Georg Friedrich Händel (1685-1759)
Ópera en tres actos
Libreto anónimo adaptado de L’Orlando, ovvero la gelosa
pazzia, de Carlo Sigismondo Capece, basado a su vez en la
obra de Ludovico Ariosto, Orlando furioso.
Estrenada en el King’s Theatre de Londres el 27 de enero
de 1733.
Teatro Real de Madrid 2 de noviembre de 2023
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Claus Guth
Escenografía y vestuario: Christian Schmidt
Iluminación: Bernd Purkrabek
Dramaturgia: Ronny Dietrich
Vídeo: Roland Horvath (ROCAFILM)
Reparto: Christophe Dumaux, Anna Prohaska, Anthony
Roth Costanzo, Giulia Semenzato, Florian Boesch
Orquesta Titular del Teatro Real
A pesar de ser una de las óperas más importantes de Händel, Orlando apenas se representa escenifcada. De hecho, esta es la primera vez que se presenta así en el Teatro Real que ha programado, además, tres obras sobre el mito medieval contado por Ariosto. Orlando Paladino, de Haydn, el Orlando que nos ocupa, de Handel y La liberazione di Ruggiero dall´isola d´Alcina, de Francesca Caccini, primera ópera compuesta por una mujer y basada en los cantos 6 a 8 del Orlando furioso de Ariosto.
La importancia de Orlando, dentro de la historia de la ópera, la marcan las novedades que incorpora el compositor, tanto dramatúrgicas, como musicales. Aunque sigue siendo una obra sujeta a los cánones establecidos, Händel introduce elementos que hacen saltar por los aires esos convencionalismos. Realizando para ello, una escritura totalmente libre y un estilo cargado de creatividad.
Hasta ese momento, las óperas barrocas daban todo el protagonismo a las arias da capo, en las que los solistas se lucían mediante la improvisación y las capacidades de su instrumento. Händel decide, ante la fatiga que mostraba ya la ópera seria, sacrificar el virtuosismo de los cantantes y protagonismo de las arias, por una historia que evolucione de manera coherente y más equilibrada, a través de las distintas escenas en su conjunto.
Estas innovaciones introducidas por Händel no fueron del agrado de todos los cantantes. Puede que esta fuera la razón de la ruptura del compositor con Senesino, el castrato más importante del momento y principal colaborador del compositor. Después de escribir para él 17 roles principales, no estuvo de acuerdo con esa falta de protagonismo canoro que le ofrecía Orlando. Esto, unido al hecho de que ambos tenían caracteres muy potentes, provocó la ruptura de una relación profesional intensa y tempestuosa.
Tal vez a Senesino no le gustasen algunas de las escenas, como la de la locura de Orlando, o tal vez le ofrecieran un contrato económicamente más jugoso en la Opera of de Nobility, que acababa de crearse. No siempre resultaba fácil mantener una compañía, y Händel luchaba por mantener las finanzas de sus producciones, no siempre exitosas que, a pesar de todo, pudo mantener uno de los mejores conjuntos de intérpretes de la época.
Otro elemento original en Orlando es el personaje de Zoroastro. Que no aparece en el libreto original, pero que resulta imprescindible para resolver, de cara al público, el final de la obra. Las óperas barrocas siempre terminaban bien, con la unión del héroe que regresaba y la amada que le esperaba. En el caso de Orlanda, el héroe llegaba derrotado y, para más desgracia, su amada no le había esperado. Tanta desgracia no podía complacer al público, por lo que Händel se inventa un personaje, una especie de consuelo para Orlando que intermedia con el resto de personajes y que resuelve el final a través de un sencillo, pero eficaz, cambio de parejas, triunfando el amor y la felicidad.
De la escenografía de esta nueva producción del Teatro Real, procedente del Theater an der Wien, se ha encargado el alemán Claus Guth.
Siempre me han gustado las escenografías de Claus Guht, pero en esta ocasión tengo sensaciones contradictorias. Por un lado, el personaje de Orlando, actualizado como un soldado contemporáneo, recién llegado de un conflicto bélico, con sus traumas y sus miedos, más desequilibrado que furioso. Y por otro lado, el parking, una playa y un intento de bosque donde se desarrollan las distintas escenas. Todos estos elementos son un buen contenedor para la historia. Pero hay algo que no me cuadra, que chirría, que distrae demasiado de la música y de la trama.
Las escenas se suceden, como es habitual en Guht, en esa arquitectura multiespacial que gira y gira y que es firma de la casa, donde los personajes se encuentran y se evitan, casi de igual forma. Espacios muy diferentes, llenos de elementos familiares, icónicos, pero que obligan a realizar un tremendo esfuerzo por ubicarlos dentro de una ópera como Orlando. La escenografía te saca de la historia y la música te devuelve a ella constantemente y no sin empeño. Es agoradora…
La dirección musical estuvo a cargo de Ivor Bolton. Sus maneras de dirigir tuvieron la misma energía y dinámica de siempre, pero el tempo parecía lento, adormecido en algunos momentos. Es como si la música y la escenografía no llegaran a ponerse de acuerdo. Lo más destacado fueron la obertura y el conjunto de músicos que forman el Monteverdi Continuo Ensemble, sobre todo en el acompañamiento del aria de la locura de Orlando.
Lo que si consiguió la orquesta fue dar cobertura al cuadro de voces para que no quedaran a la intemperie. Unos cantantes que en algunos momentos quedaron tapados por la orquesta y que, en general, mostraron unos recursos vocales irregulares. El Orlando del contratenor francés Christophe Dumaux prometía al principio, pero su proyección se fue empobreciendo. Una lástima, pues el timbre es más que agradable.
Ocurrió algo parecido con Anthony Roth Costanzo, el Medoro enamorado de Angelica, al que tampoco acompañó la presencia escénica, un tanto débil para el personaje.
La Angelica de Anna Prohaska se mostró desigual. Tuvo algún momento inspirado, que no consiguió mantener durante toda la obra.
La italiana Giulia Semenzato tuvo una buena actuación. Demostró buen manejo de la coloratura y estuvo desenvuelta sobre el escenario encarnando a la joven Dorinda, que esta producción trabaja en un foodstruck. Cosas de la escenografía.
El otro protagonista que tuvo una buena actuación fue Florian Boesh, en un desdoblado Zoroastro, unas veces como la seria voz de la conciencia de Orlando y otras en forma de indigente ebrio. Se las tuvo crudas con las agilidades, pero supo dominarlas. Al igual que los registros endiablados, donde destacó en los graves.
En cualquier caso, se agradece este Orlando en una temporada rebosante de barroco, por fin.