Jorge de León y Mónica Conesa

El tenor canario Jorge de León y la soprano cubano-estadounidense Mónica Conesa ofrecerán mañana martes 6 de febrero (20h00) en el Teatro de la Zarzuela un recital dedicado íntegramente a este género, en el que unirán composiciones de este lado del Océano con otras obras maestras creadas en la isla caribeña. La expectación suscitada por este concierto ha hecho que las entradas estén agotadas hace semanas.

Mónica Conesa debutará así en el Teatro de la Zarzuela, con algunas de las más bellas joyas de nuestro patrimonio lírico en ambas orillas, acompañada por uno de nuestros grandes y más internacionales intérpretes líricos como es Jorge de León, y ambos secundados por el pianista Juan Francisco Parra.

A lo largo del concierto sonarán páginas imprescindibles de nuestra lírica de de estas y aquellas tierras. La primera parte del recital incluirá romanzas de ‘La marchenera’ de Federico Moreno Torroba, ‘La Dolorosa’ de José Serrano, ‘Jugar con fuego’ o ‘El barberillo de Lavapiés’ de Francisco Asenjo Barbieri con transcripción de Anselmo González del Valle, o ‘Leyenda del beso’ de Severiano Soutullo y Juan Vert.

La segunda parte estará dedicada a la zarzuela cubana con números musicales de ‘Soledad’ y ‘Amalia Batista’ de Rodrigo Prats, ‘María la O’ de Ernesto Lecuona o ‘Cecilia Valdés’ de Gonzalo Roig.

La Dolores

La Dolores
Drama lírico en tres actos
Tomás Bretón (1850-1923)
Libreto: Tomás Bretón, basado en el drama rural de José Feliú y Codina
Estrenado en el Teatro de la Zarzuela, el 16 de marzo de 1895
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela
D. musical: Guillermo García Calvo
D. escena: Amelia Ochandiano
Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda
Vestuario: Jesús Ruiz
Iluminación: Juan Gómez Cornejo (AAI)
Coreografía: Miguel Ángel Berna
Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela)
Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, Director: Antonio Fauró
Coro de Voces Blancas Sinan Kay, Dirección: Mónica Sánchez
Rondalla Lírica de Madrid «Manuel Gil»
Reparto: Saioa Hernández, Jorge de León, José Antonio López,
María Luisa Corbacho, Rubén Amoretti, Javier Tomé, Gerardo Bullón

Se ha esperado 85 años para volver a ver en el Teatro de la Zarzuela La Dolores, del maestro Tomás Bretón, del que se cumple el centenario de su fallecimiento. Es esta una forma extraordinaria de rendir homenaje a quien, desde su puesto de director del Real Conservatorio de Música de Madrid, trabajó en pro de la modernización de los estudios de música en España.

Se estrenó en este teatro el 16 de marzo de 1895, con gran éxito, nada menos que 63 representaciones. El libreto y la música son del propio Bretón, y está basado en un drama rural de José Feliú y Codina. Inicialmente se iba a estrenar en el Teatro Real, pero el empresario quería que Bretón escribiese el libreto en italiano, cosa a la que el compositor se negó. Finalmente Bretón se decidió por el Teatro de la Zarzuela.

Bretón ha sido siempre más conocido por sus zarzuelas que por alguna de sus óperas, como es el caso de La Dolores. De hecho, el que La verbena de la Paloma, que se había estrenado un año antes, tuviera mucho más éxito que La Dolores, entristeció al compositor.

La Dolores es el enésimo intento de desarrollar el género operístico en España, y está influenciada por el momento verista que recorría Europa y que tenía en Carmen, de Bizet, uno de sus máximos exponentes. En ambas obras, la protagonista atrae el interés de numerosos hombres y terminan de manera trágica.

Una de las diferencias de la ópera de Bretón con las que se escribían de similar factura, es la dificultad de encajar en la partitura a cinco personajes principales, en lugar del tradicional triángulo amoroso.

Se trata de una obra muy española. Basada en una historia tradicional que se contaba en Aragón y de su protagonista, La Dolores. Está llena de elementos folclóricos, como pasacalles, una soleá o la más popular jota aragonesa. El resto de la partitura es de gran complejidad. Con evocaciones wagnerias, típicas también de la época, y con una métrica y un ritmo que no resultan fáciles ni para los cantantes ni para la orquesta.

