda de prensa que se había programado Roberto Devereux cuando se habían conseguido las voces adecuadas. Y ciertamente son las voces el verdadero tesoro de esta producción que viene de la Ópera de Cardiff.  Para otra ocasión dejaremos la discusión  sobre la conveniencia de estrenar temporada con una obra de alquiler en un teatro como el Real.

No es fácil hacer frente a un personaje como Isabel I en ninguna de las obras de la trilogía Tudor. Pero es sin duda la Elisabetta de Roberto Devereux la que cuenta con mayores dificultades. Se precisa una soprano con facilidad para las agilidades dramáticas y unos buenos apoyos para las notas más graves.
Una Spinto ágil y delicada nada fácil de encontrar. María Callas, sin ir más lejos, se enfrentó a Anna Bolena, regalándonos algunas de las mejores caracterizaciones del personaje, pero nunca se enfrentó ni a María Stuarda ni a Roberto Devereux.
La gran Joan Sutherland interpretó en numerosas ocasiones a María Stuarda y en alguna ocasión a Anna Bolena, ya muy al final de su carrera, pero nunca se atrevió con el rol de Elisabetta de Roberto Devereux. Más alejado de sus posibilidades bocales por ser más dramático que lírico.

Posiblemente sea Mariella Devia una de las mejores sopranos que en la actualidad aborde este complicado papel. Domina todos los terrenos del personaje. De intenso dramatismo, sin abandonar el marcado belcantismo de Donizetti. Le faltó algo más de apoyo en los graves, esos que acompañan los momentos más dramáticos del personaje, no se si por tesitura o madurez.

Ella misma confesó que nunca antes había interpretado un personaje mayor que ella. La Devia, a sus 67 años, es capaz de quedar por encima de la orquesta con un pianisimo. El volumen de su voz es extraordinario. Cuando sea joven quiero ser como es ahora Mariella Devia. Su “Ah ritorna qual ti spero”, junto con el dramático final, han sido los momentos de mayor intensidad.

Si Isabel I estaba bien representada con la gran Mariella Devia, no menos importante ha sido la interpretación de Gregory Kunde, encargado del rol de Roberto Devereux. Su comienzo con “Donna Reale!” con voz contundente y esmaltada, marcó la línea de su actuación, llena de elegancia y acompañada de su imponente presencia escénica. Los matices heroicos que imprime a sus personajes siempre están en esa línea belcantista que tan hermosamente domina.

Marco Caria no desentonó en ningún momento del extraordinario reparto. Su duque de Nottingham estuvo a gran altura. Aunque nos hubiera gustado escuchar al titular previsto inicialmente, Alessandro Luongo.

Otra de las grandes triunfadoras de la noche fue la valenciana Silvia Tro Santafe. Su línea de canto es extremadamente refinada. Al igual que su fraseo exquisito y esos agudos apianados tan conmovedores y poco habituales en una contralto. Sus graves resonantes, su bellísimo timbre y una voz caudalosa quedaron de manifiesto en sus intervenciones. Principalmente destacada estuvo en el dúo con Roberto del segundo acto, y el “All’ambrascia ond’io mi struggo”, a dúo con su esposo, duque de Nottingham, en el tercer acto. Esperamos volver a escucharla pronto en Madrid.

El coro Intermezzo, ese personaje que embellece todas las obras en el Teatro Real, estuvo en su línea de exquisitez habitual. Protagonista en alguno de los momentos de la escena con mayor carga dramática.

El maestro Bruno Campanella demuestra ser uno de los mayores expertos en belcanto al mando de la dirección musical. Su profundo conocimiento de la partitura y del caracter de la obra le permitió ser emotivo en la obertura, sobre todo los compases del himno de Inglaterra, y con agilidad, brío y dramatismo repartidos adecuadamente. Unicamente faltó un poco de ira en algunos momentos.

Un buen comienzo de temporada. La primera completamente elaborada por Joan Mataboch. Espectantes estamos. Esto no acaba más que empezar.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

ROBERTO DEVEREUX
Ossia il conte di Essex
Gaetano Donizetti (1797-1884)
Tragedia lírica en tres actos
Libreto de Salvatore Cammarano, basado en la tragedia Elisabeth d´Angleterre de Jacques-Fraçois Ancelot.
Producción de la Welsh National Opera de Cardiff, 2013
D. musical: Bruno Campanella
D. escena: Alessandro Talevi
Escenografía y figurines: Madeleine Boyd
Iluminación: Matthew Haskins
D.coro: Andrés Máspero
Reparto: Mariella Devia, Gregory Kunde, Silvia Tro Santafe, Marco Caria, Juan Antonio Sanabria, Andrea Mastroni, Sebastián Covarrubias,Koba Sardalashvili.
Orquesta y Coro Titukares del Teatro Real
Teatro Real, Madrid 25 de septiembre de 2015

