L’ORFEO
Claudio Monteverdi (1567 – 1643)
Favola in musica en un prólogo y cinco actos
Libreto de Alessandro Striggio, basado en
Las metamorfosis de Ovidio y Las geórgicas de Virgilio
D. musical: Leonardo García Alarcón
D. y escenografía: Sasha Waltz
Escenografía: Alexander Schwarz
Vestuario: Bernd Skodzig
Iluminación: Martin Hauk
Diseño de vídeo: Tapio Snellman
Vocalconsort Berlin
Freiburger Barockorchester
Reparto: Julie Roset, Georg Nigl, Charlotte Hellekant, Alex Rosen, Luciana Mancini, Konstantin Wolff, Julián Millán, Cécile Kempenaers, Leandro Marziotte, Hans Wijers, Florian Feth
Regresaba al Teatro Real una nueva versión del Orfeo de Monteverdi. En esta ocasión, con una escenificación de la coreógrafa alemana Sasha Waltz, en la que la danza acompa al canto con gran protagonismo.
La orquesta aparece sobre el escenario, que siempre es de agradecer, y más en este caso, en el que se han utilizado instrumentos de época y cuyo sonido, más pequeño e íntimo, habría quedado un tanto diluido desde el foso. Una parte, la primera sección de cuerdas e instrumentos que se fueron incorporando, se situaron en la parte izquierda del escenario. A la derecha, el resto de cuerdas, arpa y vientos. Al frente, uno de los grandes especialistas en este repertorio, el suizo-argentino Leonardo García Alarcón que, como la orquesta, también se dividió a la hora de dirigir. Primero a la izquierda, dirigiendo desde el clave, y después al otro lado del escenario.
La extraordinaria Freiburger Barockorchester, reforzada para la ocasión, ofreció desde el inicio, saliendo a escena por el pasillo central del patio de butacas, una original y extraordinaria versión de esta obra de referencia. Llena de matices, en una lectura acertada en el carácter de la obra y en el espíritu. Una brillante dirección para una de las mejores orquestas barrocas.
A pesar de que Monteverdi tenía preferencia por las voces, más que por la dramaturgia, en este Orfeo no han tenido el protagonismo esperado. Parece que encontrar voces idóneas para este tipo de repertorio no es muy fácil, o eso parece, al menos en el caso del propio Orfeo, interpretado por el barítono austríaco Georg Nigl, que ha compuesto un personaje sin personalidad. Un barítono demasiado agudo y blanquecino para el protagonista de la obra.
La mejor de la noche sin duda fue Julie Roset, en el doble rol de La Música y Euridice. La joven soprano francesa tiene voz para este tipo de repertorio, un hermoso timbre y gran expresividad, además de un destacado papel como danzante.
La soprano sueca Charlotte Hellekant, como La Mensajera y La Esperanza, lució elegancia y presencia escénica, pero no podemos decir lo mismo de su interpretación vocal. Su voz sonó pesada en no pocas ocasiones.
Alex Roser interpretó magníficamente a Caronte. De voz profunda y voluminosa, dotó al personaje de la oscuridad necesaria. Deambuló por el escenario sobre su barca imaginaria remando con tal cadencia interpretativa que parecía que iba realmente sobre una barca. Destacar también al contratenor uruguayo Leandro Marziotte, en el papel de pastor y espíritu.
El resto del reparto estuvo a un nivel discreto, pero más por incompatibilidad con el repertorio que por incapacidad canora. Hay que destacar y tener en cuenta la buena actuación que tuvieron todos en la parte coreográfica. Requiere más que talento hacer, mientras se canta, tantas cosas como piden algunos directores de escena.
Impecable la intervención del Vocalconsort Berlin. Se fusionaron a la perfección con el cuerpo de baile, pero con una exquisitez en la interpretación del canto coral extraordinaria.
No distorsionaron las coreografías y el ballet, que tuvo momentos muy inspirados, como el cortejo fúnebre de Euridice. Aunque siempre me queda la duda en este tipo de espectáculos, que va primero, la danza o el canto. Pero, tratándose del Orfeo de Monteverdi, la respuesta es muy clara, siempre la música.