Por esta razón se requieren voces de importancia, para responder a la dificultad de la partitura. Es necesario tener un buen registro central y gran capacidad dramática.

El rol principal ha estado a cargo de Saioa Hernández, que ha defendido perfectamente la difícil tarea de interpretar a la protagonista. Posee un potente y bien apoyado registro central, desde el que afrontaba con solvencia las bajadas constantes a la zona grave y algunos ascensos exigentes. La Hernández los hace todo muy fácil y canta con la seguridad que le proporciona su imponente instrumento. Llenó toda la sala con sus armónicos y una voz esmaltada y voluminosa. Tal vez la dicción fuera su talón de Aquiles, ya que en la interpretación estuvo también a gran altura, con un personaje dramático e intenso, que llegó al público de manera convincente.

A la réplica estuvo Jorge de León. Le hemos visto mejor que otras veces, con un muy apreciable volumen que reforzaba ese esmalte tan característico y que tanto nos agrada. Su fraseo es extraordinario y también su gusto en la interpretación. Su Lázaro tuvo la nobleza e ingenuidad que el personaje requiere. Junto a Saioa Hernández interpretaron sus dos dúos del segundo y tercer acto entusiasmando al público.

Rubén Amoretti dio vida al fanfarrón Sargento Rojas, otro pretendiente de Dolores. Fue el único personaje cómico en una obra con tantos tintes dramáticos. No estamos acostumbrados a ver a Rubén Amoretti interpretando un personaje tan divertido y no lo hace mal. Notamos su voz un tanto apagada, no tan rotunda, pero esto no le impidió un fraseo con un marcado y simpático acento andaluz, sobre todo en la interpretación de la soleá.

José Antonio López presentó un Melchor acertadamente agresivo, casi violento. Reforzado por unos graves incisivos y potentes. Se desenvolvió bien por el escenario y daba auténtico miedo.

El rol de Patricio estuvo a cargo de Gerardo Bullón, que bordó el papel de adinerado pusilánime, elegante y efectivo. Muy buena interpretación con un toque muy ajustado de humor.

La Gaspara, de María Luisa Corbacho estuvo a la altura del reparto, su voz profunda dotó de carácter y presencia a la dueña del mesón.

Una partitura como esta, con tres actos de gran densidad y 11 escenas, que García Calvo ha comparado en estructura con cualquiera de la tetralogía wagneriana, no resulta fácil de interpretar. Se requiere una gran capacidad de concentración. Aquí es donde entra el trabajo del director, que ha sacado petróleo de la Orquesta Titular del Teatro, con algunos momentos muy inspirados.

La escenografía de Amelia Ochandiano y Ricardo Sánchez Cuerda es sencilla, pero llena de detalles que le dan personalidad y la actualizan. Comienza con tres acróbatas que aparecen en escena sobre los gigantes con su silenciosa danza y que aparecen de nuevo al inicio del tercer acto. Durante toda la obra, los cabezudos aportan el aire local junto a la jota, magníficamente interpretada por Juan Noval Moro.

Junto a la jota, los bailarines, dirigidos y encabezados por el coreógrafo Miguel Ángel Berna, fueron uno de los grandes triunfadores de la noche y los más aplaudidos tras su actuación por un público entusiasmado.

Todo envuelto en la iluminación de Juan Gómez Cornejo, creando una atmósfera romántica y a veces inquietante, que señala y realza cada cuadro de la escenografía. Acentuado por los estupendo y adecuados figurines de Jesús Ruiz.

Un acierto y un acontecimiento esta Dolores en el año de Tomás Bretón.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Elena del Real

La Dolores

Hay ocasiones que por sí solas son auténticos acontecimientos. Regalos absolutos. Este es el caso de la obra que estos días se presenta en el Teatro de la Zarzuela: ‘La Dolores’. Estrenada en este mismo escenario en 1895, no ha vuelto a subir al mismo desde el mes de junio de 1937 –representaciones aquellas en plena Guerra Civil– hace ahora más de 85 años. Y no solo eso, sino que también ha llovido, y mucho, desde que sonó y se vio por última vez en público, hace casi dos décadas, un montaje de la obra maestra de Tomás Bretón de quien se cumple este año el centenario de su fallecimiento. Por todo ello, por el equipo artístico y el singular reparto, y por el hecho de que con esta obra Bretón consigue al fin cumplir uno de sus grandes sueños, si no el que más, que no era otro que el de componer una ópera puramente española, es necesario, casi una obligación, acercarse al coliseo de la plazuela de Jovellanos para asistir a una de las 13 funciones que del 27 de enero al 12 de febrero resucitarán este genuino monumento de nuestro patrimonio.

