Siegfried, el heroico

Siegfried, el heroico
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Siegfried, el heroicoSiegfried
Richard Wagner (1813-1883)
Segunda jornada en tres actos del festival escénico Der Ring des Nibelungen
Estrenada en el Festtspielhaus de Bayreuth en 1876
D. musical: Pablo Heras-Casado
D. escena: Robert Carsen
Escenógrafo y figurinista: Patrick Kinmonth
Iluminador: Manfred Voss
Orquesta Titular del Teatro Real
Reparto: Andreas Schager, Andreas Conrad, Tomasz Konieczny, Martin Winkler. Jongmin Park, Okka von der Damerau, Ricarda Merbeth, Leonor BonillaEn momentos extraordinarios, hacer el trabajo de cada día puede convertirse también en algo extraordinario. Eso está ocurriendo en el Teatro Real, que continua con su programación y estos días representa la tercera entrega del Anillo wagneriano, nada menos que ‘Siegfried’.Y lo hace sin que le falte de nada. ¿Qué la orquesta no cabe en el foso, por aquello de la distancia de seguridad?, pues se reparte por los palcos de platea. Arpas a un lado, metales a otro. ¿Qué la obra dura casi cinco horas y a las 22:00 hay que estar en casa?, pues se empieza a las 16:30. ¿Qué es mucho tiempo en una sala cerrada para tanto público?, pues se mejora el sistema de renovación de aire y en lugar de renovarlo 4 veces a la hora, se renueva 8. ¿Qué coincide con las representaciones de Norma?, ¡pues como en otras ocasiones!, ¿dónde está el problema?. Está claro que el problema lo tienen otros.Llegamos con Siegfried a la segunda jornada del festival escénico Der Ring des Nibelungen. Aunque en realidad es la tercera de la tetralogía, ya que Wagner compuso esta obra descomunal empezando por el final, demostrando su control sobre la unidad dramática mucho antes de iniciar su composición.Todo empezó hace dos temporadas con Das Rheingold, donde Wagner contextualiza la historia. Continuó la temporada pasada con Die Walküre, que nos muestra los orígenes del protagonista. Ahora llega Siegfried, que expresa su máximo esplendor. Y la próxima temporada veremos Götterdämmerung, que narra el ocaso y derrota del personaje.En este aparente caos en el orden compositivo, Wagner realizó varias interrupciones y diversas modificaciones, tanto en el libreto como en la partitura, durante la composición de Siegfried. En mayo de 1857, abandona la composición de esta obra en pleno segundo acto para centrarse en Tristan und Isolde y Die Meistersinger von Nürnberg. No sería hasta doce años después, en 1869, cuando reanudó su composición que dio por terminada del todo en 1871.

Fascinado por la mitología y amante de la naturaleza, Wagner crea un universo oscuro presidido por la destrucción. Y los dioses, que son muchas veces metáfora del ser humano, personifican esta destrucción.

Dentro de este universo de devastación, Wagner ve en Siegfried el modelo de hombre nuevo, que está libre de moral y convenciones sociales, que no se sujeta a las leyes que rigen el mundo y que es capaz de enfrentarse sin miedo a los dioses. Pero este comportamiento casi heroico es también muy inocente, pues Siegfried no es consciente de que sus hazañas benefician a aquellos contra los que lucha, el universo desolador en el que reina Wotan.

Como esta es la crónica del ensayo general, no hablaremos de las voces. Pero si quiero advertir de su excelente nivel, sobre todo el Siegfried del tenor austríaco Andreas Schager, que opina que ”para hacer Siegfried no hay que tener miedo a nada”, y Schager demuestra no tenerlo.

El resto de voces están a una gran altura. Mucha calidad en este reparto con Ricarda Merbeth, como Brünnhilde. El Mime del italiano Andreas Conrad. Tomasz Konieczny, como el caminante. El nibelungo Alberich interpretado por Martin Winkler. El coreano Jongmin Park como Fafner. Erda, la diosa de la tierra, magnífica en la voz y la interpretación de Okka von der Damerau y la sevillasa Leonor Bonilla, que se encargó de poner voz al pájaro del bosque.

Como en el resto de la tetralogía, Siegfried requiere de una orquesta de dimensiones máximas y desconocidas hasta ese momento. Es aquí donde el Teatro Real obra el primer milagro, y haciendo de la necesidad virtud, manteniene las seis arpas que exige el compositor situadas en uno de los palcos de platea, los más próximos al foso. En el palco opuesto, se sitúan el grupo de metales más graves. De esta forma, el grueso de la orquesta apenas ha quedado reducida. Tan solo se ha prescindido de algunos elementos de cuerda, un par de violines, un par de chelos… El resultado sonoro es envolvente, pero evidencia algunas dificultades a la hora de empastar o de mantener ciertos equilibrios sonoros.

Para abordar la escenogafía, Robert Carsen y Patrick Kinmonth, utilizan como metáfora la destrucción de la naturaleza, dando continuidad a la línea iniciada hace dos temporadas. El resultado escénico es, básicamente, feo y desolador.

Carsen descontextualiza completamente la música de Wagner y lo cede todo a un espectáculo, que no es tal. La naturaleza aparece devastada, el pájaro está muerto, los árboles han sido talados y solo la inocencia de los dos protagonistas despiertan un poco de luz y esperanza.

Se limita a ejercer la crítica sobre el cambio climático de manera simple y llena de lugares comunes, con escenografías cada vez más austeras y minimalistas. La belleza permanece ausente de sus producciones actuales. Como nos acordamos de aquella Katia Kavanovà (2008) o Dialogues de carmélites (2006).

Otro éxito que se apunta el Teatro Real ante la incredulidad y el asombro del resto de teatros del mundo. Como dice su director, Joan Mataboch (que como Siegfried, no tiene miedo a nada), el secreto está es anticiparse a los acontecimientos para dar solución a los posibles problemas. Lo que está claro es que si se quiere respirar aire limpio hay que ir a Teatro Real.

Texto: Paloma Sanaz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real