Devereux

El próximo martes 22 de septiembre el Teatro Real inaugurará su 19ª temporada con Roberto Devereux, de Gaetano Donizetti (1797-1848), ópera belcantisca de gran virtuosismo vocal y sobrecogedor retrato psicológico de la reina Isabel I de Inglaterra (Elisabetta), víctima de su propio despotismo en la corte claustrofóbica, endogámica y terrorífica de los Tudor.

Creada en un período terriblemente doloroso de la desdichada vida de Donizetti —el compositor había perdido a sus padres y a su esposa después del fallecimiento consecutivo de sus tres hijos—, y con Nápoles asolado por la cólera, la partitura de Roberto Devereux, cargada de rabia, pena y desesperación, sería para su autor, como él mismo confesaba, “la ópera de las emociones”. Para expresarlas en toda su plenitud recurre, una vez más, a la corte de los Tudor, cuyas historias sanguinarias, con maquinaciones cortesanas y sentimientos desenfrenados, habían ya inspirado la trama de tres óperas anteriores: Il Castello di Kenilworth (1829), Anna Bolena (1830) y Maria Stuarda (1835).

En esta ocasión la dramaturgia de la ópera, servida por el libreto de Salvatore Cammarano (autor también del texto de Lucia di Lammermoor), privilegia el perfil psicológico y confesional de la reina, atrapada por una red asfixiante de relaciones disfuncionales: su joven amante, Roberto Devereux, conde de Essex, está enamorado de Sara, duquesa de Nottingham, confidente y amiga cuyo marido es íntimo amigo del adúltero.

Siguiendo la estela de Donizetti, el director de escena sudafricano Alessandro Talevi refuerza precisamente la expresión de las emociones desenfrenadas, pulsiones lujuriosas y tormentos corrosivos de la impetuosa reina, en una espiral destructiva que arrastra a los protagonistas a su trágico desenlace.

Encarnando esas pasiones viscerales que van enredando y asfixiando a los cuatro personajes, una araña simbólica va tomando cuerpo en la escenografía oscura y delirante diseñada por Madeleine Boyd, autora también de los figurines de la ópera.

Para dar voz y alma a las turbias relaciones del cuarteto protagonista se alternan dos repartos con algunos nombres estelares en este tipo de repertorio, encabezados por las sopranos Mariella Devia y Maria Pia Piscitelli, que encarnarán a Elisabetta, y los tenores Gregory Kunde e Ismael Jordi, intérpretes del rol titular. Estarán secundados por los barítonos Ángel Ódena y Alessandro Luongo y las mezzosopranos Silvia Tro Santafé y Veronica Simeoni.

Bruno Campanella, gran especialista del repertorio belcantista, que dirigió la pasada temporada en el Teatro Real la opéra-comique La fille du régiment, de Donizetti, cambia ahora de registro para la interpretación de esta tragedia lirica del mismo compositor, en la que estará al frente, una vez más, del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.

Otello

Memorable la representación de Otello que tuvo lugar el día 1 de agosto, en la presente edición del Festival Castell Peralada. Una incierta metereología, propiciaba mirar de continuo el cielo ante la presencia de nubarrones -de hecho, la noche anterior había descargado una fuerte tormenta- que podían presagiar lluvias con la consiguiente suspensión de la representación. Afortunadamente, pudo contemplarse este Otello verdaderamente magnífico a nivel musical y escenográfico. En esta nueva coproducción, encargo de los Festivales de Peralada y Macerata, el murciano Paco Azorín, como director escénico, hace girar toda la acción alrededor del perverso y manipulador Yago, magistralmente interpretado por Carlos Alvarez, cuyo absoluto dominio escénico ya se pone de manifiesto en los prolegómenos de la representación, moviéndose como un auténtico “maestro de ceremonias”, atento a todos los detalles, incluso, instando al responsable de la luminoctécnia a cambiar el gran rótulo del espectáculo “Otello de Giuseppe Verdi”, por “Yago de William Schakespeare”.

