Circe Teatro de la Zarzuela

No tenían una fácil tarea el maestro Juan Udaeta ni la SGAE cuando se les encargó este trabajo sobre la partitura de Circe, una de las obras menos conocidas de Ruperto Chapí, que fue escrita para la inauguración del Teatro Lírico de Madrid el 7 de mayo de 1902. Nada que ver esta obra de Chapí, que sirve para estrenar temporada, con El Rey que rabió, con la que se concluyó la pasada temporada, también en el Teatro de la Zarzuela.

Circe es una obra muy peculiar. Como muy bien la define el maestro Casares, “es la ópera más perturbadora de toda nuestra historia”. Y para escucharla hay que prepararse como si de una obra de Wagner se tratara. Si te abandonas a su música, hay momentos en los que parece ciertamente Wagner, claro está, salvando las distancias. Circe es un compendio de sonoridades de inspiración compleja que resultan familiares, no solo por la inspiración wagneriana, evoca también a Camille Saint-Saëns.

Es una partitura técnicamente muy por encima de la escritura vocal, que es muy plana y monótona. Solamente en el segundo acto, donde la melodía hace acto de presencia, y en el dramático final, los intérpretes tienen algún momento de mayor lucimiento.

Para esta representación en versión de concierto, el Teatro de la Zarzuela ha echado mano de valores seguros en el aspecto vocal. Saioa Hernández, como Circe, hizo frente a esta partitura, más declamada que cantada, con esa amplia y caudalosa voz que atesora. A pesar de no dejar de cantar en las casi dos horas que dura la obra, reservó lo mejor para el final, la muerte de Circe, que fue un despliegue de dramatismo e intensidad.

El Ulises de Alejandro Roy no desmereció en intensidad a Circe. El tenor asturiano, con un más que notable volumen de voz, hizo frente a los endemoniados agudos de su partitura con gran solvencia. Muy buena intervención del siempre valor seguro Rubén Amoretti, en el papel de Arsidas.

García Calvo extrae de la Orquesta un sonido de una calidad y pulcritud extraordinaria. La Orquesta titular del Teatro parece otra en las manos del maestro madrileño. Permitió lucirse a los cantantes sin interferir en ningún momento con el sonido orquestal. Acompañó perfectamente las voces sin rivalizar con ellas. Siempre preciso en la dirección, a pesar de las dificultades de comunicación por el uso de la mascarilla.

No es esta la obra más señera de Chapí, aunque el objetivo de su composición fuera muy ambicioso.  Al escucharla puede entenderse que estuviera tanto tiempo sin programarse, pero es una suerte haber tenido la oportunidad de escucharla. Gracias, entre otros, a la labor del Teatro de la Zarzuela y a su empeño por recuperar obras de la lírica española.

Fotografía: Elena del Real

Circe

El año próximo se cumplirán 120 del estreno de ‘Circe’, la grandiosa ópera de Ruperto Chapí que en 1902 inauguró con más de veinte funciones el desaparecido Teatro Lírico, un Titanic absoluto del género, el más grande recinto lírico habido en Madrid. Diez años después, ‘Circe’ viajó a Buenos Aires para conquistar asimismo al público del Teatro Colón; suerte inmensa –cuyo verdadero alcance todos ignoraban– la de los espectadores de una y otra orilla que tuvieron la ocasión de asistir a alguna de esas representaciones. Y es que a partir de ahí, la historia fue muy distinta: ‘Circe’, la obra que muchos consideraron «cimiento y base de la ópera española», cayó en un olvido total e inconcebible –no volvió a representarse, no se volvió a escuchar– del que ahora el Teatro de la Zarzuela la rescata para que el público de 2021 también pueda alimentarse con aquella composición que giró hacia donde nadie había osado (o sabido). Para admirar a un Chapí hasta la fecha (de entonces y de ahora) desconocido. Los días 10 y 12 de septiembre (20h00 y 18h00 respectivamente) el Teatro de la plazuela de Jovellanos presentará en versión de concierto esta obra hoy absolutamente “nueva”.

De esta manera el coliseo cumple una vez más con las exigencias irrenunciables recogidas en sus estatutos como son la preservación, la recuperación, la revisión y la difusión de nuestro patrimonio lírico. Estos son los obligados cometidos que el Teatro cumple minuciosamente cada temporada al menos por partida doble.

