La rompedora producción dirigida por Franc Aleu abre la temporada del 20 aniversario con el mismo título que debía representarse antes del incendio y que reabrió el Teatre en 1999.

Un reparto inmejorable dará vida a la ópera inacabada de Puccini: Iréne Theorin, Lise Lindstrom, Jorge de León, Gregory Kunde, Ermonela Jaho y Anita Hartig entre muchos otros.

El maestro Josep Pons dirige esta ópera “delicada, rica y bella” que contará con una Orquesta de 95 músicos y un Coro también de 95 voces.

La nueva producción está llena de metáforas visuales y hace uso de las últimas tecnologías: escenografía en movimiento de Carles Berga, cobots –robots colaborativos- de Universal Robots y el vestuario de luces led de Chu Uroz.

El Liceu estrena también nueva fachada en el marco del 20 aniversario, que incluye la intervención en el reloj, la iluminación y las vidrieras wagnerianas.

El 7 de octubre de 1999 el Gran Teatre del Liceu reabría sus puertas después del fatídico incendio con la Turandot dirigida por Núria Espert. Exactamente veinte años más tarde, el Teatre vuelve a inaugurar temporada con esta ópera inacabada de Puccini, una producción ‘high tech’, futurista y poética de Franc Aleu y con la dirección musical de Josep Pons. Un estreno mundial que reunirá del 7 al 25 de octubre algunas de las mejores voces del momento, encabezadas por Iréne Theorin, Lise Lindstrom, Jorge de León, Gregory Kunde, Ermonela Jaho y Anita Hartig entre muchas otras.

De la genialidad de Franc Aleu nace esta espectacular propuesta ‘high-tech’ llena de metáforas visuales y que hace uso de las últimas tecnologías para inundar el escenario de colores, texturas y videocreaciones: cobots (robots colaborativos de Universal Robots), tecnología 3D, audiovisuales de vanguardia…

Una gran pirámide preside el espacio escénico emulando el trono del emperador y hogar de Turandot. Una impresionante estructura giratoria con seis bloques de escalas y coronada por dos brazos robóticos que sirve para crear una alegoría del poder y de la sociedad contemporánea en sus obsesiones más morbosas: la intromisión en la vida privada de los otros, el espectáculo del linchamiento y la fascinación por los mecanismos de control social… “Un mundo creado para atraparnos como moscas y crearnos una adicción irresistible”, asegura Aleu.

Los tres actos comparten la misma escenografía, pero va cambiando en cada escena, “como quien cambia de pantalla en un videojuego”, asegura Aleu. Un mundo virtual que ha sido posible gracias un equipo de lujo formado por  Susana Gómez, codirectora de escena, el espacio escénico de Carles Berga, el vestuario lleno de detalles tecnológicos como  luces led controladas por wifi de Chu Uroz y el complejo sistema de iluminación de Marco Filibeck.

La última ópera que compuso Puccini y que, de hecho, dejó inacabada, será uno de los retos de la temporada para la Orquesta Sinfónica y el Coro del Liceu, que para esta ocasión contará con 95 miembros en cada formación. Al frente, Josep Pons afrontará esta ópera (con el final que creó Franco Alfano) que califica de “delicada, rica y bella” y que está llena de grandes momentos musicales como el que protagoniza Turandot en el segundo acto con su aria más exigente y poderosa “In questa reggia”, una auténtica montaña rusa de agudos difíciles de sostener o el llanto final de Liù antes de quitarse la vida en el tercer acto con “Tu che di gel sei cinta”. Pero sin duda el clímax es la que probablemente sea el aria más famosa en el mundo, el “Nessun dorma” de Calaf en el tecer acto.

Fotografía: Caterina Barjau

Turandot

El Teatro Real ofrecerá, entre los días 30 de noviembre y 30 de diciembre, 18 funciones de una nueva producción de Turandot, de Giacomo Puccini, en coproducción con la Canadian Opera Company, el Teatro Nacional de Lituania y la Houston Grand Opera, que se estrenará en Madrid antes de recalar en los demás teatros.