El intenso dramatismo de su libreto y la genialidad de la partitura redondean una ecuación casi perfecta en la que Guillermo García Calvo –director musical de la casa- se ocupa de la dirección musical, y Amelia Ochandiano de la escénica.

Como es habitual, el foso lo ocupará la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro), y el montaje cuenta, asimismo, con otros grandes nombres en su equipo artístico. La escenografía es de Ricardo Sánchez Cuerda, el vestuario de Jesús Ruiz, la iluminación de Juan Gómez Cornejo y Miguel Ángel Berna, icono contemporáneo del baile de la jota, tan importante en esta obra, es el responsable de la coreografía que a lo largo de la obra va dibujando la esencia misma de los sentidos, que son muchos y poderosos.

Serán, además, dos repartos los que cantarán la obra de Bretón, tan genial como complicada. No es muy corriente que el público encuentre unos repartos de primer orden y equilibrio absoluto como los que presenta el Teatro de la Zarzuela en esta Dolores, y que están integrados por las sopranos Saioa HernándezCarmen Solís, los tenores Jorge de León y Javier Palacios, los barítonos José Antonio López y Ángel Ódena, la mezzosoprano María Luisa Corbacho, la soprano Milagros Martín, el bajo Rubén Amoretti, el bajo-barítono Ihor Voievodin, los tenores Javier Tomé y Santiago Vidal, el barítono Gerardo Bullón o el tenor  Juan Noval Moro.

Los acompañará en el escenario el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela y el Coro de Voces Blancas Sinan Kay, así como 17 bailarines-actores y tres acróbatas.

La función del domingo 5 de febrero será grabada por Radio Clásica de RNE y emitida en fechas próximas.

El gran ejemplo de la lírica española

‘La Dolores’ es, sin duda, el gran ejemplo de la lírica española. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela hace más de 125 años, el camino del éxito de una ópera española como esta fue lento, pero seguro. Primero conquistó al público y la crítica de la Zarzuela en Madrid y luego triunfó en el Tívoli, en Barcelona, ciudad donde quedó como obra de repertorio en diferentes escenarios. Eso sí, hay que tener presente que solo un año antes el compositor se había hecho famoso en todo el país como compositor de zarzuela con un sainete lírico: ‘La verbena de la Paloma’.

Sin embargo, en esta ocasión Tomás Bretón llevó al público a contemplar y a vivir una historia de tema rural que ya había conquistado la escena española de la época: ‘La Dolores’ de Feliú y Codina; obra realista con unas muy fuertes dosis de dramatismo, que proporcionó a Bretón –quien se encargó de dar también forma al libreto– la oportunidad de pisar firme, cantando en castellano, los escenarios de los templos líricos del país hasta entonces reductos de los modelos europeos.

Guillermo García Calvo señala que ‘La Dolores’ “es posiblemente la ópera romántica española más importante, sin duda alguna a la altura de las mejores óperas europeas de finales del siglo XIX”.

Además de la famosísima Jota, Bretón compone un impresionante mural de personajes y emociones, con nada menos que cinco cantantes masculinos, algo inaudito en el repertorio, que luchan por el amor de la soprano protagonista. Es en la música donde Bretón nos lleva de la mano por esta historia.

Amelia Ochandiano, destaca por su parte la grandeza, la luz y la pasión que encierra ‘La Dolores’: «Es una grandísima ópera española. Una partitura brillante y apasionada con un libreto lleno de matices y juegos dramáticos». Eso dice la directora de escena, que también recalca que la historia de esta muchacha, de La Dolores, se muestra como un aparente juego frívolo, festivo e intrascendente «que hemos querido resaltar en nuestra propuesta escénica, pero con un fondo siniestro y cruel que es casi imposible que no acabe en tragedia si no fuera porque Dolores no va a ser presa fácil, y sobre todo porque contra los deseos de amar, ser amado y entregarse al otro en cuerpo y alma, es casi imposible luchar».

Concierto de Navidad Teatro de la Zarzuela

El Teatro de la Zarzuela cierra el año con su tradicional Concierto de Navidad. Dirigido por Óliver Díaz, y con la participación de la soprano Rocío Ignacio y el tenor Jorge de León, las entradas llevan agotadas desde el pasado verano

Interpretarán obras de Luna, Vives, Fernández Caballero, Guerrero o Penella, junto a composiciones de Gershwin, Lloyd Webber, Lehár,  Bernstein o Schönberg

La Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro) y el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela se unirán a la celebración.

