Christian Gerhaher inicia, impecable, el Ciclo de Lied en el Teatro de la Zarzuela

Gerhaher y Huber

Comenzaba en el Teatro de la Zarzuela el celebrado Ciclo de Lied que conjuntamente organiza con el Centro Nacional de Difusión de la Música. Esta temporada, además, celebra los 25 años del ciclo. Y para empezar por todo lo alto, Christian Gerhaher  y su álter ego al piano, Gerold Huber, han hecho las delicias de todos con  las Schwanengesang, de Franz Schubert.

Schwanengesang (El canto del cisne), está formado por textos de distintos autores y no tienen nada en común entre ellas, a diferencia de los otros dos ciclos de Schubert, Die schöne Müllerin (La bella molinera) y Winterreise (Viaje de invierno), que hemos tenido oportunidad de escuchar en temporadas anteriores en la voz de Matthias Goerne y del propio Gerhaher. La que hoy nos ocupa fue publicada de manera póstuma por el editor Tobias  Haslinger quien, tras la muerte del compositor, negoció la compra de los borradores de las ultimas canciones compuestas por Schubert con su hermano Ferdinand.  14 canciones inéditas con acompañamiento de piano que no forman un corpus, como las dos anteriormente citadas, pero cuya calidad no deja lugar a dudas.

Gerhaher y Huber forman un binomio perfecto para la nostalgia de la que partir hacia los textos  de Fridrich Rückert  y Heinrich Heine. Dos de las principales referencias románticas de la época a los que puso música un Schubert conocedor ya, en aquel momento, de la cercanía de su muerte.  Las Schwanengesang son un conjunto de canciones que transitan  entre la alegría y la tristeza producidas, principalmente, por situaciones amorosas disfrutadas, como Liebesbotsschaft(Mensaje de amor) o desgarradas, como Der Atlas (El Atlas).

Gerhaher huye de cualquier elocuencia expresiva. Solo abandona la discreción cuando su voz se eleva, firme y rotunda, llevado por el dramatismo del momento, como  en  Aufenthalt (Lugar de reposo). Pero siempre desde un elegante e inalterable hermetismo interpretativo que no necesita para trasmitir la elocuencia de los textos  de Rükert, Ellstab, Heine y Seidl.

Gerold Huber, que maneja el pedal como nadie, camina siempre en paralelo a Gerhaher, recreando una atmósfera llena de matices y vinculada con precisión a la voz del barítono. Entre ambos configuran un tándem indisoluble.

Una noche romántica y exquisita en un Teatro de la Zarzuela que esta vez dio cabida a un nutrido número de jóvenes aficionados. Esperemos que se consoliden. No en vano, el Teatro de la Zarzuela está realizando un notable esfuerzo para que así sea.