Siempre es un buen momento para escuchar el viaje de invierno que compuso Schubert en su última etapa como compositor. Y es ahora, cuando la sensibilidad supera los niveles normales, cuando quedamos más expuestos a la intensidad musical y dramática de una composición como esta.
Schubert había decidido no relacionarse con la aristocracia que habría reconocido y valorado sus obras. Tenía 31 años, estaba enfermo de sífilis, sin familia y sin éxito. Vivía de la caridad y hospitalidad de los pocos amigos que le quedaban. Es en ese momento de absoluto desamparo, cuando se ve obligado a escribir Winterreise. 24 canciones lúgubres y desesperadas, como debía ser el Schubert de aquellos momentos.
Winterreise es un conjunto extraordinario y homogéneo de canciones que cuenta una historia continuada con un único personaje como protagonista. No por ello debe pensarse que no pueden ser interpretadas de manera independiente, como ocurre con Gute Nacht o Der Lindenbaum. Los poemas de Wilhelm Müler, el hijo del zapatero, fueron los elegidos por el compositor para poner la música que con mayor precisión ha descrito la soledad y la desesperanza. Esa que él mismo sentía. Unos poemas que suponían siempre el mayor estímulo y fuente de inspiración para Schubert.
Este ha sido el segundo de los tres recitales del Ciclo que Florian Boesch va a ofrecer este año como artista residente. En sus interpretaciones, el barítono alemán siempre pone toda la carga de profundidad en el discurso, en la palabra. Dejando en los textos toda la fuerza interpretativa. Declama de manera natural, sin adornos ni exageraciones. El resultado es solo producto de las emociones de un Boesch contenido unas veces, y agitado hasta la ira en otros momentos.
No fue sin embargo un recital en el que la magia y el trance se adueñaran del teatro, como en otras ocasiones. Hubo momentos de rutina, tal vez la conexión entre cantante y acompañante no fueron siempre plenas. Justus Zeyen nos tiene acostumbrados a momentos extraordinarios en sus ya numerosas intervenciones en este teatro. Pero en esta ocasión falto equilibrio en ese binomio en algunos momentos. En el próximo recital del 14 de junio, volveremos a escuchar a Boesch, esta vez acompañado al piano por Malcolm Martineau, quien analiza y acompaña como nadie la sensibilidad interpretativa de alemán y que debiera haberle acompañado también en esta ocasión.
De momento, y aunque haya que realizar cambios horarios o nuevas adaptaciones por la pandemia, seguiremos asistiendo y celebrando estos placeres que nos proyectan a la realidad que queremos y que llegará.
Fotografía: (c) Rafa Martín