Una depurada técnica, absoluto dominio de la coloratura y los sobreagudos y su pasión por la música y la interpretación están consiguiendo que la italiana Desirée Rancatore sea una de las sopranos más solicitadas en los principales teatros y festivales operísticos.
Debuta con solo 19 años en el Festival de Salzburgo conviertiéndose de inmediato en invitada habitual de los principales teatros de Europa y Asia; en Japón la adoran, al punto de dedicarle portadas y llenar salas prestigiosas como el Bunka Kaikan de Tokyo. Gracias a su carácter joven y divertido, a su talento y a sus sobreagudos, es considerada una de las mejores Olympia (la muñeca de Les contes d’Hoffmann), que ha cantado en París –allí regresa en noviembre–, Londres, Zúrich, Palermo, Roma, Turín, Parma, Madrid, Viena o Milán. En los últimos años su evolución vocal y actoral le ha llevado a interpretar roles de mujeres pasionales, como Gilda de Rigoletto, Violetta de Traviata o Lucia di Lammermoor, o divertidas y coquetas como la Adina de L’elisir d’amore. Elvira de I Puritani y Amina de La Sonnambula, Lakmé y Leïla de Les pêcheurs de perles son otros de los roles que ha interpredado. Una galeria de personajes que le han llevado a ser una de las estrellas más cotizadas de la lírica internacional.
Brío Clásica: La ópera es la más multidisciplinar de las artes. Y las exigencias de una producción para un cantante son cada vez mayores. La voz, la teatralidad, la estética, los planteamientos, a veces extravagantes, de directores de escena. ¿Cómo se prepara una para combinar tantas disciplinas sobre un escenario?
Desirée Rancatore: El trabajo del cantante siempre ha sido multidisciplinar; después de años de carrera esto ya es lo que se espera. Hay que hacer frente a muchos factores cada vez que estás en un escenario, por eso la preparación tiene que ser continua, psicológica, física y técnicamente. Vamos, que no paramos.
B. C: ¿Cuáles son sus criterios para seleccionar un nuevo papel? Y, ¿Qué ha supuesto para usted su debut como Violetta en La Traviata?
D. R: En primer lugar considero todo desde el punto vocal, estudiando la partitura para ver si la textura vocal posee las características ideales para mi voz. Después de eso pienso si debo aceptarlo o rechazarlo, analizando otros factores (teatro, compañeros, director musical, director de escena). Mi debut como Violetta fue la culminación de un recorrido artístico que se inició hace casi 20 años: poco a poco, con el estudio y la perseverancia, me he permitido realizar el sueño de cantar este papel fascinante, tal vez el más bello del repertorio. Era un verdadero reto para mí y creo que después del estreno y de haberlo cantado varias veces en teatros de diverso tamaño como pueden ser la Opéra de Monte-Carlo, la Staatsoper de Viena o la Royal Opera House de Muscat (en Omán) podría decir que gané ese desafío…
B. C: Teniendo en cuenta lo trascendental que es una buena orientación profesional, ¿cómo se traza y enfoca, desde el inicio, una carrera como la suya?
D. R: La carrera nunca se define desde el comienzo, ya que es “hija” de muchos aspectos y situaciones. Lo único que hay que tener claro desde el principio es aceptar que una cierta conducta y disciplina de vida y de estudio serán tus compañeros todos los días de tu vida mientras te dediques a la carrera. Este es un oficio a largo plazo y hay que estar atento a la evolución de la voz, porque va cambiando. Por eso la planificación no puede ser a muy largo plazo.
B. C: Empezó muy joven su carrera profesional, ¿esa es una decisión que se toma en un momento determinado o, de repente, la dinámica te lleva y cuando se es consciente de ello, ya no hay marcha atrás?
D. R: Empecé siendo casi una niña, ya que tenía 18 años cuando me vi debutando en el festival de música más importante del mundo, en Salzburgo. Llegué allí por un concurso de canto en el que Gerard Mortier estaba en el jurado, quien me ofreció interpretar Barbarina en Las bodas de Fígaro junto a gigantes de la lírica. Ello me abrió las puertas de los grandes teatros del mundo, en los que tuve la suerte de comenzar a cantar.
