“Las cosas bellas son difíciles”. Esta sencilla frase de La República de Platón, servía de presentación del vídeo homenaje que el Teatro Real ha ofrecido a Gererd Mortier, quien fuera su director artístico desde 2010. Una frase certera para definir su paso por Madrid.
Sustituyendo uno de los tradicionales enfoques, creación del propio Mortier, y arropados por la escenografía de Lohengrin, una de sus últimas producciones para el Teatro que se representa estos días, se desplegó una gran pantalla donde se proyectó un vídeo elaborado por los técnicos del Teatro. Sin caer en el sentimentalismo, pero con una gran carga emocional, fueron apareciendo imágenes y músicas de algunas de sus producciones más representativas durante su estancia en Madrid. También pudimos ver al propio Mortier desvelando las claves de su filosofía vital y musical, la pasión. Esa pasión que le abordó cuando apenas tenía once años al asistir a una representación de “La flauta mágica” y que ya nunca le abandonaría.
Se han recordado obras como «Life and Death of Marina Abramovic», «C(h)oeurs», «The Rise and Fall of the City of Mahagonny», «Wozzeck», «La conquista de México», «Brokeback Mountain», «La clemenza di Tito», «Così fan tutte», «Poppea e Nerone», «Iolanta», «Tristan und Isolde» y «Saint François d’Assise».
Tras la proyección del vídeo, el alemán Hartmut Haenchen ocupaba su lugar en el foso para dirigir a la Orquesta Titular del Teatro Real. Comenzaba así la parte musical, con el preludio de la ópera de Wagner que se estrena estos días, Lohengrin. La soprano alemana Anne Schawanewilms ha sido la primera en subir al escenario para interpretar el aria “Einsam in trüben Tagen”, seguida del tenor germano-canadiense Michael König, que ha «oír lo invisible» para nunca olvidarlo del pianista Mack Sawyer, ha interpretado una pieza de Franz Schubert, y el barítono Vito Priato, con el pianista Riccardo Bini, ha cantado un aria de Tannhäuser, antes de que los miembros del Coro Titular del Teatro Real, a las órdenes de su director Andrés Maspero, ocuparan la escenografía creada para Lohengrin e interpretarán uno de esos coros grandiosos de Verdi, Patria opressa, de la ópera Macbeth, con el pianista Miguel Ángel Arqued también en el escenario.
Uno de los momentos más emocionantes de la noche ha sido cuando la soprano canadiense, Measha Bruggerbergosman, descalza y a capella, ha interpretado el espiritual “Going up a yonder”, llenando la sala con sus impresionantes y estremecedores armónicos.
El homenaje ha terminado con una frase de Olivier Messiaen, «oír lo invisible para nunca olvidarlo”.
Mortier pretendía, a su llegada a Madrid, atraer al teatro a nuevos públicos. Hacer del teatro y la ópera un canal de comunicación y reflexión. Hoy, con motivo de este homenaje, al Teatro Real y a esta representación han llegado mucha gente por primera vez. Viendo la expresión de sus caras, sin duda han quedado fascinados. Tal vez atrapados para siempre por una pasión. Hermosa herencia. Como dijo Gregorio Marañón en su carta a Mortier, misión cumplida…