El Teatro de la Zarzuela cerrará el próximo sábado 28 de diciembre a las 20h00 un fructífero 2019, y lo hará con su ya tradicional y esperado Concierto de Navidad cuyas entradas se agotaron a pocas horas de salir a la venta el pasado verano. Como es costumbre, la cita servirá para celebrar por todo lo alto la música española, nuestra lírica, que en esta ocasión podrá disfrutarse junto con obras de algunos de los grandes maestros internacionales del teatro musical.

El concierto estará dirigido por el maestro Óliver Díaz y contará con la participación de dos de las voces españolas más valoradas en la actualidad: las de la soprano Rocío Ignacio y el tenor Jorge de León. A lo largo de la gala intervendrá también el Coro del Teatro de la Zarzuela, que junto con la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del coliseo), se sumará como cada año a la fiesta.

El programa visitará obras de Pablo Luna, Amadeo Vives, Jacinto Guerrero, Manuel Fernández Caballero o Manuel Penella, pasando asimismo por creaciones históricas de algunos de los más grandes maestros internacionales del teatro musical como George Gershwin (Girl Crazy), Andrew Lloyd Webber (The Phantom of the Opera), Franz Lehár (La viuda alegre), Leonard Bernstein (West Side Story) o Claude-Michel Schönberg (Les Misérables). Toda una colección de obras maestras para brindar por un 2020 lleno de luz y de zarzuela.

Teatro de la Zarzuela

La rompedora producción dirigida por Franc Aleu abre la temporada del 20 aniversario con el mismo título que debía representarse antes del incendio y que reabrió el Teatre en 1999.

Un reparto inmejorable dará vida a la ópera inacabada de Puccini: Iréne Theorin, Lise Lindstrom, Jorge de León, Gregory Kunde, Ermonela Jaho y Anita Hartig entre muchos otros.

El maestro Josep Pons dirige esta ópera “delicada, rica y bella” que contará con una Orquesta de 95 músicos y un Coro también de 95 voces.

La nueva producción está llena de metáforas visuales y hace uso de las últimas tecnologías: escenografía en movimiento de Carles Berga, cobots –robots colaborativos- de Universal Robots y el vestuario de luces led de Chu Uroz.

El Liceu estrena también nueva fachada en el marco del 20 aniversario, que incluye la intervención en el reloj, la iluminación y las vidrieras wagnerianas.

El 7 de octubre de 1999 el Gran Teatre del Liceu reabría sus puertas después del fatídico incendio con la Turandot dirigida por Núria Espert. Exactamente veinte años más tarde, el Teatre vuelve a inaugurar temporada con esta ópera inacabada de Puccini, una producción ‘high tech’, futurista y poética de Franc Aleu y con la dirección musical de Josep Pons. Un estreno mundial que reunirá del 7 al 25 de octubre algunas de las mejores voces del momento, encabezadas por Iréne Theorin, Lise Lindstrom, Jorge de León, Gregory Kunde, Ermonela Jaho y Anita Hartig entre muchas otras.

De la genialidad de Franc Aleu nace esta espectacular propuesta ‘high-tech’ llena de metáforas visuales y que hace uso de las últimas tecnologías para inundar el escenario de colores, texturas y videocreaciones: cobots (robots colaborativos de Universal Robots), tecnología 3D, audiovisuales de vanguardia…

Una gran pirámide preside el espacio escénico emulando el trono del emperador y hogar de Turandot. Una impresionante estructura giratoria con seis bloques de escalas y coronada por dos brazos robóticos que sirve para crear una alegoría del poder y de la sociedad contemporánea en sus obsesiones más morbosas: la intromisión en la vida privada de los otros, el espectáculo del linchamiento y la fascinación por los mecanismos de control social… “Un mundo creado para atraparnos como moscas y crearnos una adicción irresistible”, asegura Aleu.

Los tres actos comparten la misma escenografía, pero va cambiando en cada escena, “como quien cambia de pantalla en un videojuego”, asegura Aleu. Un mundo virtual que ha sido posible gracias un equipo de lujo formado por  Susana Gómez, codirectora de escena, el espacio escénico de Carles Berga, el vestuario lleno de detalles tecnológicos como  luces led controladas por wifi de Chu Uroz y el complejo sistema de iluminación de Marco Filibeck.

