Este año en Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) y el Teatro de la Zarzuela cumple 30 temporadas. Y como venimos observando estos últimos ciclos, se está produciendo un cambio generacional.
En esta ocasión, y para celebrar el aniversario, el Ciclo se ha estrenado con una de las mejores liederistas de esa nueva generación, la noruega Lise Davidsen (1987). Lo ha hecho además con un repertorio poco habitual, algo que se agradece, y a la vez muy exigente. Comenzó con el también noruego Edvard Grieg, para que escuchásemos su idioma, como ella misma comentó al público. Fem Digte af Otto Benzon (Cinco poemas de Otto Benzon), op. 69. Intensidad en estos poemas que, como Davidsen, se estrenaban en este Teatro.
La segunda parte de esta primera entrega estuvo dedicada al austríaco Alban Berg, concretamente Sieben frühe Lieder (Siete canciones de juventud).
La segunda parte comenzó con Schubert. Un cambio de registro en el que sobresalió el conocidísimo Erlkönig (El rey de los alisos). Una canción que acostumbramos a escuchar en barítonos y que en la voz de Davidsen adquirió todo el dramatismo que destilan los personajes en el texto. Definió con su voz a cada uno de ellos con una intensidad apabullante.
Continuó después con cinco canciones de Jean Sibelius. Canciones llenas de sutilezas amorosas a las que Davidsen imprimió poesía e intimidad en un delicado parlato. Un mundo nórdico y frío, pero, como aclaró, no exento de pasión en la interpretación.
Terminó con Svarta rosor (Rosas negras), donde volvió a demostrar sus capacidades vocales para la expresión. Con un control absoluto en el recorrido por diferentes registros.
Lise Davidsen es una soprano Spinto de grandes cualidades vocales en la que, sin duda, sobresale el volumen. Pleno, elegante, sin esfuerzo aparente, que llena la sala de resonancias que envuelven y desbordan. Tiene gran capacidad y variedad de registros y un perfecto fraseo en la diversidad idiomática de la que hizo gala. Con gran capacidad dramática en las canciones de mayor acción y una delicadeza exquisita en las románticas. Siempre expresiva y con la cadencia adecuada para cada interpretación.
Estuvo acompañada por el también debutante en el ciclo James Baillieu, que tuvo una muy correcta intervención, con algunos momentos de inspiración.
Entre el entusiasmo del público, Davinsen ofreció dos propinas de Edvard Grieg, Ein Traum (Un sueño) y Zur Rosenzeit (A la hora de las rosas), que pusieron el punto final a una noche mágica. Una noche que esperamos sea la primera de muchas.