 ‘Circe’, con libreto de Miguel Ramos Carrión, se estrenó en el Teatro Lirico de Madrid el 7 de mayo de 1902, y como indica el musicólogo Emilio Casares, uno no puede acercarse a ella con el mismo espíritu con que se acude a un oír ‘La traviata’ o ‘Doña Francisquita’. “Más bien hay que pensar en cualquiera de los dramas de Wagner o en el ‘Pelléas et Mélisande’ de Debussy”, afirma el experto, quien explica que ‘Circe’ no se define por las grandes arias, dúos o números concertantes —no tiene números—, “sino como un drama musical continuo, donde música, texto, y visualidad actúan en conjunto”. Como un todo absoluto.

Los dos conciertos que ahora hacen justicia a la obra, estarán dirigidos por Guillermo García Calvo, director musical del Teatro de la Zarzuela, quien al frente de la Orquesta Titular de este, la ORCAM, y de su Coro Titular dirigido por Antonio Fauró, deberá afrontar una partitura extraordinariamente exigente, escrita con una inteligencia musical fuera de lo común.

Será asimismo una ocasión única para complacerse con un reparto muy acorde a las necesidades que solicita una obra de estas características, integrado por Saioa Hernández, Alejandro Roy, Rubén Amoretti y Marina Pinchuk en sus papeles protagonistas.

La grabación que Radio Clásica efectuará de una de las dos sesiones, puede considerarse como histórica, ya que será el primer registro sonoro de la obra.

En las funciones del estreno de ‘Circe’ la aclamación fue in crescendo hasta lograr un entusiasmo unánime, y eso que Chapí no dirigió su trabajo a atraer al público de siempre, pensado en grandes números que han de terminar con el consabido aplauso. Como nos desvela Emilio Casares, “las bellezas saltan a la vista pero de otra manera, con una orquestación siempre rica, con numerosos momentos transicionales, con un magistral trabajo motívico, o por su colorismo. No hay sitios para las grandes cadenzas, o para momentos de fioritura”.

El maestro García Calvo señala al respecto que ‘Circe’ es “una ópera histórica, europea en el estilo de la ‘Elektra’ de Strauss o el ‘Edipo’ de Enescu. Una ópera que describe el ambiente mítico de La Odisea de Homero en un viaje de descubrimiento para todos”. El director muestra asimismo su admiración por Chapí aludiendo a la versatilidad de su capacidad creativa: “En cada obra que escribe parece de un nuevo compositor. Qué distinta su música”. Y de acuerdo a esta idea concluye: “El de ‘Circe’ es un Chapí absolutamente desconocido”.

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El Rey que rabió
Zarzuela en tres actos
Música de Ruperto Chapí
Libreto de Miguel Ramos Carrión y Vital Aza
D. musical: Iván López Reinoso
D. escena: Bárbara Lluch
Escenografía: Juan Guillermo Nova
Vestuario: Clara Peluffo Valentini
Iluminación: Vinivio Cheli
Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid
Reparto: Enrique Ferrer, Rocío Ignacio, María José Suerez, Rubén Amoretti, José Manuel Zapata, Carlos Cosías, Ígor Peral, José Julian Frontal, Alberto Frías, Sandro Cordero, Pep Molina, Ruht González y Antonio BuendíaEl Teatro de la Zarzuela ha querido terminar esta temporada tan especial, con un título imprescindible de la lírica española, “El Rey que rabió”, del maestro Ruperto Chapí, 130 años después de su estreno el 20 de abril de 1891 en este mismo Teatro.

En aquel momento era regente la Reina María Cristina, a la espera de la mayoría d edad de Alfonso XIII. Pero no es este rey al que alude la obra, sino a Alfonso XII y otros políticos y militares de la época.

El libreto es de dos de los mejores dramaturgos y humoristas del momento, Miguel Ramos Carrión y Vital Aza, que crearon un libreto lleno de situaciones y personajes atemporales, de enredos y cómicas situaciones en la España de la Restauración. Un libreto crítico con todos los estamentos de poder, resaltando con mucho humor la parte más teatral de la política desarrollada en una corte que bien podrían pertenecer al momento de su estreno o, como nunca antes, al presente más actual, con el engaño de los gobernantes como protagonista principal.

