El Caballero de Olmedo se estrena con gran éxito en el Teatro de la Zarzuela
Estrenar una ópera contemporánea no es tarea fácil. La palabra “contemporánea” produce cierto miedo en gran parte del público, acostumbrado a ver alguna obra interesante en medio de una batería de vanguardias, a veces cargadas de excentricidad.
Con espíritu aventurero y el ánimo alto, me presenté al estreno, que también lo es de la última temporada de Daniel Bianco al frente de La Zarzuela. Y me encontré con una obra de altísima factura y, ¡oh sorpresa!, dentro de los exquisitos parámetros de la tonalidad.
Todo empezó con el encargo que Daniel Bianco realizó al compositor y director malagueño Arturo Díez Boscovich, que ha puesto música a esta joya literaria del Siglo de Oro Español.
La historia es apasionante. La fabulosa adaptación que del libreto de Lope de Vega ha hecho Lluis Pascual, contiene lo fundamental de la obra. Se sirve argumentalmente de la envidia, que es el desencadenante de la tragedia, para trazar una trama escénica brillante que mantiene la tensión de la historia de principio a fin, gracias a un ritmo impecable que solo un maestro como Pascual sabe imprimir.
La obra se inicia con una obertura de ambiente cinematográfico y de inspiración wagneriana, que ya fue recibida con aplausos. La partitura es rica en géneros, cabe en ella incluso la coplilla popular en la que se inspiró Lope de Vega para escribir su obra. Cada personaje tiene su propio estilo instrumental, algo parecido a un leitmotiv, pero con mayor sensualidad descriptiva. Y para el final, la sorpresa de un Réquien, en el que intervienen conjuntamente tanto coro como solistas, creando una atmósfera envolvente muy efectista.
A pesar de tratarse de una obra contemporánea, contiene todos los convencionalismos de la ópera tradicional. Duetos, tercetos, números de baile, partes corales, incluso una maravillosa romanza a cargo de Don Rodrigo. No falta de nada en la partitura de Boscovich.
En el foso, Guillermo García Calvo en su última participación como Director Musical del Teatro. Su solvencia al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid durante estos tres años, le ha otorgado un plus de calidad que también se ha notado en esta obra. Una partitura que, aunque novedosa, le ha resultado familiar al maestro por el tipo de escritura y orquestación.
Los figurines de Franca Squarciapino constituyen algo más que un atrezzo dentro de esta producción. Cuesta imaginar estos personajes con un vestuario descontextualizado y Squarciapino hace del atuendo clásico un arte contemporáneo. Su gusto por el detalle, marca de la casa, convierten sus trabajos en elementos fundamentales para una obra.
La escenografía principal ha consistido en cuatro grandes muros sobre los que podían verse las proyecciones de Fran Aleu. Los campos de cereal de Castilla y los bandos de estorninos, que aportaban belleza y movimiento, han terminado de generar esa atmósfera austera y bellísima que forma el entorno de los dos pueblos protagonistas, Medina y Olmedo. Las grabaciones en estos parajes castellanos las ha realizado, con la supervisión de Lluis Pascual, el estudio romano TecnoScena SRI. El resultado es de una estética descriptiva de extraordinaria potencia y poesía.
La parte vocal ha estado protagonizada por el cuadro de cantantes para el que ha sido compuesta esta partitura, y eso se ha notado, tanto en la parte vocal como en la interpretativa.
Rocío Pérez ha sido una Doña Inés que sabido defender su doble rol ante los dos pretendientes, amorosa con Don Alonso, de quien está enamorada, y distante y fría con Don Rodrigo, que la pretende con insistencia. Posee un hermoso timbre y domina los agudos y las agilidades. Mostró algunas dudas en las zonas más graves, donde el personaje se consolida, pero supo llevarlo a las alturas de su terreno.
El barítono mexicano Germán Olvera resultó un Don Rodrigo con todas las peculiaridades del personaje, como la envidia y la soberbia, acompañado de una importante presencia escénica. Interpretó con gusto su romanza, sin duda la pieza mas hermosa de esta ópera, y supo mostrar siempre la ambición y la envidia, casi violenta, que sentía por su rival en todos los terrenos, el malogrado Don Alonso.
El Caballero de Olmedo, Don Alonso, interpretado por el tenor Joel Prieto, resultó muy convincente en su papel heroico y gallardo como protagonista. Con un hermoso timbre, supo dar buena réplica a Doña Inés y a Don Rodrigo, antes de caer asesinado a manos de éste.
Don Fernando, el escudero de Don Rodrigo, estuvo interpretado por el siempre fiable barítono Gerardo Bullón, que hace gala además de una muy buena y elegante presencia escénica.
La mezzosoprano alemana Nicola Beller Carbone da vida a la alcahueta Fabia. Encargada de ser la correveidile del triángulo amoroso, se desenvolvió con soltura. Su presencia en el escenario siempre atrae la atención y, en esta ocasión, y gracias al vestuario, mucho más.
Muy buen oficio demostró, como siempre, el barítono Rubén Amoretti, que interpretó a fiel Tello, inseparable de su señor Don Alonso. A muy buen nivel estuvo también la Doña Leonor de Berna Perles.
La temporada lírica del Teatro de la Zarzuela se ha iniciado con potencia. Lo que puede augurarnos una estupenda temporada. Pero no será fácil mantener el nivel.