Turandot, que se presentó en la primera temporada del reinaugurado Teatro Real ─con dirección musical de Wladimir Jurówski y escénica de Jeremy Sutcliffe; y con Jane Eaglen, Vladimir Galouzine y Verónica Villaroel en los papeles principales─, vuelve, 20 años después, con dirección de escena, escenografía e iluminación de Bob Wilson, cuyo personalísimo universo teatral concede a la ópera un aura espectral muy ajustada al universo sonoro de la partitura, que evoca un mundo ancestral de reminiscencias orientales, muy alejado de la aproximación realista de las óperas anteriores de Puccini: Manon Lescaut, La Bohème, Tosca, Madama Butterfly, La fanciulla del West, La rondine, Il trittico, etc.

El carismático lenguaje visual y dramatúrgico de Wilson, con siluetas a contraluz, máscaras y movimientos casi rituales, es el ideal para contar la leyenda de la sanguinaria princesa China, enmarcada en su espacio escenográfico ‘natural’, que entronca directamente con el milenario teatro de sombras oriental.

Los personajes se convierten así en arquetipos legendarios e hieráticos, y la sutil paleta lumínica de Wilson se recrea con los colores orquestales de Puccini y con poéticas sinestesias que van de los tonos glaciales de la despiadada protagonista a las tonalidades cálidas del recogimiento de Liù, cuya muerte, en la partitura, coincide con la del propio compositor, que deja la obra inacabada.

Giacomo Puccini falleció en Bruselas en 1924, cuando se sometía a un tratamiento del cáncer de garganta que padecía. Se encontraba entonces en una encrucijada para concluir el tercer acto de Turandot, con un sorprendente final feliz en el que el amor triunfa sobre la perfidia. Su discípulo, Franco Alfano, se encargó de concluir la partitura partiendo de los esbozos y notas dejados por su maestro y bajo la atenta supervisión de Arturo Toscanini, quien dirigió el estreno póstumo de la ópera en La Scala de Milán, en 1926, en una célebre representación en la que el director italiano cortó abruptamente la interpretación ─después del adagio que entona el coro tras la muerte de Liù─ y se dirigió al público diciendo: ‘Qui il Maestro finí’ (Aquí terminó el maestro). En las sucesivas funciones se ha utilizado el final de Alfano, que es el que desde entonces se emplea normalmente, pese a que Luciano Berio escribió otra versión estrenada en 2002 en Salzburgo.

En Turandot Giacomo Puccini da un enorme salto hacia delante en su escritura compositiva: se aleja del realismo y de su genial maniqueísmo de las emociones y explora un nuevo universo dramatúrgico apertrechado con su eximia arte de orquestar, su eclecticismo y su portentoso olfato teatral. La ópera entrelaza motivos epigramáticos con una impresionante eficacia dramatúrgica, otorgando al coro una relevancia dramática desconocida en sus óperas anteriores. Explora universos armónicos más audaces con pasajes bitonales y disonantes articulados con su proverbial melodismo, abriéndose un floreciente camino truncado por su repentina muerte.

Dos repartos se alternan en la interpretación de las 18 funciones de Turandot, que traen al Real, una vez más, a Nicola Luisotti, su director musical asociado, cuya relación con el Teatro comenzó hace 10 años con Il trovatore, y al que hemos visto en recientes temporadas con Rigoletto y Aida. Después de sus triunfos con Verdi, Luisotti se pondrá nuevamente al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real ─y también de los Pequeños cantores de la ORCAM─ para dar vida a la genial partitura de Puccini.

Encabezan los elencos de Turandot dos sopranos que debutan en el Teatro Real: la sueca Irene Theorin y la ucraniana Oksana Dyka, ambas aclamadas intérpretes del rol titular de la ópera. Estarán secundadas por las sopranos españolas Yolanda Auyanet y Miren Urbieta-Vega, como Liù; los tenores Gregory Kunde, Roberto Aronica y Jae-Hyoeung Kim ─que se alternarán en papel de Calaf─, y por los bajos Andrea Mastroni y Giorgi Kirof, que interpretarán a Timur.

 Turandot despide la riquísima tradición operística italiana que, como ave fénix, abriría nuevos rumbos en el devenir de la música dramatúrgica, que daba sus primeros pasos en el inmenso mundo del cine, hoy, tan cercano a la ópera.