Esta nueva producción del Teatro de la Zarzuela del “Rey que rabió” ha estado a cargo, escénicamente, de la ya aclamada en este Teatro por “La Casa de Bernarda Alba” en 2018, Bárbara Lluch. En esta ocasión, la escenografía, potenciada por el vestuario de Clara Peluffo Valentini, dan a la obra aspecto de función escolar, esa que se hace a final de curso. El vestuario es muy vistoso y alegre, pero junto al resto de elementos escénicos, crean un conjunto exageradamente infantil. Al igual que la teatralización de los personajes, casi todos demasiado histriónicos, sobre todo el Capitán de Alberto Frías, que pecó de sobreactuación buffa. María José Suárez y Sandro Cordero, como María y Juan, estuvieron un poco más equilibrados en su parte cómica, aunque igualmente exagerados.

Los más destacados fueron Ruth González Mesa, como el Paje Criado del Rey, Rubén Amoretti, como El General, que dejó entrever su calidad vocal cuando las humoradas se lo permitían y un Manuel Zapata como Jeremías, algo pasado también, pero que supo mantener el equilibrio teatral y no arrastrar al personaje.

Los protagonistas principales no supieron estar a la altura. La soprano Rocío Ignacio, como Rosa, no pareció en ningún momento una campesina. Más bien seguía interpretando su papel de Luisa Fernanda esta misma temporada. Le costó algún que otro abucheo por parte del público.

EL otro protagonista era Enrique Ferrer, el Rey, que no sabemos si rabió o no, pero que tampoco tuvo su noche. Poca gracia en la interpretación y poca consistencia vocal. No resultó acertada la elección de un tenor para este papel, cuando la partitura de Chapí indica que es para soprano.

Tan solo el conocido Coro de doctores nos trasladó a la maravillosa música del compositor, con una actuación del coro brillante, como de costumbre. La iluminación de Vinicio Cheli contribuyó a que esta escena fuera lo mejor de la representación.

No fue tampoco la noche del director musical Iván López Reinoso. Lento hasta la extenuación, con un sonido a ráfagas y sin sacar provecho a una orquesta que demuestra, en cuanto tiene ocasión, la calidad que atesora.

Una pena terminar así una temporada tan especial y que ha estado a tan alto nivel. Pero, el mejor escribano echa un borrón y esperamos con ilusión la próxima temporada.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier de Real

El Rey que rabió

En ocasiones la frescura y la actualidad no están reñidas con el paso del tiempo. 130 años, un siglo y tres décadas exactas hace que se estrenó ‘El rey que rabió’ en el Teatro de la Zarzuela -a cuyo escenario no sube desde hace 12-, y el público sigue esperándola con entusiasmo y disfrutando de ella con idéntica implicación que si de una nueva creación se tratara. Ese es uno de los más memorables secretos que hacen del teatro una experiencia mágica, una manifestación única y universal. Afortunadamente podremos volver a comprobarlo, a saborear ese valioso distintivo, durante las 14 funciones que de la nueva producción de la obra de Ruperto Chapí, Ramos Carrión y Vital Aza se ofrecerán del 3 al 20 de junio en el mismo Teatro que entre unánimes aplausos y fabulosas críticas la vio nacer a finales del convulso siglo XIX.

‘El Rey que rabió’, verdadera zarzuela grande, fue creada por Carrión, Aza y Chapí en 1891, y hoy por hoy es un hito del teatro lírico y, por supuesto, de la historia única y particular del Teatro donde nació con el propio maestro alicantino en el podio. Porque pocos reyes, ni los más populares de la Historia, ni los más queridos de sus pueblos, habrán sido más aclamados, aplaudidos y vitoreados que nuestro Rey en este reino exclusivo que es el Teatro de la Zarzuela.

Y si este título es ya de por sí una obra maestra, comprobar el equipo artístico y los repartos responsables de armarla de nuevo hace que sea mayúsculo el interés de este estreno de junio que cerrará la temporada lírica 2020/2021 del coliseo.

Música y escena. Excelencia y luminosidad

La dirección musical correrá a cargo del maestro Iván López Reynoso, una de las más importantes batutas jóvenes de México, recién nombrado director artístico de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes y partenaire musical del tenor Javier Camarena en tantos conciertos –incluido el ofrecido en el Teatro de la Zarzuela hace varias temporadas–. También violinista, pianista y contratenor de éxito, como director de orquesta es especialista en muy diversas disciplinas –ópera, ballet, danza moderna, música antigua y música contemporánea–, ocupará el foso al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, ORCAM –Titular del Teatro–, del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela –que en esta ocasión tiene como desafío la interpretación de algunos de los números corales más emblemáticos del género– y de dos espléndidos y más que equilibrados repartos.