Yo no había planificado nada, siempre digo que ha sido la carrera la que me ha elegido… No me había planeado nada de lo que he hecho al comienzo en este mágico mundo de la ópera. Fui aprendiendo sobre la marcha. La profesionalidad, la elección correcta del repertorio, el estudio constante y una disciplina férrea es la clave para el éxito y para una carrera a largo plazo.
B. C: Su repertorio es claramente belcantista, pero las características de su voz son versátiles. ¿Hacia dónde cree que puede evolucionar su voz? ¿Qué papeles o roles se ve afrontando en un futuro?
D. R: Mi voz en un principio nace como la de una soprano de coloratura, pero el transcurso de los años y el estudio de la técnica ha hecho que se vaya desarrollando hasta poder abarcar papeles de soprano lírica con coloratura. Personajes como la protagonista de Lucia di Lammermoor, Elvira de Puritani o Gilda de Rigoletto me han ayudado más todavía en esta maduración vocal que me ha permitido llegar a La Traviata. Pero no creo que vaya a poder ir más allá de esto: el Bel canto seguirá siendo una constante en mi carrera y sin duda pienso explorarlo aún más. También me va bien el repertorio francés como Manon, pero Donizetti es lo mío. Hay tiempo: en esta carrera las prisas nunca traen cosas buenas…
B. C: Ahora que conoce España, sobre todo Madrid, ¿hay algo dentro de este mundo de la ópera, bueno y malo, que le haya sorprendido o llamado especialmente la atención?
D.R: El mundo de la ópera en general, y no solo el caso español, ya sea bueno o malo, es mi día a día. En este mercado veo cosas muy positivas, como también negativas, sobre todo en lo que tiene que ver con los recortes y la falta de ayuda a los teatros públicos. Pero, sobre todo ello, y esto se aplica también a los melómanos españoles, siempre tan cariñosos, está esa increíble unión de los amantes de la música de todo el mundo… He podido ver que en este mundillo o se ama con locura o se odia… No hay caminos intermedios. Hay gente que le dedica a la ópera gran parte de su tiempo, y eso es una maravilla.
B. C: Cuando afronta un nuevo rol, ¿cómo lo aborda, primero la música, el argumento, el carácter de la obra o del personaje?
D. R: En primer lugar leo el libreto, me entero de la trama en todos sus detalles. Si se trata de un personaje histórico investigo sobre su vida. La música es lo que me toma más tiempo para estudiar, porque es cuando paso a ver todos los detalles del texto y de las palabras, analizo cuáles son las que el compositor valora más, o las comas y las pausas que se requieren para expresar un momento especial o una determinada etapa psicológica… Después cambio a “modo de almacenamiento”, es decir, a memorizar, que es lo más difícil.
B. C: Con la brillante carrera que está desarrollando seguro que ha cumplido ya alguno de sus sueños, ¿cuáles? Y ¿cuáles están aún pendientes?
D. R: Sí, he cumplido tantos sueños, como cantar en el Convent Garden o inaugurar el Teatro alla Scala de Milán en 2004 después de su restauración junto al gran Riccardo Muti… Cantar en Salzburgo, París –considero La Bastilla como un segundo hogar-, o en La Fenice de Venecia… También ha sido un verdadero sueño conocer a grandes directores musicales como Marco Armiliato, con quien debuté Rigoletto en 2001 y, en 2013, La Traviata; trabajar con maestros como Conlon, Chung, Soudant, Maazel y muchos otros de los grandes es un regalo. Mis sueños de ahora serían contar con el apoyo de un sello discográfico y debutar en el Metropolitan Opera House de Nueva York.
B. C: Ser cantante de ópera es una profesión fascinante, pero también muy exigente. ¿A qué ha tenido que renunciar a lo largo de estos años?