AGENDA | ACTIVIDADES PARALELAS

22 de noviembre, a las 20.15 horas | Teatro Real, Sala Gayarre

Enfoques: encuentro con Nicola Luisotti, director musical asociado del Teatro Real y de Turandot, Bob Wilson, director de escena, escenógrafo y figurinista de la ópera, y Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

 2 de diciembre, a las 12.00 horas | Teatro Real, Sala principal

Domingos de cámara: concierto con obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Francis Poulenc, Leos Janacek, Russell Peck, Luis Fonseca y Consuelo Díez.

Ver Programa

Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real

 2 de diciembre, a las 12.00 y a las 17.00 horas | Teatro Real, Sala Gayarre

¡Todos a la Gayarre! El nombre secreto: el tenor no nos dejará dormir hasta adivinar los tres acertijos inspirados en la ópera Turandot.

Con el tenor Pancho Corujo y el pianista Miguel Huertas

 9 de diciembre, a las 11.00 horas | Teatro Real, Sala principal

Ópera en cine: proyección de La bohème, de Giacomo Pucinni, producción del Teatro Real en coproducción con la Royal Opera House de Londres y la Lyric Opera de Chicago, con dirección musical de Paolo Carignani y puesta en escena de Richard Jones, con Anita Hartig y Stephen Costello en los papeles protagonistas.

1 y 15 de diciembre, a las 19.30 horas | Casa Árabe, Madrid

Turandot y otros nombres secretos: espectáculo de narración oral para adultos, a cargo de Héctor Urién, basado en algunos de los relatos más célebres de la tradición cuentística árabe y persa.

 14 de diciembre, a las 20.00 horas | Museo Lázaro Galdiano

Visita literaria: velada literaria dedicada al amor, recorriendo diversas salas del museo.

Inscripciones en info@museolazarogaldiano.es (Máximo 25 personas)

 14 de diciembre, a las 19.30 horas | Casa Árabe, Córdoba

Turandot y otros nombres secretos: espectáculo de narración oral para adultos, a cargo de Héctor Urién, basado en algunos de los relatos más célebres de la tradición cuentística árabe y persa.

Turandot

El Festival Castell Peralada ha celebrado su treinta edición, destacando en su programación las dos representaciones del pucciniano Turandot, que tuvieron lugar los pasados días 6 y 8 de agosto, con un gran éxito de público que llenó por completo el Auditori Parc del Castell. Turandot se representaba por primera vez en el festival ampurdanés.

Pero, vayamos por partes, ya que antes de enjuiciar estas representaciones de Turandot, me gustaría introducir al lector en los orígenes, génesis y grandes interpretes de esta ópera, que puede considerarse la obra maestra de Giacomo Puccini, siendo su última e inacabada composición y donde el gran maestro de Lucca construye una partitura de rabiosa modernidad, donde se muestra receptivo a los grandes cambios musicales introducidos en la primera parte del Siglo XX, por autores como Claude Debussy, Igor Stravinski, Richard Strauss e incluso Arnold Schoenberg. Sin embargo, reserva espacios para ese fino melodismo presente en sus óperas anteriores.

Renato Simone y Giuseppe Adami, fueron los encargados de escribir el libreto, adaptando la obra teatral Turandotte del dramaturgo veneciano Carlo Gozzi, donde se incorporaban elementos de la «comedia del arte», con personajes del teatro de máscaras, y cuyo estreno se produjo en 1762, en el Teatro San Samuele de Venecia. La obra de Gozzi fue traducida al alemán por Friedrich Schiller, siendo representada en tierras germánicas a comienzos del Siglo XIX. En 1917, y en el Teatro de la Ópera de Zurich se estrenó la ópera Turandot, de Ferruccio Busoni, quien además de la composición musical, se encargó de escribir el libreto en alemán a partir de la obra de Carlo Gozzi. Por tanto, a Puccini y sus libretistas se les planteaba el desafío de retomar un tema ya reiteradamente tratado.