La propuesta escénica de esta nueva producción de ‘El rey que rabió’ es en verdad sorprendente. La dinámica e inteligente directora Bárbara Lluch –responsable de rotundos éxitos como el de la premiada ópera de la Zarzuela ‘La casa de Bernarda Alba’ de Miquel Ortega– ha puesto en marcha un luminoso planteamiento muy acorde con el espíritu original de la obra: “Se trata de dar la máxima libertad posible al público”, explica la regista, cuya intención es “que cada espectador sienta, empatice e interprete los personajes, el lugar y las relaciones entre ellos desde su propio punto de vista. Desde su propia y única perspectiva.” Y advierte al respecto que es por esa razón por la que los libretistas no dieron nombre ni al Rey, ni al General, ni al Gobernador, ni al Almirante, ni al Intendente… “Porque podría haber tantos reyes, generales, almirantes, gobernadores e intendentes diferentes como espectadores haya en la sala”, reflexiona Lluch.

Repartos a medida

Y en este punto llegamos a quienes tendrán que llenar de intenciones y buena voz a esos disparatados prototipos surgidos del talento intelectual, irónico y divertido del dramaturgo, periodista y humorista Miguel Ramos Carrión –creador también de los libretos de ‘Los sobrinos del capitán Grant’, ‘La tempestad’, ‘La bruja’ o ‘Agua, azucarillos y aguardiente’–, y del poeta, comediógrafo y también humorista Vital Aza, que, como dato interesante, fue junto al propio Chapí uno de los fundadores de la Sociedad de Autores y su primer presidente.

Esta hilarante historia de un rey a quien el profundo aburrimiento en el que está sumido le lleva a emprender un viaje de incógnito por el país; la de sus poderosos y más próximos consejeros que sin éxito tratan de impedirlo para que el soberano no descubra la triste realidad en la que sus súbditos habitan, y poder así seguir mangoneándole a su gusto y manera; la de todos los estrambóticos personajes que el monarca va encontrando en el camino; este cuento divertido (mucho) en el que también el amor, cómo no, juega su crucial papel, será defendido por dos elencos que sin duda harán levantar al público literalmente de sus butacas. Llenarán la sala de la mejor música, risas (cuando no carcajadas) y alegría.

Los tenores Enrique Ferrer y Jorge Rodríguez- Norton darán vida al Rey –un papel que en sus orígenes era femenino, interpretado por una mezzosoprano o una soprano central; y es que al ser el monarca joven se presentaba en forma de papel travestido, algo que, como recordaría Luis Gracia Iberni, uno de los más reconocidos expertos en la obra de Ruperto Chapí, más allá de la histórica tradición de este recurso en el teatro musical, en aquella época se hacía obligatorio por la falta de tenores líricos dedicados a la zarzuela. El papel de Rosa, la joven de la que el Rey por sorpresa se enamora con la suerte de ser correspondido, lo interpretarán las sopranos Rocío Ignacio y Sofía Esparza; el de María, la mujer del Labrador, lo hará María José Suárez, y el General será el bajo Rubén Amoretti y el bajo-barítono Miguel Sola; Jeremías, ese sobrino del alcalde enamorado sin premio de su prima Rosa y a quien suceden todas las peripecias imaginables, lo encarnará José Manuel Zapata; Carlos Cosías, Igor Peral y José Julián Frontal se meterán a su vez en la piel del Almirante, el Intendente y el Gobernador, respectivamente; Alberto Frías –surgido de esa fructífera cantera de cantantes-actores que es el Proyecto Zarza del Teatro de la Zarzuela– recreará las chispeantes idas y venidas del Capitán; y Sandro Cordero, Pep Molina, Ruth González y Antonio Buendía, harán las veces del Labrador, el Alcalde, el Paje y el Corneta. Y a todos ellos habrá que sumar tres actores y tres figurantes.

En cuanto al equipo artístico, lo componen Juan Guillermo Nova, responsable de la onírica y especialmente bella escenografía, la diseñadora del fantástico y genial vestuario Clara Peluffo Valentini y el maestro de la iluminación Vinicio Cheli.