Azorín muestra su predilección por el dramaturgo inglés, al insertar, de manera muy acertada en el contexto de la acción, sus bellísimos sonetos 43 y 138, cuyos textos proyectados sobre la cortina del escenario introducen los Actos II y IV. La escenografía diseñada por Paco Azorin, resulta de absoluta sencillez consistente en dos grandes bloques macizos, que van tomando diferentes posiciones y, por momentos, encajan una empinada escalera central. Los bloques tienen rampas que permiten a los personajes situarse en diferentes planos dramáticos. Los efectos escénicos se complementan con diversas proyecciones diseñadas por Pablo Chamizo: un mar embravecido por la tormenta en el arranque de la ópera, y en cuyo final ese bello mar se muestra en total calma, como fondo de los inertes y entrelazados cuerpos de Otello y Desdemona ya unidos por toda la eternidad.

También, ese sauce que ambienta la canción de Desdemona, que va perdiendo sus hojas, convirtiéndose en un siniestro bosque, conforme la escena va derivando hacia su trágico final, o ese infernal fondo rojizo en el desarrollo del intenso y dramático dúo de Otello y Yago, al final del Acto II. Y, cuando Yago va introduciendo en Otello el demonio de los celos, puede verse proyectada en sombras las siluetas de Desdemona y Cassio conversando, imagen que manipulada por Yago hace creer a Otello en la relación amorosa de ambos. El atractivo diseño de iluminación a cargo de Albert Faura, completa esta acertada puesta en escena. El vestuario diseñado por Ana Garay resulta intemporal y de color negro en las vestimentas de todos los personajes, en contraposición con el blanco inmaculado que siempre luce la ingenua e inocente Desdemona.

En el caso de Yago, y para plasmar su doble juego a lo largo de la obra, podemos verle con una chupa de cuero, típica de un motero macarra, que cambia por su uniforme oficialista cuando está en presencia de Otello.

Notable prestación de la Orquesta del Liceu, con una detallada dirección de Riccardo Frizza, diferenciando planos sonoros, buscando establecer tensiones y conjugando los momentos de mayor impacto sonoro al comienzo de la ópera, con otros de intenso lirismo, como la música que introduce y acompaña el dúo de Otello y Desdemona al final del Acto I, o el bellísimo tema musical sobre las palabras de Desdemona “Dammi la dolce, lieta parola del perdono”, que va reapareciendo en el transcurso del cuarteto Otello-Desdemona y Yago-Emilia (ambas parejas situadas en diferentes planos dramáticos) del Acto II. Resultó bien ejecutada la introducción orquestal de fuerte aliento sinfónico del Acto III. Buena prestación de las diferentes secciones orquestales, aunque con unos metales, por momentos, un tanto desajustados.

Gregory Kunde se ha convertido en los últimos años en un Otello de referencia, siguiendo la estela de otros grandes interpretes de este personaje: Francesco Merli, Ramón Vinay, Mario del Monaco, el recientemente desaparecido John Vickers y Plácido Domingo. Por su cuidado fraseo y total respeto a todas las notas escritas por Verdi, el Otello interpretado por Kunde tiene semejanzas con el de Vickers, aunque sin poseer el registro grave que exhibía el gran tenor canadiense.

Por otra parte, resulta verdaderamente insólito que Gregory Kunde sea capaz de cantar con diferencia de pocos días el Otello rossiniano en el Teatro alla Scala, cuya última representación tuvo lugar 24 de julio, y el Otello verdiano en Peralada, el 1 de agosto. Ya resulta imponente su heroico “Esultate” al comienzo de la ópera, en contraposición con el lirismo que ofrece en su interpretación del intenso dúo con Desdemona “Già nella notte densa”con el que finaliza el Acto I. Ya, en el Acto II, su gran interpretación de “Tu? Indietro! Fuggi….Ora e per sempre addio”, junto al dramático dúo con Yago “Oh! Mostruosa colpa…… Sì, pel ciel marmoreo giuro” lleno de heroicos acentos. Su extraordinaria y matizada interpretación de “Dio! Mi potevi scagliar”, en el Acto III, donde luce un impecable fraseo, su capacidad para el canto legato, las medias voces y unos fáciles y rotundos agudos. Dosifica su caudal sonoro para llegar en óptimas condiciones al final de la ópera y cantar con patéticos y estremecedores acentos “Niun mi tema”. Junto a su excelente vocalidad, Gregory Kunde ofrece una gran actuación teatral.

Carlos Alvarez compone un excepcional Yago, conjugando su magnífica vocalidad con una extraordinaria actuación teatral. Se trata de un personaje que el gran barítono malagueño domina a la perfección, y que tuve la fortuna de escucharle cuando lo cantó por primera vez, con gran éxito, en el ya lejano otoño de 2002, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, con dirección musical de Jesus Lopez Cobos.