La última ópera que compuso Puccini y que, de hecho, dejó inacabada, será uno de los retos de la temporada para la Orquesta Sinfónica y el Coro del Liceu, que para esta ocasión contará con 95 miembros en cada formación. Al frente, Josep Pons afrontará esta ópera (con el final que creó Franco Alfano) que califica de “delicada, rica y bella” y que está llena de grandes momentos musicales como el que protagoniza Turandot en el segundo acto con su aria más exigente y poderosa “In questa reggia”, una auténtica montaña rusa de agudos difíciles de sostener o el llanto final de Liù antes de quitarse la vida en el tercer acto con “Tu che di gel sei cinta”. Pero sin duda el clímax es la que probablemente sea el aria más famosa en el mundo, el “Nessun dorma” de Calaf en el tecer acto.

Fotografía: Caterina Barjau

Madama Butterfly

Hacia 1850 y tras dos siglos y medio de aislamiento, Japón se ve en la obligación de abrirse al mundo. Para ello cuenta en esos momentos con dos importantes escaparates, la Exposición Universal de Londres (1862) y, sobre todo, la de París (1867). En esta última, llama la atención de importantes artistas que se ven influenciados por la impronta cultural japonesa y son, a su vez, quienes primero difunden estas nuevas tendencias.

Artistas como James McNeill Whistler, Édouard Manet o Clode Monet en París, y Mariano Fortuni o Raimundo de Madrazo en España, fueron algunos de los primeros en sentir la fascinación de la cultura japonesa.

También a Madrid llegaron estas influencias orientales. Las clases altas en seguida mostraron su interés, no solo por expresiones artísticas, también por objetos y elementos de decoración. Gabinetes y salones japoneses se pusieron de moda en palacios y mansiones de la nobleza de ese fin de siglo. La propia residencia de Cánovas del Castillo o de la Infanta Eulalia de Borbón disponían de salón japonés. Es el caso del restaurante Lhardy, de cuyo salón puede disfrutarse hoy en día.

Tanta influencia oriental tuvo entre sus consecuencias el estreno en el Teatro Real de Madrid, en 1907, de Madama Butterfly, la ópera que Puccini había compuesto fascinado por la chinoiserie y todas sus evocaciones. El estreno fue por todo lo alto, el papel de Cio-Cio-San fue interpretado por Rosina Estorquio, soprano legendaria en ese momento y que había estrenado el rol en 1904 en la Scala de Milán.

En esta ocasión el Real nos presenta la reposición de la Madama Butterfly que Mario Gas y Ezio Frigerio diseñaran para este mismo teatro en 2002.

Después de 15 años apenas se han hecho actualizaciones en la escenografía, algo que dice mucho en favor de este trabajo. Estableciendo una relación entre la ópera y el cine, dos géneros bien conocidos y queridos por el compositor, la escenografía nos traslada a un plató de rodaje del Hollywood de los años treinta, utilizando el recurso de un teatro dentro del teatro. La filmación se puede ver en tiempo real en una pantalla situada sobre el escenario, gracias a una muy buena edición que permite apreciar los primeros planos de los cantantes, lo que potencia la dramatización.

La historia parte de una tradición europea, de cuando, primero los holandeses y después otros europeos, comerciaban a través de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Para ello, habitaban la isla de Dejima, en la que pasaban grandes temporadas. Al no poder llevar a sus esposas, realizaban una ceremonia nupcial y contraían supuesto matrimonio con jóvenes japonesas a las que después abandonaban. Todo ello facilitado por casamenteros, como lo hace Goro en Madma Butterfly.

Este es el drama de la joven Cio-Cio-San a la que dan vida en esta ocasión las sopranos Ermonela Jaho y Hui He. En palabras del director de escena Mario Gas, “un exceso de pasión lleva al emborronamiento, y una ausencia de pasión, lleva a la frialdad”. No ha faltado pasión en las interpretaciones de ambas sopranos, pero la capacidad dramática de Ermonela Jaho, de la que ya dejó buena muestra en su Violeta de La traviata, y esta misma temporada con su Desdemona en Otello, supera cualquier registro interpretativo. Mirellla Freni, que era una gran Butterfly, no la podía cantar en escena porque la emoción le hacía llorar y el llanto descolocaba su voz. Hermonela Yaho es capaz de llorar a la vez que canta. Es capaz de abandonar la técnica para emitir un llanto sin que se aprecie una pérdida de posición. La capacidad para el fraseo, su delicada línea de canto que otorga al personaje una fragilidad que sobrecoge, mantienen al público atrapado y estremecido. Todos saben lo que va a pasar, menos ella… Transmite las emociones como pocas. Aunque su voz no sea perfecta, aunque sus graves sean deficientes, aunque abuse un poco de los filados que, por otra parte, son maravillosos, pero, ¿qué es la ópera, sino emociones?

