Para un oído poco dado a las aventuras dodecafónicas como el mío, nada le hacía sospechar que este jueves 17 de marzo sería definitivamente conquistado. El responsable de esta rendición en toda regla ha sido el compositor británico George Benjamin y su obra Written on skin. Sencillamente, una obra maestra.
El libreto de Martin Crimp basado en el razó anónimo del siglo XIII, Le coeur mangé, es la leyenda del trovador provenzal Guillem de Cabestany, ya citada por Bocaccio en el Decameron. La historia es truculenta y llena de situaciones descarnadas. Los más bajos deseos, frustraciones y miedos de los protagonistas son tratados por Benjamin con una teatralidad extraordinaria dirigida por su director artístico Benjamin Davis.
La música, de la que el maestro británico domina todas las técnicas contemporáneas, te transporta por caminos de tensión insoportable.
Desde los primeros compases la música te agarra de manera casi violenta y no te suelta hasta los últimos compases que son, por cierto, de silencio. La percusión, a la que se sumaban también las cuerdas de manera convencional, o no, fabrican una magnética armonía con el texto que agitaba por dentro como si a la peor pesadilla le hubiesen añadido una banda sonora que la potencia.
La partitura cincela con precisión milimétrica cada uno de los sentimientos de los personajes. Hasta tal punto, que la mínima dramatización de los cantantes es suficiente para describir las tramas.
Los responsables de un sonido tan revelador no son otros que la impecable Mahler Chamber Orchestra. Y a la batuta George Benjamin, que radiografió cada compás con el conocimiento de la obra que, por supuesto, solo él tiene.
La excepcional participación de los cantantes, tanto en lo vocal como en lo teatral, terminaron de redondear el espectáculo. Christopher Purves, que interpretó un complicado y atormentado Protector; Tim Mead, joven contratenor británico que se encargó de dar vida al Muchacho y el Ángel con gran delicadeza en los detalles; Victoria Simmonds y Robert Murray completaron con un trabajo minucioso el cuadro canoro del que destacó su protagonista, la soprano canadiense Barbara Hannigan, para quien está escrito el personaje de Agnés y quien, con una potente dramatización, creó una figura llena de matices vocales y teatrales.
La sensación al terminar la obra es la que queda tras haber visto el más inteligente y desasosegante thriller. Un agradable placer tras una violenta sacudida.