Obra maestra del repertorio. Música teatral

El maestro López Reynoso considera que la partitura de ‘El rey que rabió’ “es indudablemente una de las obras maestras del repertorio lírico español. Ágil, expresiva, refinada y llena de colores”, a lo que hay que sumar “el atinado uso de la teatralidad en la escritura musical que hace que la acción dramática corresponda de una manera notable con el discurso musical”. Por eso, el director opina que se trata de “una obra redonda, completa, contrastante y divertida que, gracias a todas las características anteriores, logra siempre convertirse en un éxito muy querido por el público.”

Y es precisamente en esa conciliación entre la música y la palabra en la que incide la musicóloga mediática Eva Sandoval, quien recuerda que Chapí y sus libretistas fueron figuras clave en el desarrollo del estilo musical y dramático de la zarzuela desde la década de 1880. Sandoval rescata asimismo una afirmación contenida en la crónica que con motivo del estreno escribió el crítico de la época Joaquín Arimón quien viene a subrayar esta crucial característica: “La música se adapta perfectamente a las condiciones del poema y toda ella es hermosa e inspirada”.

Eva Sandoval sostiene al respecto que esa adecuación e interrelación de ambos códigos, el lingüístico y el musical, se puede apreciar a lo largo de los diecinueve números de los que consta la obra. “La brevedad de todos ellos también ayuda a procurar dinamismo y agilidad y favorece la dramatúrgica, de tal forma que la música acompaña la acción: ni la fuerza, ni la obliga, ni la condiciona”. El autor, de acuerdo con las palabras de la experta, “consigue impregnar cada pasaje del color musical y la atmósfera que la trama requiere, como, por ejemplo, en el sencillo pero efectivo preludio. Escrito en forma de marcha de corte militar, podría ejercer perfectamente como himno nacional del país imaginario en el que se sitúa la acción.”

También es especialmente reseñable para la musicóloga el hecho de que ‘El rey que rabió’ utilice “la misma táctica teatral y pedagógica que la opereta: la del «mundo al revés”, incorporando a nuestra lírica recursos y lenguajes de la opereta centroeuropea.

Rey imperecedero y online

Como ya es habitual, una de las funciones de ‘El rey que rabió’ se emitirá en directo en streaming a través del canal de YouTube, el perfil de Facebook y la página web del Teatro. La fecha elegida en esta ocasión es el jueves 17 de junio a las 20h00 (hora peninsular española).

Asimismo, se pueden ya disfrutar en YouTube y Facebook la conferencia impartida por Eva Sandoval y un nuevo capítulo de la serie ‘Viaje por la zarzuela’, con el maestro López Reynoso y Bárbara Lluch como protagonistas.

‘El Rey que rabió’ se mantuvo ininterrumpidamente en escena desde el 20 de abril de 1891, cuando se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid con el propio Chapí a la batuta, hasta el 15 de junio de ese mismo año. Además, se repuso en este mismo escenario en diciembre de ese año y enero de 1892, y poco después se presentaría en otros teatros capitalinos y de provincias. Mención especial merece su estreno en México con la Compañía de Zarzuela Española a mediados de julio del mismo 1891, solo unos meses después de su estreno en España. El eco que la obra de Chapí obtuvo en los medios de comunicación de la época fue extraordinario, hasta el punto de que el compositor de Villena se afianzó como autor de zarzuela grande.

Y es que nuestro Rey llegó para quedarse con nosotros, de generación en generación, y así desde hace 130 años. Ya lo advirtió el cronista tras asistir al estreno –en un artículo que tras la enigmática firma de K. es muy posible que estuviera el notorio periodista José Gutiérrez Abascal–: “’El Rey que rabió’ está asegurado por mucho tiempo en su trono de La Zarzuela”. Y se añadía con cierto retintín: “No hay peligro de que sea destronado.” (El Heraldo de Madrid, 21 de abril de 1891).

El Teatro Real y el Palacio Real prosiguen su colaboración para el desarrollo y la promoción de actividades culturales, con la emisión en directo y gratuita, a través de Palco Digital del Teatro Real, del concierto que ofrecerá el Cuarteto Latinoamericano en el Salón de Columnas del Palacio mañana, martes 28 de mayo, a las 19.30 horas, y en el que los intérpretes utilizarán los Stradivarius de la Colección Real.

