Orlando
Orlando de Händel escenificado por primera vez en el Teatro Real

Georg Friedrich Händel (1685-1759)
Ópera en tres actos
Libreto anónimo adaptado de L’Orlando, ovvero la gelosa
pazzia, de Carlo Sigismondo Capece, basado a su vez en la
obra de Ludovico Ariosto, Orlando furioso.
Estrenada en el King’s Theatre de Londres el 27 de enero
de 1733.
Teatro Real de Madrid 2 de noviembre de 2023
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Claus Guth
Escenografía y vestuario: Christian Schmidt
Iluminación: Bernd Purkrabek
Dramaturgia: Ronny Dietrich
Vídeo: Roland Horvath (ROCAFILM)
Reparto: Christophe Dumaux, Anna Prohaska, Anthony
Roth Costanzo, Giulia Semenzato, Florian Boesch
Orquesta Titular del Teatro Real

A pesar de ser una de las óperas más importantes de Händel, Orlando apenas se representa escenifcada. De hecho, esta es la primera vez que se presenta así en el Teatro Real que ha programado, además, tres obras sobre el mito medieval contado por Ariosto. Orlando Paladino, de Haydn, el Orlando que nos ocupa, de Handel y La liberazione di Ruggiero dall´isola d´Alcina, de Francesca Caccini, primera ópera compuesta por una mujer y basada en los cantos 6 a 8 del Orlando furioso de Ariosto.

La importancia de Orlando, dentro de la historia de la ópera, la marcan las novedades que incorpora el compositor, tanto dramatúrgicas, como musicales. Aunque sigue siendo una obra sujeta a los cánones establecidos, Händel introduce elementos que hacen saltar por los aires esos convencionalismos. Realizando para ello, una escritura totalmente libre y un estilo cargado de creatividad.
Hasta ese momento, las óperas barrocas daban todo el protagonismo a las arias da capo, en las que los solistas se lucían mediante la improvisación y las capacidades de su instrumento. Händel decide, ante la fatiga que mostraba ya la ópera seria, sacrificar el virtuosismo de los cantantes y protagonismo de las arias, por una historia que evolucione de manera coherente y más equilibrada, a través de las distintas escenas en su conjunto.
Estas innovaciones introducidas por Händel no fueron del agrado de todos los cantantes. Puede que esta fuera la razón de la ruptura del compositor con Senesino, el castrato más importante del momento y principal colaborador del compositor. Después de escribir para él 17 roles principales, no estuvo de acuerdo con esa falta de protagonismo canoro que le ofrecía Orlando. Esto, unido al hecho de que ambos tenían caracteres muy potentes, provocó la ruptura de una relación profesional intensa y tempestuosa.
Tal vez a Senesino no le gustasen algunas de las escenas, como la de la locura de Orlando, o tal vez le ofrecieran un contrato económicamente más jugoso en la Opera of de Nobility, que acababa de crearse. No siempre resultaba fácil mantener una compañía, y Händel luchaba por mantener las finanzas de sus producciones, no siempre exitosas que, a pesar de todo, pudo mantener uno de los mejores conjuntos de intérpretes de la época.
Otro elemento original en Orlando es el personaje de Zoroastro. Que no aparece en el libreto original, pero que resulta imprescindible para resolver, de cara al público, el final de la obra. Las óperas barrocas siempre terminaban bien, con la unión del héroe que regresaba y la amada que le esperaba. En el caso de Orlanda, el héroe llegaba derrotado y, para más desgracia, su amada no le había esperado. Tanta desgracia no podía complacer al público, por lo que Händel se inventa un personaje, una especie de consuelo para Orlando que intermedia con el resto de personajes y que resuelve el final a través de un sencillo, pero eficaz, cambio de parejas, triunfando el amor y la felicidad.
De la escenografía de esta nueva producción del Teatro Real, procedente del Theater an der Wien, se ha encargado el alemán Claus Guth.
Siempre me han gustado las escenografías de Claus Guht, pero en esta ocasión tengo sensaciones contradictorias. Por un lado, el personaje de Orlando, actualizado como un soldado contemporáneo, recién llegado de un conflicto bélico, con sus traumas y sus miedos, más desequilibrado que furioso. Y por otro lado, el parking, una playa y un intento de bosque donde se desarrollan las distintas escenas. Todos estos elementos son un buen contenedor para la historia. Pero hay algo que no me cuadra, que chirría, que distrae demasiado de la música y de la trama.
Las escenas se suceden, como es habitual en Guht, en esa arquitectura multiespacial que gira y gira y que es firma de la casa, donde los personajes se encuentran y se evitan, casi de igual forma. Espacios muy diferentes, llenos de elementos familiares, icónicos, pero que obligan a realizar un tremendo esfuerzo por ubicarlos dentro de una ópera como Orlando. La escenografía te saca de la historia y la música te devuelve a ella constantemente y no sin empeño. Es agoradora…
La dirección musical estuvo a cargo de Ivor Bolton. Sus maneras de dirigir tuvieron la misma energía y dinámica de siempre, pero el tempo parecía lento, adormecido en algunos momentos. Es como si la música y la escenografía no llegaran a ponerse de acuerdo. Lo más destacado fueron la obertura y el conjunto de músicos que forman el Monteverdi Continuo Ensemble, sobre todo en el acompañamiento del aria de la locura de Orlando.
Lo que si consiguió la orquesta fue dar cobertura al cuadro de voces para que no quedaran a la intemperie. Unos cantantes que en algunos momentos quedaron tapados por la orquesta y que, en general, mostraron unos recursos vocales irregulares. El Orlando del contratenor francés Christophe Dumaux prometía al principio, pero su proyección se fue empobreciendo. Una lástima, pues el timbre es más que agradable.

Ocurrió algo parecido con Anthony Roth Costanzo, el Medoro enamorado de Angelica, al que tampoco acompañó la presencia escénica, un tanto débil para el personaje.

La Angelica de Anna Prohaska se mostró desigual. Tuvo algún momento inspirado, que no consiguió mantener durante toda la obra.

La italiana Giulia Semenzato tuvo una buena actuación. Demostró buen manejo de la coloratura y estuvo desenvuelta sobre el escenario encarnando a la joven Dorinda, que esta producción trabaja en un foodstruck. Cosas de la escenografía.

El otro protagonista que tuvo una buena actuación fue Florian Boesh, en un desdoblado Zoroastro, unas veces como la seria voz de la conciencia de Orlando y otras en forma de indigente ebrio. Se las tuvo crudas con las agilidades, pero supo dominarlas. Al igual que los registros endiablados, donde destacó en los graves.

En cualquier caso, se agradece este Orlando en una temporada rebosante de barroco, por fin.

El Teatro Real ofrecerá, por primera vez en Madrid, una versión escenificada de Orlando, de Georg Friedrich Händel (1685-1759), en una nueva producción estrenada en el Theater an der Wien en abril de 2019.

Cuando Händel compuso Orlando, en 1733, la ópera italiana comenzaba un lento declive en Londres, donde su compañía, la célebre Royal Academy of Music, reflotaba con dificultad gracias a la contratación de los más reputados músicos y cantantes para la interpretación de sus obras, como fue el caso del extraordinario castrato Sinesino, primer intérprete del diabólico papel titular de la ópera.

La partitura de Orlando, con apenas cinco cantantes y sin coro, se concentra en la progresiva enajenación mental del héroe del ejército de Carlomagno y las endiabladas y sutiles relaciones amorosas que entrelazan los personajes, con excepción de Zoroastro. Este hechicero y demiurgo casi omnipresente, confiere a la ópera un marco irreal de fantasía que permitía la utilización de maquinaria escénica, cambios de decorado, aparición de tormentas y todo tipo de sorpresas dramatúrgicas que nutrían el espectáculo teatral que demandaba el público en el siglo XVIII.

Sin embargo, la libertad en la interpretación musical, encorsetada por la estructura de la ópera seria barroca, fue propiciada para reflejar la demencia del protagonista, cuyo temperamento desequilibrado, violento y cambiante permitió a Händel dar alas a una expresividad trascendente, que tiene su paroxismo en el aria de la locura en el final del segundo acto.

En su concepción de la ópera, el director de escena Claus Guth, con la complicidad de su fiel escenógrafo Christian Schmidt, refuerza el drama existencial de este militar perturbado, que vuelve a su patria después de luchar en Vietnam, enfrentándose a una sociedad deshumanizada que ya no reconoce, con excepción del recuerdo de su antigua enamorada Angelica, transformada en una obsesión de su mente trastornada, capaz de vivir las situaciones más extremas.

Encarnarán a los cinco personajes de la ópera los contratenores Christophe Dumaux (Orlando) y Anthony Roth Costanzo (Medoro), las sopranos Anna Prohaska (Angelica), Giulia Semenzato (Dorinda) y el barítono Florian Boesch (Zoroastro), que actuarán junto a la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección musical de Ivor Bolton, que será responsable, también, de los acompañamientos al clave.

La función del día 10 de noviembre será dirigida por Francesc Prat y contará con Gabriel Díaz (Orlando) y Francesca Lombardi Mazzulli (Angelica) en los papeles protagonistas.

A la ópera de Händel, que rescata episodios del poema de Ariosto -como Ariodante y Alcina, estrenadas dos años después- le seguirán, el próximo 1 de noviembre, la versión en concierto de Orlando Paladino, de Joseph Haydn -con Il Giardino Armonico bajo la dirección de Giovanni Antonini– y, entre el 4 y el 9 de junio, La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina, de Francesca Caccini, primera ópera conocida firmada por una compositora, que dirigirá escénicamente Blanca Li, junto a Aarón Zapico, en la parte musical.

El estreno de Orlando en el Teatro Real se sumará a los diez títulos de Georg Friedrich Händel que se han ofrecido desde su reapertura: Giulio Cesare (2002), Ariodante (2007 y 2018), Tamerlano (2008), Il trionfo del tempo e del disinganno (2008), Tolomeo, Re d’Egitto (2009 y 2023), Theodora (2009), Agrippina (2009 y 2019), Alcina (2015),  Rodelinda (2017) y Parténope (2021).

Orlando es singular dentro del corpus operístico de Händel. Quizás el espectador de hoy tenga mayor capacidad para disfrutar y comprender la genialidad y alcance de esta partitura, cuya esencia y valores potencia la descarnada dramaturgia de Claus Guth, la maestría, musicalidad y hondura de Ivor Bolton y la interpretación de cinco grandes cantantes de repertorio barroco.

Fotógrafo: © Javier del Real | Teatro Real

AGENDA | ACTIVIDADES PARALELAS

30 de octubre, a las 20.15 horas  | Teatro Real, Sala Gayarre

Enfoques: con Ivor Bolton (director musical de Orlando y director musical del Teatro Real), Claus Guth (director de escena de Orlando) y Joan Matabosch (director artístico del Teatro Real).

4 de noviembre, a las 19.30 horas | Emisiones en directo

Orlando será retransmitida en directo para todo el mundo en MyOperaPlayer, pasando a integrar su catálogo en el futuro.

La misma función se emitirá, también en directo, en Radio Clásica, de Radio Nacional de España,  que la ofrecerá para los países de la UER (Unión Europea de Radiodifusión).

5 de noviembre, a las 11.00 y a las 13.00 horas | Real Teatro de Retiro

¡Todos al Real Teatro! El cantar de Roldán

Taller familiar de introducción a la música, con ocasión de Orlando.

Por: Fernando Palacios.

 

6 de noviembre, a las 18.00 horas | Museo Cerralbo, Sala Vistas al Jardín

Conferencia: Ciencia bruja: magos, sacerdotes y filósofos en los orígenes de la alquimia

Por: Miriam Blanco Cesteros, doctora en filología griega.

Entrada libre hasta completar aforo previa inscripción en su web.

 

7 de noviembre, a las 19.00 horas | Biblioteca Musical Víctor Espinós, Sala de coros del Torreón del Conde Duque

Charla ilustrada con música: Los Orlandos

Por: Alejandro Martínez García, musicólogo.

Entrada libre hasta completar aforo previa inscripción en su web.

Medea
ENTRE LA ÓPERA CLÁSICA Y LA ROMÁNTICA

Por Diego Manuel García Pérez

La larga vida de Luigi Cherubini (Florencia, 1760 – París, 1842), le permitió cultivar la ópera clásica, y en el caso de su Medea, introducir ciertas características de la llamada “reforma de Christoph Willibald von Gluck”, que se manifiestan, sobre todo, en su ópera Alceste, donde el compositor alemán planteaba que la música debía mantener una perfecta simbiosis con el texto poético en la expresión de sentimientos y situaciones, sin interrumpir la acción dramática con un canto decorativo y ornamentado. En Medea también aparecen características de la futura ópera romántica. Cherubini dota de gran relieve a la orquesta, cuya función llega a ser tan importante como los propios números vocales, donde se insertan interludios musicales de mayor o menor entidad, en conjunción con el coro, también de suma importancia con sus muy numerosas intervenciones en esta ópera. El libreto de Medea estructurado en tres actos, fue escrito por el dramaturgo y crítico francés François-Benoit Hoffman, basándose en las obras teatrales de Eurípides y de Pierre Corneille, con una brillante versificación, donde en el entramado musical se insertaban numerosos y amplios diálogos meramente teatrales. Es muy interesante resaltar que, en muchos momentos de esta ópera, escuchamos una música que nos recuerda, sobre todo en las amplias introducciones orquestales de los actos I y III, un claro estilo sinfónico beethoveniano. Teniendo en cuenta que Medea se estrenó en 1797, antes de que Beethoven compusiera sus primeras sinfonías, está claro que Cherubini influyó en la música del gran compositor alemán.
Medea se estrenó el 13 de marzo de 1797, en el Théâtre Feydeau de París, con una tibia acogida. En 1802, traducida al italiano se estrenó en Viena, y en años siguientes fue representada con éxito en diferentes ciudades germánicas. En 1853, ya fallecido Cherubini, el compositor Franz Lachner, entonces director musical de la Ópera de Munich, realiza una versión traducida al alemán donde los iniciales diálogos teatrales eran sustituidos por recitativos acompañados con música compuesta por el propio Lachner. Esta versión se estrenó en Frankfurt, en 1854, con un gran éxito. En 1909 se produjo el estreno en Italia, en el Teatro alla Scala, en una traducción al italiano de la versión de Franz Lachner, realizada por Carlo Zangarini (libretista de la Fanciulla del West de Giacomo Puccini). Este montaje scalígero de Medea se realizó para que fuese interpretada por la gran soprano dálmata-italiana Ester Mazzoleni, una cantante de muy bella y rotunda vocalidad, con gran capacidad teatral, características fundamentales para interpretar el personaje de Medea. A partir de entonces la ópera prácticamente no vuelve a ser representada. Su recuperación (versión de Zangarini), se produjo en el Maggio Musicale Fiorentino de 1953, con la soberbia interpretación de María Callas.

Las interpretaciones en francés de Medea (Médée).

La versión de Medea en italiano de Carlo Zangarini, fue también traducida al francés como Médée, siendo muy bien interpretada por la mezzo norteamericana Shirley Verrett, en su actuación de 1986, en la Ópera de París (Palais Garnier), con la excelente dirección de Pinchas Steinberg (la toma en directo puede escucharse en YouTube). También cabe destacar la interpretación de la soprano Rosalind Plowright, en el Covent Garden, en 1989, donde también destacaba la presencia de una joven Renée Fleming, con una magnífica creación de Dircé (equivalente a la italianizada Glauce). La gran escena final puede escucharse en YouTube.
La recuperación de la versión original en francés de Médée, estrenada por Luigi Cherubini en 1797, con los diálogos teatrales, se produjo en el Festival de Martina Franca de 1995, y en esta recuperación intervino activamente el director de orquesta y musicólogo Patrick Fournilleur, con una espléndida lectura de esta partitura, donde también brillaron la soprano georgiana Iano Tamar (Médée), la soprano italiana Patricia Ciofi (Dircé) y una sugestiva interpretación de la mezzo francesa Magali Damonte (Neris). Gran cantidad de números cantados así como interpretaciones orquestales pueden escucharse en YouTube. De auténtico interés es la versión que puede verse-escucharse, en el Teatro Imperial de Compiégne (localidad al norte de Francia), con una toma en video, en 1996, (disponible en YouTube), donde los amplios diálogos son interpretados por magníficos actores franceses, y las partes vocales por una serie de notables cantantes, con destacadas actuaciones de la soprano francesa Michele Command (Medée) y la entonces joven soprano albanesa Inva Mula (destina a una importante carrera). Ya en pleno Siglo XXI, la mezzo italiana Anna Caterina Antonacci, realiza una gran creación vocal y teatral de Medea, en la versión italiana, que interpretó en varias ocasiones, destacando su interpretación en el Teatro Regio de Turin, en 2008, con una toma en video (disponible en YouTube), muy bien dirigida musicalmente por Evelino Pidò y escénicamente por Hugo de Ana, (también responsable de la escenografía y un atractivo diseño de vestuario). Acompañando a una imponente Anna Caterina Antonacci, están la soprano de bella voz Cinzia Forte (Glauce) y la gran mezzo Sara Mingardo (Neris). Ese mismo año 2008, el Teatro La Monnai de Bruselas, se escenificó una nueva versión en francés de Medée, con la excelente dirección musical de Christopher Rousset al frente de su conjunto Les Talens Lyriques, con instrumentos originales que, de alguna manera, tratan de reproducir los sonidos originales de esta ópera. Respetando la parte musical y vocal, lo más polémico de esta nueva versión son unos nuevos diálogos escritos por el propio director de escena Krysztof Warlikowki, que, por momentos, tienen un carácter obsceno y malsonante, en un intento de modernizar esta ópera. La protagonista es la mezzo alemana Najda Michael, de una discreta vocalidad, con claras desigualdades en la emisión, compensadas por un imponente temperamento dramático. Su atuendo y caracterización la asemejan a una cantante rapera. La ópera fue repuesta en 2011, en el mismo teatro belga, y tomada en video. Algunos fragmentos pueden verse en YouTube, donde se comprueban las características de esta moderna y rompedora puesta en escena y la gran interpretación teatral de la mezzo alemana.
El Teatro Real de Madrid, programa por primera vez Medea (Medée), con una nueva versión en francés, que viene representándose durante el presente mes de septiembre. Los nuevos recitativos realizados por el musicólogo, compositor y director de orquesta Alan Curtis (fallecido en 2015), siguen el estilo compositivo de Cherubini, quien en principio pretendió que esta ópera tuviese recitativos con acompañamiento orquestal, en vez de diálogos teatrales. Resulta muy complicado enjuiciar una ópera con tal cantidad de versiones.