En esta representación de Peralada, Carlos Alvarez domina la escena desde los mismos prolegómenos de la representación, urdiendo su maléfica trama, que concluye al final del Acto III, poniendo su pie encima de un desvanecido Otello, con la despectiva frase “Ecco il leone”. Ya, durante el desarrollo del Acto I, eminentemente coral, Alvarez brilla teatralmente en sus duettos con Roderigo y Casio. En el Acto II, interpreta de manera espléndida el recitativo-aria “Vanne! La tua meta……Credo en un Dio crudel” donde muestra todo su nihilismo y maldad, con un fraseo lleno de intencionalidad y énfasis, sobre todo al final del aria “E poi? La morte è il nulla. È vecchia fola il ciel”. Destacar de sobremanera su sibilina interpretación de “Era la notte, Cassio dormia” intercalado en su largo dúo con Otello, concluido magistralmente cuando Alvarez y Kunde juntan sus voces “Si, pel ciel marmoero giuro”. En el Acto III su manipulador dúo con Cassio “Vieni, l’aula è deserta”, con la presencia en diferente plano dramático de un enloquecido Otello. Las incursiones de Eva-María Westbroek en variopintos repertorios: wagneriano, verista, pucciniano, verdiano, de Janacek, o Lady Macbeth de Shostakovich, empiezan a pasarle factura; y, sus poderosos medios vocales se ven afectados por un ostensible vibrato junto a cierta perdida de homogeneidad en la emisión. Ello se pone de manifiesto en su interpretación de Desdemona, sobre todo en los momentos de más delicado lirismo, como el gran dúo con Otello del Acto I, o en sus intervenciones durante el Acto II: dúo con Otello “D’un uom che geme” seguido del cuarteto “Se inconscia contro te, sposo, ho peccato”.

La soprano holandesa consigue sus mejor prestación en el Acto III, en los momentos de mayor empuje dramático: dúo con Otello “Dio ti giocondi, o sposo…..Esterrefatta fisso” y, sobre todo, en “A terra! Si, nel livido fango” marcado con patéticos acentos ante el desprecio y humillación a que es sometida por Otello. Ya en el Acto IV, controla mejor la emisión realizando una buena interpretación en “Piangea cantando nell’erma landa” (Canción del sauce), seguida del “Ave Maria”, piena di grazia”. Parece ser, que Eva-Maria Westbroek, no se encontraba en plenitud vocal y ello ya se puso de manifiesto en el ensayo general de Otello. Recuerdo su esplendida Sieglinde (una de sus grandes creaciones) de La Walkiria, en 2009, junto al Siegmund de Plácido Domingo, en el valenciano Palau de les Arts, que supuso su debut en España. Y, sobre todo, su extraordinaria creación de Lady Macbeth de Shostakovich en el Teatro Real de Madrid, en 2011, donde tuve ocasión de entrevistarla, en una muy agradable y distendida conversación realizada en español, donde mostraba su gran admiración por Renata Tebaldi. Escuchando una grabación en video de La forza del destino, en 2008, desde el Teatro de la Moneda de Bruselas, se puede constatar su magnífica creación de Leonora siguiendo el modelo de Tebaldi, y con bastante adecuación al llamado “canto verdiano”. Sin embargo, los siete años transcurridos no han pasado en balde.

Señalar también, en este Otello, la notable actuación como Cassio del tenor Francisco Vas, así como de Mireia Pinto en el papel de Emilia y Vicenç Esteve como Roderigo. Buena actuación del Coro del Liceu, bien dirigido por Conxita Garcia, con su gran protagonismo en el Acto I, o el magnífico concertante del Acto III. Finalmente, señalar la buena actuación -simplemente como actores- de los seis esbirros de Yago.

