Król Roger

Krol Roger

Quienes tachan de escándalo el estreno en Madrid del Król Roger de Warlikowski, es que no han asistido a verdaderos escándalos en el Real. Esta disconformidad del público bien pudiera tener otra lectura, además de su disgusto con la obra, una bofetada a Mortier y a su próxima temporada en la cara de Warlikowski.
Tenemos a un Mortier entregado a la noble tarea de desarrollar el gusto por la música del siglo XX en un público demasiado acostumbrado al repertorio clásico. Esperemos que el director artístico del Real esté dotado de buenas dosis de paciencia, la misma paciencia que no han tenido quienes abandonaron la sala antes del final, o no están interesados en renovar sus abonos para la próxima temporada. Ellos se lo perderán.

El inquietante montaje de Król Roger comienza de una forma arriesgada y valiente. Durante los minutos iniciales los protagonistas de la obra van haciendo entrada en el escenario y comienza su actuación, todo ello sin que la música haga acto de presencia. Este prolongado silencio inicial, dota de una mayor intensidad el comienzo de la orquesta y, sobre todo, del coro. Un coro majestuoso y una partitura inicial que, a modo de oratorio, llenan de volumen toda la sala.
Acompañando la música del primer acto, sobre una gran pantalla traslúcida se proyecta el trabajo videográfico de Denis Guéguin (también abucheado, como no), sobre montajes de Warhol y Pasolini. Tras ellas, unas imágenes del coro en tiempo real que, si bien resultó efectista los primeros instantes, su prolongación durante todo el primer acto no hizo más que desviar la atención de las escenas que se desarrollaban tras la pantalla.
En el segundo acto dan comienzo las extravagancias escénicas. A menudo parece que algunos directores de escena pretenden asumir la autoría de la ópera a través del montaje escénico, en lugar de valorar y ayudar a engrandecer la música y las voces (que en este caso lo merecen) mediante una sutil puesta en escena. La originalidad no tiene por que ser fanfarriosa y enigmática (enigma: dicho o cosa que no se alcanza a comprender, o que difícilmente puede entenderse o interpretarse).
Todo transcurría más o menos acertadamente hasta la aparición en escena de la piscina de un geriátrico, eso si, con apuestos efebos que acompañaban en el supuesto chapoteo a los ancianos. Pero el momento estelar de la incongruencia llegó al final, cuando la música y el libreto era más intenso, apareció el Pastor, desvestido de ratón y seguido por una corte de ratoncillos que bailaban la conga. Rematando así ( digo bien, rematando) una obra musicalmente deliciosa.

El cuarteto vocal estuvo a una gran altura. Olga Pasichnyk interpretó una elegante Roxana, con una proyección constante, redonda y plena, con gran sensibilidad en la emisión. Mariusz Kwiecien como Roger, demostró con su voz de barítono contar con unos poderosos agudos y unos muy equilibrados tonos medios. La pareja formada por Roxana y Roger fueron los más afortunados en escena. Tal vez el que demostró más dificultades canoras fue Will Hartmann interpretando al pastor. Tuvo algunos momentos de dificultad para proyectar su voz sobre la orquesta, pero su registro agudo, aunque escaso de potencia, tuvo expresividad.

Muy buena fue la interpretación de la orquesta con la dirección de Paul Daniel. Para este director se trataba de “una partitura peligrosa, explosiva y con la sensación al dirigir de estar jugando con fuego. Es una partitura sin límites”.
Consiguió un sonido cristalino, donde se apreciaban todas las influencias y la sensualidad mediterránea en unas partes, modernista en otras, pero siempre elegantemente vestida de armonía. Despojada de rarezas y estridencias y dotada siempre de una gran coherencia que desvela magistralmente una compleja trama. La partitura no es vocalmente muy exigente, pero tiene momentos muy inspirados como el bellísimo canto de Roxana o el aria final de Roger.
Es una ópera para descubrirla, con una música y un transfondo en el libreto demasiado interesantes y hermosos como para quedarnos con los abucheos.

Karol Szymanowski (1882-1937)
Ópera en tres actos en lengua polaca
Libreto de Jaroslaw Iwsaszkiewicz y del compositor, basado en Las Bacantes de Eurípides
Estrenada en el Gran Teatro Wielki de Varsovia el 19 de junio de 1926
D. musical: Paul Daniel
D. escena: Krzysztof Warlikowski
Escenografía: Malgorzata Szczesniak
Iluminación: Felice Ross
Creador videográfico: Denis Guéguin
D. Coro: Andrés Máspero
Mariusz Kwiecien,Olga Pasichnyk, Stefan Margita,
Will Hartmann, Wojtek Smilek, Jadwiga Rappe
Orquesta y Coro titulares del Teatro Real
Prodicción: Ópera Nacional de París
Teatro Real de Madrid