El director de escena Emilio Sagi vive uno de los momentos más dulces de su carrera. Recién celebrados sus 40 años sobre los escenarios, acaba de recibir la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y su extraordinaria trayectoria ha sido reconocida con el Premio Ópera XXI. Y es que el Teatro de Sagi, inconfundible, es pura magia. Inteligente y siempre luminoso. Elegante. Sublime. Ahora, su ciencia teatral recala por enésima vez en el Teatro de la Zarzuela donde del 5 al 22 de mayo se rendirá homenaje al maestro Manuel Penella con 14 funciones de su ópera cómica ‘Don Gil de Alcalá’ en una versión escénica elegante y enormemente divertida del director asturiano, que servirá para conmemorar los 90 años de la obra.
Desde el foso, el maestro Lucas Macías –debutante de lujo en el teatro de la plazuela de Jovellanos– conducirá con su intenso sello poético a la Orquesta de la Comunidad de Madrid, titular del Teatro, que pese a que ya está liberada de las restricciones que durante meses la han mermado a causa de la pandemia, en esta ocasión se presenta como una orquesta de cuerda y arpa, como exige la partitura original de Penella.
El ‘Don Gil de Alcalá’ que el público podrá disfrutar estos días, es la hermosa producción del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo y el Teatro de la Zarzuela que Sagi estrenó en 2017 en el Teatro Campoamor. La de Penella es una obra muy cercana a la luminosidad y la viveza de la ópera italiana, pero con un tratamiento hispano. De ella el director de escena resalta sobre todas las cosas su “extrema belleza”, la ternura y las altas dosis de nostalgia. En esta ocasión, cuenta con los espléndidos trabajos de algunos de sus colaboradores más cercanos como Daniel Bianco en la escenografía, la tan recordada figurinista Pepa Ojanguren en el vestuario, Eduardo Bravo en la iluminación y Nuria Castejón en la coreografía.
Y como también es habitual en el Teatro, serán dos espléndidos y equilibrados repartos los que junto al Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, dirigido por el maestro Antonio Fauró, desplieguen sobre las tablas esta trama en la que, en palabras de Emilio Sagi, se mezcla una historia de amor romántico, “cursilona y casi de telenovela”, con el “divertidísimo embrollo humorístico en que acaba convirtiéndose al estilo de las óperas bufas de Rossini”.
El argumento se libera de ataduras históricas para narrar de forma clara las simpáticas aventuras, en tierras de Nueva España, de Don Gil, un capitán español, y Niña Estrella, una huérfana mestiza.
El papel principal, el de Don Gil de Alcalá, lo interpretan los tenores Celso Albelo –que varios lustros después regresa felizmente a una producción del Teatro de la Zarzuela– y José Luis Sola; su enamorada, Niña Estrella, estará encarnada por las sopranos Sabina Puértolas e Irene Palazón. Y son números los papeles que destacan por su comicidad, como los del sargento Carrasquilla, a quien dará vida el bajo Simón Orfila; el sirviente indio Chamaco, cuyo rol será asumido por los tenores Carlos Cosías y Facundo Muñoz; la sirvienta india Maya, que interpretarán las mezzosopranos Carol García y Lidia Vinyes-Curtis; el papel del Gobernador del Estado de Veracruz, cuya peculiar personalidad será desentrañada por el bajo-barítono Miguel Sola; o el del Virrey de Nueva España del barítono Pablo López. Los también barítonos Manel Esteve y Eleomar Cuello se pondrán en la piel de quien es el tercer vértice del triángulo amoroso: el aristócrata español Don Diego.
También tienen importante presencia y voz en el relato la mezzosoprano María José Suárez como madre abadesa, el barítono David Sánchez como padre magistral o el tenor Ricardo Muñiz como maestro de ceremonias, acompañados todos ellos por 8 figurantes-bailarines.
Luis Sagi-Vela y “el dorado”
Emilio Sagi reconoce que siempre había querido hacer el “Don Gil”, y “no solo porque es una obra maravillosa, con una música inspiradísima y una historia fresca y muy divertida –como si fuera un pequeño Mozart–“; le apetecía también meterse en ese fantástico mundo porque pocos años después de su estreno en Barcelona llegó a Buenos Aires y a México con su tío, Luis Sagi-Vela (quien la hizo y la grabó muchas veces), en el reparto. Aquellas funciones contribuyeron al éxito decisivo de la obra.
Y en esta producción que ahora se presenta, todo sucede, cómo no, con “el dorado” mexicano omnipresente. Casi toda la escenografía es del color del oro y los personajes van con las botas manchadas de barro, pero muy bien vestidos, aderezados con bordados y adornos dorados.
Una obra distinta
‘Don Gil de Alcalá’ es una obra “distinta” de Manuel Penella. Ciertamente hermosa, como el resto de su producción, y en la que el compositor valenciano apuesta una vez más por la lírica española, aunque esta vez desde una perspectiva más acorde con las tendencias europeas. Con este trabajo, Penella no solamente reconoce y homenajea la larga tradición lírica que él y otros creadores habían heredado y llevado al mundo americano, sino que también vuelve a demostrar que sabe crear una obra clásica que resistiría el paso del tiempo, incluso en un país donde nunca acabó de convencer la fórmula de la ópera en lengua española. Cuando Penella quiso acometer valientemente un homenaje a América con una obra tan inusual como clásica, tan preciosista como moderna, escribió ‘Don Gil de Alcalá’, que estrenó en el Teatro Novedades de Barcelona, y dos años después en el de La Zarzuela.
Una vez más volvió a salir con su compañía para representarla por el Nuevo Mundo, en la que sería su última gran empresa, aunque antes llegaría a los escenarios de varios países y la llevaría pronto al cine en una producción mexicana: ‘El capitán aventurero’. Como buena parte de los proyectos que emprendió a lo largo de su vida, sus obras líricas son irrepetibles.
En muy diversas ocasiones ‘Don Gil de Alcalá’ ha vuelto a verse en el Teatro de la Zarzuela. Y ahora regresa, ya en pleno siglo XXI, como la gran creación del teatro musical que es.