KATHARINA KONRADI MALCOM MARTINEAU

Sexto recital de esta temporada del Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión de la Música (CNDM) y otro debut. En esta ocasión se trata de la soprano Katharina Konradi, nacida en Kirguistán, un hermoso país de Asia Central, perteneciente a la Unión Soviética hasta su desintegración en 1991.

Formada en Alemania, Katharina Konradi dio este lunes un recital, pero no solo de canciones, también de cómo deben interpretarse esas canciones. Con una facilidad idiomática extraordinaria, fue pasando de Fauré a Schumann y de Debussy a Ginastera y Montsalvatge con una precisión estilística que en pocas ocasiones se observa.

Todo empezó con cinco canciones de Fauré, con textos de Victor Hugo, Paul Verlaine y Armand Silvestre. Y fue desde el inicio que Konradi presentó sus credenciales y su capacidad de describir el atractivo encanto de Le papillon et la fleur o Notre amour. Después llegaron los Liederkreis, Opus 39 de Schumann, con textos de Joseph von Eichendorff. Aquí ambos intérpretes mostraron una sensibilidad especial. La obra de Schumann encaja a la perfección con las características de Konradi, voz llena de frescura y una línea de canto delicada y cristalina.

La segunda parte la inició con una de las obras más intimistas de Dbussy, Ariettes oublièes, compuesta de una serie de seis canciones donde la capacidad de matización, tanto de Konradi como de Martineau, quedó claramente demostrada.

Dejó para el final Ginastera y Montsalvatge. Otro cambio idiomático sorprendente, su fraseo y dicción en español era mejor que el de algún cantante nacional, al igual que su expresividad en el canto. La elasticidad de su voz y, de nuevo, su capacidad estilística, dibujaron a la perfección el carácter de estos dos compositores. De Ginastera interpretó Cinco canciones populares argentinas, llenas de color, ternura y elocuencia. De Montsalvatge eligió tres de sus Cinco canciones negras, Punto de habanera, Canto negro y Canción de cuna para dormir a un negrito.

Sabemos de la maestría sobre el teclado de Malcolm Martineau. De su capacidad de generar atmósferas y colores que describen a la perfección al compositor y su obra. En esta ocasión tuvo algunos momentos de verdadero virtuosismo. La conexión Konradi – Martineau ha sido de los más fructífera. Parecía que llevaran interpretando juntos toda una vida. Ella estaba segura y él feliz, ¿qué podía salir mal?

Sin duda una demostración de capacidades y fuerzas que nos dejó a todos con ganas de más. Esperamos contar con su participación en sucesivos ciclos. Ofreció dos propinas, Fischerweise, de Schubert y Nana, de Manuel de Falla. Últimamente se escuchan muchas nanas en este Ciclo de Lied. Parece que además de cantar, estos jóvenes intérpretes también son muy fértiles. Enhorabuena a todos.

Fotografía © Rafa Martín

FLORIAN BOESCH & MALCOLM MARTINEAU

Florian Boesch ha sido durante esta temporada artista residente del Ciclo de Lied que realizan el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión de la Música. Boesch ha sido, por tanto, el encargado de abrir y cerrar el ciclo. En esta ocasión, interpretando una obra que conoce bien y que ya pudimos escuchar en 2015 en la Fundación Juan March.

Se trata de Reisebuch aus den Österreichischen Alpen, op.62 (1929) (Libro de viajes de los Alpes austríacos) del compositor Ernst Krenek (1900-1991), obra compuesta en los últimos coletazos del romanticismo y antes de que Krenek se adentrase en el dodecafonismo.

Krenek fue uno de los más significados representantes de la llamada Entartete Musik (Música degenerada), que se inició en 1938 como consecuencia clara de la Entartete Kunsy (Arte degenerado), que comenzó un año antes en Düsseldorf. Estuvo fuertemente vinculado con el mundo cultural de la Alemania de Weimar e influido por los grandes músicos de su época, convirtiéndose en uno de los enemigos del régimen nazi.

En este peculiar viaje por los Alpes, Krenek expresa su amor por Austria y por su patrimonio cultural y natural. Pero es también una crítica avanzada de lo que será más adelante el turismo de masas y los efectos que este tiene sobre los espacios naturales. Los textos, escritos por el propio Krenek, están cargados de ironía y crítica costumbrista que son de plena actualidad.

Florian Boesch aborda este repertorio, perfecto para su instrumento, con frescura y expresividad. Con esa manera suya de decir y acentuar cada frase. Articulando el sonido en un recitativo cantado al que acompaña con gestualidad descriptiva. Su simpatía sobre el escenario aportó un toque más desenfadado y adecuado a este viaje a las Alpes.

La partitura para piano descrita por Krenek está llena de originalidad. Camina paralelo a la partitura de voz, acompañándola con gran fluidez. Lo que crea una atmósfera única y curiosa, con un patrón diferenciador dentro del lied. Su interpretación ha estado a cargo de Malcolm Martineau, acompañante habitual de Boesch que dejó claro su conocimiento de este repertorio y la generosa maestría en la lectura que hizo de la escritura.

Un excelente final al XXVII Ciclo de Lied en una temporada complicada pero resuelta de manera extraordinaria por sus dos organizadores. Esperamos con ganas sumergirnos pronto en el XXVIII que es, sin duda, el mejor ciclo de Lied al que se puede asistir.

Fotografía (c) Rafa Martín

Susan Graham

Era el último recital del ciclo Las voces del Real, y esta vez a cargo de la mezzosoprano Susan Graham. Nacida en Nuevo México, Graham marcó grandes diferencias con las dos divas estadounidenses que la han precedido en las últimas fechas en Madrid. La primera, la elegancia, respondiendo con ello a los cánones y formas más pragmáticos en esto del canto liederístico. Nada que ver, por ejemplo, con la dicharachera Renée Fleming.

La siguiente diferencia es la elección del repertorio. Muy acertado en su elaboración, su disposición y criterios, que fueron explicados por la propia Graham nada más pisar el escenario, en perfecto castellano y de manera pedagógica  y divertida. Un programa representado por canciones de amor de 17 compositores diferentes, dividido en bloques temáticos y perfectamente equilibrado. Un repertorio adaptado pulcramente a las características de su voz, brillante en los agudos. Con pianos exquisitos y suavizando unos graves en los que se maneja con mayor dificultad.

El público disfrutó de una interpretación sentida y delicada. Dramatizando cada frase y dotándola del sentimiento más acertado para cada palabra, cada nota. Una voz timbrada y con un centro bien apoyado para llenar de intención y sutileza sus filatos más sobrecogedores. Ya desde el inicio con «Seit ich ihn gesehen», hasta llegar a un delicado final con «Nun hast du mir den ersten Schmerz getan», ambas obras de Robert Schumann.

Estuvo acompañada al piano por Malcolm Martineau. Magistral en todo momento, sobre todo en esa intuición a la hora de acompañar, no solo en tempis, sino en sentimientos y delicadezas para expresar en conjunto.

Un final de temporada magnífico para este ciclo que terminó con un esperanzador «Hello young lovers». Seremos jóvenes mientras amemos. Y felices asistiendo a estos despliegues de sensibilidad infinita.

Críticas