D. R: Con esta carrera renuncias a una vida normal y cotidiana y a vivir diariamente los afectos más queridos. Hay que hacer frente a una gran soledad y a vivir historias de amor a distancia, algo que a veces es malo para el corazón. Las relaciones sociales las puedes mantener vivas solo a través de las redes sociales, del teléfono o de Skype. Y a veces la idea de construir una familia y tener hijos puede parecerte un proyecto utópico.
No es una vida sencilla, y puede que los que la vean desde fuera vean más oro del que realmente hay… Pero el amor por el canto, por la ópera, compensa casi todos los sacrificios a los que te obligas.
B. C: ¿Qué obra le produce, al interpretarla, una especial emoción y por qué?
D. R: Hay papeles que me emocionan más que otros y hay algunos que incluso me hacen llorar cuando los canto, entre ellos Violetta, Lucia, y Lakmé. Sus historias son hermosas y sus personalidades se ven abrumadas por los acontecimientos de la vida, pero, a pesar de todo, siguen siendo dignas hasta el final… Me encantan las mujeres que son así, que luchan por lo que quieren.
B. C: Seguro que en su carrera hay alguna anécdota o curiosidad que recuerde especialmente, ¿cuál?
D. R: Sí, tengo tantas cosas hermosas que recuerdo y que guardo en mi corazón. Sin duda uno de las más emocionantes para mí la comparto con mi hermano artístico (“mio sorello”), el tenor canario Celso Albelo; durante un estreno de L’elisir d’amore en el Teatro La Fenice de Venecia, mientras se retransmitía en directo, el público le pidió a Celso el bis del aria Una furtiva lagrima: hasta aquí todo podría parecer normal, porque él es un gran artista y porque se trata del aria más famosa del mundo… Fue un gran éxito porque desde hacía 18 años que en ese teatro no se hacía un bis. Pero inmediatamente después de mi aria y cabaletta el público comenzó a pedir que yo también repitiera… Así que, después de 18 años, el éxito en ese teatro se transformó en un acontecimiento histórico maravilloso con dos bises uno detrás de otro a cargo de los dos protagonistas… Al final de mi escena tenía que abrazar a Celso y teníamos que rodar por el suelo… Lo hicimos, pero llorando y riendo, ¡como dos niños! Fue una noche inolvidable.
B. C: ¿Qué hace Desirée Rancatore cuando su trabajo se lo permite? ¿qué aficiones tiene?
D. R: Cuando estoy libre y no tengo que estudiar nuevos papeles, me gusta diseñar vestidos y ropa en general. Estudié en una escuela de moda y mi segundo sueño era el hacer de diseñadora. También me gusta leer, el cine y las series de televisión. Soy muy aficionada al cine y voy cada vez que puedo…
B. C: Aparte de ópera, ¿qué música le gusta escuchar?
D. R: Escucho muchos géneros diferentes, de blues a rock, pop italiano e internacional… Soy omnívora…
B. C: ¿Cómo se siente antes de un estreno? ¿Qué suele hacer?
D. R: Sin duda la emoción y la adrenalina están circulando por mi cuerpo antes de que yo trate de moverme en mi rutina habitual para sentirme confortada por las cosas que hago. Estudio por la mañana y después me relajo, tomo una comida ligera, intento hacer una siesta. Después, una buena ducha, vocalizo una vez más y me voy al teatro para prepararme y enfocar mis emociones en lo que debo hacer en escena.
B. C: ¿Y después, cuando regresa al hotel?
D. R: Cuando regreso al apartamento o al hotel me acompaña una sensación de agotamiento físico y emocional. Siempre me pasa: doy lo mejor de mí en el escenario y al final no tengo nada, me siento vacía, pero si todo ha ido bien me siento feliz, aunque muy cansada. Siempre sueño con mi pijama y con mi cama para recuperarme y estar en forma otra vez para las próximas aventuras musicales, que es así como me gusta llamar a mis compromisos profesionales.
Su próxima actuación es el 21 de febrero, debuta en Lyon con Le Conte Ory, de Rossini. Una oportunidad única para volver a escuchar a esta extraordinaria soprano a la que ahora, conocemos un poco más.