Sabine Devieilhe regresaba al Teatro de la Zarzuela para inaugurar el XXXI Ciclo de Lied que organizan este Teatro y el Centro Nacional de Difusión Musical. Su repertorio es muy amplio y abarca distintos géneros y épocas, desde el barroco a la música contemporánea, para lo que Devieilhe posee grandes cualidades, no solo vocales, también interpretativas, además de una arrolladora personalidad sobre el escenario y gran originalidad a la hora de seleccionar las obras.
Y así ha quedado demostrado en este recital junto a su pianista acompañante habitual, Mathieu Pordoy. Ambos han realizado un recorrido romántico por obras de distintos autores, incluyendo Lieder de Liszt, Franz Schubert o Richard Strauss, junto a obras de destacadas compositoras francesas como Lili Boulanger, Cécile Chaminade, o Marguerite Monnot, entre otras.
Sabine Devieilhe (Calvados, Francia, 1985), que es una de las sopranos coloratura más reconocidas en la actualidad, comenzó con una obra evocadora y romántica sobre el mito de Lorelay, personaje que resultó fascinante para un Franz Liszt que llegó a publicar hasta tres versiones sobre el tema. En esta ocasión escuchamos Die Lorelay, S 273, que fue repetida como último bis tras una mala pasada del soporte electrónico de Mathieu Pordoy al inicio del recital.
Siguió con un ciclo de nanas, pequeñas obras íntimas que, bajo este hilo conductor, tejieron un clima relajante y armonioso que recorría la sala. Empezó con la delicada interpretación de Ever shel shoshanim, de Josef Hadar, pieza tradicional hebrea que suele ser interpretada durante las celebraciones de boda, y que fue el punto de partida de una primera parte cargada de emoción.
Después llegó el momento de la divertida participación de Pordoy en la obra anónima Le petit chat triste, interpretada con jovial frescura. Esta obra dio paso a un conjunto de piezas puramente liederísticas, con Du bist die Ruh y Nacht und Träume, ambas de Schubert, que por su carácter pueden ser una oración o una canción de amor, como bien señala María del Ser en las notas del programa. Igual sensación de serenidad y sosiego aportaron las interpretaciones de Meinem Kinde, nº 3 y Die Nacht, nº 3, de Richard Strauss. Para terminar esta primera y onírica parte con Ein Traum, nº 6 de Edvard Grieg.
Tras el descanso Devieilhe comenzó con el entusiasmo floral de tres Lieder del ciclo Mädchenblumen, op. 22, nº 1. De Strauss, para continuar, ya hasta el final, con una melodiosa atmósfera francesa.
La soprano abordó las tres piezas del ciclo Clairières dans le ciel de Lili Boulanger, para continuar con Ma première lettre de Cécile Chaminade y tres obras de Germaine Tailleferre, que utiliza textos franceses de los siglos XVI y XVII, pertenecientes a su primera colección Six chansons françaises, todas ellas interpretadas con el carácter y la sensibilidad con la que sabe impregnar cada frase, y demostrando su dominio sobre los filatos.
Para terminar con “Tay toy, babillarde arondelle” de la colección Chansons de Ronsard, de Darius Milhaud y con todo un himno en Francia, la icónica Hymne à l’amour de Marguerite Monnot, que popularizó otra referencia de la música francesa, Édith Piaf.
En cada una de las partes Mathieu Pordoy interpretó una obra a piano solo: En reve: Nocturne, s 207, de Liszt, que terminó de interpretar con la sala completamente a oscuras, demostrando un gran dominio del teclado y creando un efecto original en este tipo de recitales. En la segunda parte el protagonismo al piano lo tuvo Francis Poulenc, con Improvisation n.º15 en do menor “Hommage à Édith Piaf”.
La entusiasta reacción del público llevó a los intérpretes a ofrecer dos bises, a parte de la repetición de Die Loreley, una endiablada “Vocalise étude en forme de habanera”, de Ravel, y “Una noche en el gallinero”, una divertida pieza de la opereta “Schnock”, de Laforge, en la que volvió a ser protagonista la simpatía de ambos intérpretes.
Una noche mágica en el Teatro de la Zarzuela, otra más, que disfrutamos y recordaremos.
Fotografía (c) Rafa Martín