Un especial baile de máscaras

Un especial baile de máscaras

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Un Especial baile de máscaras

Un ballo in maschera

Giuseppe Verdi (1813-1901)

Pocas veces un título es tan acertado para describir una situación. Y es que el Teatro Real estrena esta extraña e incierta temporada 20/21 con ‘Un ballo in maschera’, de Verdi.

Para entrar en el Teatro hay que dedicarle ahora un poco más de tiempo. No puede una saltarse ninguno de los pasos de la nueva liturgia de seguridad contra el covid-19 que en este Teatro es especialmente minuciosa. Todo perfectamente ordenado para evitar cualquier tipo de aglomeración y un solícito personal de sala que da todo tipo de información e indicaciones.

Esta temporada el Teatro Real pone en marcha una iniciativa que ya se viene realizando en otros teatros europeos con gran éxito. Se trata de un preestreno dedicado exclusivamente a los jóvenes. El 16 de septiembre, dos días antes del estreno oficial, ha tenido lugar esta estimulante premier que ha tenido una respuesta extraordinaria. Una magnífica iniciativa muy celebrada por una joven afición que normalmente, bien por razones de aforo o por el elevado precio de las localidades, no acude a estos espectáculos con la asiduidad que le gustaría.

Hemos hablado con alguno de estos jóvenes que han venido a esta primera gala y han compartido con nosotros sus puntos de vista. Hoy ellos son los protagonistas.

No es la primera vez que Cristina asiste a una ópera. De hecho, ha trabajado como maquilladora en el Teatro. ”Me parece muy buena la iniciativa, me gusta mucho y si hoy, que vengo sola, me gusta, me voy a traer a todos mis amigos. Por 35€ me parece brutal poder venir y disfrutar de todo esto”.

Manuel y José Ignacio, son músicos que vienen por primera vez al Teatro Real desde Sevilla y Aracena, Huelva. “Nuestras expectativas son muy altas. Siempre nos ha gustado la música de Verdi y venimos con ganas. La propuesta del Teatro nos parece muy interesante, sobre todo para el acercamiento de la ópera a los jóvenes. Generalmente no nos lo podemos permitir y estos son unos precios muy razonables. Siempre nos teníamos que conformar con verla por internet y ahora estamos aquí.”

Gonzalo y Eduardo es la primera vez que vienen a la ópera y se encuentran un poco perdidos. “Venimos con ganas, es una experiencia nueva y creo que nos va a gustar. Desde fuera tiene muy buena pinta. La primera vez, ¡a ver qué tal!”.

A diferencia de la Traviata del mes de julio, este Ballo in Maschera es escenificado. Ante la imposibilidad de trasladar a Madrid la producción inicialmente programada de David Alden, se ha optado por la escenografía de Gianmaria Aliverta. El esfuerzo realizado para adaptar esta producción, estrenada en 2017 en el Teatro La Fenice de Venecia, a los estrictos protocolos sanitarios ha sido importante. La escenificación es casi completa. Evitando el contacto o la cercanía entre los intérpretes y en el que solo los bailarines llevan mascarilla, por cierto, tan discreta que apenas se deja ver.

La escenografía resulta anticuada y sosa. Todos los elementos son muy estáticos, a excepción de una gran roca en el segundo acto que gira (para tormento de Amelia, que tiene que cantar a la vez que trepa por ella). Nada en el escenario proporciona el dinamismo al que no llegan los cantantes, por la necesaria falta de movimientos. Tampoco ayudan los largos cambios de escénicos durante la representación.

La coreografía del cuerpo de bailes tampoco es muy estimulante, no parece muy elaborada. Desconcierta también el hecho de situar la obra en la América de la esclavitud, con una bandera americana con excesiva presencia, por lo gigantesca.

Pero la ausencia de proximidad entre los cantantes, sobre todo en el dúo de amor, es compensado por la música. El maestro Luisotti lo describe muy bien: “La experiencia de la ópera es una experiencia personal. La posibilidad de cerrar los ojos e imaginar lo que está ocurriendo nos lo proporciona la música. En el dúo de amor, aunque no lo estuviera viendo, puedo imaginar el abrazo de los dos amantes.” Verdi consigue transmitir, a través de su música, las palabras exactas para describir una acción.

Un Ballo in maschera es sin duda la más italiana de las óperas de Verdi, y la batuta de Nicola Luisotti, gran conocedor de este repertorio, lo pone de manifiesto a lo largo de toda la representación. Si uno se abandona a la música y el color y detalle que Luisotti extrae de la orquesta, nada de lo que ocurre en el escenario altera la esencia de la obra.

Hay que reconocer el gran trabajo desarrollado por el escenógrafo Massimo Checchetto y por los cantantes. No es fácil desenvolverse en un escenario manteniendo distancias con todo el mundo. Lo que afecta también, no solo a la interpretación, sino a la proyección sin referencias cercanas.

Este Ballo in maschera cuenta con dos repartos y cuatro Amelias. La representación de la gala joven estuvo a cargo de un segundo reparto encabezado por el veterano Ramón Vargas, como el Conde Ricardo, que conserva la clase y el fraseo que hicieron de él uno de los más grandes tenores. La madrileña Saioa Hernández, como Amelia, que demostró una gran sensibilidad con la expresividad de su voz. Geroge Petean, con una profunda voz de barítono que dio vida al amigo y después rival de Ricardo. Silvia Beltrami, que construyó un oscuro personaje de la hechicera Ulrica. Elena Sánchez Pereg, que interpretó al joven Oscar, Tomeu Babiloni, como Silvano, Daniel Giulianini, como Samuel, Goderdzi Janelidze, como Tom y Jorge Rodríguez Norton.

El coro estuvo asistido en todo momento por la técnica para poder guardar las distancias sobre plataformas móviles.

Un comienzo de temporada esperanzador en medio de esta situación distópica y llena de incertidumbre pero, como recordó Vargas Llosa la noche del estreno “La cultura está hecha para enfrentar tiempos difíciles”. Por eso estamos aquí, rodeadas de jóvenes…

Texto: Paloma Sanaz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real