“Difícilmente puedo pretender que no he cambiado el flujo dramático, pero mi objetivo era mejorarlo, Espero haber respetado lo esencial de la dramaturgia original e incluso las necesidades escénicas”.
Alan Curtis
Se hacía necesaria una versión crítica de la obra de Cherubini. Una revisión que, al menos en los aspectos estilísticos, resultara más adecuada al estilo del compositor y, sin duda, la de Alan Curtis es la que más se aproxima. Consigue una coherencia en las formas que culminan, como ninguna otra versión, la transición entre el neoclasicismo de Hyden y el romanticismo de Beethoven.
Para ello, Curtis utiliza soluciones similares a las que Cherubini había empleado en otras óperas en las que si había podido musicar los recitativos. Curtis tomó prestados y adaptó pequeños fragmentos que el compositor había utilizado antes para poner música a los recitativos de Medea. El resultado del trabajo ha sido una versión unánimemente reconocida y probablemente de la que Cherubini se sentiría muy orgulloso.
La puesta en escena para el estreno de Medea en el Teatro Real se ha encargado al español Paco Azorín, que ya ha trabajado con éxito en este teatro. Su propuesta para esta nueva producción resulta familiar. Son muchos los elementos comunes con otras obras que hemos visto en este mismo escenario, desde las estructuras metálicas que suben y bajan, al fuego que nos evoca el anillo wagneriano visto recientemente. Se agradece la proyección de textos que facilitan enormemente la comprensión de la historia, aunque sobran las alusiones feministas en modo panfleto.
También en esta versión los hijos de Medea son adolescentes, y no niños pequeños o incluso bebés, guardando así mayor fidelidad con el texto original de Eurípides. Muy bien la dirección y los movimientos escénicos de multitudes, y el no recargar en exceso el escenario de elementos que muchas veces no aportan nada, más allá de distraer o estorbar.
La partitura de Medea está considerada una de las más grandes composiciones de la historia de la ópera. Mario Muñoz comenta en el programa de mano que “El tratamiento orquestal es muy refinado, más denso que el de sus contemporáneos, y la ambigüedad del personaje principal se refleja en su vocalidad compleja, que requiere de una actriz trágica que sepa cantar antes que, al contrario. Medea es tormenta y tormento a partes iguales, lo que anuncia la materia de los que estarán hechos los dramas durante todo el siglo XIX”.
Y el director musical Ivor Bolton ha hecho una lectura muy adecuada de esta partitura. Alejándola del tedio en el que un drama como este hubiera caído de ser una versión más romántica. La musicalidad marcó el pulso neoclásico de la orquesta que fue ganando en intensidad a medida que avanzaba la obra. Los distintos acentos de la partitura quedaron bien definidos, desde la obertura, al carácter más oscuro en los momentos más dramáticos, aportándole una gran teatralidad.
Además de su enorme dificultad, el rol de Medea ha estado siempre acompañado de una leyenda negra. La soprano que lo estrenó, durante la época de la Revolución Francesa, falleció después de haber interpretado varias funciones. En París y otras ciudades francesas empezó a correr la voz de que el motivo de su muerte había sido el esfuerzo extremo realizado para interpretar el personaje. La soprano que la sustituyó no corrió mejor suerte, ya que al poco tiempo acabó recluida en un manicomio.
Era sin duda un papel con fama, como mínimo, de agotador, por lo que la mayoría de las cantantes se resistía a interpretarlo. Esto hizo que la ópera prácticamente desapareciese de los escenarios hasta que fue rescatada, casi de manera épica, por María Callas.
Si hay una cantante actualmente que puede considerarse cercana al registro de una soprano assoluto, cuerda ya extinta, y que contaría con las características necesarias para abordar este rol, es sin duda Saioa Hernández. Su canto es seguro y homogéneo de principio a fin. Sorprenden esos sonidos oscuros, densos, con un punto siniestro que describe perfectamente al personaje. Y lo hace sin sacrificar ni timbre ni volumen, de la manera más natural. Sus agudos, que no son ni pocos ni fáciles, no tienen apuros, son brillantes y plenos. Con un recorrido cromático inacabable.
Nos presentó una Medea sobria, llena de frialdad y magnetismo. Demostrando que es más importante una mirada que un gesto. En los momentos en los que Medea debe reconquistar a Jasón, consigue humanizar a la semidiosa hasta hacerla creíble, y se transformó en amenaza cuando aparecieron sus hijos.
Saioa Hernández es Medea hasta la última nota, demostrando una capacidad vocal y física al alcance de muy pocas. No guarda nada, siempre generosa sobre el escenario. ¡Brava!
Para el personaje de Jasón se ha contado con el italiano Francesco Demuro. Una voz, para mi gusto, falta del fuste y la heroicidad que requiere el personaje. El rol de Jasón es demasiado dramático para un lírico ligero. Su timbre y su poético fraseo aportaron el romanticismo dentro del drama.
La princesa Dircé, con la que Jasón pretende casarse después de abandonar a Medea, está interpretada por la soprano valenciana Marina Monzó. De voz luminosa y mediterránea, Monzó dotó de inocencia y juventud a su personaje. Su voz va evolucionando sin perder un ápice de agilidad en sus radiantes agudos.
A Neris, confidente de Medea, le dio vida la valenciana Silvia Tro Santafé, una mezzosoprano a la que escuchamos por aquí menos de lo que nos gustaría. Sobre el escenario es la elegancia personificada, tanto en el canto, que realiza con un gusto exquisito, como en la interpretación, como demostró en su aria principal.
El británico Michael Mofidian interpretó a Caronte. Este bajo-barítono, más barítono que bajo, cumplió con su papel, aunque se habría agradecido una voz con algo más de consistencia y volumen.
El resto del reparto estuvo a buen nivel, sobre todo la mezzo Alexandra Urquiola, y la soprano argentina Mercedes Gancedo, con un hermoso timbre y buen manejo de la escena. David Lagares, como Corifeo, siempre es una garantía. Fantástica la actuación del coro, que consigue una sonoridad que sobrecoge y envuelve.
Nueva temporada, nueva producción y, por primera vez, Medea en el Teatro Real.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real / Teatro Real

Médée

Sus Majestades los Reyes presidirán la Inauguración de la Temporada 2023-2024 del Teatro Real, el próximo 19 de septiembre, con una nueva producción de Medea, de Luigi Cherubini, en coproducción con el Abu Dhabi Festival.

Se ofrecerán 11 funciones de la ópera, entre el 19 de septiembre y el 4 de octubre, precedidas de una Gala Joven para menores de 36 años, el próximo sábado, 16 de septiembre.

En el proyecto inicial de Medea, rechazado por la Ópera de París en los turbulentos años que sucedieron la Revolución francesa, Luigi Cherubini (1760-1842) y su libretista François-Benoît Hoffman (1760-1828) pretendían concebir una ópera enteramente cantada. Al carecer del apoyo financiero que se necesitaba para sufragar la producción, se optó, in extremis, por adaptarla a los dictámenes estructurales de la opéra comique, articulando extensas partes habladas con la maravillosa y vibrante música de Cherubini, alabada con entusiasmo por Beethoven, Brahms o Wagner.

La partitura se estrenó en 1797 en el Théâtre Feydeau, en París, y desde entonces se sucedieron diez versiones de la misma que, pese a alejarse del universo musical y estilístico de Cherubini, lograron que la ópera tuviera períodos de gran éxito, sobre todo en Alemania, en el siglo XIX. Ahí triunfó la versión de Franz Paul Lachner, que musicó una reducción de las partes habladas traducidas al alemán con una partitura postromántica de perfume wagneriano, adaptada al italiano a mediados del siglo XX y consagrada por el talento y desgarro de Maria Callas en sus icónicas interpretaciones de Medea.

Alan Curtis (1934-2015), director de orquesta, clavecinista y musicólogo de gran prestigio, que en el Teatro Real dirigió Tolomeo y Agrippina, de Händel, en 2009, concibe una versión de Medea inédita hasta hoy, íntegramente cantada, como deseaba Cherubini, componiendo la música para una reducción de las partes habladas originales, que transformó en recitativos acompañados, emulando el estilo del compositor.

Esta nueva versión musical será estrenada por Ivor Bolton, otro gran director musical, clavecinista y especialista en el repertorio clásico y barroco, que estará al frente de dos grandes repartos (en los que se alternarán tres Medeas) y del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.

La nueva producción de Medea, con dirección de escena y escenografía de Paco Azorín –que en el Real dirigió Prigioniero y Suor Angelica, en 2012, y Tosca, en 2021– propone una lectura descarnada y actual de la tragedia de Eurípides, que retrata el terror en el que viven los hijos de Medea y Jasón, víctimas silenciosas del odio, venganza y luchas de poder de sus padres.

En la producción se articulan el ‘no tiempo’ mitológico, con el arquetipo de Medea como semidiosa ultrajada, que clama a los dioses para vengar la ignominia y la traición de los humanos; y la actualidad, con la denuncia explícita de la violencia vicaria, en la que un marido miserable y sin escrúpulos y una mujer traicionada y vengativa erigen el terrible infierno donde padecen sus hijos -que ambos aman- hasta la muerte

La escenografía, una compleja estructura de 26 metros de altura (cerca de 6 pisos), evoca el inframundo mítico del Tártaro y está inspirada en el Infierno de Dante, con ocho círculos concéntricos al que descienden los personajes, incluyendo las Furias, interpretadas por virtuosos artistas de parkour (disciplina física en la que los atletas intentan superar todo tipo de obstáculos para moverse en distintos espacios, trepando, saltando, arrastrándose, etc.)

Tres grandes sopranos asumirán en el dificilísimo papel titular: Maria Agresta, Saioa Hernández y Maria Pia Piscitelli. Estarán secundadas por los tenores Enea Scala y Francesco Demuro (Jasón), las mezzosopranos Nancy Fabiola Herrera y Silvia Tro Santafé (Neris), los bajos Jongmin Park y Michael Mofidian (Creonte), y las sopranos Sara Blanch y Marina Monzó (Dirce), en los roles principales.

La nueva partitura de Medea que se escuchará en el Teatro Real, con edición de Heiko Cullmann y recitativos de Alan Curtis, será un nuevo acercamiento a la obra maestra de Luigi Cherubini. La tensión dramática que impregna su música, llena de contrastes dinámicos, efectos expresivos y fluctuaciones rítmicas ha dejado una fuerte impronta en el devenir de la ópera romántica. El florecimiento de Medea en los últimos años hará finalmente justicia a una partitura incomprensiblemente olvidada y maltratada.

El mito griego de Medea, según la tragedia de Eurípides, inspiró la ópera de Cherubini  que inaugura esta temporada y también la de Marc-Antoine Charpentier, que se presentará en junio.

El poema Orlando Furioso, de Ariosto, es otro de los mitos literarios que vertebra la nueva temporada, cuya programación operística cuenta con 21 títulos, 13 de los cuales nunca se han presentado en el Teatro Real.

Comienza, pues, una temporada ambiciosa, con una programación ecléctica, de amplio espectro estilístico, con 9 nuevas producciones, incluyendo 2 estrenos de óperas españolas y 5 estrenos de óperas que nunca se han presentado en España.

Las propuestas del Teatro Real en esta temporada cuentan, pues, con la complicidad de un público abierto, curioso y deseoso de ampliar su mirada sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Los artistas, técnicos y cuerpos estables del Teatro Real se entregarán, unidos, a la fascinante tarea de llevarle la música, la danza y las artes escénicas confiando en su poder emocional y transformador.

Fotografía © Javier del Real | Teatro Real

Premios Teatro Real

Esta noche ha tenido lugar la Gala Concierto de la segunda edición de los Premios Teatro Real, unos galardones que, en palabras de Gregorio Marañón, presidente de la institución, “representan el necesario reconocimiento que una sociedad desarrollada debe darle a la cultura y al arte, a la belleza y al talento, en nuestro caso, sobre un escenario lírico”.

La velada ha contado con Anne Igartiburu como maestra de ceremonias, y ha reunido en el escenario a grandes nombres como Ivor Bolton, Andrés Máspero y Fernando Palacios, premiados en el apartado institucional, y  Deborah Warner, Calixto Bieito y Anthony Roth Costanzo, en el artístico.

Gregorio Marañón ha entregado el primer premio de la noche al director musical de la institución, Ivor Bolton, uno de los responsables de la excelencia de la Orquesta Titular del Teatro Real, quien ha recibido el galardón en medio de una larga y cálida ovación del público asistente. Bolton ha dedicado el premio a su “querido Teatro Real” y “a la orquesta, a la que he visto evolucionar a lo largo de estos años hasta situarse hoy en día entre las mejores de Europa”.

Andrés Máspero, quien culmina, en la presente temporada, un recorrido profesional de trece años al frente del Coro Titular del Teatro Real, recibió su premio de manos de Matilde García Duarte, coordinadora general de la Alcaldía de Madrid, en representación del Alcalde de Madrid. Máspero ha tenido especiales palabras de elogio y cariño para los 51 componentes del Coro Titular, para sus colaboradores y para todos lo que hacen posible el trabajo cada día..

La catedrática, académica y patrona del Teatro Real, Begoña Lolo, entregó el tercer premio institucional a Fernando Palacios, asesor del Real Junior desde su creación, donde también ha colaborado como director, guionista e intérprete en diversos espectáculos. Palacios ha destacado el valor del premio por lo que representa como respaldo al proyecto educativo de la institución y a la creación de nuevos públicos que entren por esa puerta hacia  el futuro.

Llegaba entonces el momento de los Premios Artísticos. Dos directores de escena con personalidad indiscutible, Deborah Warner, vinculada al Real con la premiada producción Billy Budd y la conmovedora Peter Grimes, y Calixto Bieito, inolvidables sus propuestas en el escenario madrileño de Wozzeck, Die Soldaten, Carmen y El ángel de fuego. Recogieron el galardón de manos del director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer, y de la patrona del Teatro Real y secretaria de Estado de Presupuestos y Gastos, María José Guada, respectivamente.

Deborah Warner ha dedicado sus palabras a todo el equipo del Teatro Real por “hacer de este espacio el mejor lugar para trabajar, por el enorme cuidado hacia los artistas y el proceso creativo, por poner todos los medios a tu alcance y, a la vez,  hacerte sentir en familia”. “He sido extremadamente feliz trabajando aquí”, ha remarcado.

“La ópera es el arte del futuro” ha afirmado Bieito y, recogiendo las palabras de Warner, ha destacado la labor de todos los que forman el Real: “Nadie es capaz de hacer nada solo y aquí habéis creado un espacio de arte”

El director artístico del Teatro, Joan Matabosch, hacía entrega del último premio al contratenor estadounidense Anthony Roth Costanzo –memorables sus interpretaciones de Apolo, en  Muerte en Venecia, o  Armindo,  en Partenope-  quien ha manifestado: “el Teatro Real me encanta, no sólo por la calidad de su música, del teatro y del arte, que hacen al nivel más alto, sino por las personas que están y son como una familia y te hacen sentir parte de ella”.

Tras sus palabras, salpicadas de enorme simpatía, y acompañado al piano por Bryan Wagorn, ha interpretado arias de y canciones de Georg Friedrich Händel, Franz Liszt, Fernando Obradors, George Gershwin y Philip Glass, que han puesto fin a una noche de emoción.

Fotografía © Javier del Real | Teatro Real

Andrés Máspero

El próximo 29 de mayo, a las 20:00 horas, tendrá lugar la Gala Concierto de la segunda edición de los Premios Teatro Real que reconocerá, en la categoría institucional, a tres grandes personalidades que, con su trabajo, entrega y dedicación, han contribuido a la calidad artística, pedagógica y al prestigio del Teatro Real: Ivor Bolton, director musical; Andrés Máspero, director del Coro, y Fernando Palacios, pedagogo musical, director y presentador de los talleres ¡Todos a la Gayarre!.

Vinculado al Teatro Real como director musical desde septiembre de 2015, Ivor Bolton es uno de los responsables de la excelencia de la Orquesta Titular del Teatro Real, con una reconocida plasticidad y flexibilidad interpretativa, que le permiten abordar con grandísima competencia distintos estilos, lenguajes y épocas musicales. Sus interpretaciones, sonido y entrega son hoy aclamados por el público y la crítica nacional e internacional.

Junto a él, Andrés Máspero, quien culmina, en la presente temporada, un recorrido profesional de trece años al frente del Coro Titular del Teatro Real, deja magníficas críticas de la prensa especializada, el calor y aplauso del público y el reconocimiento internacional con el premio Konex de Platino 2019 otorgado por la Fundación Konex de Argentina o la nominación del Coro a los International Opera Awards.

Polifacético, creativo y lleno de energía, Fernando Palacios forma parte del Real Junior desde su creación, donde, además de su trabajo como asesor, ha colaborado como director, guionista e intérprete en diversos espectáculos. Ha creado y dirigido el ciclo ¡Todos a la Gayarre! -taller de introducción a la música destinado a los niños y sus familias desde el humor y la participación activa de los espectadores-, que lleva más de 10 años seduciendo y fidelizando al público infantil.

Los tres recibirán, el 29 de mayo, la escultura creada por Cristina Iglesias para los Premios Teatro Real, y se unirán a los galardonados en la categoría artística, cuyos nombres se darán a conocer a lo largo de la velada.

La Gala contará con la participación del contratenor estadounidense Anthony Roth Costanzo quien, acompañado por el pianista Bryan Wagorn, interpretará arias y canciones de Georg Friedrich Händel, Franz Liszt, Fernando Obradors, George Gershwin y Philp Glass. (ver programa adjunto).

Fotografía © Javier del Real | Teatro Real

Aquiles en Esciros
Aquiles en Esciros por fin en el Teatro Real

ACHILLE IN SCIRO
AQUILES EN ESCIROS
Francesco Corselli (1705-1778)
Ópera dramática en tres actos
Libreto de Pietro Metastasio (1698-1782)
Estrenada en el Real Coliseo del Buen Retiro de Madrid
el 8 de diciembre de 1744.
Obra recuperada por el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU)
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción
con el Theater an der Wien.
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Mariame Clément
Escenógrafa y figurinista: Julia Hansen
Coreógrafo: Mathieu Guilhaumon
Iluminador: Ulrik Gad
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Gabriel Díaz, Mirco Palazzi, Tim Mead, Francesca Aspromonte,
Sabina Puertolas, Krystian Ada,mJuan Sancho y Katia Klein
Orquesta Barroca de Sevilla
Coro Titular del Teatro Real
Llegaba por fin al Teatro Real la ópera Aquiles en Esciros de Francesco Corselli. Pertenece esta obra a uno de los períodos más interesantes y menos conocidos de la historia de la ópera. Sabemos mucho de las obras de Montevedi o Haendel, pero existe una laguna informativa de lo que ocurrió en el mundo operístico durante los años 1730 a 1770. Esta es una de las razones por las que este estreno es importante. Aquiles en Esciros es una fotografía muy interesante de cómo fue la vida operística en el siglo XVIII.
Pocas eran las óperas que se escribían en España en aquel momento, solo con motivo de grandes acontecimientos de la corte. Precisamente Aquiles en Esciros fue un regalo del Ayuntamiento de Madrid a la Infanta de España María Teresa Rafaela, para festejar su matrimonio con el delfín de Francia. Esta es la principal razón por la que se ha podido conservar casi intacta la partitura en la Biblioteca Histórica de Madrid. Y es aquí donde ha sido rescatada y pulida, para llegar a su estreno, por el musicólogo Álvaro Torrente, del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, junto a Ana Llorens y Alberto Cubero, que se han ocupado de la partitura y Nicola Usala, del libreto.
Francesco Corselli nació en Piacenza, pero muy pronto se trasladó a Madrid y pasó a formar parte de un nutrido grupo de artistas italianos que habían llegado a la capital de la mano de Isabel de Farnesio, como Domenico Scarlatti, Farinelli, Gaetano Brunetti o Luigi Boccherini.
Corselli fue nombrado Maestro de la Capilla Real. Compuso numerosas obras de las que solamente tres fueron óperas para la corte. Pero ni Corselli ni su obra llegaron a ser muy conocidos. A pesar de que en ese momento Madrid era la capital operística de Europa, España siempre fue considerada poco relevante, musicalmente hablando.
En ese momento los libretistas eran más importantes que los compositores, y para Aquiles en Esciros se eligió nada menos que a Pietro Metastasio, el libretista más importante de la historia de la ópera. Sus libretos han sido los más versionados y su obra marca la evolución de la ópera a partir del siglo XVIII. Los compositores más importantes, como Haendel o Mozart, han puesto música a sus historias.
La partitura es una auténtica joya. Su estructura sigue los convencionalismos de una ópera seria, aunque contiene elementos humorísticos, arias da cappo, recitativos, coros… Destaca la calidad de las arias y la manera en la que se expresan los sentimientos de los personajes.
Pero la partitura también ha presentado algunos problemas, relacionados principalmente con los instrumentos de viento. Al no conservarse las particelas, ha sido necesario reescribir las de los oboes, ya que la escritura de los vientos es muy diferente en la actualidad.
Otra peculiaridad de su composición es la gran imaginación de Corselli a la hora de introducir instrumentos exóticos, como el salterio, que aparece al final de la ópera con gran protagonismo en un aria de Aquiles. Su sonido, casi mágico, aporta un color muy especial, generando su propia atmósfera y dotando a la ópera de una gran personalidad.
La historia que nos narra el libreto se sitúa en las Guerras de Troya. Tetis, madre de Aquiles, teme que se cumplan los malos augurios para su hijo Aquiles si participa en la batalla. Para evitar su marcha, le viste de mujer llamándole Pirra y encomienda su seguridad al rey Nicomede. La historia comienza cuando Pirra ya se ha enamorado de Idamia, la hija de Nicomede. Ulises, que sospecha que Aquiles vive escondido en Esciros, consigue descubrirle y que éste le acompañe a la guerra, donde finalmente muere.
La escenografía de esta producción del Teatro Real ha estado a cargo de la francesa Mariane Clément, que ha recreado el interior de una cueva, como elemento materno-protector de Aquiles, en un ambiente onírico, gracias a la iluminación de Ulrik Gad y el vestuario de Julia Hansen. Una escena llena de estalactitas, pasajes y pasarelas donde se desarrolla la acción.
El director musical Ivor Bolton ha dirigido desde el clave a la Orquesta Barroca de Sevilla y el Monteverdi Continuo Ensemble que, junto a sus instrumentos de época, han tenido un papel crucial en el éxito de esta obra. Cabe destacar el salterio, en las mágicas manos de Heidelore Schauer.
Aquiles en Esciros tiene una parte teatral muy potente, por lo que se necesitan cantantes con altas capacidades interpretativas.
Los personajes de Aquiles y Pirra han estado interpretados por el contratenor Gabriel Díaz, sustituyendo a un enfermo Franco Fagioli. El sevillano ha resuelto con soltura y brillantez unos roles nada fáciles, tiene nada menos que siete arias, algunas de bellísima factura, como Tornate sereni. Aunque la tesitura escrita es más aguda que la de su instrumento, ha defendido con bravura su doble personaje. Muy bien en los recitativos.
El bajo italiano Mirco Palazzi fue un rey Licomede de voz pobretona, sin brillo y de escaso volumen. Ganó enteros en su interpretación escénica.
La soprano italiana Francesca Aspromonte, brilló en el rol de Deidamia, el gran amor de Aquiles y el personaje con arias más dramáticas. Muy bien en las agilidades y delicada en las partes más románticas, como su aria Chi può dir, junto al solo de violín de Bojan Čičić.
La más aplaudida de la noche fue sin duda la soprano Sabina Puértolas, como Teagene. Estuvo muy segura en las agilidades y brilló acompañada por el trompetista Bruno Fernandes en su aria Con tromba d’or.
A gran altura estuvo el Arcade del tenor polaco Krystian Adam. Posee un hermoso y cálido timbre. Muy buena también su interpretación como criado de Ulises.
El contratenor británico Tim Mead se encargó de dar vida al otro héroe de la obra, Ulises. Se mostró seguro con su hermoso y agudo timbre.
El sevillano Juan Sancho, bien conocido por el público del Real, ha tenido también una muy buena actuación como Nearco, tanto en la parte vocal como en la interpretación.
Paralelamente a la historia narrada, se desarrollaba en escena la intrahistoria con la familia real como protagonista. La infanta María Teresa, personaje a quien estaba dedicada la composición, aparece y a veces interacciona con los personajes. En la escena final se acompaña de toda la familia real.
Un acierto programar este Aquiles en Esciros después de que fuera suspendido por el confinamiento que produjo la pandemia del covid. Tres años han pasado desde entonces y hay que recordar algunas ausencias que esperaban aquel estreno con ilusión y que ahora no han estado para verlo. Como mis queridos Ofelia Roca y Paco Mejorana.

