Hacia 1850 y tras dos siglos y medio de aislamiento, Japón se ve en la obligación de abrirse al mundo. Para ello cuenta en esos momentos con dos importantes escaparates, la Exposición Universal de Londres (1862) y, sobre todo, la de París (1867). En esta última, llama la atención de importantes artistas que se ven influenciados por la impronta cultural japonesa y son, a su vez, quienes primero difunden estas nuevas tendencias.
Artistas como James McNeill Whistler, Édouard Manet o Clode Monet en París, y Mariano Fortuni o Raimundo de Madrazo en España, fueron algunos de los primeros en sentir la fascinación de la cultura japonesa.
También a Madrid llegaron estas influencias orientales. Las clases altas en seguida mostraron su interés, no solo por expresiones artísticas, también por objetos y elementos de decoración. Gabinetes y salones japoneses se pusieron de moda en palacios y mansiones de la nobleza de ese fin de siglo. La propia residencia de Cánovas del Castillo o de la Infanta Eulalia de Borbón disponían de salón japonés. Es el caso del restaurante Lhardy, de cuyo salón puede disfrutarse hoy en día.
Tanta influencia oriental tuvo entre sus consecuencias el estreno en el Teatro Real de Madrid, en 1907, de Madama Butterfly, la ópera que Puccini había compuesto fascinado por la chinoiserie y todas sus evocaciones. El estreno fue por todo lo alto, el papel de Cio-Cio-San fue interpretado por Rosina Estorquio, soprano legendaria en ese momento y que había estrenado el rol en 1904 en la Scala de Milán.
En esta ocasión el Real nos presenta la reposición de la Madama Butterfly que Mario Gas y Ezio Frigerio diseñaran para este mismo teatro en 2002.
Después de 15 años apenas se han hecho actualizaciones en la escenografía, algo que dice mucho en favor de este trabajo. Estableciendo una relación entre la ópera y el cine, dos géneros bien conocidos y queridos por el compositor, la escenografía nos traslada a un plató de rodaje del Hollywood de los años treinta, utilizando el recurso de un teatro dentro del teatro. La filmación se puede ver en tiempo real en una pantalla situada sobre el escenario, gracias a una muy buena edición que permite apreciar los primeros planos de los cantantes, lo que potencia la dramatización.
La historia parte de una tradición europea, de cuando, primero los holandeses y después otros europeos, comerciaban a través de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Para ello, habitaban la isla de Dejima, en la que pasaban grandes temporadas. Al no poder llevar a sus esposas, realizaban una ceremonia nupcial y contraían supuesto matrimonio con jóvenes japonesas a las que después abandonaban. Todo ello facilitado por casamenteros, como lo hace Goro en Madma Butterfly.
Este es el drama de la joven Cio-Cio-San a la que dan vida en esta ocasión las sopranos Ermonela Jaho y Hui He. En palabras del director de escena Mario Gas, “un exceso de pasión lleva al emborronamiento, y una ausencia de pasión, lleva a la frialdad”. No ha faltado pasión en las interpretaciones de ambas sopranos, pero la capacidad dramática de Ermonela Jaho, de la que ya dejó buena muestra en su Violeta de La traviata, y esta misma temporada con su Desdemona en Otello, supera cualquier registro interpretativo. Mirellla Freni, que era una gran Butterfly, no la podía cantar en escena porque la emoción le hacía llorar y el llanto descolocaba su voz. Hermonela Yaho es capaz de llorar a la vez que canta. Es capaz de abandonar la técnica para emitir un llanto sin que se aprecie una pérdida de posición. La capacidad para el fraseo, su delicada línea de canto que otorga al personaje una fragilidad que sobrecoge, mantienen al público atrapado y estremecido. Todos saben lo que va a pasar, menos ella… Transmite las emociones como pocas. Aunque su voz no sea perfecta, aunque sus graves sean deficientes, aunque abuse un poco de los filados que, por otra parte, son maravillosos, pero, ¿qué es la ópera, sino emociones?