La génesis de Turandot se produjo de manera muy lenta, comenzando en 1920 y alargándose durante un largo período de cuatro años. En la primavera de 1924, Simone y Adami completaban el libreto; que, con respecto a la obra de Gozzi, presentaba algunas sustanciales modificaciones, como la creación de un personaje esencial en el desarrollo de la obra: la esclava Liù, mujer dulce, de gran feminidad y abnegación, en contraposición con la bella y cruel princesa Turandot. Las máscaras Tartaglia, Pantalone y Truffaldino que aparecen en la obra de Carlo Gozzi y en la ópera de Ferruccio Busoni, se convierten en Ping, Pang y Pong que ejercen como ministros del imperio chino. Debido a un cáncer de garganta, Puccini falleció en noviembre de 1924, dejando musicalmente inacabada la parte final de la ópera, a partir de la muerte de Liù. Arturo Toscanini se hizo cargo de la partitura, encargando al compositor Franco Alfano su conclusión. Alfano trabajó a partir de unos escasos apuntes dejados por Puccini antes de morir, agregando algo de música propia y retomando algunos temas anteriores de la ópera, con una conclusión brillante y triunfalista. En principio, el trabajo de Alfano tenía una duración aproximada de veintidós minutos, que Toscanini redujo a quince. Este final más corto de Alfano, es el que habitualmente se ha venido representando desde el estreno de la ópera, acaecido el 25 de abril de 1926, en el Teatro alla Scala de Milán, con dirección de Arturo Toscanini y el conjunto de interpretes formado por la soprano polaca Rosa Raisa como Turandot, el Calaf de nuestro gran Miguel Fleta y María Zamboni en el personaje de Liù. En aquella premiere de Turandot, y justo después de la muerte de Liù, el maestro Toscanini dejó la batuta, y cuando el telón descendía lentamente, se dirigió al público con estas emocionadas palabras «Aquí finaliza la ópera, porque en este punto murió el maestro» En la segunda función se incluyó el final de Franco Alfano

El 25 de enero de 2002, con Riccardo Chailly al frente de la Orquesta del Concertgebow de Amsterdam, se estrenó en el Festival de Las Palmas de Gran Canaria, un nuevo final realizado por el compositor Luciano Berio, basándose en los apuntes dejados por Puccini, y también con música propia, donde se incluye un largo interludio musical, como transición del cambio radical de actitud de Turandot hacia Calaf. Y, el momento final de la ópera, se plantea abierto y meditativo con sonidos en piano, en comparación con el contundente y triunfalista propuesto por Franco Alfano. En nuevas producciones de Turandot, el final compuesto por Luciano Berio va siendo adaptado cada vez con mayor frecuencia.

Turandot tuvo una época dorada entre el final de los años cincuenta y principio de los setenta del pasado siglo, cuando confluyeron dos grandes cantantes: Birgit Nilsson como Turandot y el Calaf de Franco Corelli, quienes no solo interpretaban sus respectivos personajes, sino que, en una rara identificación vocal y dramática, eran realmente Turandot y Calaf. Coincidieron en escena en más de cincuenta ocasiones, habiéndonos legado varias grabaciones tanto en estudio como tomas en directo, donde se pueden escuchar sus extraordinarias creaciones, en compañía de alternativas y magníficas Liù, como Mirella Freni, Renata Scotto, Rossanna Carteri, Clara Petrella, Teresa Stratas, Anna Moffo, Pilar Lorengar o la rusa Galina Visnevskaja. A mediados de los años setenta y casi al unísono de las últimas actuaciones de Birgit Nilsson como Turandot, recoge el testigo la soprano búlgara Ghena Dimitrova, y unos años más tarde la húngara Eva Marton. Ambas cantantes realizaran magníficas interpretaciones de la terrible princesa china, prácticamente hasta fines del pasado siglo. Plácido Domingo ha realizado numerosas y brillantes interpretaciones de Calaf, siendo el único que ha llegado a cantarlo con Birgit Nilsson, Ghena Dimitrova y Eva Marton. La soprano sueca Irene Theorin, se ha convertido en los últimos diez años en la Turandot oficial, habiéndola interpretado en más de cien representaciones. Su poderosa vocalidad y gran presencia escénica han sido el gran aliciente de las dos funciones de Turandot, representadas en Peralada los pasados días 6 y 8 de agosto.

