Mikhail Pletnev regresa a Madrid con el Ciclo de Grandes Intérpretes de La Fundación Scherzo

octubre 2025
Mikhail Pletnev

El pianista y director ruso Mikhail Pletnev regresa a Madrid tras varios años de ausencia para ofrecer un recital excepcional dentro del Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo, una cita ineludible para los amantes del piano. Reconocido por su técnica apabullante, su pensamiento musical libre y una personalidad artística tan singular como imprevisible, Pletnev llega al escenario del Auditorio Nacional para trazar un recorrido por tres siglos de música y por tres universos de la imaginación sonora: Bach, Schumann y Grieg.

Desde el rigor arquitectónico del Barroco hasta la efusión romántica del siglo XIX, pasando por el lirismo nórdico de finales de siglo, el programa que presenta Pletnev propone un viaje por distintas formas de imaginación musical. Una velada que conjuga la inteligencia y la emoción, la estructura y la libertad, la reflexión y el impulso poético.

Figura de culto entre los grandes pianistas de las últimas décadas, Mikhail Pletnev (Arkhangelsk, 1957) fue el primer ruso en obtener la Medalla de Oro del Concurso Chaikovski de Moscú en 1978, un galardón que lo catapultó al reconocimiento internacional. Desde entonces, su carrera ha oscilado entre la interpretación, la composición y la dirección orquestal —fue fundador de la Orquesta Nacional de Rusia—, siempre movido por un impulso de independencia creativa.

Pletnev es un artista difícil de clasificar. Su estilo conjuga la precisión más refinada con un espíritu inquieto, casi impredecible. En su toque conviven la transparencia clásica, el fuego romántico y una libertad interpretativa que rehuye cualquier convención. Su relación con el piano parece más la de un escultor con la materia sonora que la de un mero ejecutante: cada obra se transforma bajo su mirada en algo nuevo, sorprendente, lleno de relieve interior.

El recital se abre con una selección de Preludios y fugas de El clave bien temperado”, la monumental obra en la que Johann Sebastian Bach explora todas las tonalidades posibles del sistema musical. Escritos en dos libros (1722 y 1742), estos pares de piezas no solo constituyen un hito técnico e intelectual, sino también un compendio del pensamiento musical occidental.

Pletnev interpreta cuatro de ellos —en Re mayor, Sol menor, Sol mayor y Si bemol menor—, dos de cada libro. En ellos se da cita todo el universo bachiano: la afirmación jubilosa del Preludio y fuga en Re mayor (BWV 874), la sobria introspección del Sol menor (BWV 861), el ímpetu casi toccatístico del Sol mayor (BWV 884) y la gravedad serena del Si bemol menor (BWV 867).

No se trata aquí de un ejercicio de erudición, sino de una exploración de la mente creadora. Como recordaba el estudioso Christoph Wolff, Bach compuso esta obra para demostrar la posibilidad de un nuevo orden sonoro: un sistema temperado que permitiera al teclado moverse por todas las tonalidades. Pletnev se acerca a esta arquitectura con la mezcla de rigor y libertad que caracteriza a los grandes visionarios del teclado, y hace de cada preludio y cada fuga un microcosmos donde la lógica se transforma en poesía.

La primera parte del recital culmina con Kreisleriana, una de las cumbres del romanticismo pianístico. Escrita por Robert Schumann en 1838 e inspirada en el personaje del maestro de capilla Johannes Kreisler, creado por E. T. A. Hoffmann, la obra encarna como pocas la dualidad del alma schumanniana: la pugna entre el apasionado Florestán y el soñador Eusebius.

Schumann subtituló la obra Fantasías para piano, y con razón: cada uno de sus ocho movimientos parece brotar de un impulso improvisatorio, oscilando entre la exaltación y el ensueño, la furia y la ternura. En una carta a Clara Wieck, el compositor confesó: “En esta obra tú y la idea de ti tenéis el papel principal”. Esa dimensión íntima y confesional late en cada página, donde la música parece hablar con voz humana.

En manos de Pletnev, Kreisleriana promete alcanzar su máxima temperatura emocional. Su capacidad para pasar del delirio al recogimiento, del gesto más vehemente a la transparencia más frágil, convierte esta partitura en un espejo de su propia personalidad artística. Pletnev no toca a Schumann: lo reencarna.

La segunda parte del programa se adentra en el universo poético de Edvard Grieg con una amplia selección de sus Piezas líricas, pequeñas miniaturas compuestas a lo largo de más de tres décadas y reunidas en diez cuadernos entre 1867 y 1901. Estas breves joyas son, como dijo el propio compositor, un “diario íntimo para piano”: apuntes de naturaleza, nostalgia y ternura donde se funden la inspiración popular noruega y el refinamiento del arte europeo.

De la solemne Canción nacional (Fedrelandssang) a la delicada Berceuse, de la gracia aérea de la Mariposa al nostálgico Nocturno, del juguetón Pajarito al travieso Duende, cada pieza abre una ventana distinta al paisaje interior de Grieg. Su música, como observó Chaikovski en un célebre testimonio, “no pretende la profundidad, pero es profundamente humana”.

En su lectura, Pletnev encontrará el terreno ideal para desplegar su refinada paleta sonora: la ligereza del toque, el color transparente, el fraseo que parece cantar. Su selección de dieciséis piezas traza un viaje emocional de la inocencia a la melancolía, de la contemplación a la alegría. Es un cierre luminoso, casi narrativo, para un recital que celebra la sensibilidad y la invención musical.

El programa que Mikhail Pletnev ofrece en este regreso a Madrid puede leerse como una declaración estética. En Bach, la imaginación se somete al orden; en Schumann, se desborda hasta el límite; en Grieg, se condensa en lo cotidiano. Tres maneras de soñar, tres modos de ser libre.

A sus casi siete décadas, el artista ruso mantiene intacta esa mezcla de misterio y genialidad que lo distingue desde sus primeros años. Su presencia en el Ciclo de Grandes Intérpretes —uno de los proyectos más emblemáticos de la Fundación Scherzo, que desde 1996 ha traído a Madrid a las más grandes figuras del piano mundial— representa mucho más que un regreso: es la afirmación de una trayectoria que sigue desafiando el tiempo y las etiquetas. Pletnev no solo toca el piano: piensa con él. Y en este concierto, su pensamiento se convierte en pura música.