Esta iniciativa forma parte del acuerdo suscrito entre el Teatro Real y Patrimonio Nacional en abril de 2016, que facilita y fomenta la realización de acciones culturales conjuntas para hacer de ambas instituciones dos lugares más accesibles y cercanos al público.

El concierto forma parte del XXXV Ciclo de Música de Cámara organizado por Patrimonio Nacional y que conmemora el V Centenario del comienzo de la expedición Magallanes-Elcano. Con los Stradivarius en sus manos, el Cuarteto Latinoamericano interpretará el estreno absoluto de la partitura del compositor español Tomás Marco: Cuarteto núm 7 Primus circumdedisti me, obra encargada por Patrimonio Nacional.

Además de este estreno, el programa incluirá el Cuarteto nº 6, del compositor brasileño Heitor Villa-Lobos, y el Cuarteto nº 1 en sol mayor, del alicantino Ruperto Chapí.

Fundado en México en 1982, el Cuarteto Latinoamericano es una de las formaciones musicales más importantes de América Latina con una relevante proyección internacional que les ha hecho merecedores del Grammy Latino en dos ocasiones: en 2012, por su disco Brasileiro, works of Francisco Mignone, y en 2016 por El Hilo Invisible.

José Bros

El 26 de abril a las 20.00 horas, concierto con el tenor José Bros y la soprano Ruth Iniesta.

Entradas

La zarzuela vuelve al Teatro Real de la mano del tenor José Bros, que ha actuado en las dos únicas obras de este género que se presentaron en su escenario desde la reapertura, en 1997: El dúo de La africana, de Manuel Fernández Caballero (2004) y Luisa Fernanda, de Federico Moreno Tórroba (2007). Además de estos títulos, Bros ha interpretado en el Real los papeles protagonistas de otras dos óperas españolas presentadas en versión de concierto y grabadas en disco: La conquista di Granata, en 2003, e Ildegonda, en 2006, ambas de Emilio Arrieta.

Aunque las 77 funciones que ha protagonizado en el Real hayan sido mayoritariamente obras del repertorio belcantista  ─L’elisir d’amore, Lucia di Lammermoor, La Favorite, Roberto Devreux, La sonnambula, Werther, etc.─, o verdiano ─La traviata, Rigolleto─, José Bros celebrará sus 25 años de carrera y su vínculo con el coliseo madrileño con un concierto dedicado a la zarzuela. Actuará junto con Ruth Iniesta, a quien ya hemos visto en el Teatro Real en Muerte en Venecia, de Benjamin Britten, en 2014, y El emperador de la Atlántida, de Victor Ullmann, en 2016, y que ahora participa en Falstaff, cuyo estreno tendrá lugar mañana, ópera en la que interpreta el papel de Nannetta.

Los dos cantantes, junto con la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección de José María Moreno, interpretarán preludios, arias y dúos de algunos de los títulos más populares de zarzuela: Luisa Fernanda y Monte Carmelo, de Federico Moreno Torroba; La Revoltosa y El tambor de granaderos, de Ruperto Chapí; Doña Francisquita, de Amadeo Vives; La tabernera del puerto, de Pablo Sorozábal; Jugar con fuego, de Francisco Asenjo Barbieri; Luces y sombras, de Federico Chueca; El huésped del sevillano, de Jacinto Guerrero; etc. (ver programa adjunto).

El director mallorquín José María Moreno, con gran experiencia en la interpretación del repertorio lírico español, debutará en el Teatro Real.

Fotografía: Javier del Real

La tempestad

El Teatro de la Zarzuela continua con su labor de rescate de ese patrimonio musical español tan poco valorado. En esta ocasión, y tras Maruxa, llega «La tempestad». Obra del maestro Ruperto Chapí que fue estrenada en la Zarzuela el 11 de marzo de 1882. Durante veinte años se programó con regularidad antes de desaparecer, hasta el día de hoy. Una de las principales razones de esta ausencia sobre los escenarios puede estar en la necesidad que tiene esta obra, debido a sus exigencias vocales, de seis grandes intérpretes. Y aquí está el primer esfuerzo y acierto del Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela. Ha reunido para esta tempestad nada menos que a Carlos Álvarez, José Bros, Mariola Cantarero, Ketevan Kemoklidze, Carlos Cosías y Alejandro López.

