Cualquiera que se acercara al Palau Reina Sofía de Valencia, podía apreciar los abobamientos que se habían producido en el revestimiento del edificio.
El pasado jueves 26 de diciembre ocurrió algo que tal vez fuera previsible, el desprendimiento de parte de este revestimiento cerámico. Esta circunstancia ha obligado a la Generalitat valenciana a cerrarlo y suspender todas las actividades programadas hasta acometer las obras necesarias que garanticen su seguridad. La solución, según explicó en rueda de prensa el conseller valenciano de Economía, Industria, Turismo y Empleo, Máximo Buch, es desmontar las partes de la fachada que están deterioradas para volver a recubrirlas con «trencadís«. El método lo tendrá que dictaminar el Instituto Tecnológico de la Construcción (Aidico), que presentará sus conclusiones el próximo tres de enero. El 8 de enero se reunirá el Consejo de Administración de la Ciudad de las Artes y las Ciencias (Cacsa) para aprobar el plan de actuación.
El coste de la reparación, al menos de la primera parte, lo asumirá el Ejecutivo autonómico, ya que es una cuestión de seguridad ciudadana. Desùés, el Gobierno de la Generalitat emprenderá las acciones legales pertinentes para que sea el arquitecto, Santiago Calatrava, o la UTE de empresas constructoras, Dragados y Acciona, quienes paguen las facturas, teniendo en cuenta que reponer estos azulejos, conocidos como «trencadís», será «caro» y, a simple vista, la superficie deteriorada es importante, aunque la desprendida sea muy pequeña. Los problemas con la ópera de Valencia viene de lejos. A principios de 2013 empezaron a producirse los primeros abombamientos en la fachada, ya que el «trencadís» está sobre una superficie de metal y no de hormigón, por lo que se ve afectado con los cambios de temperatura. Para prevenir los desprendimientos, el Consell valló las zonas afectadas y solicitó una investigación a la empresa de ingeniería Intermarc, que lleva casi un año analizando la cubierta. Según señaló Buch, esta compañía tuvo que contratar a tres profesores de la Universidad Politécnica de Valencia para realizar más pruebas y determinar con exactitud dónde está el error, si en el diseño, en la construcción o en los materiales.
De momento, el emblemático edificio continuará cerrado. El concierto navideño tuvo que trasladarse al Palacio de Congresos de la capital valenciana. Este edificio de Calatrava le costó a la Generalitat 500 millones de euros, aunque el presupuesto inicial era de 100 millones.