El pasado 23 de julio, La cantaora Estrella Morente rindió un sentido homenaje a su padre, el Maestro Enrique Morente, recientemente fallecido.
Sobre el escenario aparecía Estrella rodeada de familiares, su hermana, su tía, incluso su hijo Curro. Unidos por la memoria y el latido interior, ajustado, acompasado y que con tanto oficio transforman en arte. Varias generaciones sobre el escenario, las que han influido y enseñan y las que aprenden. Entre ellas, y con un tempo y sabiduría cada vez más asentado, Estrella Morente. La estampa que dibujaba en el Patio de Armas del Alcázar era bellísima. Una estética andaluza y española llena de plasticidad. Con una voz cálida que, a medida que subió de temperatura, dejó paso al desgarro y a la más honda expresión del sentimiento.
Dejó momentos de fusión musical y estética, como muestra de su herencia paterna. Estuvo magníficamente acompañada a la guitarra por el Maestro Montoyita y por El Monti. La percusión, a cargo de El Popo, proporcionó intensidad y matices al cuadro flamenco. Todo ello enmarcado en un Patio de Armas con el aforo adecuado para este tipo de eventos. Esto permitió , además, que Estrella Morente pudiera deleitarnos con su voz natural en los bises. Una voz que por si sola ocupó el recinto y lo llenó de sensaciones, algo reservado solo a los grandes.