La Traviata, «ritorno alla vita»

La Traviata, «ritorno alla vita»

 

La Traviata, «ritorno alla vita»
La Traviata
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Ópera en tres actos
Libreto de Francesco Maria Piave, basado en la novela y la obra de teatro La Dame aux camélias de Alexandre Dumas hijo
Estrenada en el Teatro La Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853 y el el Teatro Real el 1 de febrero de 1855. Ópera en versión de concierto semiescenificada
D. musical: Nicola Luisotti
Concepto escénico: Leo Castaldi
Iluminación: Carlos Torrijos
D. Coro: Andrés Máspero
Reparto: Marina Rebeka, Michael Fabiano, Artur Rucinski, Sandra Fernández, Marifé Nogales, Albert Casals, Isaac Galán, Tomeu Bibiloni, Stefano Palatchi, Emmanuel Faraldo, Elier Muñoz y Carlos García
Habían pasado cuatro meses desde que todo se suspendió. Al principio parecía que sería por poco tiempo, pero a medida que pasaban las semanas y los acontecimientos, la incertidumbre pasó a ocuparlo todo.
En este período ha habido tiempo para pensar en muchas cosas. También en que solo un milagro me devolvería a esta butaca. Pero los milagros existen, y los hacemos nosotros. En este caso, el Teatro Real. Y ha obrado un milagro que cubre varios aspectos. El primero, tener la valentía y determinación de volver a la actividad operística de la forma más segura, y el segundo, y no por ello menos importante, tener la capacidad de demostrar que, por difíciles que sean las circunstancias, se puede hacer una buena gestión, incluso, muy buena.La apuesta es arriesgada, mantener este frágil equilibrio cuando todo el mundo operístico está mirando, no es fácil. Durante un mes completo, en el que se han multiplicado las representaciones para compensar la limitación del aforo, se presenta esta adaptación escénica que ha realizado Leo Castaldi, como quien dice, con cuatro cositas que ha encontrado por el teatro, para crear una escenografía que no puede ser más eficaz. En ella aparecen los elementos imprescindibles, no falta ni sobra nada. Un escenario parcelado delimita los dos metros cuadrados de los que dispone cada cantante para moverse. Un espacio reducido, pero en el que caben todas las emociones de los protagonistas. El coro, que ocupa la mitad posterior de la caja escénica, permanece disciplinadamente recluido, cada uno de ellos, en su terreno, lo que no le resta un ápice de su sonoridad y profesionalidad. Todo ello iluminado con gran acierto por Carlos Torrijos.No era fácil sumergirse en la historia en un ambiente tan diferente al que estamos acostumbrados. Demasiados elementos nos distraen en la sala, en el escenario, la distancia, la mascarilla… Pero entonces, apareció él, como un héroe sin capa para rescatarnos del silencio, Nicola Luisotti. Uno de los hombres que más debe estar trabajando en las últimas semanas y que se mostraba exultantemente feliz ante este reto, tal vez por haber vivido las circunstancias dramáticas que nos han tocado con la intensidad que solo tiene un apasionado como él. Fue el primero en suspender el estreno de Il Trovatore en la Scala de Milán y ahora es el primero en levantar el telón en lo que llama “ritorno alla vita”.Fue entonces cuando empezó a sonar uno de los fragmentos de ópera más elaboradamente románticos y evocadores que se han escrito, la obertura del primer acto de La Traviata. La Orquesta, que ocupa todo el espacio del foso, aparece también con sus mascarillas, a excepción del viento, que está separado por mampara, como el propio Luisotti. El maestro italiano fue el vínculo perfecto entre lo que sucedía en el alejado escenario y el amplio foso, generando confianza y equilibrio en esta novedosa y extraña forma de interpretación. Después de una obertura profunda, sobria y sentida, por quien es gran conocedor de este repertorio, supo transmitir al escenario la teatralidad que le faltaba. Su dirección estuvo por encima de algunos sonidos más apagados provocados por las distancias físicas y técnicas. La orquesta sonó empastada y con la delicadeza que a veces algunos abandonan cuando se trata de Verdi.La distancia a la que se mantenían los cantantes no resulto perturbadora. Siempre atentos al maestro que les acompañaba, más que dirigía. A pesar de no acercarse ni tocarse, Violetta y Alfredo fueron capaces de demostrar su pasión.La letona Marina Rebeka es la primera de las cinco sopranos que abordan el personaje de Violetta Valéry. Posee una extensa y voluminosa voz de soprano lírica, un preciosos timbre y gran sonoridad que se apreció muy bien en las partes más dramáticas y en unos bien delineados pianos. Demasiado contenida quizá, lo que afectaba a la parte más teatral del personaje, algo muy importante en este rol del que Rebeka es gran conocedora y amante. Si dejara que el personaje se apoderara de ella, unido a su excepcional técnica, sería la mejor de las Violetas.El Alfredo de Michael Fabiano fue de menos a más. Tuvo momentos de gran inspiración, aunque se le notó un poco inseguro al inicio, algo que puede ser normal dadas las circunstancias, y que desapareció a partir del segundo y tercer acto, en el que brilló con un Alfredo inspirado e intenso.El más aplaudido de la noche fue el Artur Rucinski y su Giorgio Germont. Una buena dicción y un fraseo elegante y muy cuidado para su estirado Germont. Muy bien en el Di Provenza.

El resto de comprimarios estuvieron a gran altura. Estupenda la participación Marifé Nogales en su rol de Annina. Perfecta también Sandra Fernández, con una frívola Flora Bervoix, ambas intervienen en todas las funciones. Al igual que Albert Casals, como Gastone, Isaac Galán, como el Barón Douphol, Tomeu Bibiloni, como Marqués de Obigny, Stefano Palatchi, como el Doctor Grenvil y Emmanuel Faraldo, como Giuseppe y el criado de Violetta.

Un éxito sin duda del Teatro Real demostrando una gran valentía y capacidad. Todo ello servido con una seguridad que se palpa. Si se produce un brote importante, yo me voy al Teatro Real. Y es que la normalidad no viene sola, hay que conquistarla.
Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real