Partitura digital

El próximo 17 de febrero, cuando Aquiles en Esciros vuelva a la vida en el escenario del Teatro Real, 278 años después de su estreno en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid, lo hará en un espacio que recreará su música en estrecha convivencia entre los instrumentos antiguos y la tecnología más avanzada en el mundo musical, gracias al proyecto de digitalización que el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU) pondrá al servicio de la Orquesta Barroca de Sevilla para sus representaciones en Madrid, bajo la batuta del director musical del Teatro Real, Ivor Bolton.

La edición crítica de la ópera dramática en tres actos Aquiles en Esciros (1744), con música de Francesco Corselli y libreto de Pietro Metastasio, ha sido realizada por el musicólogo Álvaro Torrente con la participación –como editores asociados– de Ana Llorens y Alberto Cubero (partitura) y Nicola Usula (libreto). La recuperación y edición en soporte digital de la partitura, se ha realizado en el marco de los proyectos de investigación DIDONE, DEePMusic y MadMusic-CM.

DEePMusic (Digitalización del Ecosistema del Patrimonio Musical) pretende identificar y transformar los modos de preservación y recuperación del patrimonio musical, renovando las prácticas involucradas en ellos mediante el uso de herramientas digitales para producir partituras y materiales de interpretación, renunciando así al uso de papel, y para convertir producciones musicales efímeras en testimonios permanentes por medio de grabaciones de sonido digital. El proyecto cuenta con dos Investigadores Principales, el catedrático Álvaro Torrente y la profesora Judith Ortega, y está integrado por investigadores del ICCMU y diferentes instituciones públicas y privadas como la Universidad Complutense, la Universidad de la Rioja, Blackbinder, Asseco o el Teatro Real, entre otras. DEePMusic está financiado por Agencia Estatal de Investigación (Ministerio de Ciencia e Innovación) en el marco del programa Proyectos Estratégicos Orientados a la Transición Ecológica y a la Transición Digital, con fondos del programa NextGenerationEU de la Unión Europea

El proyecto DIDONE, financiado con una Advanced Grant del Consejo Europeo de Investigación (ERC), tiene como objetivo principal la creación de un corpus de 4.000 arias digitalizadas a partir de 200 partituras de ópera basadas en los ocho dramas más populares de Metastasio, que serán analizados utilizando métodos tradicionales y tecnología informática de big data. Los resultados serán aplicables a tres campos principales: interpretación de ópera, análisis e interpretación de otros tipos de música, y composición en diversos escenarios. Por otro lado, MadMusic-CM, financiado por la Comunidad de Madrid, es un proyecto destinado a investigar, publicar e interpretar obras olvidadas del patrimonio musical madrileño de los siglos XVII-XX.

Gracias a los fondos obtenidos para el proyecto DEePMusic, el ICCMU ha adquirido 50 iPads totalmente equipados (con lápiz electrónico que permite hacer anotaciones a mano alzada, atril, funda, pedal y carros de carga), que pueden ser utilizados tanto por pequeños grupos de cámara como por grandes orquestas. Los dispositivos que se emplean en cada ocasión están centralizados a través de una plataforma de control remoto (JAMF) que permite gestionar su funcionamiento en tiempo real.

El uso de la aplicación Rolling Scores® con tecnología patentada BlackBinder®, permite una gestión y distribución descentralizada de las partituras y su lectura en diferentes formatos, así como la posibilidad de compartir y realizar anotaciones en diferentes capas, de forma que cada intérprete pueda personalizar sus propios materiales. La aplicación Rolling Scores® tiene funcionalidades específicas para ayudar en la transformación digital de orquesta y agrupaciones: desde la necesaria gestión documental, hasta la organización de temporadas, proyectos, calendarios de ensayos, conciertos, etc. Todo esto complementa al visor multiformato, en el que se puede trabajar en PDF o en formatos interactivos, pudiendo adaptar la visualización al tamaño de la pantalla, transportar partituras, cambiar orientaciones, modificar y compartir anotaciones y varias soluciones de paso automático de páginas.

Esta nueva aplicación se utilizará por primera vez en una ópera del Teatro Real en las representaciones de Aquiles en Esciros, entre los días 17 y 25 de febrero.

Además, se encuentra a disposición de músicos y melómanos la versión para canto y piano de la ópera Achille in Sciro realizada por Saúl Aguado de Aza y revisada por Bernard Robertson. Se puede acceder libremente a la partitura en la web, a través del visor desarrollado por BlackBinder®.

Aquiles en Esciros

Se ofrecerán 5 funciones de la ópera, del 17 al 25 de febrero, en una nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Theater an der Wien.

Se ofrecerán 5 funciones de la ópera, del 17 al 25 de febrero, en una nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Theater an der Wien.

Aquiles en Esciros se estrenó en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid en 1744 para festejar el enlace de la infanta María Teresa Rafaela de España, hija de Felipe V, con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV.

En su puesta en escena de la ópera, Mariame Clément –que dirigió antes Platée, de Rameau, escrita para celebrar la misma boda en París- recrea aquél estreno de Aquiles en Esciros en Madrid, con la presencia de la infanta española, que adquiere un gran protagonismo en la producción.

El director musical del Teatro Real, Ivor Bolton, estará al frente de un selecto reparto, del Coro Titular del Teatro Real y de la Orquesta Barroca de Sevilla, además de interpretar el clavecín.

Encabeza el reparto Franco Fagioli (Achille/Pirra), secundado por el contratenor Tim Mead (Ulisse), las sopranos Francesca Aspromonte (Deidamia) y Sabina Puértolas (Teagene), el bajo Mirco Palazzi (Licomede) y los tenores Krystian Adam (Arcade) y Juan Sancho (Nearco).

La partitura original de la ópera fue recuperada por el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), en una edición moderna a cargo del musicólogo Álvaro Torrente.

Aquiles en Esciros será retransmitida en directo en OPERA VISION, plataforma audiovisual de OPERA EUROPA, el 25 de febrero a las 19.30 horas. Posteriormente la producción estará disponible en el catálogo de My Opera Player.

En torno a Aquiles en Esciros se han organizado actividades paralelas en el Teatro Real, Archivo de Simancas, Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina, Instituto Italiano de Cultura, Museo Arqueológico Nacional, Museo de Historia de Madrid, Museo Reina Sofía, Palacio Real y Sala Equis.

Las funciones de Aquiles en Esciros cuentan con el patrocinio del Consejo del Teatro Real y de la Fundación Amigos del Teatro Real.

El día 14 de marzo de 2020, tres días antes del estreno de Aquiles en Esciros, de Francesco Corselli, en el Teatro Real, el Gobierno de España decretó el estado de alarma y el confinamiento obligatorio de la población.

El decorado de Aquiles en Esciros quedó montado en el escenario durante tres meses, con los trajes colocados en los talleres y todo preparado para un ensayo general que no llegó…

La ópera renace ahora en el Teatro Real, 278 años después de su estreno en Madrid, el 8 de diciembre de 1744, cuando la pandemia ha dejado de ser la protagonista de nuestras vidas…

El Teatro Real recupera Aquiles en Esciros (Achille in Sciro), de Francesco Corselli, con 5 funciones de la ópera, entre el 17 y 25 de febrero, en una nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Theater an der Wien.

AQUILES EN ESCIROS, DE FRANCESCO CORSELLI

Contexto histórico

En la Europa del siglo XVIII las guerras religiosas habían dado paso a las contiendas territoriales, con constantes tratados, alianzas y pactos, muchos de ellos sellados con matrimonios reales. En este contexto se enmarca la boda de la infanta María Teresa Rafaela de España ─hija de Felipe V e Isabel de Farnesio─ con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV, que se celebró por poderes en Madrid, el 18 de diciembre de 1744, y en persona, en Versalles, el 23 de febrero de 1745, y con la que se pretendía apaciguar las tensas relaciones entre ambos países.

Para celebrar el enlace de los futuros reyes de Francia ─que finalmente no reinarían por la prematura muerte de ambos─ se estrenaron dos obras: Achille in Sciro (Aquiles en Esciros), de Francesco Corselli, en el Coliseo del Palacio del Buen Retiro de Madrid, abriendo los festejos de la boda en presencia de la infanta y de los reyes de España, y Platée, de Jean-Philippe Rameau, presentada en la Grand Écurie de Versalles ante la familia real francesa.

Un año después de la boda, fallecía en París la infanta española como consecuencia del parto de una niña que moriría a los 2 años. El delfín de Francia le sobreviviría casi 20 años, junto a su segunda esposa, aunque murió de tuberculosis antes de llegar a reinar.

Aquiles en Esciros se verá por segunda vez en Madrid, 278 años después de su estreno. En 2028 se han ofrecido dos funciones de esta ópera en Dallas, gracias a la perseverancia del musicólogo Grover Wilkins, que dirigió la ópera al frente de la Orchestra of New Spain, en una producción con dirección de escena de Gustavo Tambascio.

Francesco Corselli -o Francisco Courselle- (1705-1778)

Francesco Corselli, natural de Piacenza e hijo de Charles Courcelle, maestro de baile francés de Isabel de Farnesio en Parma, se formó y consagró como compositor en Parma y Venecia, donde estrenó sus dos primeras óperas. En 1733 vino a España, desempeñando años más tarde el cargo de maestro de la Capilla Real durante cuatro décadas. Su notoria influencia italiana en la vida cortesana se vio reforzada por la presencia del célebre castrato Farinelli (1705-1782), excelso cantante y consejero musical de los reyes a lo largo de más de 20 años.

La producción de Corselli, con un notable catálogo de obras mayoritariamente religiosas, acompaña la evolución del barroco musical europeo de mediados del siglo XVIII, ya tardío y sobrio, hasta entroncar con el clasicismo. De sus seis óperas conocidas, dos tienen, como Aquiles en Esciros, libreto de Pietro Metastasio (1698-1782), gran amigo de Farinelli que, según el musicólogo Álvaro Torrente, habría intervenido en los contactos con el libretista, la selección de intérpretes y otros detalles relativos a la producción de la ópera.

Aquiles en Esciros

La ópera narra el jugoso episodio de la vida de Aquiles (Achile, contratenor, tesitura de soprano), en el que su madre, Tetis, decide enviarlo a la isla de Esciros para evitar que el valiente e impulsivo joven participe en la guerra de Troya, donde, según el oráculo, perderá la vida.

Con la complicidad y vigilancia del viejo Nearco (tenor) y la ayuda del rey Licomedes (Licomede, bajo), Aquiles se oculta entre sus hijas disfrazado de mujer con el nombre de Pirra, lo que le permite conocer y disfrutar, de incógnito, del encanto y placeres de la juventud femenina. En ese juego erótico y camaleónico de travestismo esconde su secreta relación amorosa con Deidamia (soprano), hija de Licomedes, destinada a desposar al joven Teagene (soprano), que a su vez está enamorado de Pirra / Aquiles.

En medio de estos hilarantes enredos, cuya ambigüedad sexual es acentuada por las tesituras, también travestidas, de los cantantes, llega a la isla el poderoso Ulises (Ulisse, contratenor, tesitura de mezzosoprano), advertido ya de la situación y decidido a rescatar a Aquiles para capitanear el ejército griego. Conociendo su ímpetu guerrero e intempestivo, simula un falso ataque a la isla que despierta, finalmente, el brío del futuro héroe de la epopeya.

A partir de ese momento la ópera adquiere su carácter épico de opera seria y Aquiles deja la fogosidad juvenil y se debate, hasta el final de la obra, con las grandes cuestiones éticas que subyacen en el mito:

─ ¿Una vida corta con gloria o larga sin ella?

─ ¿El amor bienaventurado o la lucha por un ideal?

─ ¿La inmortalidad en el Edén o la muerte heroica como un hombre?

La nueva producción del Teatro Real

La directora de escena Mariame Clément indaga sobre estas y otras cuestiones en su original dramaturgia, presentando Aquiles en Esciros a la verdadera infanta María Teresa Rafaela como una especie de “éducation sentimentale”, en la que los personajes y las sucesivas escenas de la ópera le harán reflexionar sobre los sentimientos, los placeres, los ideales, los deberes, los miedos y los atributos del hombre y de la mujer.

Con la complicidad de la escenógrafa y figurinista Julia Hansen, con quien trabaja regularmente, Clément sitúa la trama de la ópera en una “gruta encantada” de perfume rococó, que evoca las falsas ruinas de los jardines dieciochescos; o el vientre femenino, curvilíneo y libidinoso de una madre protectora; o la roca de una isla imaginaria. Ahí vive Aquiles disfrazado, imberbe y juguetón, en igualdad de circunstancias que las mujeres, y de ahí saldrá maduro y presto a luchar por su pueblo, investido de masculinidad y heroísmo, dispuesto a dejar a su amada después de la feliz boda que concluye la ópera. Un camino de iniciación y de nacimiento de un héroe y un viaje de la ópera del siglo XVIII desde la libertad sexual, abstracción y goce del barroco primigenio a los convencionalismos de género que se impondrían en los siglos siguientes.

Las Bodas de Figaro

Unas bodas de Figaro diferentes en el Teatro Real

Las bodas de Figaro
Le nozze di Figaro
Wolfgang A. Mozart (1756-1791)
Opera buffa en cuatro actos
Libreto de Lorenzo da Ponte, basado en la comedia La folle journée, ou le mariage de Figaro (1784) de Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais
Producción de Canadian Opera Company procedente del Festival de Salzburgo
Teatro Real de Madrid, 28 de abril de 2022
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Claus Guth
Escenografo y figurinista: Christian Schmidt
Iluminador: Olaf Winter
Coreógrafo: Ramses Sigi
Diseñador de vídeo: Andi A. Müller
D. coro: Andrés Máspero
André Schuen, María José Moreno, Julie Fuchs, Vito Priante, Rachael Wilson, Monica Bacelli, Fernando Radó, Christophe Montagne, Moisés Marin, Alexandra Flood, Leonardo Galeazzi, y Uli Kirsch, que interpreta el ángel
Once años habían transcurrido desde su última comedia italiana, La Finta Giardiniera (La jardinera fingida) y Mozart se mostraba preocupado al no encontrar una historia apropiada para su próxima comedia. Lo refleja en una de las cartas a su padre en 1783, “he mirado más de cien libretos, y no he encontrado ni uno con el que estuviera satisfecho; habría que hacer tantos cambios aquí y allá, que incluso si un poeta se pusiera a ello, le sería más fácil escribir un texto completamente nuevo”.
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

Llega entonces a Viena, de la mano de Antonio Salieri para trabajar en la corte, el libretista y poeta italiano Lorenzo da Ponte. Se inicia entonces una fructífera colaboración entre Mozart y da Ponte que dejará atrás la época de Metastasio. Se abre un nuevo viaje operístico que ya no tendrá retorno.

Mozart mostraba cierta admiración por las obras del dramaturgo francés Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais y por una de sus obras, la trilogía de Figaro, para cuya primera parte, Il Barbiere di Siviglia (1782), había puesto ya música Giovanni Paisiello. Eligió la segunda de esta trilogía, La folle journée, ou Le mariage de Figaro (1784), que trata explícitamente los conflictos de clase de la época.

La obra de Beaumarchais, cuyo estreno teatral estuvo lleno de dificultades por la crítica social y política que contenía, puede enmarcarse dentro del proceso revolucionario que culmina en 1789 con La Revolución Francesa. Después de tres años de lucha con la censura, Las bodas de Figaro pudieron ser estrenadas llegando a las 60 representaciones. Pero las protestas y las intrigas de antiguos enemigos de Beaumarchais, consiguieron que la obra se prohibiera en toda Europa.

Como narra da Ponte en sus memorias, la ópera estuvo terminada en apenas seis semanas, “a medida que yo iba escribiendo la letra, Mozart componía la música”. Solo faltaba convencer a José II de su idoneidad. De ello se encargó da Ponte, mucho más diplomático que Mozart, que prometió al emperador prescindir de las partes más polémicas. Se suprimieron escenas enteras, pero la sustancia ideológica permanecía intacta.

La mentalidad liberal de José II, que ya había abolido la censura y autorizado un decreto de matrimonio civil por el que se suprimía el consentimiento paterno, facilitaron el estreno de una ópera que, al tener un formato de comedia, amable y simpático, disimulaba muy bien su carga de profundidad.

El 1 de mayo de 1786 se estrena por fin en Viena Le nozze di Figaro, preámbulo de Don Giovanni y, sobre todo, de Cosi fan tutte, que cierra el ciclo de la brillante colaboración entre Mozart y da Ponte.

Le nozze di Figaro es hoy en día una de las óperas más representada en todo el mundo, aunque siempre no fue así. Al Teatro Real llega pronto, en 1903, mucho antes que a otros teatros europeos. Después tuvo unos años de cierta decadencia en la programación y no fue hasta los años sesenta que, tímidamente, volvió a las temporadas operísticas.

El Teatro Real presenta esta temporada una producción que es todo un clásico, la creada por Claus Guth para el Festival de Salzburgo en 2006, que sustituye a la inicialmente anunciada de Lotte de Beer y que no tuvo muy buena aceptación, siendo generosos, en el Festival de Aix-on-Provence.

Vuelve a utilizar Guth las grandes estructuras arquitectónicas que tanto le gustan. Presenta una gran escalera en un gran espacio como único escenario. Un decorado blanco, desnudo, lejos de los excesos dieciochescos que suelen acompañar las representaciones de esta ópera. El vestuario de Christian Schmidt, también muy del estilo de Guth, como pudimos ver en Rodelinda, en este mismo Teatro, de tonos grises y uniformado. Los sutiles cambios de escena se deben sobre todo a la iluminación de Olaf Winter, que va generando con sombras y pequeñas proyecciones, las atmósferas que ayudan a describir la escena.

También en esta ocasión, Guth utiliza un personaje que no está en el libreto pero que aparece constantemente en escena. En esta ocasión se trata de una especie de Cupido que, invisible al resto de personajes, maneja los hilos de todos intentando alterar su comportamiento, sembrando confusión a su paso.

Los personajes son tratados en esta producción de manera sobria, sin adornos, dejando al descubierto la parte más profunda de su personalidad. Sin embargo, el resultado final de la escenografía es que no ayuda al desarrollo ni a la conclusión de la historia.

