El próximo 9 de noviembre se estrenará en el Real Teatro de Retiro una nueva producción de El niño y los sortilegios (L’Enfant et les Sortilèges) de Maurice Ravel (1875-1937), con libreto de la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette (1873-1954), que esbozó, en apenas una semana, un cuento sencillo, en el cual un niño enrabietado, en la soledad de su habitación, va ordenando sus ideas a través de la imaginación y la fantasía, llenando de sentido su pequeño mundo.
Ravel tomó muy en serio la recreación de este universo infantil, con una orquestación brillante y llena de color y una partitura que mezcla elementos de la música clásica, melodías tradicionales y ritmos de jazz, escrita como un refugio de fantasía después de la primera guerra mundial. La ópera se estrenó en Montecarlo en 1926 y desde entonces se ha incorporado al repertorio lírico infantil y juvenil.
La producción que se presentará en el Real Teatro de Retiro, cantada en castellano, fue concebida como una ópera-estudio en la que todo el equipo artístico, incluyendo los ocho cantantes y los dos pianistas, han creado juntos la dramaturgia, bajo la tutela del director de escena Alfonso Romero.
La soprano Aida Turganbayeva interpreta al niño protagonista; Andrea Rey Gil, mezzosoprano, dará vida a los personajes de Mamá, Taza china y Libélula; Ivana Andrea Ledesma, soprano, será en escena Poltrona, Lechuza y Murciélago; Dragana Paunovic, soprano, interpreta los personajes de Gata y Ardilla. Estíbaliz Martyn, también soprano, será Fuego, Ruiseñor y La princesa de un cuento de hadas. Entre las voces masculinas se encuentran el barítono Gonzalo Ruiz, que dará vida a Sillón y Árbol; Enrique Torres, también barítono, interpretará Gato y Reloj de pie. Por último, el tenor Pablo Puértolas será Tetera, Ranita y Aritmética con momentos realmente exuberantes. Junto a todos los solistas, Samuel Martín y Sergio Berlinches harán sonar el piano como si fuera una encantadora orquesta.
De acuerdo con Alfonso Romero, la producción evoca “la visión cosmológica de un niño de corta edad y su proceso de evolución psicológica desde el egocentrismo propio de su edad hasta el nacimiento de la empatía”.
La dramaturgia, y también la escenografía, “están inspiradas en el teatro de marionetas, de títeres, el teatro negro, el teatro Kabuki y especialmente el Bunraku, en el que cada títere es manipulado al menos por tres artistas en una perfecta coordinación y fluidez de movimientos.” Así, el público y el niño protagonista verán solamente a los objetos, como si su alma, la música y voz de los cantantes, emanara de los mismos.