No estamos ya acostumbrados a asistir a una interpretación en la que su protagonista se muestre humilde en la perfección y lleve a cabo su virtuosismo sin aspavientos. La elegancia y la sutileza son dos cualidades a sumar a las que ya posee Christoph Prégardien, un tenor lírico ligero que, aunque acusando ya el paso de los años, es más que un placer escucharle en un género, el liederístico, que conoce y domina con maestría.
Prégardien ofreció en el cuarto recital del Ciclo de Lied que conjuntamente organizan el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión de la Música, un repertorio dividido en dos partes. En una correcta primera parte interpretó los Lied que, sobre poemas de Ernst Schulze, compuso Schubert. La segunda parte estuvo dedicada a Schumann y a su Liederkreis, op. 39, compuestas en 1840. En esta segunda parte Prégardien sacó lo mejor del liederista que lleva dentro. Llenó este ciclo de canciones de matices y musicalidad. Los textos de Joseph von Eichendorff y la intensidad de la música de Schumann, inspiraron a un Prégardien mucho más profundo y expresivo. Sin duda estas obras se acomodan mejor a las cualidades de su voz y a su perfecto fraseo.
Estuvo acompañado al piano por Julius Drake, que puso el espíritu y el brío que le faltó en algunos momentos a Prégardien. Drake brilló con luz propia y equilibró desde el piano a su acompañante, ofreciendo profundidad emocional en las canciones de mayor calado dramático, y más arrebatado en las de mayor brío.
La noche terminó con tres propinas que el público agradeció entusiasmado, la “Serenata”, del Canto del Cisne, “Nacht und Träume” y “Der Musensohn”.
Fotografía: CNDM / Rafa Martín