Como ya viene siendo habitual, Cecilia Bartoli volvió a poner en píe al público del Real. Esta vez con uno de sus repertorios más habituales, Händel, en el que alternó de forma equilibrada arias dramáticas y otras de coloratura. Cuatro oberturas para disfrutar de la delicadeza de Il Giardino Armonico y el buen hacer de su director, Giovanni Antonini, que nos deleitó como solista en varios momentos.
Esta vez, Cecilia lució un sobrio vestido negro para salir al escenario, y como complementos musicales destacar ruido de viento y una plancha metálica que contribuyeron a mostrar toda la intensidad dramática que puede transmitir esta romana. Toda una declaración de intenciones en la primera pieza de Rinaldo, “Furie terribili”.
En la primera parte, destacar “Scherza infida” de Ariodante, despliegue cromático donde destacó el gran entendimiento entre Antonini y ella y gran ovación del público que celebra cada frase coloreada.
Pero en este recital, que fue de menos a más , lo mejor estaba por llegar. La segunda parte comenzó con “Felicissima quest´alma” de Apollo y Dafne interpretada con una contención sobrecogedora, para alcanzar con Alcina el punto culminante del recital, “Ah! mio cor!
Y, por si alguien no estaba satisfecho, llegaron los bises, eso que a ella tanto le gusta: La Tempestad y “Son qual nave ch’agitata», de la ópera «Artaserse», donde demostró toda su capacidad, “a capella”, barriendo al público con su voz y sorprendiendo con un fiatto que esta vez fue al público al que dejó sin aliento.
Ella, que sabe como conquistar, sonrisas y simpatía a raudales mientras se unía con su público en un abrazo afectuoso y sincero, y no cesaban los aplausos de una clá ya incondicional.