
Era la novena ocasión en la que el Ciclo de Lied del CNDM y el Teatro de la Zarzuela programaba Die schöne Müllerin (La bella molinera), D. 795. Uno de los primeros y más populares ciclos de canciones románticas para voz y piano de Schubert, sobre los sencillos poemas de Wilhelm Müller, siempre superados en calidad por la música.
“Creo haber encontrado en sus poemas la sonoridad pura y la verdadera sencillez a las que siempre he aspirado”, con estas palabras describía el compositor los poemas de Müller.
Schubert encontró en estos veinte poemas un material muy adecuado para describir las perturbaciones románticas de un joven al conocer a la hermosa hija del molinero. El ciclo realiza un recorrido que va desde la alegría inicial, pasando por la espera y el temor, hasta llegar al desengaño amoroso y la profunda tristeza previa a la muerte. Las diez primeras canciones responden a una estructura sencilla, que se va haciendo más compleja a medida que los sentimientos avanzan y crecen en profundidad.
Durante estas temporadas se está produciendo un cambio generacional en este Ciclo que cumple este año su XXXI edición. En este séptimo recital le ha tocado el turno al tenor alemán Julian Prégardien que, no sabemos si para rendir un homenaje a las canciones de Schubert, apareció en escena vestido de molinero, alpargatas incluidas. Espero que esto no cree tendencia, pues sería complicado llevar a cabo esta performance con algunos repertorios.
Julian Prégardien, que tiene en su padre a un gran maestro del Lied, debería haber contado con su consejo antes de abordar este ciclo de Schubert. La riqueza de matices que requiere esta obra a través de su narración no fue atendida por el joven Prégardien, pues su monótona interpretación dejó sin efectos la descripción de sentimientos que por momentos desbordan al personaje. Alguna de las canciones más conocidas, como “Ungeduld!” (“¡Impaciencia!”) o Pause, fueron interpretadas de manera rutinaria, resultando casi irreconocibles. Solo al final escuchamos su voz plena, que había quedado mitigada en varias ocasiones por el piano.
Tampoco el abuso que hizo del falsete ayudó en la interpretación. Solo en algunos momentos pareció apuntar cierta delicadeza y buen gusto en la línea de canto y el acierto en algunos acentos dramáticos, como en “Der Jáger”, (El cazador).
El pianista australiano Kristian Bezuidenhout estuvo preciso y elegante, aportando la delicadeza y el matiz que a veces faltaba en la parte vocal. No tuvo todo el protagonismo que merecía, tal vez ante la distracción, no siempre para bien, que nos procuró Julian Prégardien.
No ha sido el mejor debut que alguien pueda tener, esperamos que en próximas ediciones Julian Prégardien demuestre todo ese potencial que seguro atesora. Aunque también hay que decir que fue muy aplaudido por el público, no sabemos si de satisfacción por haber llegado al final del recital.
Fotografía J. Prégardien (c) Elvira Megías