
El domingo 23 de abril regresaba Tolomeo, rey de Egipto, al Teatro Real. Lo hacía, como en 2009, en versión de concierto y en una sola representación. Lo que resalta aún más la participación del contratenor de moda, Jakub Jòzef Orlinski, al que ya pudimos escuchar aquí la temporada pasada, y lo convierte en acontecimiento.
Estrenada en la Royal Academy of Music de Londres en 1728, cuenta los maquiavélicos enredos de Cleopatra para poner y quitar reyes. Primero se deshace de su esposo, Tolomeo VIII, y logra que suba al trono su hijo Tolomeo IX, protagonista de esta ópera. Pero no contenta con ello, trata de convencer a su otro hijo, Alessandro, para que acabe con la vida de su hermano Tolomeo IX, al que había desterrado, y poder subir al trono como Tolomeo X. Semejante trama y enredo de Tolomeos, no es suficiente para acabar con el afecto entre los dos hermanos, que triunfa frente a los engaños de su propia madre Cleopatra.
En esta ocasión Orlinski ha estado acompañado por la soprano francesa Melisa Petit, interpretando a Seleuce, con un timbre cristalino y lleno de musicalidad. Abordó sus arias con hermosa delicadeza, sobre todo en su dúo con el protagonista.
La mezzo italiana Giuseppina Bridelli estuvo también a gran altura en su interpretación de Elisa, haciendo gala de sus agilidades.
El otro contratenor, el francés Paul-Antoine Benós-Djian, como Alessandro, el hermano de Tolomeo, cumplió con su papel regalando algunos momentos brillantes. Al igual que el bajo Andrea Mastroni, con su potente y homogénea voz.
El protagonista fue sin duda Orlinski, que fue de menos a más, llegando a emocionar al público en alguna de sus intervenciones. Son indudables sus cualidades vocales. Tiene una gran capacidad para matizar y colorear su registro, algo no muy habitual en esta cuerda.
Francesco Corti, organista, clavecinista y director de orquesta, estuvo al frente de Il Pomo d´Oro, que se encuentra en estos momentos en gira europea. Supo imprimir el brío necesario a la obra en algunos momentos y el romanticismo íntimo que destila la partitura de Händel, una de sus obras menos conocidas, pero no por ello menos hermosa.
Una extraordinaria tarde de ópera que respondió a la expectación que había generado.