Como resulta muy difícil elegir una versión, hemos optado por poner las dos, Ermonela Jaho y Hui He interpretando “Un bel di vedremo”, al comienzo del segundo acto. Dos formas y técnicas diferentes de abordar el mismo personaje.
Hui He ha sido la Butterfly del segundo reparto. Lo de segundo en este caso no se referirse a una menor calidad. Sin duda su tesitura de lírico-spinto es la más apropiada para este rol. Tiene un hermoso y penetrante timbre y un registro central poderoso, graves sólidos y una proyección extraordinaria, junto a una línea de canto homogénea. Comenzó sin grandes arrebatos dramáticos pero fue entrando en el personaje a medida que avanzaba la obra.
No estuvo bien acompañada en la réplica por el Pinkerton del joven Vincenzo Costanzo. Tiene una voz fresca y se apunta un hermoso timbre, pero aún se encuentra lejos de una técnica adecuada para estos personajes. Su voz blanca y sin brillo necesita de tiempo, estudio y calma. Instrumento parece que tiene, esperemos que no le falte paciencia.
Mejor el Pinkerton de Jorge de León, con agudos plenos y brillantes. Aunque con cierta tosquedad, teniendo en cuenta la delicadeza de Butterfly de Jaho. El personaje de Suzuki interpretado por Enkelejda Snkosa y Gemma Coma-Alabert. Ambas son la perfecta compañía vocal de sus respectivas Cio-Cio-San.
Ángel Ódena compuso un Cónsul Sharpless con autoridad y nobleza distribuida acertadamente. Contribuyó a la magia de la representación. El Cónsul de Vladimir Stoyanov siempre es un barítono con garantías y cumplió con solvencia. Del mismo modo que el Goro de Francisco Vas. Con una muy buena actuación y un punto histrión que redondeó el personaje de casamentero.
El resto del reparo estuvo a gran altura, incluido el coro que demostró una bellísima delicadeza.
La dirección de Marco Armiliato exibe su gran conocimiento de la partitura y del compositor. Gran capacidad teatral y un cuidado exquisito de los cantantes, modulando en cada momento para facilitar su trabajo con una partitura que siempre plantea el problema del volumen de sonido.
Consiguió una variada paleta de colores dominando los cambios de emoción que contiene la partitura y cada uno de los personaje momentos. Como la entrada de Cio-Cio-San, tan delicada y transparente, como corresponde a una inocente mujer de 15 años. La orquestación del segundo acto es difícil para el cantante por su dramatismo y la exigencia de una técnica muy sólida para cantar por encima de la orquesta. Pero Armiliato consigue el equilibrio. Siempre pendiente de los cantantes y de una partitura que marca el itinerario con todo tipo de detalles. Una música de un potencial dramático desgarrador, de la que el maestro italiano extrae el máximo.
Un buen fin de temporada y una oportunidad para acercarse a la ópera a través de la retransmisión del día 30. Quien lo haga por primera vez, con esta Butterfly quedará prendado para siempre.
Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real
Madama Butterfly
Giacomo Puccini (1858-1924)
Tragedia giapponese en tres actos
Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en la obra de teatro Madame Butterfly, de David Belasco,
inspirada en el relato de John Luther Long
D. musical: Marco Armiliato
D. escena: Mario Gas
Escennografía: Ezio Frigerio
Figurinista: Franca Squarciapino
Iluminador: Vinivio Cheli
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Hermonela Jaho/Hui He, Jorge de León/Vincenzo Costanzo, Enkelejda Shkosa/Gemma Coma-Alabert, Ángel Ódena/Vladimir Stoyanov, Francisco Vas, Tomeu Bibiloni, Scott Wilde, Igor Tsenkman, Elier Muñoz,
José Julio González, Marifé Nogales, Rebeca Salcines, María Fidalgo, Miriam Montero.