Volvía Ivor Bolton a dirigir Mozart al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real. Puede que contagiado por la monótona escenografía, la dirección de Bolton no ha tenido la brillantez y la chispa de otras ocasiones. Solo en algunos momentos se han hecho presentes esos destellos que Mozart reflejó tan brillantemente en su partitura.

Esta obra se distingue de otras óperas buffas por la gran calidad de sus conjuntos, que expresan la enorme variedad de sentimientos amorosos. En esta ocasión quedan un poco opacados y faltos de frescura. No se aprecia la variedad de texturas de una orquestación tan detallada como la que ofrecen Las bodas de Figaro, sobre todo en la obertura y los vientos.
Lo mejor de la orquesta han sido los recitativi secchi, del clave y el violonchelo, que han permitido que las escenas fueran más fluidas.

La parte vocal ha presentado un conjunto de voces equilibrado. Para afrontar esta ópera la exigencia teatral está casi al mismo nivel que la vocal. Pero en este caso, además, es necesaria una buena forma física.

Fue una alegría ver a la granadina María José Moreno encarnar el rol de Condesa en el Teatro Real. Lo hizo con gran seguridad, como hace ella las cosas. Es esta una Condesa un poco especial, lánguida y solitaria, y Moreno la reflejó muy bien en esos aspectos a los que añade un punto de sofisticación muy adecuado al personaje. Tuvo momentos de gran lirismo y brillantez, sobre todo en sus dos arias más importantes, “Porgi Amor” y “Dove Sono”. Posee un centro poderoso y buenos agudos.

Susana, el personaje central de la obra, estuvo interpretado por la francesa Julie Fuchs. Su voz es ligera y fresca, perfecta para Susana, le faltó volumen y hacer más creíble a su personaje, tal vez demasiado infantil.

El Figaro de Vito Priante tampoco resultaba muy creíble como prometido de Susana, parecía su padre. Muy estático en escena, andaba algo perdido con su personaje, que había sido desprovisto de su verdadero carácter por el director de escena. Pero su voz esta sobrada de calidad y posee un hermoso y cálido timbre.

El barítono italiano André Schuuen interpreta al Conde Almaviva. Ya pudimos escucharle en el Capriccio hace unas temporadas. Se siente cómodo en el personaje, aunque le falte un poco de empaque y parece un adolescente con traje. Defendió bastante bien los agudos y su zona grave es suficiente y consistente.

El Cherubino de Rachael Wilson fue, junto a la Condesa, lo mejor de la noche. Fresca y juguetona en lo interpretativo, demostró tener una buena línea de canto y un centro y agudos muy poderosos y timbrados. Lástima que fuera igual vestida que el Cherubino de pega que Guth puso sobre el escenario. Se desenvolvió con destreza, la misma con la que interpretó sus arias “Non so più cosa son, cosa faccio” y “Voi che sapete”.

A buen nivel estuvieron el resto de comprimarios que en esta producción quedaron un tanto deslucidos en lo interpretativo, Monica Bacelli, como Marcelina; Fernando Radó, como Bartolo; Christophe Montagne, Como Basilio; Moisés Marin, Don Curzio; Alexandra Flood, como Barbarina; Leonardo Galeazzi, como Antonio y Uli Kirsch, que interpreta el ángel o Cupido.

Una nueva lectura de una ópera que por primera vez otorga a la partitura un papel fundamental en el desarrollo de la trama dramática.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

Las bodas de Figaro

Las bodas de Fígaro entre el 22 de abril y el 12 de mayo en el Teatro Real, en una producción original del Festival de Salzburgo (2006), que encargó a Claus Guth la dirección escénica de las tres óperas de Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte, una de las cuales, Don Giovanni, se ofreció en el Teatro Real la pasada temporada.

Considerada la más perfecta de las óperas de Mozart, Las bodas de Fígaro, estrenada en 1776, fue escrita en menos de un año de manera frenética y entusiástica por Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y el polifacético escritor y libretista Lorenzo da Ponte (1749-1838), en su primera y fecunda colaboración, que proseguiría con Così fan tutte y Don Giovanni.

Ambos creadores estaban imbuidos del fervor de las nuevas ideas revolucionarias que defendía descaradamente la obra teatral de Pierre-Augustin de Beaumarchais (1732-1799) en la que se basa la ópera, La folle journée, ou Le mariage de Figaro, estrenada con gran escándalo y alboroto apenas un año antes, provocando la reclusión del autor y la prohibición de la obra en diversas cortes europeas.

Con gran pericia Da Ponte reduce y disimula el contenido más explícitamente político de la obra, manteniendo las complejas relaciones entre los distintos personajes, a los que la fabulosa partitura de Mozart otorga una inusitada profundidad psicológica, escondida bajo las formas clásicas de la opera buffa.

La música, sustentada en un armazón perfecto de simetrías y juegos estructurales y armónicos, con arias y números de conjunto de enorme belleza, sugiere, delata, contradice, insinúa, desmiente e ilumina lo que esconden las palabras de los protagonistas, dentro de un enredo aparentemente cómico.

En su propuesta escénica, Claus Guth intenta, precisamente, explorar lo que late en el alma de los personajes más allá de la comedia, auscultando el lado inconfesable, ambiguo, contradictorio, siniestro, sádico o lascivo de las relaciones amorosas.

En paralelo con la estructura clásica de la partitura, Guth, junto con el escenógrafo y figurinista Christian Schmidt, sitúa la trama en un viejo y austero palacio, con los personajes encorsetados en trajes que delatan su origen social y determinan su modo de proceder. A partir de ahí, como en una película de Ingmar Bergman, o en un drama de August Strindberg, Guth va ‘desenmascarando’ lo que pasa en el interior de los personajes con la ayuda de un ‘ángel’ silencioso que muestra al espectador lo indecible, turbio u oscuro de las relaciones amorosas.

Dos selectos elencos dan vida a los complejos personajes de esta ópera coral, que esconden lazos de seducción, amor, deseo, pasión, hastío o rencor: Andrè Schuen y Joan Martín-Royo (Conde de Almaviva); María José Moreno y Miren Urbieta-Vega (Condesa de Almaviva); Julie Fuchs y Elena Sancho Pereg (Susanna); Vito Priante y Thomas Oliemans (Fígaro); Rachael Wilson y Maite Beaumont (Cherubino); Monica Bacelli y Gemma Coma-Alabert (Marcellina); y Fernando Radó y Daniel Giulianini (Bartolo).

Ivor Bolton, director musical del Teatro Real, vuelve a dirigir Las bodas de Fígaro desde su foso, después del éxito obtenido con la misma partitura en 2014. Esta ópera será la séptima producción de Mozart en la que asume la dirección musical al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, y la tercera en la que trabaja codo con codo con Claus Guth, después de Lucio Silla (2017) y Don Giovanni (2020).

Desde la reapertura del Teatro Real, Las bodas de Fígaro se ha ofrecido en 5 de sus 25 temporadas: en 1998, con Gianandrea Noseda y Jürgen Flimm; en 2003, con Antoni Ros Marbá y Marco Arturo Marelli; en 2009, con Jesús López Cobos y Emilio Sagi, cuya producción volvió a presentarse en 2011 con Víctor Pablo Pérez, y en 2014 con Ivor Bolton.

La propuesta escénica y dramatúrgica concebida por Claus Guth, que ahora se verá en el Teatro Real, ofrece una nueva perspectiva de la obra maestra de Mozart, cuya riqueza, complejidad y hondura son una inagotable fuente de interpretaciones.

Fotografía © Javier del Real | Teatro Real

Parténope

El Teatro Real ofrecerá, por primera vez en España, una versión escenificada de Parténope, de Georg Friedrich Händel (1685-1759), en la producción icónica de la English National Opera, de 2008, coproducida con las óperas de San Francisco y de Australia.

Bajo la apariencia de una “ópera seria” dieciochesca, con su reina y príncipes de la Antigüedad clásica, esta partitura, estrenada en 1730 en Londres, está “contaminada” por un sinnúmero de detalles de la “ópera bufa”, como la frivolidad del tema, las licencias eróticas del libreto, los personajes moralmente ambiguos, o la “elasticidad” de su estructura musical, en la que abundan los números de conjunto: dos dúos, un trío, un cuarteto y un quinteto.

La trama “indecorosa” de la ópera encaja mejor en la libertad del género bufo: Parténope, reina fundadora de Nápoles, tiene que elegir a uno de sus cuatro pretendientes: el fogoso Arsace (príncipe de Corinto), el tímido Armindo (príncipe de Rodas), el guerrero Emilio (príncipe de Cuma) o el seductor Eurimene, que en realidad es Rosmira, la expareja despechada de Arsace, que se disfraza de hombre para vengarse de su antiguo amante ­al que sigue queriendo­ y competir con él en la seducción de la reina.

Arsace y Armindo están interpretados por las voces “femeninas” de dos contratenores, y Eurimene es Rosmira disfrazada de hombre, que busca los favores de otra mujer. El travestismo, la libertad sexual y la fluidez de género” de la ópera, cuyo motor son el amor y el deseo, encajan perfectamente con “el surrealismo y su visión de la naturaleza erótica de la psique”, según el director de escena Christopher Alden.

Con la complicidad del escenógrafo Andrew Lieberman y del figurinista Jon Morrell, los personajes desfilan por la mansión art déco de Parténope, en plena efervescencia de las vanguardias, con guiños a algunos de sus protagonistas, como Man Ray o André Breton. En ese espacio de libertad, vicio, creatividad, glamour y placer, Parténope reina como una musa, desde su alcoba, objeto de deseo de su corte de admiradores.

En el Real se alternarán dos repartos, con destacados cantantes del barroco, en la interpretación de los seis personajes de la ópera, que, juntos, asumirán también las partes del coro, como suele pasar en las óperas de Händel.

Darán vida a la partitura las sopranos Brenda Rae y Sabina Puértolas (Parténope); las mezzosopranos Teresa Iervolino y Daniela Mack (Rosmira); los contratenores Iestyn Davies y Franco Fagioli (Arsace), y Anthony Roth Costanzo y Christopher Lowrey (Armindo); los tenores Jeremy Ovenden y Juan Sancho (Emilio) y los barítonos Nikolay Borchev y Gabriel Bermúdez (Ormonte), junto a la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección musical de Ivor Bolton, que será responsable, también, de los acompañamientos al clave.

El estreno de Parténope, de Georg Friedrich Händel, en el Teatro Real, se sumará a los diez títulos de este compositor que se han ofrecido desde su reapertura: Giulio Cesare (2002), Ariodante (2007 y 2018), Tamerlano (2008), Il trionfo del tempo e del disinganno (2008), Tolomeo, Re d”Egitto (2009), Theodora (2009), Agrippina (2009 y 2019), Alcina (2015) y Rodelinda (2017).

Parténope es única y heterodoxa dentro del corpus operístico de Händel. Quizás el espectador de hoy tenga mayor capacidad para disfrutar y comprender la genialidad de esta partitura, cuya esencia y valores potencia la ingeniosa dramaturgia de Christopher Alden y la maestría, musicalidad y entrega de Ivor Bolton.

©Javier del Real | Teatro Real

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Don Giovanni
Wolfgang A. Mozart (1756-1794)
Dramma giocoso en dos actos
Libreto de Lorenzo Da Ponte, basado en el Burlador de Sevilla (1616) de Tirso de Molina y en el libreto de Giovanni Bertati para la ópera Don Giovanni Tenorio ossia il convitato di pietra (1787)
Producción de la Staatsoper de Berlín, procedente de Salzburger Festpiele
Teatro Real, Madrid 29 de diciembre de 2020
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Claus Guth
Responsable de la reposición: Julia Burbach
Iluminador: Olaf Winter
Dramaturgia: Ronny Dietrich
Coreógrafos: Ramses Sigl
D. coro: André Máspero
Intérpretes: Adrian Eröd, Goran Juric, Adela Zaharia, Airam Hernández, Federica Lombardi, Marco Mimica, Cody Quattlebaum, Marina Monzó
Coro y Orquesta Titulares del Teatro RealPersonalmente tengo que decir que he tenido mala suerte con los Don Giovanni a los que he asistido. Tan mala suerte que creo que este es el mejor que he visto. Y tengo también que reconocer que me surgen unas cuantas contradicciones después de ver la representación. Unas cosas me gustan mucho, otras, menos. Pero si nos fijamos en el conjunto, en todos los elementos (que no son pocos) que componen esta producción, puedo decir que salí del Teatro contenta después de haber disfrutado.Don Giovanni parece tener algún tipo de maldición en Madrid, pues las representaciones que de él se han hecho en las últimas décadas no han sido precisamente brillantes. La de Claus Guth, que se estrenó en 2008 en el Festival de Salzburgo y que llega ahora al Teatro Real, se mantiene desde entonces en los escenarios con bastante dignidad. Es además la única ópera de Mozart que permaneció en el repertorio desde su estreno en el período romántico, cuando el resto habían desaparecido de las programaciones.Existen dos versiones de Don Giovanni, la de Praga de 1787 y la de Viena en 1788, que es la que se representa en esta ocasión, aunque se ha prescindido del sexteto final y del dúo entre Zerlina-Leporello. Como Mozart escribía para los cantantes, adaptó la versión de Viena para la soprano austríaca Caterina Cavalieri para el rol de Elvira, una de las más famosas cantantes del momento. Lo mismo hizo con el papel de Don Ottavio, que en Viena fue interpretado por Francesco Morella, para quien escribió el aria de Il mio tesoro, un tenor con más habilidad y facilidad para la coloratura que Antonio Baglioni, que estrenó la versión en Praga.Guth ha creado un bosque de un realismo extraordinario. Giratorio, como no podía ser de otra manera tratándose del director alemán. El bosque… ese lugar donde nos escondemos o nos amamos. Un lugar en el que podemos sentir miedo, nos perdemos e inquietamos, pero donde siempre las emociones son fuertes.La escenografía de Claus Guth empieza alterando el libreto, pues el Comendador hiere de muerte a Don Giovanni ya en la obertura, a modo de spoiler. A partir de aquí asistimos a la agonía, en tiempo real, de un Don Giovanni que es como un animal cazado y herido en un bosque que, al girar, además de resultar un poco mareante, va desvelando los misterios y rincones en los que transcurren las escenas. Todo ello en una permanente y brillante penumbra creada por Olaf Winter. Hay espacio para un coche, una parada de autobús o un columpio. Todo, menos un palacio.Tampoco acompaña a sumergirse en la obra mozartiana el vestuario ni elementos escénicos incomprensibles, como la alusión a las drogas de Don Giovanni y, en general, la falta de sensibilidad en una obra como esta.Ivor Bolton, que se maneja muy bien en el repertorio mozartiano, tuvo un resultado un tanto desigual en esta ocasión. Fue de menos a más, tras una obertura un poco apagada, como casi toda la primera parte, llegó una segunda con mayor musicalidad y refinamiento en las cuerdas. La música conseguía sofocar los momentos en los que la escenografía te sacaba de la obra. No entendí que la mandolina de James Ellis tuviera que estar amplificada. No se si fue esta la causa de la falta de pulcritud en su emisión en un aria que, por otra parte, estuvo hábilmente iluminada creando uno de los momentos más sublimes de la representación.El cuadro de cantantes ha estado muy equilibrado. Cabes destacar la interpretación del Don Giovanni de Adrian Eröd, de un alto nivel interpretativo. Frívolo y apresurado en sus conquistas mientras agoniza. Lástima que su emisión no fuera limpia, parecía que tenía algún problema. El frio, quizá. Un personaje tratado escénicamente como un pobre hombre errático. Nada que ver con el Don Juan que tenemos interiorizado.El croata Goran Jurik ofrece una buena imagen de Comendador, gracias a su presencia escénica y su poderosa voz de bajo en un rol poco agradecido, por breve.Adela Zaharia me gustó en su papel de Donna Anna. La soprano rumana combinó sensibilidad con solvencia vocal y una buena interpretación. Ella, como el resto de solistas, tuvieron que cantar mientras mantenían el equilibrio sobre un escenario irregular. A veces se piensa poco en los cantantes y mucho en elementos inestables e innecesarios del decorado.Tampoco estuvo mal la Donna Elvira de Federica Lombardi, con una solida zona central y buenos en los agudos que le permitieron momentos de brillantez.El Leporello del croata Marko Mimica tuvo casi más protagonismo vocal que el propio Don Giovanni. No así en la faceta interpretativa. Aunque se echan de menos voces verdaderamente graves en la actualidad, Mimica cumplió con su rol.

El papel de Don Ottavio ha estado interpretado por Airam Hernández, un personaje pusilánime que quedó bien retratado por el tenor tinerfeño que estuvo a buen nivel también en la parte vocal.

La Zerlina de Marina Monzó fue una de las satisfacciones de la noche, que no sorpresa. Junto al Masetto de Cody Quattlenaum, crearon una pareja bien compenetrada en la parte teatral.

Otra noche de ópera en el Teatro Real, que se está comportando como un gran buque que avanza, contra viento y marea y manteniendo el rumbo, en un inmenso océano de hielo.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real/Teatro Real
Vídeos: Teatro Real

Rusalka

Entre los días 12 y 27 de noviembre el Teatro Real ofrecerá 10 funciones de Rusalka, de Antonin Dvořák, en una nueva producción del Teatro Real, coproducida con la Säschsische Staatsoper de Dresde, el Teatro Comunale de Bolonia, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, en los que se presentará después de su estreno en Madrid.

Rusalka, estrenada en Praga en 1901, fue la penúltima de las once óperas de Antonín Dvořák (1841-1904) y, sin duda, la más célebre de todas las que compuso.

El libreto, del poeta y dramaturgo Jaroslav Kvapil, está basado en la leyenda centroeuropea que inspiró el libro Undine (1811) de Friedrich de la Motte Fouqué y en el cuento La sirenita (1837) de Hans Christian Andersen, en el que una ninfa de las aguas decide abandonar su mundo acuático a cualquier precio para perseguir al príncipe al que ama.

La partitura, en la que laten sutilmente el influjo de Wagner y de las corrientes del nacionalismo musical centroeuropeo, entrelaza diferentes leitmotiv y temas del folclore bohemio, con una distinta orquestación para representar el mundo de la naturaleza y los espíritus ­-con mayor riqueza armónica y una paleta tímbrica diáfana y delicada- y el mundo de los hombres, con una instrumentación más convencional y oscura.

El director de escena Christof Loy tiende un puente entre estos dos universos aparentemente irreconciliables, ahondando en los sentimientos, pasiones, anhelos y contradicciones de los personajes, que, en una atmósfera fantasmal, transitan de la vida al escenario, en una producción que es un profundo homenaje al teatro como territorio de catarsis y sublimación de las emociones.

El reino de las aguas -con Rusalka, su autoritario padre Vodník, la avezada hechicera Ježibaba (convertida en su madre) y las ninfas, sus hermanas- esconde complejas y conflictivas relaciones entre los personajes que, en la concepción de Loy, se transforman en una extraña y olvidada familia de teatro con un pasado glorioso, cuyos miembros, como espectros, viven de recuerdos nostálgicos, pero también de ilusiones. Y en ese espacio cerrado, decadente y evocador concebido por el escenógrafo Johannes Leiacker, con iluminación de Bernd Purkrabek y vestuario de Ursula Renzenbrink, todo se mueve con el sueño de una bailarina coja enamorada, que aspira a llegar al cielo con sus zapatillas de punta y el poder transformador del amor.

En perfecta consonancia con esta visión psicológica de los personajes de Rusalka, Ivor Bolton, director musical del Teatro Real, estará al frente de dos selectos repartos en los que se alternarán, en los papeles protagonistas, las  sopranos Asmik Grigorian y Olesya Golovneva (Rusalka); los tenores Eric Cutler y David Butt Philip (El príncipe); las sopranos Karita Mattila y Rebecca von Lipinski (La princesa extranjera); los bajos Maxim Kuzmin-Karavaev y Andreas Bauer Kanabas (Vodnik) y las mezzosopranos Katarina Dalayman y Okka von der Damerau (Ježibaba).

El Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real interpretarán por primera vez esta ópera, que vuelve al escenario del Real después de 96 años de ausencia y a punto de cumplir el 120 aniversario de su creación.

ACTIVIDADES PARALELAS

 Del 15 de octubre al 17 de diciembre | Instituto Internacional

Ciclo de cine: a finales de los años 40 y durante los 50 del siglo XX, productores, directores, guionistas, actores, músicos de Hollywood fueron objeto de una espectacular persecución que afectó profundamente a la industria del cine. Este ciclo, con las películas en inglés subtituladas en castellano, recoge algunos títulos que sufrieron esa caza de brujas.

