
El Teatro Real se presentará, entre el 30 de abril y el 11 de mayo , siete funciones de la aclamada producción de El cuento del zar Saltán , de Nikolái Rimski-Kórsakov (1844-1908), en una coproducción del Teatro Real y el Théatre Royal de La Monnaie , donde se estrenó en 2019 con un enorme éxito, ganando el prestigioso Premio de Ópera a la Mejor Producción Revelación.
El cuento del zar Saltán –que se presenta por primera vez en el Teatro Real– es la segunda ópera de la temporada basada en un poema de Aleksandr Pushkin (1799-1837) de quien el año pasado se conmemoró el 225º aniversario de su nacimiento.
Si Eugenio Oneguin , de Chaikovski, presentado hace dos meses, retrataba el mundo de la sociedad zarista de los salones aristocráticos con un héroe trágico que emulaba a Lord Byron, El cuento del zar Saltán. reivindica la Rusia oriental y paneslava de las tradiciones atávicas, las sagas medievales, las leyendas populares, el folclore, el arraigo a la tierra y la servidumbre a las fuerzas de la naturaleza y los designios divinos.
De hecho, la ópera se basa en uno de los más bellos poemas narrativos de Pushkin inspirados en cuentos tradicionales que forman parte del universo infantil ruso y con el que Rimski-Kórsakov quiso celebrar el centenario del gran escritor y héroe nacional en 1899.
La trama evoca la tipología mítica de La cenicienta presente en tantas leyendas ancestrales: dos perversas hermanas mayores –la Cocinera y la Hilandera– intentan destruir a la más pequeña, Militrisa, elegida por el zar para su esposa. Urdiendo un plan diabólico, con la complicidad de la malvada madrina Babarija, hacen llegar al soberano la noticia de que la zarina dio a luz un ser deforme y monstruoso, provocando que ambos, la madre y su hijo, sean introducidos en un barril y lanzados al mar hasta llegar a la isla mítica de Buyán. Ahí llegan con el pequeño príncipe ya convertido en un benévolo y valiente adulto, que logra salvar a una mágica Princesa Cisne matando al vil halcón que la atacaba con el arco y la flecha que acababa de construir.
A partir de ese momento se suceden peripecias mágicas y llenas de sortilegios, que contraponen el mundo contaminado y miserable del zar y de sus súbditos –enmascarada y sutil crítica al zarismo y sus estamentos– y la maravillosa y quimérica ciudad de Ledenets, donde reina su clandestino heredero, el príncipe Guidón.
A partir de este enredo infantil, que en la ópera se desarrolla con una música riquísima en efectos expresivos de múltiples colores y perfumes eslavos, el director de escena, Dmitri Tcherniakov , crea dos historias que se entremezclan, ampliando la fuerza aleccionadora del cuento con una lectura desasosegante, que sobrecoge al espectador, como si unos padres reflexionaran sobre un cuento fantástico que acaban de leer a su hijo.
En su dramaturgia, una madre, que cría sola a su amado hijo autista sobreponiéndose al abandono y al desprecio de la familia, decide representar con el niño la historia del zar Saltán, como en un pequeño teatro, y así entrelazan sus propias vivencias para que el pequeño vaya entendiendo el mundo real, con sus hostilidades, congojas, miedos y angustias, pero también con el refugio en la fantasía, el ensueño y el amor.
El niño autista interpreta al príncipe Guidón y su madre a la zarina Militrisa. A partir de ahí, el imaginario del niño se apropia del escenario y los personajes recrean su universo infantil de emociones casi tangibles a través de dibujos, colores y unos trajes extravagantes que parecen salir de sus dibujos infantiles.
La sugerente escenografía, concebida también por Dmitri Tcherniakov , con el vestuario de Elena Zaytseva y la iluminación y vídeo de Gleb Filshtinsky , llevan al espectador a transitar por las dos historias que se entrelazan, intentando desentrañar los anhelos, sueños, temores, zozobras y quimeras de ese niño singular, como tantos niños singulares, a través de acuarelas mutantes, dibujos sinuosos y personajes. desmesurados, con una inequívoca atmósfera eslava como la que reivindica la partitura.
La música de Nikolái Rimski-Kórsakov , claramente descriptiva, expresiva y evocadora, tan ajustada a la prosodia del ruso que parece emanar de cada frase, bebe tanto del folclore eslavo como, subrepticiamente, de Wagner o del sinfonismo centroeuropeo. El prólogo y las siete escenas se desarrollan en una especie de permanente cantabile , en la que la orquesta, brillante y efectista, crea el espacio y la atmósfera para el desarrollo del delirante enredo.
Un sólido reparto, en el que destacan el bajo Ante Jerkunica (Zar Saltán), el tenor Bogdan Volkov (Príncipe Guidón), las sopranos Svetlana Aksenova (Parina Militrisa), Nina Minasyan (Princesa Cisne) y la mezzosoprano Carole Wilson (Babarija), dará vida al mundo mágico del cuento, bajo la dirección musical de Ouri Bronchti , que debuta en el Teatro Real.
Para que esta ópera de adultos llegue al mundo de los niños, verdaderos destinatarios del cuento de Pushkin, el Teatro Real ofrece en el REAL TEATRO DE RETIRO , una nueva producción propia al público familiar (a partir de los 8 años) titulada Un cuento de hadas: El zar Saltán , en la versión para piano de Nadezhda Rimskaya-Korsakova , con dramaturgia, dirección de escena y presentación de Eduardo Aguirre de Cárcer , con ilustraciones de Fran Parreño y Eva Serrano , animación de Fran Solo , iluminación de Cristina Cejas , interpretación al piano de Samuel Martín y Gonzalo Villaruel y la voz en off de Elisa Hipólito .
El genio literario de Alexandr Pushkin , con su belleza poética, hondura, exuberancia, sensibilidad y la magistral evocación de las culturas eslavas, sus mitos, leyendas, estamentos sociales, narraciones históricas, paisajes y olores, sigue e inspirando a artistas de todo el mundo, hoy como hace 200 años, con su poder para emocionar, reflexionar y transformar, como atestiguan las tres producciones que le ha dedicado el Teatro Real en la presente temporada.