Simon Boccanegra

Simon Boccanegra

La música de Verdi describe como ninguna la intensidad de unas intrigas resueltas, casi siempre, de la manera más trágica. Simon Boccanegra, escrita y revisada por el maestro en su madurez, es una de ellas.

El teatro Real ha terminado la temporada 2009/2010 con el Simon Boccanegra de Verdi. Con una producción que esta temporada se ha representado, entre otros lugares, en la Scala de Milán, y a cargo de los mismos intérpretes principales: Plácido Domingo y Angela Gheorghiu (ambos en segundo reparto).

Con el final de la temporada concluye también la dirección artística y musical del Teatro. Antonio del Moral y Jesús López Cobos se marchan dejando un Teatro Real más crecido e importante. Tras años de una labor intensa, la programación ha ido creciendo en brillantez cada temporada.

Tras la cancelación de Carlos Álvarez en el papel de Boccanegra, se esperaba sin mucho entusiasmo a su sustituto, George Gagnidze. Sustituir a Álvarez y tener en el segundo reparto a Plácido Domingo, no le ponía las cosas fáciles a un Gagnidze que, una vez dentro del personaje, supo resolver la situación con gran dignidad. Aunque torpe en los movimientos y pobre en la dramatización, una voz timbrada y muy bien armada, y un empaque físico que dotaba al personaje del pirata de una original personalidad, han dado solvencia a una difícil interpretación.
Fabio Sartori, el tenor, ha resultado ser una sorpresa. Con un hermoso instrumento y una lectura del personaje muy acertadamente italiana, alcanzó momentos muy bellos y llenos de lirismo junto a la soprano Inva Mula. Aunque con algún pequeño problema de afinación al principio, fue creciendo con la obra y emitiendo con un afinado timbre y una potencia más que notable cuando daba plena libertad a su voz.
Inva Mula fue justamente ovacionada por el público. Ofreció una Amelia llena de sesibilidad y dramatismo. Con un perfecto fraseo, una brillante emisión en los agudos y unos hermosos apianados, fue, sin duda, la mejor sobre el escenario.
El resto del reparto brilló a gran altura, sobre todo Giacomo Prestia como Fiesco, una voz solemne.

La escenografía, a cargo de Giancarlo del Monaco. El escenario sufrió una metamorfosis en su llegada a Madrid. Del negro de las representaciones del resto de la temporada, al blanco marmóreo. Un cambio acertado. Luz y espectacularidad en una escenografía austera y magestuosa que ha resaltado, de manera elegante, la grandeza de los personajes y la trama.

Éxito también del Maestro López Cobos que se despidió del público con toda su orquesta sobre el escenario. Una orquesta que ha alcanzado el perfecto equilibrio bajo su batuta. En esta ocasión, como en tantas otras, sonó magnífica, llena de matices y la fuerza interpretativa requerida por una partitura tan intensa, tan verdiana.

El coro, mal. Ni siquiera en una de Verdi. Rígido en sus movimientos, desigual en las entradas y sin personalidad vocal alguna.

Pero para el público de Madrid, su público, el mayor atractivo de este Boccanegra estaba en la reaparición sobre el escenario de Plácido Domingo. En esta ocasión como barítono interpretando al pirata.
El hecho de acometer una tesitura que no es la suya y hacerlo con esa maestría, presencia escénica y un poder dramático que llenaba de electricidad toda la sala; está al alcance de muy pocos. No importa que no fuera un barítono puro, es simplemente Plácido Domingo siendo capaz de dominar un terreno que no es el suyo. Su hermoso e inconfundible timbre junto a esa manera única de desenvolverse en el escenario que otorga a sus personajes una entidad aristocrática. La plenitud que demostró sobre el escenario, hace pensar que tenemos Plácido Domingo para rato.