Claudio Monteverdi (1567 – 1643)
Favola in musica en un prólogo y cinco actos
Libreto de Alessandro Striggio, basado en
Las metamorfosis de Ovidio y Las geórgicas de Virgilio
D. musical: Leonardo García Alarcón
D. y escenografía: Sasha Waltz
Escenografía: Alexander Schwarz
Vestuario: Bernd Skodzig
Iluminación: Martin Hauk
Diseño de vídeo: Tapio Snellman
Vocalconsort Berlin
Freiburger Barockorchester
Reparto: Julie Roset, Georg Nigl, Charlotte Hellekant, Alex Rosen, Luciana Mancini, Konstantin Wolff, Julián Millán, Cécile Kempenaers, Leandro Marziotte, Hans Wijers, Florian Feth
Regresaba al Teatro Real una nueva versión del Orfeo de Monteverdi. En esta ocasión, con una escenificación de la coreógrafa alemana Sasha Waltz, en la que la danza acompa al canto con gran protagonismo.
La orquesta aparece sobre el escenario, que siempre es de agradecer, y más en este caso, en el que se han utilizado instrumentos de época y cuyo sonido, más pequeño e íntimo, habría quedado un tanto diluido desde el foso. Una parte, la primera sección de cuerdas e instrumentos que se fueron incorporando, se situaron en la parte izquierda del escenario. A la derecha, el resto de cuerdas, arpa y vientos. Al frente, uno de los grandes especialistas en este repertorio, el suizo-argentino Leonardo García Alarcón que, como la orquesta, también se dividió a la hora de dirigir. Primero a la izquierda, dirigiendo desde el clave, y después al otro lado del escenario.
La extraordinaria Freiburger Barockorchester, reforzada para la ocasión, ofreció desde el inicio, saliendo a escena por el pasillo central del patio de butacas, una original y extraordinaria versión de esta obra de referencia. Llena de matices, en una lectura acertada en el carácter de la obra y en el espíritu. Una brillante dirección para una de las mejores orquestas barrocas.
A pesar de que Monteverdi tenía preferencia por las voces, más que por la dramaturgia, en este Orfeo no han tenido el protagonismo esperado. Parece que encontrar voces idóneas para este tipo de repertorio no es muy fácil, o eso parece, al menos en el caso del propio Orfeo, interpretado por el barítono austríaco Georg Nigl, que ha compuesto un personaje sin personalidad. Un barítono demasiado agudo y blanquecino para el protagonista de la obra.
La mejor de la noche sin duda fue Julie Roset, en el doble rol de La Música y Euridice. La joven soprano francesa tiene voz para este tipo de repertorio, un hermoso timbre y gran expresividad, además de un destacado papel como danzante.
La soprano sueca Charlotte Hellekant, como La Mensajera y La Esperanza, lució elegancia y presencia escénica, pero no podemos decir lo mismo de su interpretación vocal. Su voz sonó pesada en no pocas ocasiones.
Alex Roser interpretó magníficamente a Caronte. De voz profunda y voluminosa, dotó al personaje de la oscuridad necesaria. Deambuló por el escenario sobre su barca imaginaria remando con tal cadencia interpretativa que parecía que iba realmente sobre una barca. Destacar también al contratenor uruguayo Leandro Marziotte, en el papel de pastor y espíritu.
El resto del reparto estuvo a un nivel discreto, pero más por incompatibilidad con el repertorio que por incapacidad canora. Hay que destacar y tener en cuenta la buena actuación que tuvieron todos en la parte coreográfica. Requiere más que talento hacer, mientras se canta, tantas cosas como piden algunos directores de escena.
Impecable la intervención del Vocalconsort Berlin. Se fusionaron a la perfección con el cuerpo de baile, pero con una exquisitez en la interpretación del canto coral extraordinaria.
No distorsionaron las coreografías y el ballet, que tuvo momentos muy inspirados, como el cortejo fúnebre de Euridice. Aunque siempre me queda la duda en este tipo de espectáculos, que va primero, la danza o el canto. Pero, tratándose del Orfeo de Monteverdi, la respuesta es muy clara, siempre la música.