Texto: Diego Manuel García Pérez-Espejo
Fotografías: Miquel González / Shooting

Otello

Mucha era la expectación que había generado el estreno del Otello de Zubin Mehta y Davide Livermore en el Palau de Les Arts. Y oportuno y merecido el éxito que ha cosechado.
Mientras otros miran hacia dentro, sin encontrar nada, Les Arts pone fin a su magnífica temporada con una demostración de fuerza. Ni las amenazas de la crisis, ni las dificultades para conseguir recursos han sido un obstáculo para que Valencia haya ofrecido una importante temporada de ópera, que culmina con la brillantez de esta obra de producción propia.
Otello, la perfecta tragedia tramada por Giuseppe Verdi y Arrigo Boito, es una obra heroica e intensa con la que Verdi logra continuidad musical y dramática a través de sus intensos monólogos y dúos, más declamados que cantados, y con una orquestación que acentúa el dramatismo y la sutileza a lo largo de toda la obra.
La ópera da comienzo y transcurre con un gran despliegue de efectos visuales. El director de escena y de iluminación, Davide Livermore, sorprendió con su planteamiento escénico formado por una plataforma en espiral, con un núcleo móvil.
Sobre el mismo escenario se suceden todas las escenas, cada una definida por unas efectistas proyecciones, desde un mar embravecido a las íntimas estancias donde se desarrolla la tragedia y muerte de Desdémona. Aunque fueron precisamente las imágenes que ilustraron el crimen las menos afortunadas por quedar fuera de contexto.
Una escenografía cargada de simbolismo. Los celos, el resentimiento, la traición… representados por un gran agujero negro que los actores recorrían acercándose o alejándose del núcleo.
Y como maestro de ceremonias, un Zubin Mehta que, a pesar de llevar la obra en un tempo tal vez demasiado lento, desplegó gran variedad de matices en una pulcrísima dirección, más brillante en los momentos explosivos que en los delicados.
La Orquesta de la Comunidad Valenciana, merecidamente ovacionada, respondió con flexibilidad y soltura a las órdenes de la batuta, consiguiendo momentos de gran belleza, sobre todo por parte de las cuerdas, y alcanzando los efectos sonoros tan determinantes en Otello.
El tenor estadounidense Gregory Kunde, que llegó al Palau sustituyendo a Aleksandrs Antonenko, fue otra agradable sorpresa de la noche. Aunque para la voz de Otello me gusta un timbre más oscuro y menos rossiniano, el de Kunde fue un Otello sobresaliente. Sin pretender buscar sonoridades graves, que definen mejor al personaje, pero que él no posee, lo mejor fue la variedad de armónicos, sobre todo en las notas altas que atacó sin miedo. Lástima que al apianar su voz pierda consistencia. Pero dotó a su personaje de un emocionante dramatismo, sobre todo en el último acto y en la escena, cargada de simbolismo, en la que Yago repite como una sombra todos sus movimientos.
María Agresta, como Desdemona, fue de menos a más. Posee un hermoso timbre y una hábil capacidad de regulación de su voz. Construyó una Desdemona delicada, inocente y de gran sentimiento, aunque debe trabajar más la dramatización.
Otro de los atractivos de la noche era poder escuchar de nuevo, esta vez como el maquiavélico y traidor Yago, al barítono Carlos Álvarez. Su regreso a los escenarios está siendo cuidadosamente pausado.
Su voz no es la de antes. El volumen ha disminuido y evidenció dificultades en los ascensos. Pero su fraseo, su nobleza sobre el escenario, su canto elegante y un primer y segundo actos en los que su instrumento sonó firme y lleno de musicalidad, dejan la puerta abierta a una evolución vocal innegable. Visiblemente emocionado recibió una gran ovación.
Marcelo Puente, como Cassio, y sobre todo Cristina Faus como Emilia, resolvieron con mucha dignidad sus papeles.
Muy bien el Coro de la Comunidad Valenciana. Potente y bien desenvuelto por el escenario. Más discreta fue la actuación del coro infantil, Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats, manifiestamente mejorable.
Escelente la dirección de actores. Verdi tiene la dificultad de sus grandes cuadros escénicos, con multitudes sobre el escenario que no siempre son fáciles de gestionar. En esta ocasión Davide Livermore realiza una excelente dirección actoral. El equilibrio sobre el escenario es permanente, también cuando éste se llena de coro, soldados, cantantes, niños… No es fácil mover tanta gente en una superficie tan irregular, pero Livermore lo consigue.
El vestuario, del propio Livermore, redondea el empaque de los personajes, sobre todo de Otello y Yago. Aunque confieso que no entendí bien el peinado del coro de mujeres.
En definitiva, un Otello que, con toda su carga dramática, está lleno de frescura, de luz y de talento sobre y tras es escenario.

OTELLO
Giuseppe Verdi (1813-1901)
1 de junio de 2013
Ópera en cuatro actos
Libreto de Arrigo Boito. Basado en el drama homónimo de W. Shakespeare
D. musical: Zubin Mehta
D. escena iluminación: Davide Livermore
Videocreación: D-WOK
Nueva producción del Palau de Les Arts Reina Sofía.
Gregory Kunde, Carlos Álvarez, María Agresta, Marcelo Puente, Cristina Faus, Mario Cerdá

Críticas