Necesitaba el público del Teatro Real un bálsamo que aliviara las heridas causadas por el reciente Don Giovanni. Esperaba al menos una compensación. Y esta ha llegado de la mano (maestra) de Ricardo Muti. Se podría decir que, en el foso, a grandes males, grandes remedios.
La obertura, esa exposición de motivos que expresa el carácter de la obra y, sobre todo, la capacidad (o no) de la dirección musical, concluyó con la primera ovación de la noche. Solo había que abandonarse. El camino, estaba trazado.
La escenografía es sencilla y mínima, puede que un poco pobre y oscura en algunos momentos. Se trataba de un lienzo sobre el que se iban dibujando las escenas perfectamente trazadas por el Maestro Muti.
Una ópera a la que el propio Muti no permite que se califique de menor, y no lo es, pero es su batuta la que la eleva a la categoría de grande. Y es que los trazos que dibuja con ella, marcando el carácter de cada una de las escenas, aportando a su sentido buffo un aire de nostalgia y melancolía que redondea la obra, la hace más compleja y la música adquiere una capacidad de penetración mayor de la que partía. La naturalidad con la que Muti articula las distintas partes de la obra, dotan a esta de una coherencia armónica que crea una atmósfera envolvente.
Un precioso vestuario de época le daba el perfecto toque de romanticismo para terminar de completar todos los elementos imprescindibles.
Se nota que es esta una obra que el Maestro Muti tiene muy pulida. Llena de detalles, de momentos inspirados y cuidando el lucimiento de los cantantes. Supo dotar de melancolía algunos acompañamientos magistrales, como el de trompeta en el aria de tenor. Y de picardía en el aria de Norina. Una orquesta, la Giovanile Luigi Cherubini que es ante todo eso, joven, con todo lo que supone, pero que Muti dirige magistralmente obteniendo unos resultados extraordinarios.
El joven cuadro de cantantes anduvo resuelto por el escenario con una teatralización que superó sus voces. Dmitry Korchak, como Ernesto, frasea con fluidez y canta con gusto. Posee una hermosa y lustrosa voz que lució en momentos como la serenata, cuando la tesitura le permitía cierta comodidad en la zona media. Sus agudos apuntan buenas maneras, pero no resolvió ninguno. Faltos de armadura, quedaron en un intento y otros fueron víctimas del miedo. Cuando se esperaba el agudo, aparecía una nota pequeña y tímida. Debe remediar el tránsito a los agudos y esperar que el tiempo y las tablas le afiancen y la valentía sea otra de sus cualidades.
Alessandro Luongo, como Doctor Malatesta, estuvo correcto. Bien en su interpretación, lo mejor que se puede decir de él es que no fue un elemento distorsionador, que hoy por hoy, en bastante.
Nicola Alaimo, como Don Pasquale, recibió los mayores aplausos de la noche. Más por su interpretación del personaje, que resultó entrañable, que por sus cualidades canoras. Pero su presencia sobre el escenario y el carácter que supo imprimir a Don Pasquale redondearon el personaje, muy bien llevado por la impecable batuta del Maestro.
La más prometedora voz de la noche fue la de la soprano Eleonora Buratto. Interpretó una chispeante Norina que el público agradeció. Poseedora de una voz amplia y contundente, presentó algún pequeño problema a la hora de sujetarla. Sus agudos son luminosos y ágiles y se adivina un instrumento con amplio recorrido y capacidad para ser matizado y esculpido.
No fue un delirio, pero sin duda fue una noche disfrutada por un público que salió sonriente y satisfecho.
Don Pasquale
Gaetano Donizetti (1797-1848)
Teatro Real, 13 de mayo 2013
Dramma buffo en tres ctos
Libreto: Giovanni Ruffini y Donizetti
Nueva producción del Teatro Real procedente del Festival de Ravenna
D. musical: Riccardo Muti
D. escena: Andrea de Rosa
Escenógrafo: Italo Grassi
Figurinista: Gabriella Pescucci
Iluminador: Pasquale Mari
D. coro: Andrés Máspero
Don Pasquale: Nicola Alaimo
Ernesto: Dmitry Korchak
Norina: Eleonora Buratto
Doctor Malatesta: Alessandro Luongo
Un notario: Davide Luciano
Coro Titular del Teatro Real
Orchestra Giovanile Luigi
Cherubini