Arabella , de Richard Strauss, en el Teatro Real

Arabella
Arabella
Lyrische Komödie en tres actos
Música de Richard Strauss (1864-1949)
Libreto de Hugo von Hofmannsthal
Estrenada en el Sächsisches Staatstheater de Dresde el 1 de julio de 1933
Estreno en el Teatro Real
Nueva producción del Teatro Real, procedente de la Oper Frankfurt
D. musical: David Afkham
D. escena: Christof Loy
Escenógrafo y figurinista: Herbert Murauer
Iluminador: Reinhard Traub
Coreógrafo: Thomas Wilhelm
D. del coro: Andrés Máspero
Reparto: Sara Jakubiak, Sarah Defrise, Anne Sofie von Otter, Josef Wagner, Sarah Defrise, Matthew Newlin, Dean Power, Roger Smeets, Tyler Zimmerman, Elena Sancho Pereg, Barbara Zechmeister, José Manuel Montero, Benjamin Werth, Niall Fallon, Hanno Jusek
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

“Quisiera un segundo Caballero de la rosa, sin sus errores ni su longitud.” Así se dirigió Richard Strauss a su libretista, Hugo von Hofmannsthal, en una carta que le envió en septiembre de 1922. Esta sería la sexta y última colaboración entre ambos.

Todo empieza, tras algún pequeño desencuentro inicial, con el envío, por parte de Hofmannsthal a Strauss, de un proyecto que había publicado en 1910, Lucidor. La historia que aquí se narra será el germen de Arabella.

En diciembre de 1924 el compositor recibe el primer borrador del libreto que le había encargado. Se titula Mandryka, que es el pretendiente de la protagonista Arabella. A Strauss le convence la historia, pero no el título de la obra. Influido por el éxito del caballero de la rosa, quería que el personaje protagonista tuviera más presencia y decide cambiarlo, pasando a titularse Arabella.

Mientras daban los últimos retoques al libreto, Hofmannsthal sufre un ictus y fallece a los pocos días. Strauss queda muy impresionado por la muerte de su colaborador y abandona la composición de esta ópera. No será hasta 1931 cuando, junto a su amigo y director de orquesta Clemens Krauss, retomen la partitura y la terminen. En homenaje a su libretista, Strauss decide dejar como están el segundo y tercer acto del libreto, que no habían tenido tiempo de pulir.

La partitura se termina en 1932 y está previsto su estreno al año siguiente. Pero en 1933 Hitler es proclamado canciller y para entonces ya han empezado a aplicarse las leyes antisemitas. Esto afecta al estreno de Arabella, ya que el director del teatro, que era judío, y Freud Woods, que iba a dirigir la obra, protestan por la implantación de estas leyes. Como consecuencia, fueron fulminantemente destituidos de sus cargos. Strauss se opuso entonces al estreno de su ópera pero, obligado por el contrato, tuvo que llegar a un acuerdo y accedió a su estreno a cambio de elegir él mismo todo el elenco, empezando por su director musical que sería Clemens Krauss. Finalmente se estrenó el 1 de julio de 1933, con gran éxito de crítica, pero con cierta frialdad por parte del público.

Si en El Caballero de la rosa, Strauss había descrito la decadencia del siglo XVIII, en Arabella describe la del siglo XIX. Sitúa la acción en la Viena de 1860, en una sociedad que vive de las apariencias y sobre la que el compositor ejerce una dura crítica. Una de esas familias de la alta sociedad, arruinadas y decadentes, es la protagonista de la historia. El conde Waldner, junto a su esposa Adelaide y sus dos hijas, Arabella y Zdenka, viven en un hotel que apenas pueden pagar. La pequeña de las hermanas, Zdemka, es obligada a disfrazarse de chico, ya que solo tienen dote para una de ellas y solo a esa pueden financiar su asistencia a las fiestas y círculos más exquisitos de Viena. Deciden invertir sus poco recursos para que Arabella busque un pretendiente capaz de aliviar su situación económica. A partir de aquí se suceden los enredos de Arabella con sus numerosos pretendientes, y las distintas tramas, todo con ambiente de fiesta pues se está celebrando el carnaval.

Strauss hace de sus óperas obras muy corales, como ya pudimos ver en este mismo teatro con Capriccio, por lo que el canto se convierte a veces en pura conversación.
Aparentemente Arabella no tiene una estructura sinfónica, pero los live motive asociados a personajes equilibran las tonalidades. Su partitura contiene melodías de gran belleza, como los valses, arias y dúos de bellísima factura, como el que hay entre Arabella y Mandryka en el segundo acto, o la escena final, basada en una canción de boda de la tradición croata, de donde es Mandryka.

La escenografía de Christof Loy tiene la elegancia de la recordada Capriccio y la misma sobriedad de color, blanco y negro. Además de esa cualidad de Loy de hacer que un escenario sin apenas elementos no parezca vacío. Unos paneles móviles nos van mostrando, primero las distintas estancias de hotel donde vive la familia Waldner, y después los salones de baile donde se celebran las fiestas. La obra termina en un enorme cubículo de un blanco que deslumbra y que deja todo el protagonismo a los cantantes y la resolución de la trama. Los figurines de Herbert Murauer son elementos fundamentales de la escenografía, plenamente descriptivos de la época y la situación de los personajes.

La dirección musical de David Afkham estuvo a buen nivel. Aunque a veces había que esperar a la llegada del Strauss más reconocible para volver a sumergirnos en la obra.

La estadounidense Sara Jakubiak es la encargada de dar vida a Arabella. Posee un atractivo timbre y una muy buena y esmaltada emisión. Un centro poderoso y un fraseo notable. Su personaje brilló también gracias a su buena interpretación y presentó una Arabella madura, a la que tal vez le faltó un poco de frivolidad. Su aria final, cuando ofrece a Mandryka el agua clara de la fuente que sella su compromiso, fue de una gran belleza interpretativa.

Josef Wagner, al que ya vimos interpretando uno de los protagonistas de Capriccio, se encargó de dar vida a Mandryka. Su voz de bajo barítono brilló con este extraño protagonista. Pero donde mejor estuvo fue en la interpretación, nada fácil, de un personaje brusco y fuera de lugar en la alta sociedad a la que llega. Aunque cumple el requisito principal, la riqueza.

La Zdenka de la soprano belga Sarah Defrise estuvo muy bien, sobre todo en la parte interpretativa. Su personaje es muy especial, por la soledad en la que se encuentra y que supo transmitir a la perfección. Su bonito timbre con tonos oscuros resultó perfecto para el personaje.

Anne Sophie von Otter se encargó de dar vida a Adelaida, la esposa del Conde y el personaje más superficial de toda la familia. Se nota en su voz el paso de tiempo, pero conserva un instrumento de mucha calidad. Su presencia escénica sigue siendo imponente, como su manera de desenvuelve por el escenario.

La donostiarra Elena Sancho Pereg, como Fiakermilli, tuvo que hacer frente a un rol breve, pero diabólico por los sobreagudos que abordó con valentía y calidad. Todo acompañado de una gran interpretación.

Martin Winkler como el conde Waldner, tuvo un destacado papel. Ya no se suelen escuchar voces de bajo barítono tan sólidas y profundas.

Dean Power, como Elemer, quedó en casi todas sus intervenciones oculto bajo la orquesta. Destacar a Roger Smeets, en su papel de Dominik, otro de los pretendientes de Arabella, al igual que Tyler Zimmerman.

Un acierto programar Arabella por fin en el Teatro Real y este ciclo que. Temporada tras temporada nos acercan a la música de Strauss.