Como resulta muy difícil elegir una versión, hemos optado por poner las dos, Ermonela Jaho y Hui He interpretando “Un bel di vedremo”, al comienzo del segundo acto. Dos formas y técnicas diferentes de abordar el mismo personaje.

Hui He ha sido la Butterfly del segundo reparto. Lo de segundo en este caso no se referirse a una menor calidad. Sin duda su tesitura de lírico-spinto es la más apropiada para este rol. Tiene un hermoso y penetrante timbre y un registro central poderoso, graves sólidos y una proyección extraordinaria, junto a una línea de canto homogénea. Comenzó sin grandes arrebatos dramáticos pero fue entrando en el personaje a medida que avanzaba la obra.

No estuvo bien acompañada en la réplica por el Pinkerton del joven Vincenzo Costanzo. Tiene una voz fresca y se apunta un hermoso timbre, pero aún se encuentra lejos de una técnica adecuada para estos personajes. Su voz blanca y sin brillo necesita de tiempo, estudio y calma. Instrumento parece que tiene, esperemos que no le falte paciencia.

Mejor el Pinkerton de Jorge de León, con agudos plenos y brillantes. Aunque con cierta tosquedad, teniendo en cuenta la delicadeza de Butterfly de Jaho. El personaje de Suzuki interpretado por Enkelejda Snkosa y Gemma Coma-Alabert. Ambas son la perfecta compañía vocal de sus respectivas Cio-Cio-San.

Ángel Ódena compuso un Cónsul Sharpless con autoridad y nobleza distribuida acertadamente. Contribuyó a la magia de la representación. El Cónsul de Vladimir Stoyanov siempre es un barítono con garantías y cumplió con solvencia. Del mismo modo que el Goro de Francisco Vas. Con una muy buena actuación y un punto histrión que redondeó el personaje de casamentero.

El resto del reparo estuvo a gran altura, incluido el coro que demostró una bellísima delicadeza.

La dirección de Marco Armiliato exibe su gran conocimiento de la partitura y del compositor. Gran capacidad teatral y un cuidado exquisito de los cantantes, modulando en cada momento para facilitar su trabajo con una partitura que siempre plantea el problema del volumen de sonido.
Consiguió una variada paleta de colores dominando los cambios de emoción que contiene la partitura y cada uno de los personaje momentos. Como la entrada de Cio-Cio-San, tan delicada y transparente, como corresponde a una inocente mujer de 15 años. La orquestación del segundo acto es difícil para el cantante por su dramatismo y la exigencia de una técnica muy sólida para cantar por encima de la orquesta. Pero Armiliato consigue el equilibrio. Siempre pendiente de los cantantes y de una partitura que marca el itinerario con todo tipo de detalles. Una música de un potencial dramático desgarrador, de la que el maestro italiano extrae el máximo.

Un buen fin de temporada y una oportunidad para acercarse a la ópera a través de la retransmisión del día 30. Quien lo haga por primera vez, con esta Butterfly quedará prendado para siempre.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

Madama Butterfly
Giacomo Puccini (1858-1924)
Tragedia giapponese en tres actos
Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en la obra de teatro Madame Butterfly, de David Belasco,
inspirada en el relato de John Luther Long
D. musical: Marco Armiliato
D. escena: Mario Gas
Escennografía: Ezio Frigerio
Figurinista: Franca Squarciapino
Iluminador: Vinivio Cheli
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Hermonela Jaho/Hui He, Jorge de León/Vincenzo Costanzo, Enkelejda Shkosa/Gemma Coma-Alabert, Ángel Ódena/Vladimir Stoyanov, Francisco Vas, Tomeu Bibiloni, Scott Wilde, Igor Tsenkman, Elier Muñoz,
José Julio González, Marifé Nogales, Rebeca Salcines, María Fidalgo, Miriam Montero.

Críticas