«La tempestad» de Chapí, 90 años después en la Zarzuela

La tempestad

El Teatro de la Zarzuela cumple una labor fundamental en la preservación, estudio y recuperación de nuestro patrimonio lírico. Y es por esta razón básica e imprescindible, entre otras de idéntica valía, que la programación de ‘La tempestad’ (melodrama fantástico en tres actos) se convierte en uno de los acontecimientos felices de la presente temporada. La obra de Ruperto Chapí, con libreto de Miguel Ramos Carrión, fue un clásico entre los clásicos, cumbre indiscutible de la creación del músico de Villena, que permaneció en cartel durante décadas, y que encumbró al compositor a la categoría de líder musical de su época. Y después, la repetida historia de siempre: sorprendentemente cayó en el olvido. Nació en el Teatro de la Zarzuela el 11 de marzo de 1882, y ‘murió’ en este mismo escenario un mes de noviembre de 1927, hace ahora algo más de 90 años. Por esta razón, el viernes 16 de febrero (20h00), y el domingo 18 (18h00) serán dos días claves para nuestra lírica, ya que la obra volverá a subir al escenario en que se estrenó hace 136 años, esta vez en versión de concierto y con adaptación libre del laureado dramaturgo Alberto Conejero.

Dirigida por el maestro Guillermo García Calvo, sin ninguna duda uno de los directores españoles más sobresalientes y requeridos en la actualidad, una de las razones que seguro abocaron a esta obra al olvido, además de la necesidad de una gran orquesta, es la dificultad extrema que supone para los cantantes abordar una partitura repleta de desafíos para sus cuerdas vocales. Para ello, para llegar a buen puerto (y nunca mejor dicho), es indispensable contar con un sexteto especialmente cualificado, y el Teatro de la Zarzuela ha reunido a un reparto de primer nivel internacional para la ocasión.

Así, la mezzosoprano georgiana de Tiflis, Ketevan Kemoklidze interpretará el papel de Roberto el pescador, enamorado de Ángela, huérfana tras la confusa muerte de su padre cuando aún era una niña, cuyo crimen no resuelto, como se verá, golpea la cabeza del misterioso asesino en una espiral de remordimiento. La huérfana amada, interpretada por la soprano Mariola Cantarero, corresponde a las mil maravillas el cariño llano y sincero de Roberto. El barítono Carlos Álvarez da vida a Simón, ese viejo avaro que tras aquel asesinato, cuyo mayor sospechoso fue un joven que se embarcó el mismo día con destino a las Indias, se erige como tutor de Ángela creando todo tipo de recelos, y que entra en rivalidad con Beltrán, encarnado por el tenor José Bros, un hombre que, precisamente, llega de las Indias como traído por los fantasmas, y que, en contra de aquel, ampara la relación y el desposo de los dos jóvenes. El juez que recuerda el crimen e impone la ley estará cantado por el bajo mexicano Alejandro López, y el de Mateo el pescador, pieza clave para la resolución de la trama, por el tenor Carlos Cosías.

Otro de los alicientes de esta Tempestad es la participación del actor Juan Echanove, que en la recreación de Conejero también se mete bajo la piel de Mateo, que precisamente es quien, pasados los años, va rememorando todos los acontecimientos que se le clavaron en la memoria como una estaca espinada. La Orquesta de la Comunidad de Madrid, Titular del Teatro, y el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, completan el cuadro artístico de esta histórica y doble recuperación.

La importancia de ‘La tempestad’
‘La tempestad’ supuso en su día una auténtica revolución conceptual en cuanto a lo que entonces se suponía que debía ser una zarzuela. Como en su día recordaba el musicólogo Luis Iberni: “Chapí adaptaba la zarzuela a las nuevas realidades musicales europeas que él conocía bien”. Hasta entonces, “nunca se había visto una zarzuela con tales exigencias canoras dado que demandaba un potente quinteto de voces como cualquier título de ópera”. El profesor Emilio Casares señala al respecto que ’La tempestad’ “pasó a ser un clásico y se mantuvo en cartelera durante decenios. En efecto, se oyó por décadas en toda la hispanidad, interpretada por las mejores voces de nuestra lírica”.

Casares afirma, complementando aquella fundada reflexión de Iberni, que Chapí, en 1882, “estaba preparado para dar a España una obra de tanta transcendencia, con la que muestra lo aprendido en Europa, y, sobre todo, propone un camino alternativo a la ópera y a la zarzuela tradicional en el propio escenario del Teatro de la Zarzuela: una ópera vestida con forma de zarzuela, por tener extensos “hablados”.

En cuanto a la valía de ‘La tempestad’ el musicólogo es categórico: “Hoy, después de tanto camino recorrido por la musicología, tenemos pocas dudas de que ‘La tempestad’ es uno de los más grandes monumentos de nuestra historia lírica. Por ello resulta tan difícil entender el olvido que se ha cernido sobre ella”. Y ahora, después de 90 años de silencio, el público tiene la oportunidad de volver a disfrutarla en el mismo escenario que la vio nacer y ‘desaparecer’.