Estrenar una ópera contemporánea no es tarea fácil. La palabra “contemporánea” produce cierto miedo en gran parte del público, acostumbrado a ver alguna obra interesante en medio de una batería de vanguardias, a veces cargadas de excentricidad.
Con espíritu aventurero y el ánimo alto, me presenté al estreno, que también lo es de la última temporada de Daniel Bianco al frente de La Zarzuela. Y me encontré con una obra de altísima factura y, ¡oh sorpresa!, dentro de los exquisitos parámetros de la tonalidad.
Todo empezó con el encargo que Daniel Bianco realizó al compositor y director malagueño Arturo Díez Boscovich, que ha puesto música a esta joya literaria del Siglo de Oro Español.
La historia es apasionante. La fabulosa adaptación que del libreto de Lope de Vega ha hecho Lluis Pascual, contiene lo fundamental de la obra. Se sirve argumentalmente de la envidia, que es el desencadenante de la tragedia, para trazar una trama escénica brillante que mantiene la tensión de la historia de principio a fin, gracias a un ritmo impecable que solo un maestro como Pascual sabe imprimir.
La obra se inicia con una obertura de ambiente cinematográfico y de inspiración wagneriana, que ya fue recibida con aplausos. La partitura es rica en géneros, cabe en ella incluso la coplilla popular en la que se inspiró Lope de Vega para escribir su obra. Cada personaje tiene su propio estilo instrumental, algo parecido a un leitmotiv, pero con mayor sensualidad descriptiva. Y para el final, la sorpresa de un Réquien, en el que intervienen conjuntamente tanto coro como solistas, creando una atmósfera envolvente muy efectista.
A pesar de tratarse de una obra contemporánea, contiene todos los convencionalismos de la ópera tradicional. Duetos, tercetos, números de baile, partes corales, incluso una maravillosa romanza a cargo de Don Rodrigo. No falta de nada en la partitura de Boscovich.
En el foso, Guillermo García Calvo en su última participación como Director Musical del Teatro. Su solvencia al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid durante estos tres años, le ha otorgado un plus de calidad que también se ha notado en esta obra. Una partitura que, aunque novedosa, le ha resultado familiar al maestro por el tipo de escritura y orquestación.
Los figurines de Franca Squarciapino constituyen algo más que un atrezzo dentro de esta producción. Cuesta imaginar estos personajes con un vestuario descontextualizado y Squarciapino hace del atuendo clásico un arte contemporáneo. Su gusto por el detalle, marca de la casa, convierten sus trabajos en elementos fundamentales para una obra.
La escenografía principal ha consistido en cuatro grandes muros sobre los que podían verse las proyecciones de Fran Aleu. Los campos de cereal de Castilla y los bandos de estorninos, que aportaban belleza y movimiento, han terminado de generar esa atmósfera austera y bellísima que forma el entorno de los dos pueblos protagonistas, Medina y Olmedo. Las grabaciones en estos parajes castellanos las ha realizado, con la supervisión de Lluis Pascual, el estudio romano TecnoScena SRI. El resultado es de una estética descriptiva de extraordinaria potencia y poesía.
La parte vocal ha estado protagonizada por el cuadro de cantantes para el que ha sido compuesta esta partitura, y eso se ha notado, tanto en la parte vocal como en la interpretativa.
Rocío Pérez ha sido una Doña Inés que sabido defender su doble rol ante los dos pretendientes, amorosa con Don Alonso, de quien está enamorada, y distante y fría con Don Rodrigo, que la pretende con insistencia. Posee un hermoso timbre y domina los agudos y las agilidades. Mostró algunas dudas en las zonas más graves, donde el personaje se consolida, pero supo llevarlo a las alturas de su terreno.
El barítono mexicano Germán Olvera resultó un Don Rodrigo con todas las peculiaridades del personaje, como la envidia y la soberbia, acompañado de una importante presencia escénica. Interpretó con gusto su romanza, sin duda la pieza mas hermosa de esta ópera, y supo mostrar siempre la ambición y la envidia, casi violenta, que sentía por su rival en todos los terrenos, el malogrado Don Alonso.
El Caballero de Olmedo, Don Alonso, interpretado por el tenor Joel Prieto, resultó muy convincente en su papel heroico y gallardo como protagonista. Con un hermoso timbre, supo dar buena réplica a Doña Inés y a Don Rodrigo, antes de caer asesinado a manos de éste.
Don Fernando, el escudero de Don Rodrigo, estuvo interpretado por el siempre fiable barítono Gerardo Bullón, que hace gala además de una muy buena y elegante presencia escénica.
La mezzosoprano alemana Nicola Beller Carbone da vida a la alcahueta Fabia. Encargada de ser la correveidile del triángulo amoroso, se desenvolvió con soltura. Su presencia en el escenario siempre atrae la atención y, en esta ocasión, y gracias al vestuario, mucho más.
Muy buen oficio demostró, como siempre, el barítono Rubén Amoretti, que interpretó a fiel Tello, inseparable de su señor Don Alonso. A muy buen nivel estuvo también la Doña Leonor de Berna Perles.
La temporada lírica del Teatro de la Zarzuela se ha iniciado con potencia. Lo que puede augurarnos una estupenda temporada. Pero no será fácil mantener el nivel.