El siguiente desafío ha venido de la necesidad de ofrecer La tempestad en versión concierto pues, como el propio Bianco afirma “no siempre disponemos del presupuesto o el tiempo suficiente para programar lo que queremos”. Pero, ¿cómo se hace una zarzuela en versión concierto? Los diálogos en escena que caracterizan este género, en el que no solo se canta, carecen de sentido en una versión de concierto. Y este punto también ha sido bien resuelto por Bianco. Se encargó al reconocido dramaturgo Alberto Conejero una versión del texto de Miguel Ramos Carrión. El resultado no ha podido ser más eficaz. Conejero ha trasladado el peso explicativo de los diálogos a un narrador, al mejor posible. Juan Echanove cuenta la historia desde el interior de uno de los personajes, Mateo. Y lo hace creando una atmósfera dramatúrgica en la que la escenografía aparece ante el espectador sin necesidad de más elementos que su voz y su forma de narrar, “No es recitar, no es interpretar, no se de que manera pero tengo que cantarlo”. Y su voz suena a música al lado del resto del reparto.

Para completar los aciertos de esta tempestad se ha contado con el mayor experto chapiniano en la actualidad, el director Guillermo García Calvo. Una partitura como esta, que tiene ya las influencias musicales de la época y que se detectan claramente en alguno de sus pasajes, requiere de un exacto conocimiento y lectura. El inicio de la obra presenta efectos instrumentales inspirados en Wagner, concretamente en el Holandés errante, con sus trémolos de cuerda y sus relámpagos. El saxofón, una novedad en ese momento, es claramente de influencia francesa. Como las arias de inspiración verdiana del barítono o del sexteto final. Todo ello sin que deje de reconocerse una partitura musical muy española. Este, junto con la capacidad teatral de Chapí, son los valores que García Calvo ha sabido leer en esta partitura y ha conseguido de la Orquesta un sonido homogéneo, lleno de detalles y de fluidez entre orquesta, narrador y cantantes.

Carlos Álvarez interpreta al malvado Simón en esta misteriosa zarzuela. Sus generosos y profundos graves crearon el Simón que evoluciona hacia el tormento que el autor describe. El barítono se encuentra en un momento vocal extraordinario. Su timbre verdiano es como un guante de seda en esta obra. El público vibró con su interpretación.

El tenor José Bros, como Beltrán, demostró la calidad de su instrumento desde su primera aria, “Salve costa de Bretaña”. La extraordinaria agilidad de su voz, aunque dice estar más cerca ya del tenor lírico que del lírico ligero, sigue intacta. Sedujo con su timbre pulido y un fraseo y línea de canto excepcional.

Teníamos ganas de volver a escuchar en la Zarzuela a Mariola Cantarero. Su personaje de Ángela, hijastra del malvado Simón, estuvo cargado de intención y delicadeza. Su timbre cálido y la elasticidad de su voz para filar y crecer hicieron las delicias del público.

La mezzosoprano Ketevan Kemoklidze es la primera georgiana que canta en el Teatro de la Zarzuela. Cada vez es más habitual que cantantes extranjeros se interesen por nuestro repertorio. Interpreta el personaje de Roberto y lo llena de nobleza y fuerza interpretativa.

El tenor Carlos Cosías es Mateo. Un joven vivaz que Cosías interpreta con decisión, gracia y buen gusto, y una dicción envidiable.

El bajo mexicano Alejandro López da vida al juez que, con toda solemnidad, se encarga de desvelar los misterios de la obra.

Otro personaje principal de esta tempestad es el coro. Chapí maneja muy bien en todas sus partituras la parte coral. En esta obra describe todo el ambiente dramático y adquiere un papel protagonista interactuando con los cantantes, sobre todo acompañando los concertantes que fueron ovacionados por un público a esas alturas entregado. Siempre empastado y mostrando en el coro de mujeres el optimismo que reina después de la tempestad.

La tempestad

El Teatro de la Zarzuela cumple una labor fundamental en la preservación, estudio y recuperación de nuestro patrimonio lírico. Y es por esta razón básica e imprescindible, entre otras de idéntica valía, que la programación de ‘La tempestad’ (melodrama fantástico en tres actos) se convierte en uno de los acontecimientos felices de la presente temporada. La obra de Ruperto Chapí, con libreto de Miguel Ramos Carrión, fue un clásico entre los clásicos, cumbre indiscutible de la creación del músico de Villena, que permaneció en cartel durante décadas, y que encumbró al compositor a la categoría de líder musical de su época. Y después, la repetida historia de siempre: sorprendentemente cayó en el olvido. Nació en el Teatro de la Zarzuela el 11 de marzo de 1882, y ‘murió’ en este mismo escenario un mes de noviembre de 1927, hace ahora algo más de 90 años. Por esta razón, el viernes 16 de febrero (20h00), y el domingo 18 (18h00) serán dos días claves para nuestra lírica, ya que la obra volverá a subir al escenario en que se estrenó hace 136 años, esta vez en versión de concierto y con adaptación libre del laureado dramaturgo Alberto Conejero.