– Sesiones de noviembre: Un día en Nueva York (5/11), La jungla de asfalto (12/11), Solo ante el peligro (19/11), Vacaciones en Roma (26/11).

– Sesiones de diciembre: La ley del silencio (3/12), Fugitivos (10/12), Espartaco (17/12).

Actividad gratuita previa inscripción en www.iie.es

5 de noviembre, 20:15 horas | Teatro Real, Sala Gayarre

Enfoques: encuentro con Ivor Bolton (director musical de Rusalka), Christof Loy (director de escena de  Rusalka), Pablo Rodríguez (musicólogo y crítico de El País) y Joan Matabosch (director artístico del Teatro Real).

Interpretación de canciones del ciclo Canciones de amor Op. 83, de Antonin Dvořák, por la soprano Juliette Mars y el pianista Mack Sawyer.

Asistencia presencial con aforo limitado y retransmisión en directo por el canal Youtube del Teatro Real.

10 de noviembre, 19:00 h. | Centro Checo de Cultura

Conferencia en streaming: el musicólogo norteamericano David R. Beveridge, especializado en la obra y vida de Dvořak, ofrecerá una conferencia a través de Zoom sobre el compositor checo, sus orígenes, sus fuentes de inspiración y su influencia en la música.
Actividad gratuita en madrid.czechcentres.cz

Desde el 13 de noviembre, 19:00 horas | Museo Nacional de Artes Decorativas

Cuentacuentos en streaming: bajo el título Agua de luna, el público a partir de 9 años podrá celebrar su particular viernes 13 y disfrutar de un cuento con fantasmas, un pantano de aguas profundas y misteriosas y un príncipe enamorado de una niña mágica. Una historia de amores imposibles y brujas.
Actividad gratuita en www.museoartesdecorativas.es y en su canal de YouTube.

14 y 22 de noviembre, 12:00 y 16:00 h. | Rutas del Emperador Carlos V

Visita guiada: el palacio de los condes de Osorno en Pasarón de la Vera (Cáceres) abre sus puertas en exclusiva para, en grupos de seis personas, conocer la leyenda que encierra sus muros y que, como en Rusalka, cuenta una historia de amores imposibles.
Actividad gratuita previa inscripción. Más información en admin@itineracarolusv.eu

15 de noviembre, a las 12:00 horas | Teatro Real, Sala principal

En el 120 aniversario del estreno de Rusalka, los solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real ofrecerán un programa en torno a Antonín Dvořák.

Programa:

Antonín Dvořák: Terzetto en Do Mayor op. 74 para violines y viola

Bedřich Smetana: Cuarteto de cuerdas n°1

Josef Suk: Meditación op. 35 para cuarteto de cuerdas

Antonín Dvořák: Cuarteto de cuerdas n°13

16 de noviembre, 19.00 horas | Instituto Internacional

Tertulia literaria: Alix E. Harrow, autora de A Witch’s Guide to Escape: A Practical Compendium of Portal Fantasies, con el que ganó el Premio Hugo, ofrecerá una animada charla en inglés a través de Zoom para hablar de brujería, bibliotecas y libros en la que el público podrá participar libremente.
Actividad gratuita previa inscripción en www.iie.es

21 de noviembre, 17:00 horas | Museo Naval

Cuentacuentos: el renovado Museo Naval abre sus puertas para acoger una divertida y singular actividad para niños de entre 3 y 7 años, en la que se contará la historia de la ninfa Rusalka. El acto, que será presencial, tiene el aforo limitado a cinco personas.
Actividad gratuita previa inscripción en www.armada.defensa.gob.es/museonaval

22 de noviembre, 12:00 horas | Museo del Romanticismo

Cuentacuentos: la experta narradora Alba Muñoz pondrá voz al cuento de La sirenita, de Hans Christian Andersen, una obra maestra en la que se inspiró Dvořak para componer su ópera Rusalka. Una actividad para niños a partir de 8 años que les transportará a un mundo mágico.
Actividad gratuita previa reserva en www.culturaydeporte.gob.es/mromanticismo

23 de noviembre, 19:00 horas | Instituto Internacional

Conferencia en streaming: la escritora Alix E. Harrow se reunirá virtualmente con el público para hablar de la brujería y el voto femenino, temas principales de su nueva novela The Once and Future Witches. El acto, que será en inglés, tratará la lucha por los derechos de las brujas en el movimiento sufragista.
Actividad gratuita previa inscripción en www.iie.es

25 de noviembre, 17:30 horas | Museo Arqueológico Nacional

Visita guiada: un recorrido singular y exclusivo para conocer de la mano de un guía especializado las salas de Grecia, donde el público asistente podrá descubrir las muchas sirenas, ninfas y otros seres fantásticos que pueblan algunas de las piezas de la colección del museo.
Actividad gratuita con reserva de plaza. Más información en www.man.es

29 de noviembre, a las 12:00 y a las 17:00 horas | Teatro Real, Sala Gayarre

¡Todos a la Gayarre!: talleres musicales para toda la familia, con dirección y presentación de Fernando Palacios.  Historia de una sirena. 

Una ninfa hechiza con sus canciones al que se acerque al lago.

Fotografía: Javier del Real

Se ofrecerán 8 funciones de la ópera, entre el 17 y el 27 de marzo, en una nueva producción del Teatro Real, que reafirma su compromiso con la recuperación del patrimonio lírico español.

Aquiles en Esciros se estrenó en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid en 1744 para festejar el enlace de la infanta María Teresa Rafaela de España, hija de Felipe V, con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV.

En su puesta en escena de la ópera, Mariame Clément –que dirigió antes Platée, de Rameau, escrita para celebrar la misma boda- recrea el estreno de Aquiles en Esciros en Madrid a través de la infanta española, que adquiere un gran protagonismo dramatúrgico en la producción.

La escenografía y figurines de Julia Hansen evocan la libertad y fantasía del Barroco y la atmósfera de ensoñación del universo mitológico.

El director musical del Teatro Real, Ivor Bolton, estará al frente de dos elencos, del Coro Titular del Teatro Real y de la Orquesta Barroca de Sevilla, además de interpretar el clavecín.

La partitura original de la ópera, conservada en la Biblioteca Histórica Municipal Conde Duque de Madrid, fue recuperada por el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), en edición moderna a cargo del musicólogo Álvaro Torrente.

Aquiles en Esciros será retransmitida en directo por ARTE TV el 27 de marzo, a las 20.00 horas, en una coproducción audiovisual de François Roussillon, Arte TV, Mezzo y RTVE. Posteriormente la producción será editada en DVD y estará disponible en el catálogo de My Opera Player, plataforma audiovisual del Teatro Real.

El 25 de marzo a las 20.00 horas la ópera será retransmitida en diferido para los países de la UER, Unión Europea de Radiodifusión, y el 28 de marzo, a las 20.00 horas, para toda España por Radio Clásica, de RNE.

En torno a Aquiles en Esciros se han organizado un gran número de actividades paralelas en el Teatro Real, Fundación Juan March, Museo del Prado, Museo Arqueológico Nacional, Museo Nacional de Escultura de Valladolid, Biblioteca Nacional, Círculo de Bellas Artes, Institut Français de Madrid, Vila romana La Olmeda y Fundación SGAE.

Coincidiendo con las funciones de la ópera, el Teatro Real acogerá, del 25 al 27 de marzo, el Congreso Internacional de Musicología Parole del Metastasio, que reunirá a filólogos y musicólogos internacionales expertos en el legado del libretista.

Las funciones de Aquiles en Esciros cuentan con el patrocinio de la Junta de Amigos del Teatro Real.

AQUILES EN ESCIROS, DE FRANCESCO CORSELLI

Contexto histórico

En la Europa del siglo XVIII las guerras religiosas habían dado paso a las contiendas puramente territoriales, con constantes tratados, alianzas y pactos, muchos de ellos sellados con matrimonios reales. En este contexto se enmarca la boda de la infanta María Teresa Rafaela de España ─hija de Felipe V e Isabel de Farnesio─ con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV, que se celebró por poderes en Madrid, el 18 de diciembre de 1744, y en persona en Versalles, el 23 de febrero de 1745, y con la que se pretendía apaciguar las tensas de relaciones entre ambos países.

Para celebrar el enlace de los futuros reyes de Francia ─que finalmente no reinarían por la prematura muerte de ambos─ se estrenaron dos obras: Achille in Sciro (Aquiles en Esciros), de Francesco Corselli el 8 de diciembre de 1744, en el Coliseo del Palacio del Buen Retiro de Madrid, abriendo los festejos de la boda, en presencia de la infanta y de los reyes de España, antes de que la joven partiera para Francia; y Platée (Platea), de Jean-Philippe Rameau, presentada en la Grand Écurie de Versalles un mes después del enlace ante la familia real francesa.

Un año después de los fastos de esta boda, fallecía en París la infanta española como consecuencia del parto de una niña que moriría a los 2 años. El delfín de Francia le sobreviviría casi 20 años, junto a su segunda esposa, aunque murió de tuberculosis antes de llegar a reinar.

Aquiles en Esciros se verá por segunda vez en Madrid, 275 años después de su estreno, pero hoy sabemos que el enlace que se celebraba no tuvo el final feliz que corona la ópera.

Francesco Corselli (1705-1778)

Francesco Corselli, natural de Piacenza e hijo de Charles Courcelle, maestro de baile francés de Isabel de Farnesio en Parma, se formó y consagró como compositor en Parma y Venecia, donde estrenó sus dos primeras óperas. En 1733 vino a España, desempeñando años más tarde el cargo de maestro de la Capilla Real durante cuatro décadas. Su notoria influencia italiana en la vida cortesana se vio reforzada por la presencia del célebre castrato Farinelli (1705-1782), excelso cantante y consejero musical de los reyes a lo largo de los más de 20 años que residió en Madrid.

La producción de Corselli, con un notable catálogo de obras mayoritariamente religiosas, acompaña la evolución del barroco musical europeo de mediados del siglo XVIII, ya tardío y sobrio, hasta entroncar con el clasicismo. De sus seis óperas conocidas, dos tienen, como Aquiles en Esciros, libreto de Pietro Metastasio (1698-1782), gran amigo de Farinelli que, según el musicólogo Álvaro Torrente, habría intervenido en los contactos con el libretista, la selección de intérpretes y otros detalles relativos a la producción de la ópera.

Pietro Metastasio escribió 27 libretos de ópera sobre los que se compusieron cerca de 900 partituras a lo largo del siglo XVIII. El de Aquiles en Esciros fue redactado en 1736, en apenas 18 días, para celebrar los esponsales de María Teresa de Austria, con música del compositor Antonio Caldara. El mismo libreto sería utilizado en otras 38 óperas, casi todas, como la de Francesco Corselli, caídas en el olvido.

Aquiles en Esciros, de Francesco Corselli

Entre paréntesis, las tesituras de los intérpretes en la producción del Teatro Real.

La ópera narra el jugoso episodio de la vida de Aquiles (Achile, contratenor, tesitura de soprano), en el que su madre, Tetis, decide enviarlo a la isla de Esciros para evitar que el valiente e impulsivo joven participe en la guerra de Troya, donde, según el oráculo, perderá la vida.

Con la complicidad y vigilancia del viejo Nearco (tenor) y la ayuda incauta del rey Licomedes (Licomede, bajo), Aquiles se oculta entre sus hijas disfrazado de mujer con el nombre de Pirra, lo que le permite conocer y disfrutar, incógnito, del encanto y placeres de la juventud femenina. En ese juego erótico y camaleónico de travestismo esconde su secreta relación amorosa con Deidamia (soprano), hija de Licomedes, destinada a desposar al joven Teagene (soprano), que a su vez está enamorado de Pirra / Aquiles.

En medio de estos hilarantes enredos, cuya ambigüedad sexual es acentuada por las tesituras, también travestidas, de los cantantes, llega a la isla el poderoso Ulises (Ulisse, contratenor, tesitura de mezzosoprano), advertido ya de la situación y decidido a rescatar a Aquiles para capitanear el ejército griego. Conociendo su ímpetu guerrero e intempestivo, utiliza todas las artimañas para seducirlo: pronuncia un elocuente discurso en el que apela a la heroica defensa de Grecia, ofrece regalos a las hijas del rey ocultando una espada para Aquiles y simula un falso ataque a la isla que despierta, finalmente, el brío del futuro héroe de la epopeya.

A partir de ese momento la ópera adquiere su carácter épico de opera seria y Aquiles deja la fogosidad juvenil y se debate, hasta el final de la obra, con las grandes cuestiones éticas que subyacen en el mito:

─ ¿Una vida corta con gloria o larga sin ella?

─ ¿El amor bienaventurado o la lucha por un ideal?

─ ¿La inmortalidad en el Edén o la muerte heroica como un hombre?

La nueva producción del Teatro Real

La directora de escena Mariame Clément indaga sobre estas y otras cuestiones en su original dramaturgia, presentando Aquiles en Esciros a la verdadera infanta María Teresa Rafaela como una especie de “éducation sentimentale”, en la que los personajes y las sucesivas escenas de la ópera le harán reflexionar sobre los sentimientos, los placeres, los ideales, los deberes, las dudas, los miedos y los atributos del hombre y de la mujer.

Con la complicidad de la escenógrafa y figurinista Julia Hansen, con quien trabaja regularmente, Clément sitúa la trama de la ópera en una “gruta encantada” de perfume rococó, que evoca las falsas ruinas de los jardines dieciochescos; o el vientre femenino, curvilíneo y libidinoso de una madre protectora; o la roca de una isla imaginaria. Ahí vive Aquiles disfrazado, imberbe y juguetón, en igualdad de circunstancias que las mujeres, y de ahí saldrá maduro y presto a luchar por su pueblo, investido de masculinidad y heroísmo, dispuesto a dejar a su amada después de la feliz boda que concluye la ópera. Un camino de iniciación y de nacimiento de un héroe y un viaje de la ópera del siglo XVIII desde la libertad sexual, abstracción y goce del barroco primigenio a los convencionalismos de género que se impondrían en los siglos siguientes.

Fotografía: © Javier del Real | Teatro Real

La Orquesta Titular del Teatro Real ha ofrecido esta tarde en la Sala Alfried Krupp de la Filarmónica de Essen  un concierto dedicado al compositor italiano Gioacchino Rossini, en el que ha contado con la participación de la soprano australiana Jessica Pratt y el tenor ruso Jessica Pratt, bajo la batuta de Ivor Bolton, director musical del Teatro Real y Artista en Residencia de la Filarmónica de Essen.

Ivor Bolton es uno de los grandes protagonistas de la actual temporada musical de la ciudad alemana con seis conciertos a su cargo, en los que ya ha dirigido a la Orquesta del Festival de Dresde, la Orquesta Sinfónica de Basilea y al Chowerk Ruhr y la orquesta de cámara Concerto  Köln. Tras la actuación de esta noche, junto a la Orquesta Titular del Teatro Real, regresará a Essen el próximo 29 de mayo con la Mozarteum Orchester Salzburg, de la que también fue director titular.

El público, que llenaba la sala, se ha puesto en pie para premiar a los músicos con una gran ovación, tras disfrutar de un programa en el que se interpretaron arias y duetos de las óperas más conocidas del compositor de Pesaro como Semiramide, Guillermo Tell,  Otello, Le Comte d’Ory, La Cenerentola o El barbero de Sevilla. La primera parte del programa también ha incluido la Simple Symphony, op 4 de Benjamin Britten.

Dos grandes voces han brillado con luz propia en la Gala: Jessica Pratt, reconocida como una de las grandes intérpretes rossinianas del momento, como lo demuestra su presencia habitual en el Festival de Pesaro, con doce papeles de Rossini en su repertorio, y Dmitry Korchak, ganador  del Concurso de Canto Francesc Viñas y del cuarto premio de Operalia, cuya voz ya es demandada por teatros de ópera de todo el mundo. Korchak ha actuado en sustitución de Xabier Anduaga, inicialmente previsto y que ha cancelado por enfermedad.

La pasada temporada, en marzo de 2019, la Orquesta Titular del Teatro Real participó en el Festival Internacional Rostropóvich de Moscú, bajo la dirección de Gustavo Gimeno, con la violinista Leticia Moreno como solista, y la anterior, el Teatro Real fue el principal invitado en el Festival de Savonlinna, en la celebración del centenario de la independencia de Finlandia, con una adaptación del montaje de I puritani, realizado por Emilio Sagi, con el Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real, con dirección musical de Evelino Pidó.

Fotografía: © Helena Poveda / Teatro Real

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La Calisto 4

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La Calisto 6

La Calisto 7

 

La Calisto, efervescencia venecianaLA CALISTO
Francesco Cavalli (1602-1676)
Dramma per musica en un prólogo y tres años
Libreto de Giovanni Faustini, basado en el libro II de
Las Metamorfosis (8 d.C.) de Ovidio
Estrenado en el Teatro San Apollinare de Venecia el
28 de noviembre de 1651
Estreno en el Teatro Real
Producción de la Bayerische Staatsoper de Múnich
Madrid 25 de marzo, 2019
D. musical: Ivor Bolton
D. de escena: David Alden
Escenógrafo: Paul Steinberg
Figurinista: Buki Shiff
Iluminadora: Pat Collins
Coreógrafa: Beate Vollack
Reparto: Dominique Visse, Karina Gauvin, Monica Bacelli,
Luca Tittoto, Nikolay Borchev, Louise Alder, Tim Mead,
Guy de Mey, Ed Lyon, Andrea MastroniLa Venecia del siglo XVII es un lugar propicio para el divertimento, llena de vida, carnavalesca y burlona. Siempre recelosa de una Roma que llegó a excomulgar a las autoridades venecianas por considerar a la ciudad un tugurio de sodomización. Es en este contexto en el que nace La Calisto, obra del que era el gran dominador de la ópera veneciana, Francesco Cavalli. Con gran sentido dramático y acierto en la elección de los libretos, supo poner en esta obra toda su artillería satírica para ejercer una descarnada crítica a los clérigos, políticos y artistas romanos. Esta era su peculiar forma de ajustar cuentas con ellos.Cavalli trabajaba como maestro de Capilla de San Marcos sin olvidar su verdadera pasión, la composición de óperas. Escribió más de 40 de las que se han perdido casi un tercio. De las 27 que se conservan, La Calisto es la más popular desde que fuera rescatada en los años 70 por el director Raymond Leppard.Cavalli debería ser tan conocido como Monteverdi o Haendel, cuyas obras forman parte del repertorio habitual de todos los teatros.Esta inquieta sociedad italiana tiene su reflejo en las expresiones artísticas y musicales a través de una evidente evolución. Aparecen los primeros solistas, se abandonan los madrigales de 5 partes, los textos ganan en importancia y deben ser entendidos por un público que, por primera vez, asiste a este tipo de espectáculos pagando su entrada. Se necesitan nuevos instrumentos que doten a las obras de una base continua más potente que la del laúd tradicional. Aparece entonces un nuevo instrumento con base mitológica griega, El chitarrone, que empieza a escucharse en las óperas tempranas y venecianas.

La Calisto, como buena representante de la ópera veneciana, está compuesta por escenas breves y gran variedad de personajes y tramas que se suceden con gran fluidez.

Este estilo consigue transmitir, de forma eficaz y dinámica, una historia mediante transiciones de escenas y conjuntos que hace que estas obras tengan un especial atractivo para nuevos públicos, acostumbrados a los movimientos rápidos de la televisión y medios de comunicación.
Los directores de escena siempre han tenido cierto reparo a la hora de abordar obras barrocas. No resulta fácil escenificar los largos recitativos ni el estatismo de sus personajes. Puede que sea esta la razón por la que algunos directores se enredan en planteamientos imposibles y/o surrealistas, creando escenografía no siempre acertadas.

David Alden ha ideado una especie de pasacalle psicodélico por el que van desfilando un nutrido grupo de personajes que siempre resultan muy atractivos para un escenógrafo, dioses, seres humanos y animales mitológicos se suceden en divertidas escenas cargadas de sexualidad y lascivia. Alden ha reflejado muy bien a través de personajes satíricos, la burla de Cavalli hacia las autoridades romanas.

Pero la escenografía también está cargada de elementos escénicos prescindibles, que no hacen ninguna aportación al drama y que a veces distrae de las escenas que no necesitan tanto adorno estéril para ser entendidas.