Uno de los atractivos de esta nueva producción de Turandot realizada para el Festival de Peralada, es el diseño de escenografía realizado por Paco Azorín, cuyo carácter minimalista no le resta un ápice de atractivo visual, y que plantea una estructura central giratoria con un entramado de maderas en forma de pagoda, y una escalera interior que lleva a una plataforma elevada donde aparecerá de manera mayestática la princesa Turandot en el Acto I. Escalera interior y plataforma desaparecen a partir del Acto II. El fondo del escenario está dominado por un gigantesco gong, iluminado con diferentes colores en función del desarrollo de la acción dramática. En los extremos del escenario se sitúan dos palcos, que darán cabida a diferentes acciones a lo largo del desarrollo de la representación. Sin duda, este conjunto de sencillas estructuras posibilitaban una interesante puesta en escena, que en manos de Mario Gas, resultó sumamente estática. Solamente, la fulgurante aparición en escena de los ministros Ping, Pang y Pong, sobre sendos carritos chinos y sus actuaciones teatrales a lo largo de toda la representación producen cierto dinamismo escénico. Esos carritos vuelven a reaparecer portando a bellas cortesanas, cuando los ministros quieren sobornar a Calaf en el Acto III. Debe señalarse el acierto de Mario Gas al mostrar a una Turandot con presencia de diosa sobre una plataforma elevada, en su primera aparición escénica, que va convirtiéndose en un ser más humano e inseguro, cuando casi se desvanece sobre el escenario al comprobar que Calaf ha acertado el tercero de los enigmas. Ping, Pang y Pong también están muy bien caracterizados, mostrándose su carácter ambivalente: cómicos y grotescos en el Acto I, de extrema crueldad cuando hacen torturar a Liù en el Acto III; y, en su gran escena del Acto II, Mario Gas los presenta como unos auténticos vividores, que beben, esnifan coca y fuman opio. Otros detalles de esta puesta escena, están bastante fuera de lugar, como la utilización, al comienzo de la ópera, de uno de los mencionados palcos laterales, por dos cortesanas que traducen mediante un lenguaje de signos el edicto del mandarín, posibilitando que los espectadores no se concentren debidamente ni en la interpretación del cantante, ni en la escucha de la impactante música que se está ejecutando. Ello vuelve a repetirse en el Acto II, esta vez por parte de Ping, Pang y Pong, cuando reaparece el mandarín. Y, resulta totalmente incongruente, que esos dos palcos sean utilizados, en el Acto III, por Pang y Pong, para degollar pollos, mientras Ping tortura a Liú, convirtiendo en grotesco y de mal gusto uno de los momentos más dramáticos de toda la obra. Después de la muerte de Liù, la orquesta se para, y el propio Mario Gas lanza por megafonía el ya mencionado discurso de Arturo Toscanini, el día del estreno de Turandot; para, a continuación, y de manera muy discutible, ejecutarse todo el final de la ópera -versión corta de Franco Alfano- con los interpretes ataviados con modernos trajes de gala, como si se tratase de una representación en forma de concierto.

Resulta adecuado el diseño de vestuario realizado por Antonio Belart, sobre todo en los suntuosos vestidos de Turandot, y en general de toda la clase noble, resultando sumamente originales los atuendos que exhiben Ping, Pang y Pong, con trajes de gala netamente occidentales cubiertos por capas típicamente chinas. Y, en contraposición, las pobres vestimentas de las clases populares, con claros guiños a la época maoista. Excelente el diseño de iluminación a cargo de Quico Gutierrez, cuya acertada utilización, complementa y da brillo a la sencilla escenografía.

La actuación de la Orquesta Sinfónica del Liceu, resultó discreta, ya que el director Giampaolo Bisanti no consiguió dar suficiente relieve a la riquísima orquestación realizada por Puccini. También, es preciso señalar los problemas de acústica que se producen en un escenario al aire libre, sobre todo en una ópera de tan contrastadas sonoridades. La dirección Bisanti consiguió sus mejores logros en los momentos de más bello contenido melódico, como es el caso de la escena del «canto a la luna» en el Acto I, de claro sabor impresionista. También en la ejecución de la exótica música, de estilo claramente chino, que acompaña las intervenciones de Ping, Pang y Pong, en su larga escena del Acto II. En los momentos de mayor espectacularidad, Bisanti abusó de sonidos en fortísimo. Cabe señalar la buena labor concertadora del director italiano en el acompañamiento a los cantantes, especialmente en las delicadas arias interpretadas por Liù, o en esas preciosas frases cuando Calaf insta a Turandot a adivinar su nombre antes del alba: “Il mio nome non sai. Dimmi il mio nome. Dimmi il mio nome prima dell’alba e all’alba moriró”, sin duda, uno de los momentos más bellos de esta ópera.