Dirigida por el maestro Guillermo García Calvo, sin ninguna duda uno de los directores españoles más sobresalientes y requeridos en la actualidad, una de las razones que seguro abocaron a esta obra al olvido, además de la necesidad de una gran orquesta, es la dificultad extrema que supone para los cantantes abordar una partitura repleta de desafíos para sus cuerdas vocales. Para ello, para llegar a buen puerto (y nunca mejor dicho), es indispensable contar con un sexteto especialmente cualificado, y el Teatro de la Zarzuela ha reunido a un reparto de primer nivel internacional para la ocasión.

Así, la mezzosoprano georgiana de Tiflis, Ketevan Kemoklidze interpretará el papel de Roberto el pescador, enamorado de Ángela, huérfana tras la confusa muerte de su padre cuando aún era una niña, cuyo crimen no resuelto, como se verá, golpea la cabeza del misterioso asesino en una espiral de remordimiento. La huérfana amada, interpretada por la soprano Mariola Cantarero, corresponde a las mil maravillas el cariño llano y sincero de Roberto. El barítono Carlos Álvarez da vida a Simón, ese viejo avaro que tras aquel asesinato, cuyo mayor sospechoso fue un joven que se embarcó el mismo día con destino a las Indias, se erige como tutor de Ángela creando todo tipo de recelos, y que entra en rivalidad con Beltrán, encarnado por el tenor José Bros, un hombre que, precisamente, llega de las Indias como traído por los fantasmas, y que, en contra de aquel, ampara la relación y el desposo de los dos jóvenes. El juez que recuerda el crimen e impone la ley estará cantado por el bajo mexicano Alejandro López, y el de Mateo el pescador, pieza clave para la resolución de la trama, por el tenor Carlos Cosías.

Otro de los alicientes de esta Tempestad es la participación del actor Juan Echanove, que en la recreación de Conejero también se mete bajo la piel de Mateo, que precisamente es quien, pasados los años, va rememorando todos los acontecimientos que se le clavaron en la memoria como una estaca espinada. La Orquesta de la Comunidad de Madrid, Titular del Teatro, y el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, completan el cuadro artístico de esta histórica y doble recuperación.

La importancia de ‘La tempestad’
‘La tempestad’ supuso en su día una auténtica revolución conceptual en cuanto a lo que entonces se suponía que debía ser una zarzuela. Como en su día recordaba el musicólogo Luis Iberni: “Chapí adaptaba la zarzuela a las nuevas realidades musicales europeas que él conocía bien”. Hasta entonces, “nunca se había visto una zarzuela con tales exigencias canoras dado que demandaba un potente quinteto de voces como cualquier título de ópera”. El profesor Emilio Casares señala al respecto que ’La tempestad’ “pasó a ser un clásico y se mantuvo en cartelera durante decenios. En efecto, se oyó por décadas en toda la hispanidad, interpretada por las mejores voces de nuestra lírica”.

Casares afirma, complementando aquella fundada reflexión de Iberni, que Chapí, en 1882, “estaba preparado para dar a España una obra de tanta transcendencia, con la que muestra lo aprendido en Europa, y, sobre todo, propone un camino alternativo a la ópera y a la zarzuela tradicional en el propio escenario del Teatro de la Zarzuela: una ópera vestida con forma de zarzuela, por tener extensos “hablados”.

En cuanto a la valía de ‘La tempestad’ el musicólogo es categórico: “Hoy, después de tanto camino recorrido por la musicología, tenemos pocas dudas de que ‘La tempestad’ es uno de los más grandes monumentos de nuestra historia lírica. Por ello resulta tan difícil entender el olvido que se ha cernido sobre ella”. Y ahora, después de 90 años de silencio, el público tiene la oportunidad de volver a disfrutarla en el mismo escenario que la vio nacer y ‘desaparecer’.

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