Ivor Bolton se pone en esta ocasión al frente de dos conjuntos barrocos excelentes, por un lado, la Orquesta Barroca de Sevilla, con alguno de sus destacados miembros, Sylvan James y Elisabeth Bataller, violines; Kepa Artetxe y Elena Borderías, violas; Mercedes Ruiz, violonchelo; Ventura Rico, contrabajo; Simone Nill y Katja Schönwitz, flautas de pico; Bork-Frithjof Smith y David Gebhard, cornetos y Philip Tarr estuvo al frente de una percusión que resultó excesiva y hasta molesta en algunos momentos.

Y por otro lado, el Monteverdi Continuo Ensemble, un grupo liderado por el propio Ivor Bolton, especializado en óperas barrocas e improvisación y creado para estas ocasiones. En La Calisto participan con 4 claves tocadas por el propio Bolton, Luke Green, Roderick Shaw y Bernard Robertson; Mark Lawson, órgano; Fred Jacobs, Michael Freimuth y Joachim Held, a los chitarrones, instrumentos que en el siglo XVII apenas dejaban ver el escenario a un público que protestaba por la longitud de su caña; Friederike Heumann, lirona y viola de gamba; Joy Smith, Violonchelo (continuo) y Frank Coppieters, contrabajo (continuo).

También se han introducido algunos instrumentos de viento, como las trompetas naturales, interpretadas por los miembros de la Orquesta Titular del Teatro Real Ricardo García y Marcos García Vaquero, que no figuran en el manuscrito original de Cavalli y que forma parte de la actualización de esta nueva edición crítica elaborada por Álvaro Torrente, que ha proporcionado una base sólida y fiel del texto a partir del cual se ha podido realizar este trabajo de recomposición en una obra con gran capacidad para introducir el elemento de la improvisación.

La dirección de Bolton al frente de estos conjuntos es extraordinaria. Ante una partitura como esta, sobre la que ha trabajado en profundidad, instrumentando algunos pasajes, demuestra su gran conocimiento y dominio del repertorio barroco. Realiza una gran labor de conexión entre los distintos grupos musicales que consiguen una perfecta afinación. Su acierto en la dirección quedó demostrado con la ovación del público antes del inicio de la segunda parte.

Hay que resaltar el equilibrio del conjunto vocal. El bajo Luca Tittoto, como Giove, demostró sus dotes interpretativas, sobre todo disfrazado de Diana y utilizando el falsete. Demostró un registro central muy interesante. Hizo buena pareja con el Mercurio de Nikola Borchev.

Calisto estuvo interpretada por la británica Louise Alder. Un hermoso timbre bien y potentemente proyectado fue suficiente para dar vida a su personaje, algo ñoño y simplón.

El Endimione de Tim Mead estuvo cargado de ternura en la parte interpretativa, regaló al público momento llenos de lirismo y gusto en el canto. Hizo muy buena pareja teatral y vocal con la Diana de Monica Bacelli, que demostró su dominio del barroco.

Sin duda el triunfador de la noche fue Dominique Visse. Este discípulo de Alfred Deller es un experto en su cuerda y en el repertorio de contratenor. Su voz no es la misma que cuando fundó en el 78 el Ensemble Clément Janequi, pero su capacidad interpretativa suple cualquier dificultad vocal y hace las delicias del público.

El resto del reparto estuvo a gran altura, eso que alguno no lo tenía fácil desde sus plataformas, como es el caso de Ed Lyon, interpretando a Pane.

Una producción interesante que nos permite ser optimistas a quienes pensamos que existe un déficit de obras barrocas en nuestros teatros. Esperemos que cunda el ejemplo y la buena aceptación del público sea tenida en cuenta.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

La Calisto

Entre los días 17 y 26 de marzo el Teatro Real ofrecerá 9 funciones de La Calisto, de Francesco Cavalli, una insolente, lasciva e hiperbólica ópera barroca, que se presentará por primera vez en Madrid, en una producción estrenada en la Ópera Estatal de Baviera en 2005, repuesta tres veces más en ese teatro y presentada en la Royal Opera House en 2008, siempre con gran éxito.

Al prolífico compositor y empresario teatral Francesco Cavalli (1602-1676) se le atribuye el nacimiento de la ópera en Venecia y su consolidación como género artístico popular, que llegó a llenar, a mediados del siglo XVII, seis teatros distintos en la ciudad de los canales. Un público ávido de espectáculo, diversión y transgresión acudía a la ópera para disfrutar de las historias truculentas de sus protagonistas, del ingenio de la maquinaria escénica y de la fantasía de los disfraces, en un mundo de ilusión sin censuras.

La Calisto es el epítome de todo esto: una trama llena de humor, maquinaciones, sexo, crítica social y subrepticias resonancias morales; una música inventiva y melodiosa que permite el lucimiento e improvisación de los cantantes; abundantes escenas para estimular el cambio de telones, trampillas, y trucos escénicos; imprescindibles juegos de transformismo ─ Calisto es convertida en oso y luego asciende a los cielos en forma de constelación…─ y un elenco de personajes fantásticos ─dioses, semidioses, ninfas, sátiros…─ para exhibición de disfraces exóticos.

El libretista de la ópera, Giovanni Faustini (1615-1651), fiel y prolífico colaborador de Cavalli, que murió prematuramente después del estreno de la ópera, articula con ingenio dos episodios de la mitología greco-romana extraídos de Las Metamorfosis de Ovidio: la seducción de la joven Calisto por el lujurioso Júpiter y la aventura amorosa prohibida entre la diosa Diana y el bello pastor efebo, Endimione.

La ópera es una parodia en la que se enfrentan dioses y humanos, hombres y mujeres, libertinos y castos, ninfas y sátiros, movidos por el deseo, la pasión, el sexo, los celos y la venganza: pulsiones demasiado humanas que padecen igualmente las divinidades de la Arcadia. Sin embargo, más allá de esta sátira descarada y luminosa, hay críticas a la censura impuesta a Galileo Galilei y a la depravación moral de la sociedad veneciana de entonces, con un mensaje subliminal agridulce: “el imperio de los sentidos, que favorece la libidinosidad de los dioses, lleva a la infelicidad” (Joan Matabosch, artículo del programa de mano).

David Alden ─que dirige su cuarto título en el Teatro Real, después de Alcina (2015), Otello (2016) y Lucia di Lammermoor (2018)─ presenta el mundo delirante de La Calisto, con guiños cómplices al espectador de hoy, en un decorado de evocaciones psicodélicas de Paul Steinberg, con figurines inspirados en el comic diseñados por Buki Shiff e iluminación de Pat Collins.

El director musical del Teatro Real, Ivor Bolton, que ya dirigió esta producción en el Covent Garden de Londres y en la Ópera Estatal de Baviera, volverá a hacerlo en el Teatro Real, en esta ocasión al frente del Monteverdi Continuo Ensemble y de la Orquesta Barroca de Sevilla.

Tal como ha sucedido en la ópera Idomeneo, recientemente presentada en el Real, Ivor Bolton acompañará los recitativos en uno de los tres claves que se utilizarán en la ópera.

Un doble reparto de cantantes muy afines al repertorio barroco dará vida a los personajes de La Calisto: Karina Gauvin y Rachel Kelly (L’Eternità / Giunone), Monica Bacelli y Teresa Iervolino (Il Destino / Diana / Le furie),  Luca Tittoto y Wolfgang Schwaiger (Giove), Nikolay Borchev y Borja Quiza (Mercurio), Louise Alder y Anna Devin (Calisto), Tim Mead y Xavier Sabata (Endimione), Guy de Mey y Francisco Vas (Linfea, Dominique Visse (La Natura / Satirino / Le furie), Ed Lyon y Juan Sancho (Pane) y Andrea Mastroni (Silvano).

 

Eleonora Buratto

La soprano Eleonora Buratto, una de las cantantes favoritas del maestro Riccardo Muti, con quien desde hace una década trabaja habitualmente en los más célebres escenarios internacionales, será Elettra en el próximo estreno del Teatro Real: Idomeneo, re di Creta de Mozart, con dirección musical de Ivor Bolton y firma escénica de Robert Carsen. Tras su extraordinario éxito en su debut en la Royal Opera House como Micaëla (Carmen), y antes de su actuación en Simón Boccanegra de Verdi junto a Plácido Domingo en la Wiener Staatsoper, Eleonora Buratto regresa al escenario del coliseo madrileño para interpretar, por primera vez, a la princesa de Argos, enamorada de Idamante; rol mozartiano que interpretará de nuevo en abril en el Teatro Massimo de Palermo. Tres años después de su aplaudida Mimì (La bohéme) en el Gran Teatre del Liceu, el próximo mes de julio, la soprano de Mantua volverá al coliseo barcelonés, para debutar el rol de Luisa Miller de Verdi.

Considerada por público y crítica como una cantante de extraordinario talento,  la joven soprano italiana cuenta con un amplio currículum de actuaciones en los más célebres  festivales y teatros de ópera de reconocido prestigio internacional como el Festival de Salzburgo, el Festival Aix-en-Provence, el Festival de Ravenna, la Arena di Verona, el Teatro alla Scala de Milán, la Metropolitan Opera de Nueva York, la Lyric Opera de Chicago, la Wiener Staatsoper, la Royal Opera House de Londres, la Opernhaus de Zurich, el Teatro San Carlo de Nápoles, el Teatro all’Opera di Roma, el Teatro Real de Madrid, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Semperoper de Dresde o la Dutsch National Opera de Ámsterdam, entre otros. Muy activa también en el campo concertístico, ha cantado Stabat Mater de Rossini con la Orquesta y Coro del Teatro Real en la Catedral de Toledo, en Roma junto a la Accademia Nazionale de Santa Cecilia, y en el Teatro Comunale de Módena, en un homenaje a su maestro Luciano Pavarotti; la Petite Messe Solennelle de Rossini en el Wiener Konzerthaus y en la Philharmonie de Luxemburgo; la Sinfonía nº 4 de Mahler, los Vier letzte Lieder y el Requiem de Verdi en el Teatro San Carlo de Nápoles; la Sinfonía nº 2 de Mahler en la Ópera de Florencia, y la Misa en si menor de Bach en Chicago, acompañada por la Chicago Symphony Orchestra.

Eleonora Buratto ha colaborado con destacados directores como Zubin Mehta, Riccardo Muti, Daniele Gatti, Gianandrea Noseda, Ivor Bolton, Daniel Harding, Fabio Luisi, Ottavio Dantone, Michele Mariotti o Juraj Valcuha, entre otros.

Sus próximos compromisos incluyen su regreso al Metropolitan Opera de Nueva York y el debut en la Staatsoper de Berlín, además de actuaciones en Londres, Tokio y Ámsterdam.

http://www.eleonoraburatto.com/

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Only the sound remains

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Only the sound remains
Kaija Saariaho (1952)
Opera en dos partes
Libreto de Ezra Pound y Ernest Fenollosa, basado en Tsunemasa
y Hagaromo, dos piezas del clásoco teatro noh japonés.
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con De Nationale Opera & Ballet de Ámsterdam, la Finnish National Opera de Helsinki, la Opéra National de Paris y la Canadian Opera Company de Toronto.
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Peter Sellars
Escenógrafa: Julie Mahretu
Figurinista: Robby Dulveman
Iluminador: James F. Ingalls
Diseñador de sonido: Christophe Lebreton
Ingenieros de sonido: Timo Kurkikangas, David Poissonnier
Reparto: Philippe Jaroussky, Davone Tines,
y la bailarina Nora Kimball-MentzosNho quiere decir acción o talento. Es la forma más tradicional de teatro japonés. Nho integra el canto la danza y la poesía de forma sutil y elegante en unas escenografías extremadamente sencillas, donde nada cambia y solo aparece la figura de un pino como único elemento escénico. Nada debe distraer de lo verdaderamente importante, la expresión de las emociones humanas.

Ernest Fenollosa, uno de los japonólogos más importantes, dejó tras su muerte en 1908, algunas traducciones inéditas de piezas tradicionales del teatro noh japonés. El poeta estadounidense Ezra Pound, perteneciente a la Lost Generation, y firme defensor de poner la poesía antigua al servicio de una concepción más moderna y conceptual, adaptó dos de esas obras traducidas por Fenollosa, Tsunemasa y Hagaromo, que han sido la base inspiradora de la obra de la compositora finlandesa Kaija Saariaho.

Only the sound remains no es una ópera al uso. Se encuentra en la vanguardia de la música contemporánea, con todo lo que esto supone en cuanto a la experimentación con el sonido. Un tratamiento conceptual donde Saariaho emulsiona elementos tradicionales, como el Kantele, instrumento tradicional finlandés, y elementos electrónicos para modificar o amplificar el sonido. Saariaho crea una música atmosférica, un experimento sonoro y filosófico en el que hay que abandonarse, algo que no siempre es fácil o posible.

Como en el teatro noh, la escenografía de Peter Sellars, buen conocedor y admirador de las corrientes minimalistas orientales, ha dibujado un escenario extremadamente sencillo. El pino como único elemente escenográfico del noh, ha sido sustituido aquí por dos lienzos de la artista de origen etíope, Julie Mehretu.

El encargo para esta producción consiste en dos lienzos de gran tamaño en los que ella ha trazado una serie de marcas de tinta a distintos niveles que nos dan rápidamente una impresión de caligrafía china o japonesa. Realiza sus obras durante varios meses pintando capa sobre capa. En Only the sound remains puede verse la evolución de esas capas al tiempo que avanza la obra, lo que profundiza en su espiritualidad.

Las dos historias que componen esta ópera son muy sencillas, pero también profundas. Nos hablan de pérdidas, de renuncias y de reencuentros. Del rastro (el sonido) que deja en nuestras vidas aquello que un día amamos. En la primera, “Always Strong”, un guerrero muerto en batalla regresa como fantasma para intentar volver a tocar su laud.

La segunda historia, “Feather Mantle”, trata de un pescador que encuentra una hermosa capa de plumas propiedad de un ángel que la necesita para regresar al cielo. El pescador la devolverá a cambio de contemplar una danza celestial.

La primera es una historia sombría, angustiosa. La segunda es una historia luminosa y cautivadora. Ambas están interpretadas por el contratenor Philippe Jaroussky, el joven espíritu y el ángel, y por el bajo barítono Davone Tines, sacerdote y pescador. Para ambos intérpretes escribió Kaija Saariaho estos personajes. La voz de de Jaroussky, que ha perdido parte de la pirotécnia de sus inicios pero ha ganado en matices y intensidad, es perfecta para los personajes sobrenaturales que interpreta. En algunos momentos su voz es distorsionada por ordenador lo que proporciona un efecto tímbrico sorprendente.

Más discretas son las prestaciones vocales del barítono Davone Tines, pero abordó sus dos protagonistas con solvencia. En el aspecto teatral, no hay que achacarle a él el estatismo de sus personajes, esa falta de movimiento es muy del gusto del genial Sellars.

La bailarina Nora Kimball-Mentzos, musa y colaboradora en numerosas producciones de Peter Sellars, llenó el escenario en la segunda historia con una danza llena de sensibilidad y delicadeza. Durante el tiempo que está en escena, no puedes dejar de observarla.

En una parte elevada del foso se encuentran los siete músicos, un cuarteto de cuerda, Meta 4 Quartet, formado por Antti Tikkanen y Minna Pensola, violín, Atte Kilpelänen, alto, Tomas Djupsjöbacka, violonchelo, Heikki Parviainen, percusión, Eija Kankaanranta, kantele y Camila Hoitenga, flauta. Junto a ellos el cuarteto vocal Theatre of Voices, formado por Else Trop, soprano, Iris Oja, alto, Paul Bentley-Angell. Tenor y Steffen Brunn, bajo. Ambos ensembles llevan tiempo colaborando con Kaija Saariaho. Este conocimiento mutuo y el virtuosismo de todos ellos consiguen unos resultados sonoros sorprendentes. Emiten todo tipo de sonidos con una precisión milimétrica a las órdenes de un Ivor Bolton exacto y riguroso en cada una de sus indicaciones, creando una textura atmosférica envolvente.

Quizá estas formas de expresión artística requieran de un espacio más recogido, más íntimo. En cualquier caso, siempre es un acierto programar nuevas experiencias que no serían posibles de otro modo.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real

Only the Sound Remains

Se ofrecerán 7 funciones de la ópera, entre el 23 de octubre y el 9 de noviembre, en una coproducción del Teatro Real con la Nationale Opera & Ballet de Ámsterdam, la Opéra national de Paris y la Canadian Opera Company.

Peter Sellars, responsable, junto a Kaija Saariaho, de la génesis de la ópera, ha concebido una puesta en escena estilizada, hipnótica y poética, que invita a la participación ritual del público.

La escenografía es de la gran pintora etíope Julie Mehretu, conocida por sus murales abstractos y estratificados, de la que el Centro Botín ha ofrecido recientemente, con gran éxito, la más completa retrospectiva europea.

Only the Sound Remains será interpretada por el mismo trío protagonista que estrenó la partitura en 2016: el contratenor Philippe Jaroussky, el bajo-barítono Davone Tines y la bailarina Nora Kimball-Mentzos.

Junto a ellos actúan el cuarteto vocal Theatre of Voices, el cuarteto de cuerdas Meta4 Quartet, tres músicos finlandeses -Camila Hoitenga (flauta), Eija Kankaanranta (Kantele, instrumento tradicional finlandés) y Heikki Parviainen (percusión)-, conChristophe Lebreton y Timo Kurkikangas en el diseño y tratamiento del sonido.

Al frente de este conjunto camerístico estará Ivor Bolton, director musical del Teatro Real, al que veremos explorar un nuevo registro dentro de su amplísimo repertorio.

En torno a Only the Sound Remains se están ofreciendo, desde el pasado 10 de octubre, múltiples propuestas culturales en el Teatro Real, Instituto Internacional, Residencia de Estudiantes y Museo de Artes Decorativas.

Radio Clásica, de RNE, retransmitirá en diferido Only the Sound Remains, en fecha todavia por determinar.

Las funciones de Only the Sound Remains están patrocinadas por la Fundación BBVA.

El próximo 23 de octubre se estrena en España Only the Sound Remains, de la compositora finlandesa Kaija Saariaho (Helsinki, 1955), encargada y coproducida por el Teatro Real junto con la Nationale Opera & Ballet de Ámsterdam, la Ópera Nacional Finlandesa, la Opéra national de Paris y la Canadian Opera Company.

El estreno mundial de la ópera ─con dirección de escena de Peter Sellars, y protagonizada por el contratenor Philippe Jaroussky, el bajo-barítono Davone Tines y la bailarina Nora Kimball-Mentzos tuvo lugar en Ámsterdam el 15 de marzo de 2016. Posteriormente se presentó en Helsinki (abril de 2017) y en París (enero 2018), siempre con una excelente acogida por parte del público y de la crítica internacional.

La ópera se basa en dos evocadores cuentos que tradujo Ezra Pound (1885-1972), extraídos de la recopilación de relatos orientales que escribió el poeta y japonólogo de ascendencia española Ernest Francisco Fenollosa (1853-1908) partiendo del teatro noh japonés.

En el primer cuento, Always Strong (Siempre fuerte), un joven guerrero y virtuoso laudista, muerto heroicamente en el campo de batalla, reaparece convertido en un atormentado fantasma, incapaz de tañer su bello instrumento como otrora; en el segundo, Feather Mantle (El manto de plumas), un pescador encuentra una deslumbrante capa de plumas que solamente está dispuesto a devolver al ángel que la posee, si éste le baila su danza celestial.

La riquísima paleta sonora de Kaija Sariaaho, de sorprendentes texturas tímbricas, armonías flotantes y una depurada utilización del tratamiento electrónico del sonido, concede a ambos relatos una atmósfera cósmica y misteriosa, en los que la trama, como una alegoría, se diluye en una especie de celebración metafísica.

Las dos historias, de temas independientes, pero de simétrico andamiaje, indagan sobre nuestra relación con lo sobrenatural, con seres y universos intangibles, con un mundo espiritual cada vez más alejado de la realidad física, material y veloz que nos atrapa. En esta huida hacia delante Peter Sellars reivindica la ópera como un puente simbólico hacía ese ‘otro lado’, una travesía mágica con la participación, casi ritual, del público.

Philippe Jaroussky, protagonista de los dos cuentos que conforman la ópera, vuelve al Teatro Real después de sus actuaciones en Celos aún del aire matan de Juan Hidalgo (2000), L’incoronazione di Poppea de Claudio Monteverdi (2010), y dos conciertos: uno dedicado a Händel ─Fuegos de artificio de un castrato (2011)─ y otro, a Vivaldi (2014).

