
Por tercera vez en su historia y después de trece años, llegaba de nuevo Tristan und Isolde al Palacio Euskalduna. En esta ocasión, ABAO ofrece cuatro representaciones con el refuerzo de trece miembros para la orquesta y la dirección de Erik Nielsen.
El libreto de esta obra fue escrito por el propio Wagner en junio de 1857 en Zúrich, donde llevaba once años exiliado tras haber sido acusado de participar, junto a Bakunin, en la fallida Revolución de Mayo en la Sajonia de 1849. Fue precisamente en Zúrich donde conoció a Mathilde Wesendonck, con quien mantuvo una tormentosa relación.
Esta experiencia amorosa, junto al interés de Wagner por la historia del mito de Tristan, inspiraron al autor en la escritura de este drama. La historia es sencilla, pues la poesía se encuentra en la música, más que en el libreto.
Tristan und Isolde es una obra con muchas peculiaridades. La primera de ellas se da al inicio, en ese acorde inicial formado por tres notas en un registro grave y ascendente de los violonchelos al unísono. Un acorde presente a lo largo de toda la obra y que solo se resuelve al final, con la muerte de Isolde.
Con un tratamiento armónico único, ese acorde infinito que avanza sin descansar, apenas en un par de interludios, y que solo se resuelve con la muerte por amor. Una leyenda medieval que en las manos de Wagner revolucionó la historia musical de Europa. Esta obra cambiará los planteamientos de la escritura musical que se conocían hasta ese momento.
Al frente de la dirección musical ha estado Erik Nielsen. El norteamericano realizó una cuidada y acertada lectura de una partitura tan compleja como densa. La orquesta fue de menos a más, definiendo perfectamente los distintos colores y dinámicas. Nielsen estuvo siempre atento a los detalles, tanto de los cantantes, como de los solistas de la orquesta.
Tristan und Isolde es una ópera con pocos personajes que no requiere demasiados elementos escénicos. En este sentido fue suficiente la discreta escenografía de Allex Aguilera que, junto a las oníricas proyecciones de Arnaud Pottier y los efectos de luz, sobre todo el final, de Luis Perdiguero, creaban una atmósfera hipnótica para acompañar la no menos hipnótica música.
Una inoportuna indisposición evitó que la soprano ucraniana Oksana Dyka debutara este esperado rol. En su lugar lo hizo una experimentada wagneriana, Rachel Nicholls que, a pesar de haber llegado la última a la producción, mostró una gran seguridad sobre el escenario. Tuvo momentos de gran inspiración en la interpretación de un rol que conoce bien. Supo llegar con total plenitud vocal al final para ofrecer una romántica y delicada versión del esperado liebestod.
Nicholls estuvo acompañada por el también británico Gwyn Hughes Jones, que afrontó con solvencia el difícil e intenso rol de Tristan. Ofreció su mejor versión en el exigente tercer acto, en el que la emocionada interpretación compensó las dificultades vocales.
Eglis Silins se encargó de dar vida a Kurwenal, que demostró su oficio y conocimiento del canto wagneriano. Manejó con soltura su poderosa voz de bajo-baritono y una buena interpretación del áspero criado.
Debutaba en el repertorio wagneriano la italiana Daniela Barcellona. Delineó perfectamente el carácter de Brangäne, la solícita criada de Isolde, con un amplio registro de tonalidades vocales. Las más oscuras, marca de la casa, para acompañar unos delicados agudos que dieron perfecta respuesta a los requerimientos de este nuevo personaje. Su volumen de voz siempre generoso, le augura un exitoso tránsito por el repertorio wagneriano. Un debut nada fácil pero brillantemente ejecutado y bien valorado por un público que la conoce bien.
Marko Mimica estuvo sobresaliente en su versión de rey Marke. Gran expresividad y una línea de canto delicada y afectada, primero por la traición y después por la muerte de su amigo Tristan. Bien en la interpretación, otorgando ese halo de solemnidad que se espera de un rey.
Extraordinaria versión de Tristan und Isolde la que ha ofrecido ABAO, poniendo el acento en los elementos más importante, el foso y las voces. Lo que haría las delicias del propio compositor.
Texto: Paloma Sanz
Fotografía ©E. Moreno Esquibel