En lo que respecta a los cantantes solistas, cabe señalar en primer lugar la gran actuación de Irene Theorin como Turandot, exhibiendo su bella y poderosa voz de timbre aterciopelado, con un perfecto legato y gran capacidad en las regulaciones, desde sonidos en forte a delicadas notas en pianissimi, junto a una matizada interpretación, dando auténtico relieve dramático a cada frase, a cada palabra cantada. La soprano sueca encaró con fuerza y valentía la terrorífica tesitura de “In questa reggia”, con gran profusión de notas agudas que deben ser atacadas verticalmente, alguna de ellas emitida por Theorin con cierta tirantez. Su prestación fue ganando en calidad e intensidad en el transcurso de la escena de los enigmas, seguida del aria “Figlio del cielo”, donde alterno con maestría el canto piano y forte, ofreciendo esta vez, unas notas agudas muy bien colocadas. Su interpretación resultó verdaderamente extraordinaria en todo el final de la ópera, junto al Calaf de un Roberto Aronica de timbre leñoso y emisión irregular, que ya se había puesto de manifiesto al ser incapaz de matizar los poéticos acentos de aria “Non piangere Liù”. Tuvo auténticos problemas en el final del primero de los enigmas, y omitió el alternativo Do4, que se plantea, en la frase “No, no, principessa altera! Ti voglio tutta ardente d’amor”, cuando Calaf increpa a Turandot, después de la escena de los enigmas. Su interpretación del famoso “Nessum dorma”, no pasó de discreta, con ciertos desajustes con respecto al sonido orquestal.

Gran actuación de la soprano María Katzarava, como Liù, con una voz de atractivo timbre, mostrando un amplio y elegante fraseo, gran capacidad para regular el sonido y buen dominio de todos los registros desde unos graves bien emitidos a unas brillantes ascensiones al agudo. Mostró una delicada línea de canto en “Signore, ascolta”, del Acto I, para acabar el aria regulando el sonido de pianissimi a forte y de nuevo a pianissimi en una brillante “messa di voce”. Ya en el Acto III, su actuación rayó a gran altura en sus dos arias consecutivas: “L’amore?…Tanto amore segreto e inconfesato”, y sobre todo, en el precioso andantino “Tu che di gel sei cinta”, cantado con dolorosa expresión. En suma, una gran interpretación de la joven soprano mexicana, destinada a realizar una magnífica carrera.

Buena interpretación como Timur del joven bajo Andrea Mastroni, dotando de nobles acentos a todas sus intervenciones, especialmente en el concertante con el que finaliza el Acto I, y en su patético cantable ante el cadáver de Liù.

Otro de los alicientes de estas representaciones fueron las magníficas interpretaciones del barítono Manuel Esteve y los tenores Francisco Vas y Vicenç Esteve, respectivamente como los ministros Ping, Pang y Pong, sobre todo en su gran escena del Acto II. De los tres, brilló de sobremanera Francisco Esteve, quien tiene a su cargo las más largas intervenciones. Todos ellos conjugaron una excelente vocalidad y gran capacidad teatral en sus cambiantes actitudes a lo largo de toda la representación.

Todo un lujo la presencia del tenor Josep Fadó como el emperador Altoum, dándole auténtico relieve a un papel casi siempre asignado a tenores en franca decadencia. Sin duda, en su dúo con Calaf del Acto II “Un giuramento atroce mi costringe” su prestación fue incluso mejor que la de Roberto Aronica. Bien la interpretación de Jose Manuel Díaz como el mandarín, en sus dos apariciones escénicas.

Los coros resultan fundamentales en esta ópera, con su casi continua presencia escénica, donde va subrayando las cambiantes actitudes del pueblo ante los acontecimientos que se van desarrollando. La prestación de coro Intermezzo dirigido por Enrique Rueda resultó un tanto irregular, con momentos auténticamente brillantes, como en toda las escena del «canto a la luna» o en la del cortejo hacia la muerte del príncipe de Persia, junto a otros de mayor contundencia sonora, emitidos con excesivo volumen. También es preciso comentar ciertos desajustes en el coro femenino, y que el sonido, por momentos, no resultara compacto, posiblemente debido a la dispersión de los cantantes por todo el escenario. Muy buena actuación del coro de niños Amics de la Uniò dirigido por Josep Vila en su deliciosa intervención del Acto I, retomado en la introducción de la imponente aria de Turandot “In questa reggia”.

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