En Only the Sound Remains su voz alcanza registros y timbres casi sobrehumanos, debido al tratamiento electroacústico concebido por Kaija Saariaho, que escribió los papeles especialmente para él. A su lado, dos artistas afroamericanos: la bailarina Nora Kimball-Mentzos, que desdobla su personaje, y el bajo-barítono Davone Tines, habitual colaborador de la compositora.

Junto a ellos el cuarteto vocal Theatre of Voices ­–Else Torp, Iris Oja, Paul Bentley-Angell y Steffen Bruun─, el cuarteto de cuerdas Meta4 Quartet ─Antti Tikkanen, Minna Pensola, Atte Kilpeläinen y Tomas Djupsjöbacka─ y tres instrumentistas finlandeses: Heikki Parviainen (percusión), Camila Hoitenga (flauta) y Eija Kankaanranta (Kantele, instrumento tradicional finlandés semejante a la cítara).

Al frente de este conjunto camerístico estará Ivor Bolton, director musical del Teatro Real, al que veremos explorar un nuevo registro dentro de su amplísimo repertorio, con la sensibilidad y musicalidad que exige la partitura.

En Only the Sound Remains el coro, orquesta y solistas que conforman una ópera tradicional se reducen a un pequeño conjunto vocal e instrumental acrisolado y orgánico, que actúa en un espacio espectral enmarcado por los murales abstractos de Julie Mehretu ─una de las más brillantes artistas plásticas actuales─, a los que da vida la iluminación mutante y evocadora de James F. Ingalls: una obra para dejarse llevar cuando baja el telón y el mundo se para.

Gloriana

Entre los días 12 y 24 de abril se ofrecerán 9 funciones de Gloriana, de Benjamin Britten, en una nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la English National Opera y la Vlaamse Opera (Ópera Flamenca) de Amberes. Será la séptima ópera del gran compositor inglés que se presenta en el Teatro Real desde su reapertura ─Peter Grimes (1997), El sueño de una noche de verano (2006), La violación de Lucrecia (2007), Otra vuelta de tuerca (2010), Muerte en Venecia (2014) y Billy Budd (2016)─, además de las obras infantiles El pequeño deshollinador (2005, 2006 y 2008) y El diluvio de Noé (2007).

Gloriana llegará por primera vez a Madrid bajo la batuta del director musical del Teatro Real, Ivor Bolton ─cuya lectura de Billy Budd, el pasado año, fue unánimemente aplaudida─ y con dirección de escena de David McVicar, muy fiel a la dramaturgia de la ópera. Este prestigioso director escocés volverá a demostrar su meticuloso y hondo trabajo actoral, que ya hemos podido ver en 2010, también con un título de Britten ─una intimista e inquietante versión de Otra vuelta de tuerca─ y posteriormente en La traviata y Rigoletto, ambas de 2015.

Benjamin Britten (1913-1976) compuso Gloriana para celebrar la coronación de la reina Isabel II de Reino Unido, que ha cumplido recientemente 65 años de reinado. El solemne y pomposo estreno de la ópera en el Covent Garden de Londres el 8 de junio de 1953, con la presencia de los más altos dignatarios del Reino Unido y de la realeza europea, resultó un estrepitoso fracaso, ya que la ópera retrata con crudeza un episodio poco digno de la atribulada vida de la reina Isabel I (1533-1603), que se debate entre sentimientos y pasiones ‘demasiado humanos’, sin el aura heroica que esperaba el público selecto congregado para la ocasión.

Ver a la mítica ‘reina virgen’ renacentista, ya en edad avanzada y en el apogeo de su  reinado ─en el que florecieron William Shakespeare, Francis Bacon o Christopher Marlowe─ enamorada del joven (y casado) conde de Essex y actuando con ira y despecho, o despojada de su peluca en la intimidad de sus aposentos, supuso tal desconcierto para los asistentes, que la crítica castigó a Britten sin compasión, confundiendo el valor intrínseco de la partitura con la inadecuación de su tema a las circunstancias festivas del acontecimiento.

Después de un largo letargo, y ya alejada del contexto social de entonces, Gloriana fue poco a poco imponiéndose en la programación de los teatros, por la calidad musical y dramatúrgica de la ópera, que alterna momentos de magnificencia operística casi verdianos con escenas de intimismo, una orquestación refinada llena de evocaciones de la música renacentista ─sobre todo de Purcell─, y personajes herederos del teatro shakesperiano.

Son precisamente dos británicos conocedores de la rica tradición teatral inglesa y de la obra de Britten los encargados de dirigir la producción que se estrenará en el Teatro Real.

David McVicar sitúa a la Reina en el centro de un mundo palaciego corrompido e hipócrita, que ella controla con mano de hierro, en la misma medida en que es atentamente vigilada por súbditos y cortesanos, en una Europa inmersa en luchas religiosas y territoriales.

Isabel I se mueve en una escenografía depurada y conceptual de Robert Jones, que enfatiza el trabajo actoral de los intérpretes. El rico vestuario isabelino concebido por Brigitte Reiffenstuel, inspirado en pinturas de la National Gallery de Londres, asume un carácter casi escenográfico. La ópera reflejará así, en la escena, la ósmosis que traspasa también la música de Britten, escrita en el siglo XX pero impregnada de olores y colores renacentistas.

Ivor Bolton estará al frente de un doble elenco encabezado por las sopranos Anna Caterina Antonacci y Alexandra Deshorties, que estarán secundadas por un reparto muy coral ─Leonardo Capalbo y David Butt Philip (Robert Devereux, conde de Essex), Paula Murrihy y Hanna Hipp (Frances, condesa de Essex), Duncan Rock y Gabriel Bermúdez (Charles Blount, Lord Mountjoy), Sophie Bevan y Maria Miró (Penelope, Lady Rich, hermana del conde de Essex), Leigh Melrose y Charles Rice (Sir Robert Cecil, secretario del Consejo), David Soar y David Steffens (Sir Walter Raleigh, capitán de guardia)─ y acompañadas por el Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real y los Pequeños Cantores de la JORCAM.

El estreno de Gloriana en Madrid, el próximo 12 de abril, contará con la presencia de los más de 250 profesionales de la ópera congregados en el Teatro Real para la primera edición del World Opera Forum, lo que dará a este acontecimiento musical una proyección verdaderamente mundial.

AGENDA DE ACTIVIDADES PARALELAS

Febrero y marzo | Teatro Real, Sala de actividades paralelas

La ópera al descubierto: Gloriana

9 de abril, a las 19.30 horas | Residencia de estudiantes

Encuentro con Luis Gago (crítico musical) y María Lozano (profesora de literatura y cultura en lengua inglesa)

Retransmisión en streaming en http://www.edaddeplata.org/

14 de abril, a las 20.00 horas | Retransmisión en directo de Gloriana

Radio Clásica retransmite la ópera en directo en España y para todos los países de la UER, Unión Europea de Radiodifusión.

14 de abril, a las 12.00 horas | Teatro Real, Sala principal

Ópera en cine: proyección de la ópera Roberto Devereux, de Gaetano Donizetti, protagonizada por Mariela Devia y Gregory Kunde, con dirección musical de Bruno Campanella y dirección de escena de Alessandro Talevi.

14 de abril, a las 12.00 y 13.00 horas | Instituto de Historia y Cultura Naval. Museo Naval

Cuenta-cuentos para toda la familia en torno a la figura de Isabel I de Inglaterra.

Actividad gratuita. Imprescindible inscripción previa.

16 de abril, a las 18.30 horas | Instituto de Historia y Cultura Naval. Salón de actos del Cuartel General de la Armada

Conferencia: Inglaterra vista desde España. Imágenes en la distancia y realidad política en la segunda mitad del siglo XVI. Por Magdalena de Pazzis Pi Corrales, profesora titular de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid.

16 de abril, a las 11.30 horas | Instituto de Historia y Cultura Naval. Museo Naval

Visita-taller infantil: niños de 8 a 12 años podrán ver piezas de barcos españoles del siglo XVI.

Actividad gratuita. Imprescindible inscripción previa.

18 y 25 de abril y 9 de mayo a las 19.30 horas | Fundación Juan March

Ciclos de Miércoles con tres conciertos de música de cámara dedicados a las obras finales de Benjamin Britten

Podrán seguirse en directo en el Canal March

25 de abril a las 17.30 horas | Filmoteca Española, Cine Doré. Sala 1

Ciclo de cine Teatro Real: Noche de ópera

Sonrisas de una noche de verano, de Ingmar Bergman (1955)

29 de abril, a las 12.00 y 17.00 horas | Teatro Real. Sala Gayarre

Todos a la Gayarre, taller para público familiar: Las danzas de las reinas

Las músicas de la corte de las reinas Isabel I e Isabel II

Con el Winduquartet: Clara Cowley, Eloi Fuguet, Eva Jornet y Marcel Leal

Lucio Silla

Con tan solo 14 años, y durante una gira por los entonces Reinos de Italia junto a su padre, Mozart estrena la primera ópera seria de su carrera, Mitridate, rè di Ponto. Tal fue el éxito obtenido que el joven Mozart recibió otro encargo del Teatro Regio Ducal de Milán, una ópera para celebrar, dos años más tarde, los carnavales de invierno de la capital lombarda.

Lucio Silla es una obra crucial en la evolución del lenguaje musical de Mozart. Aunque conserva muchos de los convencionalismos de las óperas del siglo XVIII, como el protagonismo de un personaje histórico e interminables recitativos seguidos de interminables arias. Sin embargo, encontramos ya algunos elementos inéditos, como el acompañamiento orquestal de los recitativos. Esta nueva estructura musical anticipa los cambios que se consolidarán con Idomeneo y que formarán parte del estilo inconfundible de sus óperas más maduras, como Don Giiovanni o Cosí fan tutte.

Mozart trabajaba con gran disciplina y sin apenas tiempo. Había convocado a los más virtuosos cantantes del momento a 6 semanas del estreno para comenzar los ensayos. Como era costumbre en la época, las particelas fueron compuestas pensando en las características vocales de cada intérprete, llevándolos al límite de su capacidad. Esto hacía casi inviable que cualquier otro cantante pudiera abordar el papel. Razón principal por las que Lucio Silla, una vez estrenada, tardase 200 años en volver a ser representada.

Los papeles principales estaba a cargo del gran tenor Arcangelo Cortoni, como Lucio Silla, el castrato Venanzio Rauzzini, en el papel de Cecilio y la soprano Anna de Amicis, como Giunia. Pero la mejor prueba de la genialidad del adolescente Mozart llegó cuando solo faltaban 6 días para el estreno. El protagonista Cortoni cayó enfermo y tuvo que ser sustituido a toda prisa por otro tenor. Nadie se atrevía a asumir las dificultades de aquel papel y fue un mediocre cantante de oratorios quien, muerto de miedo por la dificultad del personaje, se atrevió con el. Para ello, Mozart tuvo que mutilar seriamente la partitura del dictador adaptándolo a las posibilidades vocales del cantante. A pesar de reducir su intervención en solo 2 arias, Mozart consigue transmitir la psicología del personaje, complicadamente dubitativo e incapaz de expresar lo que siente, dejando la responsabilidad de expresar los sentimientos de Silla a la orquesta.

Una escenografía de alto voltaje teatral

Para un director de escena, Lucio Silla es un regalo envenenado. A lo largo de la historia ha sido considerada una obra imposible por su estatismo. Las obras barrocas despiertan no pocos recelos entre los directores de escena por sus arias

dacappo y la dificultad que entraña esta estructura musical a la hora de dotar a la escenografía de la fluidez deseada. Lucio Silla no es escénicamente como otras obras posteriores de Mozart, piezas teatrales en si mismas. El espíritu de los personajes tiene más peso que su vocalidad, aunque ésta sea endiablada para los cantantes.

Esta ópera, casi contemplativa, posee también una gran carga dramática que Claus Guth ha sabido captar a la perfección. Ha conseguido crear una escenografía donde los cuadros fluyen ante el público con ritmo, venciendo el estatismo con un efecto de movimiento continuo casi cinematográfico.

Como es costumbre en el desarrollo escénico de Guth, se presenta una radiografía psicológica de los personajes y sus sentimientos. Este viaje a la introspección de los protagonistas lo consigue a través de las atmósferas, siempre opresivas, que describen con gran exactitud la intención de los protagonistas. Destaca una buena dirección de actores y una estructura arquitectónica giratoria con túneles subterráneos. Un submundo en el que se desarrollan sueños y pesadillas. Es aquí donde los juegos de luces y sombras de Manfred Voss, que han sido actualizados para la ocasión por Jünger Hoffmann, adquieren gran belleza y protagonismo.

Acertada es también la fría desolación que acompaña a Lucio Silla. Una estancia que descifra la compleja psicología de un dictador de carácter voluble, vacilante e imprevisible. Silla aparece en una habitación de decadentes azulejos blancos que se van manchando con la sangre que derrama. Parece la estancia de un carnicero.

La dirección de Ivor Bolton

Lucio Silla es una partitura impropia de un adolescente de 16 años por su complejidad, por su madurez y por ser tan prolija en detalles. Se han mantenido las arias originales con pequeñas adaptaciones para mejorar los tempis, lo que ha facilitado la fluidez en la dirección de un Ivor Bolton que continua la extraordinaria senda marcada la temporada pasada con Billy Budd y Rodelinda.

En esta ocasión, y ya desde la larga obertura, consigue un perfecto equilibrio entre metales y cuerdas. Su lectura de la obra y el trabajo realizado con la orquesta, tomando la letra y no la música como punto de partida, ha dado al sonido la vibración y el pulso que la partitura precisa. Sobre todo en los momentos en los que la orquesta desmenuzaba los entresijos del personaje principal. Los recitativos están acompañados al clave por el propio Bolton, lo que permite una conexión mayor con la orquesta. Siempre atento a los detalles y pendiente de los cantantes, a los que facilita mucho el trabajo, junto con una escenografía que facilita la proyección de la voz y el canto en boca de escenario.

Un reparto muy equilibrado

Lucio Silla requiere por igual cualidades vocales y dramáticas. Y en esa línea están los protagonistas de esa producción, Kurt Streit y Patricia Pertibon.

El tenor estadounidense Kurt Streit, encargado de dar vida al protagonista, es un gran conocedor del estilo mozartiano y excelente actor, algo muy importante en esta producción. Nos presenta un Lucio Silla vacilante y de poca entidad, inseguro y sin carácter. Al final de la obra, cuando se transforma en magnánimo y abandona el trono, aparece una acertada intención histriónica. Su excelente interpretación compensa una voz ya en franca decadencia.

Patricia Petibon es puro teatro. Su expresividad y personalidad sobre el escenario tuvieron merecida respuesta por parte del público. Tuvo algún momento de dificultad en el aria ¡Ah, se il crudel periglio! donde la coloratura se hace imposible, pero lo compensó con creces con un amplio repertorio de gestos que describen la angustia del personaje. La intensidad dramática de Petibon, por encima de la vocalidad, no desmerece ni al personaje ni a la partitura, sobre todo tras improvisar un desgarrador pasaje al final de la primera parte.

A Silvia Tro Santafé le tocó dar vida al complejo papel de Cecilio. Una partitura casi imposible que la valenciana solventó con una profesionalidad impecable. Su aria inicial “Il tereno momento”, de una dificultad extrema por los cambios de registro, fue resuelta con una solvencia solo superada por el virtuosismo. Voz de gran volumen y expresividad, con un fraseo en italiano y una línea de canto impecables. El dúo con Giunia fue un momento de gran belleza y delicadeza. Siendo una de las mezzosopranos más destacadas y valiosas en estos momentos, sorprende que no tenga más presencia en escenarios nacionales.

María José Moreno fue otra de las alegrías de la noche. Su personaje no alcanza las exigencias vocales de los protagonistas, pero tiene unos sobreagudos que la soprano granadina emitió sin despeinarse. El rol de Cecilia resulta un poco melindroso, pero sus tres intervenciones (se ha eliminado una de sus arias) son brillantes. Aportó frescura con su hermoso y mediterráneo timbre y una dicción perfecta.

La mezzosoprano letona Inga Kalna en su papel de Lucio Cinna, exageró un poco la masculinidad del personaje y resultó algo tosca. Buen volumen de sonido pero poco refinado. Pero supo mantenerse a la altura del reparto.

Sin duda este ha sido un buen inicio de temporada en un año importante para un Teatro Real que celebra su 200 aniversario. La temporada se presenta muy atractiva y la ópera es uno de esos lugares donde los sueños encuentran refugio. Ríndanse al arte.

LUCIO SILLA
Dramma per musica en tres actos
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Libreto de Giovanni de Gamerra
Estrenada en el Teatro Regio Ducal de Milán el 26 de diciembre de 1772
Nueva producción del Teatro Real
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Claus Guth
Reposición: Tine Buyse
Escenografía y figurines: Christian Schmidt
Iluminación: Manfred Voss
Dramaturgia: Ronny Dietrich
D. del coro: Andrés Máspero
Reparto: Kurt Streit, Patricia Petibon, Silvia Tro Santafé,
Inga Kalna, María José Moreno, Kenneth Tarver

El gallo de oro en el Teatro Real de Madrid

A menudo los cuentos infantiles sirven para presentar de manera cándida situaciones o personajes desagradables, que se utilizan para aportar una reflexión con propósitos moralizantes o críticos.

Este es el caso del cuento El gallo de oro, escrito por Aleksandr Pushkin, inspirado en los  Cuentos de la Alhambra de Washington Irving, y que el libretista Vladímir Balsky adaptó para que Nikolái Rimski-Korsakov compusiera su decimoquinta y última ópera.

La ambigüedad inicial de Rimski con el régimen zarista, se tornó en claro rechazo tras la masacre del llamado Domingo rojo, en  1905, cuando el gobierno del Zar Nicolás II ordenó al ejército abrir fuego contra los ciudadanos, incluidos mujeres y niños, que pacíficamente se habían manifestado para pedir mejores condiciones de vida. El trauma que causó esta masacre, no solo estimuló las posteriores revoluciones en Rusia, también movilizó a muchos intelectuales que, como Rimski, fueron censurados por expresar su oposición al régimen a través de sus obras. Esta fue la razón por la que El gallo de oro no se estrenó hasta después de la muerte de su autor.

En esta nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Théâtre Royal de la Monnaie de Bruselas y la Opéra National de Lorraine, su director de escena, Laurent Pelly, realiza una brillante interpretación de la idea del compositor en esta obra, convirtiendo la crítica en sátira para ridiculizar de manera magistral al régimen zarista, al ejército y al pueblo, que pasa de la servidumbre de un régimen a otro, con disciplinada docilidad. La acertada escenografía no cambia nada de su carácter fabulador que es, en definitiva, lo que permite que la obra tenga una potente carga de agresividad inteligente y atemporal. Pelly quiere transmitir el miedo que recorría esos momentos históricos y quiere que el público haga su propia traducción. Los figurines, diseño de Pelly, contribuyen a dar el toque mágico y burlesco del cuento.

Las escenas se desarrollan sobre lo que parece una gran montaña de escombros, los del propio régimen, sobre los que el grotesco Zar Dodón, siempre en pijama, aparece en una gran cama, a modo de trono, desde la que dirige entre sueños los destinos de un pueblo muy poco intrépido. Su incapacidad queda reflejada ridículamente en una escena que muestra su torpeza para cantar y bailar. Junto al él, sus dos hijos, el Zarévich Afrón y el Zarévich Guidón, dos personajes simplones y torpes con una muy buena interpretación del barítono Iurii Samoilov y del tenor Boris Rudak, respectivamente.

El gobernador Polkán, es otro personaje inútil, cómodamente asentado en su cargo, del que da buena cuenta el bajo Alexander Vinogradov.

El único personaje con cierta carga de autoridad es Amelfa, el ama de llaves a la que da vida la mezzosoprano polaca Agnes Zwierko, que fortaleció al personaje con sus tonos oscuros.

La soprano armenia Nina Minasyan dio vida a la zarina Shemajá, adueñándose del segundo acto. Una hermosa voz, llena de agilidad y sensualidad para interpretar el misterioso personaje.

El bajo Alexey Tikhomirov  fue un excelente Zar Dodón, torpe y ridículo. Su potente voz nos recordó a esas voces profundas que escasean cada vez más.

Extraordinario trabajo el del coro, tanto en el aspecto vocal como en el interpretativo. Destacar el grupo de nobles boyardos, magníficamente interpretado.

La joven soprano Sara Blanch fue el gallo de oro desde el foso. Pequeño pero importante papel que resolvió con valentía, potencia y mejor voz que algunos de los que estaban sobre el escenario.

