Noche de cabaret con Nancy Fabiola Herrera

noviembre 2019

Curioso y original se presentaba en el Teatro de la Zarzuela el tercer recital del Ciclo de Lied. Bajo el título, Noches de cabaret, la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera, comenzó a desgranar, con su voz densa y envolvente, toda la musicalidad de unas obras, tal vez menos conocidas, para demostrar que no solo el lied alemán requiere de gran dominio y maestría. Demostró que composiciones que se prestan menos al encorsetamiento y la técnica requieren de la misma disciplina y gestión del conocimiento musical y canoro.

Un repertorio lleno de posibilidades artísticas y con identidad propia, que la personalidad ecléctica de Herrera, unida a sus recursos estilísticos, llevaron a un nivel superior las obras más populares de compositores como Oscar Straus, Erik Satie o Francis Poulenc. Esta primera parte, más formal, si se puede decir así, se completó con obras de Kurt Weill y Louis Guglielmi (Louiguy). Siempre muy bien acompañada al piano por Mac McClure.

Para demostrar la singularidad de la velada, ocurrió algo que, al menos yo, no había visto antes en un teatro. Tras el descanso, un público despistado, no sé si por la originalidad de la noche, no terminaba de entrar en la sala, lo que provocó que cantante y pianista estuvieran en el escenario esperando bastantes minutos a que el público terminara de acomodarse. Este fue el inicio de una segunda parte en la que Herrera demostró poseer una capacidad de registros artísticos e idiomáticos casi camaleónica.

No es fácil colocar la voz tras una primera parte más académica, pero, una vez resueltos los ajustes, Herrera nos descubrió nuevas formas de profundizar en la libertad de interpretación, en el conocimiento de las obras y sus compositores y en la capacidad de transmitir la nostalgia y el exotismo que plantean compositores como Ernesto Lecuona, Joaquín Zamacois o Astor Piazzolla. O dibujar la perfecta melancolía de los boleros de Pedro Junco, María Grever, Álvaro Carrillo, Gabriel Ruiz Galindo o Bobby Capó.

O como describe de manera excepcional María del Ser en el programa de mano, “Trasladarse al siglo XIX es viajar a través del subjetivismo y la introspección; es la época de la rebeldía, de la voluntad de explorar todas las vías artísticas con un fin de plenitud expresiva que intenta reconquistar un preciado pasado o alcanzar un futuro maravilloso. Es la búsqueda de los sentimientos, envueltos en sueños, en el misterio y en la fantasía de lo exótico perseguido por un espíritu de nostalgia, de melancolía y de anhelo tras una realización imposible”.