Hoy vamos a empezar esta crónica por el final. El final del recital del Ciclo de Lied que conjuntamente organiza el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión de la Música (CNDM). Simon Keenlyside, el barítono británico que acababa de interpretar un meritorio repertorio de obras románticas, alemanas y francesas, pidió modestamente al público que esperase diez minutos más, después, podrían volver a casa.
Keenlyside nos recordó entonces, que esos días se conmemoraba el 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Quería por ello rendir homenaje y recordar el sufrimiento del pueblo judío interpretando la canción que su abuelo, el gran violinista Leonard Hirsch, tocaba al violín cuando él era pequeño, el Kadish de las Deux mélodies hébraïques de Maurice Ravel. La profunda intención en la interpretación de esta obra, la sensibilidad y sentimiento con que Keenlyside evocó sus orígenes, dejó a todo el público emocionado y sobrecogido, sin poder apenas reaccionar con aplausos. Este instante de comunicación trascendental, que nos golpea y agita por dentro, no debe pasar inadvertido, ni ser desaprovechado. Auschwitz no surgió de la nada de repente. Hasta llegar a él, millones de, aparentemente, pequeños acontecimiento se fueron sucediendo por toda Europa. Auschwitz puede volver a empezar cada día ante nuestro desinterés o disimulo.
Pero como digo, este fue el final de un recital, aunque fuera el principio de otro. Antes Keenlyside ya nos había emocionado con una primera parte interpretando la Schwanengesang D 657 (1828) de Franz Schubert. Un repertorio que domina el experimentado barítono británico pero ante el que, en esta ocasión, pareció no encontrarse demasiado cómodo al principio. Fue con el avance de las obras con el que fue ganando en la intensidad dramática de obras como Der Atlas (El Atlas) o Der Doppelganger (El doble), para abandonarse después en el romanticismo de Am Meer (Junto al mar).
La segunda parte resultó mucho más fluida. El repertorio romántico francés con obras de Maurice Ravel, Francis Poulenc, Claude Debussy y Gabriel Fauré, le viene como anillo al dedo a un Keenlyside atlético, también en lo vocal, que le permite una gran expresividad en la interpretación. Su depurada técnica y flexibilidad le facilitan una buena proyección y un fraseo extraordinario.
El acompañamiento al piano de la sudafricana Caroline Dowdle fue correcto. Mejor en la segunda parte, donde el peso y protagonismo absoluto era de la voz de un Simon Keenlyside que a esas alturas del recital ya había desplegado toda su magia, que no es poca.
Un éxito más de este Ciclo de Lied ante un público agradecido a un Simon Keenlyside que no se guardó nada en su interpretación y que generó una hermosa consternación y una profunda emoción.
Fotografía: (c) CNDM_Rafa Martín