El tenor Barry Banks interpretó al caprichoso astrólogo. Una figura interesante gracias a la peculiaridad tímbrica de su voz.

Ivor Bolton, del que no se olvida su trabajo con Billy Budd, ofrece una magnífica versión de esta partitura con tintes orientales, al gusto de la época, llena de momentos íntimos y brillantes. Su conexión y ascendente sobre la orquesta es evidente  y el resultado es de una solvencia incontestable. Destacó el interludio que tras el segundo acto interpretaron el propio Bolton, al piano, y una de las violinistas de la orquesta, de los compositores Efrem Zimbalist y Fritz Kreisler, basadas en la propia ópera.

Una función más que agradable con un trasfondo interesante que hace reflexionar. Aunque el propio Pelly dijo en rueda de prensa: “no me gusta reducir una obra a la actualidad”, es imposible no trasladarse al presente. Ejemplos no nos faltan.

El gallo de oro
Nikolai Rimski-Kórsakov (1844-1908)
Ópera en tres actos con prólogo y epílogo
Libreto de Vladimir Belsky, basado en el poema El cuento del gallo de oro de Aleksandr Pushkin
Estrensada en el Teatro Solodovnikov de Moscú en 1909
D. musical: Ivor Bolton
D. escena y figurinista: Laurent Pelly
Escenografía: Barbara de Limburg
Iluminador: Joél Adam
Coreógrafo: Lionel Hoche
Responsable de la reposición escénica: Benoit de Leersnyder
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Alexey Tikhomirov, Boris Rudak, Iruii Samoilov, Alexander Vinogradov, Agnes Zwierko, Barry Banks, Nina Minasyan, Sara Blanch
Coro y Orquesta titulares del Teatro Real

Texto:Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeo: Teatro Real

Rodelinda

Rodelinda, una de las más bellas óperas de Händel llegaba por primera vez al Real en la que es ya la temporada de los grandes estrenos.

El Londres de 1725 es la ciudad más cosmopolita de Europa. Con más de un millón de habitantes y ajena a los conflictos que se suceden en el continente, disfruta de una actividad artística notable. Händel, el mayor exponente de la ópera italiana en Londres, no solo ejerce como compositor, sino también como empresario, dirige en esos momentos la Royal Academy of Music, empresa dedicada a actividades operísticas. Los años 1724 y 25 fueron los de mayor actividad creativa del compositor. Durante estos dos años y a toda velocidad, compuso tres grandes obras, Julio César, Tamerlano y Rodelinda. Contaba para ello con el virtuosismo de los mejores cantantes de la época.

El personaje principal de Rodelinda, Bertarino, fue interpretado por el más famoso castrati del momento, Senesino. De Rodelinda se encargó la gran diva Francesca Cuzzioni, no muy agraciada y pésima actriz, pero con una voz y un magnetismo sobre el escenario que hipnotizaba al público. Francesco Borosino estaba considerado también el tenor más importante del momento, se encargaba de dar vida a Grimoaldo. No era habitual encontrar tenores en las composiciones de esa época, y menos en papeles tan extensos, pero Borosino había triunfado con Tamerlano y Händel compuso para él un importante papel.

A pesar de la ser una obra maestra, Rodelinda tuvo un discreto éxito en su estreno y apenas se repuso un par de veces más. La dificultad de encontrar tenores de importancia puede ser una de las razones de sus escasas representaciones en aquel momento. En la actualidad, el barroco parece que se resiste a formar parte del repertorio habitual. Esto puede deberse a la larga duración de estas obras, ya que en el siglo XVII y XVIII la música era un complemento a las actividades recreativas que el público desarrollaba en los teatros, y el “miedo” de algunos directores de escena a esas arias dacappo y recitativos, que ponen en dificultades el ritmo de las obras. El caso es que Rodelinda ha llegado hasta nuestros días siendo una gran desconocida.

Para remediar esta ausencia se ha presentado una nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la ópera de Frankfurt, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y la Opéra de Lyon. Bajo la dirección escénica de Claus Guth, que siguiendo su estilo arquitectónico, del que ya dio buena cuenta su extraordinario Parsifal, ha recreado, junto al escenógrafo Christian Schmidt, una casa palaciega inspirada en el período en el que Händel vivió en Londres.

Para desentrañar la complicada trama de Rodelinda, junto a la obertura y a modo de introducción, Guth recurre a una pequeña genealogía y una escena muda a cámara lenta que nos pone en antecedentes. La gran casa giratoria, dividida en estancias a las que llevan las distintas escaleras, es el mejor escenario para representar las intrigas familiares.

El planteamiento de Guth sabe potenciar todos los elementos importantes de la obra. Proporciona dimensiones diferentes a las arias dacappo y utiliza acciones paralelas para romper el estatismo de las repeticiones. Es aquí donde adquiere gran importancia uno de los personajes principales que, curiosamente, no canta. Se trata del pequeño Flavio, hijo de Rodelinda y Bertarido, que interpreta el actor colombiano Fabián Augusto Gómez. Fue proporcionando las claves de la obra con su magnífica actuación. Flavio vive con dramatismo todas las intrigas familiares y las refleja a través de sus dibujos, que son proyectados en escena. Vive una realidad paralela, que solo él ve, y que le atormenta.

Ivor Bolton, que aún saborea el éxito de Billy Budd, ha reducido el tamaño de la orquesta y ha incorporado instrumentos de época, como el chitarrón a manos de Michael Freimuth, la flauta travesera o las trompas. Muy importante la participación del clavecinista David Bates, cuya conexión con Bolton, también al clave, era evidente y llena de energía. La orquesta fue de menos a más y alcanzó algunos momentos brillantes. Siempre pendiente de los cantantes, Bolton hace una lectura de la partitura muy acertada.

Los protagonistas de las obras barrocas tienen roles muy diferentes a los de la ópera italiana del siglo XIX. Rodelinda es una mujer fuerte y heróica que nada tiene que ver con las delicadas protagonista italianas. La estrella masculina aquí es el contratenor, mucho más sutil que el galán del XIX. Por el contrario, el tenor, protagonista en la ópera italiana, en el barroco ocupa un lugar secundario.

Este segundo reparto, muy español, ha defendido la obra de manera espléndida. Xabier Sabata, como Bertarido, cumplió perfectamente con el papel. Aunque en algún momento tuvo que competir con el volumen de la orquesta, su actuación estuvo inspirada, sobre todo en un emotivo Con rauco mormorio.

La soprano Sabina Puértolas interpretó a una Rodelinda valiente y llena de sensibilidad. Posee un hermoso timbre, centro amplio y consistente y agudos fluidos que crecieron con ella según avanzaba la obra. Usó con elegancia la coloratura, para la que tiene una gran facilidad. Su Ombre, pianre, urne funeste y mio caro bene estuvieron llenos de intención y delicadeza.

El malvado Grimoaldo ha estado interpretado por el tenor Juan Sancho. Su timbre es pulido y soleado. Muy bien en la dramatización creando un Grimoaldo retorcido y superficial al principio y más noble cuando fue desarmado por los acontecimientos. Se echa de menos una voz más voluminosa. Brilló con luz propia en las arias del tercer acto.

Lidia Vinyes-Curtis sorprendió por su fabulosa presencia escénica. Recreó una Eduige frívola y taimada como corresponde al personaje. Tiene buen volumen de voz y cambia con facilidad de registro. Muy bien el Teatro Real al apostar por nuevas voces que tienen una proyección más que interesante.

El Ununlfo del contratenor sudafricano Christopher Ainslie empezó inseguro pero se fue asentando hasta alcanzar un buen nivel, tanto en el volumen como en la calidad de su interpretación.

Garibaldo estuvo interpretado por el barítono español José Antonio López. Su actuación fue convincente y su timbre adecuado, pero el volumen fue por momentos excesivo y poco refinado.

Sin duda esta Rodelinda ha sido un éxito más de esta temporada, lo que debería ser un aliciente para programar más obras barrocas (no tendremos en cuenta la Alcina de pasadas temporadas). Tres horas y media en este caso han sabido a poco.
Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

RODELINDA
Ópera en tres actos
Música de Georg Frirdrich Händel
Libreto de Nicola Fracesco Haym, adaptado del libreto Rodelinda, regina de ´Longobards de Pierre Corneille.
Estrenada en el King´s Theatre de Londres, el 13 de febrero de 1725
Estreno en el Teatro Real
Director musical: Ivor Bolton
Director de escena: Claus Guth
Escenógrafo y figurinista: Christian Schmidt
Iluminador: Joachim Klein
Creador de vídeo: Andi A Müller
Dramaturgo: Konrad Kuhn
Clavecinista: David Bates
Organista: Bernard Robertson
Chitarrón: Michael Freimuth
Reparto: Xavier Sabata, Sabina Puértolas, Juan Sancho, Lídia Vinyes-Curtis, Christopher Ainslie, José Antonio López, Fabián Augusto Gómez
Orquesta Titular del Teatro Real

Rodelinda de Händel

El próximo 24 de marzo el Teatro Real subirá por primera vez a su escenario Rodelinda, ópera de Georg Friedrich Händel, de la que se ofrecerán nueve funciones, hasta el 5 de abril, en una nueva producción del Teatro Real, en coproducción de la Ópera de Fránkfurt, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y la Opéra de Lyon.

Rodelinda, uno de los títulos del compositor alemán menos frecuentes en los escenarios líricos del mundo, y también uno de los más hermosos y cautivadores, se ofrecerá en el Real bajo la dirección musical de Ivor Bolton y la concepción escénica de Claus Guth.

La historia de Rodelinda tiene lugar en Milán, en el palacio de los reyes de Lombardía. Rodelinda, devastada por la aparente muerte de su esposo, el rey Bertarido, y temerosa por la vida y el futuro de su hijo, se convierte en una heroína llena de coraje y astucia para desafiar a Grimoaldo, el tirano que ha usurpado el trono y la acosa para convertirla en su esposa y consolidar así su poder en el estado.

El director de escena alemán, Claus Guth, cuyo trabajo para Parsifal en la pasada temporada del Real recibió una gran acogida por parte del público, es el responsable de esta nueva producción de Rodelinda, en la que vuelve a contar son su colaborador habitual Christian Schmidt, para la elaboración de la escenografía y el vestuario, dejando el desarrollo de la iluminación en manos de Joachim Klein.

Guth nos cuenta la historia de Rodelinda a través de los ojos de su hijo Flavio, personaje sin voz en la partitura, aunque parte fundamental en el desarrollo de la historia, y sitúa a los personajes en el seno de una gran casa de estilo georgiano en plena campiña inglesa. El pequeño es testigo de los acontecimientos y a través de sus sueños, miradas y dibujos infantiles, que son proyectados sobre los muros de la casa, se clarifica la trama y abre el camino que nos permite profundizar en los diferentes perfiles psicológicos de los personajes.

Rodelinda, estrenada en Londres en 1725, es una de las 42 óperas serias compuestas en estilo italiano por Georg Friedrich Händel. En el más puro estilo barroco, la partitura alterna los recitativos y las arias; la palabra, la música y la destreza de los cantantes se combinan para crear momentos de gran belleza y explorar los caminos de la emoción humana.

El libreto de Nicola Francesco Haym está basado en un libreto original de Antonio Salvi, quien se inspira en la tragedia Petharite, roi des Lombards, de Pierre Corneille. En él, seis personajes sustentan el desarrollo de la historia, los seis con similar peso dramático, lo que da más coherencia a la estructura de la obra, y aquí, como ya sucediera en Tamerlano, la voz de tenor adquiere una mayor importancia.

Rodelinda cuenta con un doble reparto de grandes voces internacionales y nacionales, en el que las sopranos Lucy Crowe y Sabina Puértolas se alternarán en la interpretación de la leal reina lombarda. Junto a ellas, los contratenores  Bejun Mehta y Xavier Sabata (Bertarido) y Lawrence Zazzo y Christopher Ainslie (Unulfo), los tenores Jeremy Ovenden y Juan Sancho (Grimoaldo), las mezzosopranos Sonia Prina y Lídia Vinyes-Curtis (Eduige) y los bajos Umberto Chiummo y José Antonio López (Garibaldo).

ACTIVIDADES PARALELAS EN TORNO A RODELINDA

Rodelinda, ópera en pantalla

Proyección de la película de Brian Large (2003, 203 min.)

Adaptación de la puesta en escena de David Alden para la Bayerische Staatsoper
14 de marzo, a las 18.00 horas

Goethe Institut

Calle Zurbarán 21

Entrada libre previa inscripción en el correo electrónico kultur-1@madrid.goethe.org

Encuentro con Claus Guth

Encuentro con el director de escena de Rodelinda.

Participa el periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla

15 de marzo, a las 14.00 horas

Goethe Institut, Calle Zurbarán 21

Entrada libre previa inscripción en el correo electrónico: kultur-1@madrid.goethe.org

Enfoques 

Encuentro con los directores y protagonistas de Rodelinda

17 de marzo, a las 20.15 h.

Teatro Real. Sala Gayarre

Entrada por la calle Felipe V. Acceso libre hasta completar aforo

Concierto de Franco Fagioli

Dmitri Sinkovski, concertino y director

Il Pomo d’Oro
22 de marzo, a las 20.00 horas

Teatro Real. Sala Principal

¡Todos a la Gayarre! 

La reina de los lombardos

Volvemos a la casa de Händel para ver cómo compone

Taller concebido y presentado por Fernando Palacios

Con la colaboración de Sara Águeda (arpa barroca)

26 de marzo, a las 12.00 y a las 17.00 h.

Teatro Real. Sala Gayarre

Entrada por la calle Felipe V

 

Billy Budd

Didficil de entender que una de las obras más importantes del siglo XX no se hubiera representado hasta hoy en Madrid. Billy Budd, la obra más colorista de Benjamin Britten, llegaba al Teatro Real de la mano de una de las más prestigiosas directoras de escena, Deborah Warner, que ha presentado una radiografía perfecta de las intenciones de un Britten que trata con sutileza uno de sus temas más recurrentes, esa dualidad que para él existe entre el bien y el mal.

Se ha ofrecido la segunda versión revisada formada por dos actos más prólogo y epílogo. Esta versión siempre fue la preferida del compositor. Después de ver esta producción, sin duda también es nuestra preferida.

Después del Holandés errante, donde la proa de un barco protagonizaba la escena, llegamos a un Billy Budd en el que el planteamiento es mucho más evocador. El Indomable, un barco de guerra del siglo XVIII, llena el escenario de cabos, maromas y agua. Donde la sensación de movimiento es permanente y a veces real, como ocurre en el último acto. Y es que para Deborah Warner el teatro y el mar están conectados, “Cuando los barcos dejaron de ser de vela y desaparecieron las maromas, aparecieron en los teatros”.

Britten es, sin duda, un gran compositor, pero sobre todo es uno de los más grandes genios dramáticos en términos operísticos. Su sensibilidad a la hora de captar la profundidad del ser humano y construir personajes es extraordinaria, y Deborah Warner es su mejor intérprete. Ha escudriñado cada una de las capas con las que Britten ha cubierto sus personajes para presentarlos al público tal como los ideó el compositor y sin emitir juicios sobre ellos. El resultado no es una compleja producción, inalcanzable a los ojos del espectador de la que tanto gustan algunos directores de escena, sino una genialidad alejada de la superficialidad y cargada de los elementos justos e imprescindibles.

Con plataformas móviles que delimitan los espacios mediante complejos mecanismos escénicos aparentemente sencillos. Con personajes que se describen a sí mismos a través de diálogos íntimos y con un cuadro de cantantes cuyo nivel interpretativo está por encima del de su timbre, algo que en esta ocasión, es casi la clave del éxito.

La obra comienza cuando el público aún no ha terminado de tomar asiento. Aparece en el prólogo y en el epílogo el primero de los tres personajes principales, un anciano Capitán Edward Fairfax Vere que, a modo de flashback, narra la historia. Este papel fue escrito por Britten para su pareja, Peter Pears. Y tal vez no fuera el papel más indicado para él, pues requiere una voz de tenor más amplia y lírica que la que poseía Pears. Aquí está interpretado por el británico Toby Spence, que construye un personaje angustiado e inconsistente martirizado por haber acusado injustamente a un inocente. Bien en sus arias más desgarradoras y profundas.

El segundo protagonista es el joven y cándido Billy Budd. Un marinero lleno de atractivos que encandila a sus compañeros y superiores. El personaje requiere de un barítono con cierta agilidad. Tal vez no sea el caso de Jacques Imbrailo, que da vida al protagonista. Pero su capacidad dramática, incluso atlética (fue capaz de subir a pulso la cuerda mientras cantaba), sirvieron para ofrecer alguno de los momentos de mayor lirismo de la noche. Su última aria antes de morir es como una canción de cuna, evocadora y sencilla, de hondo calado que sobrecogió al público.

El tercer protagonista es el malvado John Claggart. Un personaje lleno de enrevesadas aristas interpretado brillantemente por Brindley Sherratt. Este bajo británico defendió con soltura un hombre torturado y fascinado por Billy Budd al que consigue destruir a base de mentiras. Tiene escenas memorables, en las que transmite a la perfección el dramatismo de un individuo tenebroso y lleno de contradicciones.

El escenógrafo Michael Levine ha realizado un trabajo extraordinario, potenciado por la iluminación de Jean Kalman y la fantástica dirección de actores, con más de cien personajes sobre el escenario, todos hombres. Un barco, el Indomable, en el que se ha conseguido una atmósfera asfixiante y cargada de testosterona y agresividad en el que no se han echado de menos las voces femeninas. Tal vez por la enorme carga emocional que posee la obra y la ternura que comparten alguno de sus personajes, o por la tremenda riqueza orquestal que posee la partitura, con gran variedad de colores en números y voces solistas.

La actuación del coro merece una mención especial, una más. Su profesionalidad y la calidad de sus voces es conocida e indiscutible, pero siguen teniendo la capacidad de sorprender y deleitar. Se mueven a decenas por el escenario con ritmo y soltura, con una capacidad dramática Imprescindible para crear la atmósfera conseguida en ese barco-carcel, para generar movimiento, para creerme la obra y para que la energía que produce la potencia de sus voces acelere las pulsaciones del patio de butacas.

Apareció por fin en el Teatro su director musical Ivor Bolton, y lo hizo para ofrecer una brillante versión de una obra que conoce bien, aunque solo sea por idioma. Se trata de una partitura con una escritura muy ajustada, de gran densidad, con muchos detalles de conjunto en una amplia orquesta en la que se otorga un gran protagonismo a los solistas.

Bolton establece una perfecta comunicación entre el foso y el escenario y el resultado es brillante. Pasa de momentos orquestales de gran intimidad a otros protagonizados por la intensidad y potencia orquestal, como el momento en el que se preparan para la batalla. También es la orquesta la encargada de narrar alguno de los momentos más importantes de la obra. Cuando el capitán Vere comunica a Billy Budd su sentencia, el relato está confiado a la orquesta que lo ejecuta a través de 34 acordes que se repiten y en los que los modos mayores y menores tienen un efecto narrativo asombroso y revelador.

La obra termina casi como empezó, conectando el epílogo con el prólogo a través del recuerdo que de la historia tiene el capitán Vere. El final se diluye y parece querer volver a empezar en un da capo permanente. Es una sensación real, la de querer volver a ver este Billy Budd insuperable que es, sin duda, lo mejor que he visto en este teatro en mucho tiempo.
Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

BILLY BUDD
Benjamin Britten (1913-1976)
Ópera en dos actos con libreto de Edward Morgan Foster y
Eric Crozier, basado en la obra homónima de Herman Melville
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la
Opéra national de Paris, Ópera Nacional de
Finlandia (Helsinki) y el Teatro dell´Opera di Roma
D. musical: Ivor Bolton; D. escena: Deborah Warner
Escenógrafo: Michael Levine; Figurinista: Chloé Obolensky
Iluminador: Jean Kalman; Coreógrafo: Kim Brandstrup
Vídeo: Álvaro Luna; D. coro: Andrés Máspero
D. pequeños cantores: Ana González
Coro y Orquesta titulares del Teatro Real
Pequeños Cantores de la Comunidad de Madrid
Reparto: Jacques Imbrailo, Toby Spence, Brindley Sherratt,
Thomas Oliemans, David Soar, Torben Jüngens,
Christopher Gillett, Duncan Rock, Clive Bayley,
Sam Furness, Francisco Vas, Manel Esteve, Gerardo Bullón,
Tomeu Bibiloni, Borja Quiza, Jordi Casanova, Isaac Galán.
Teatro Real de Madrid 9 de febrero de 2017

Críticas