Su conversación es sincera de la mano de una voz amable, cálida y limpia, con un delicioso acento catalán. David Alegret está considerado como unos de los tenores líricos ligeros más importantes de la actualidad.
Nacido en Barcelona en 1972, dejó primero la música por la medicina y depués, la me-dicina por la música. Una decisión importante que agradecemos al escucharle cantar.Las características de su voz y su talento, hacen de David Alegret uno de los tenores españoles con más proyección internacional, y una realidad que se manifiesa en los mejores escenarios del mundo.
Brío Clásica: Su debut en el mundo de la ópera puede parecer que ocurrió un poco tarde pero, dada su trayectoria en estos últimos años, ¿no cree que más bien ha llegado a tiempo a la profesión?
David Alegret: Es muy relativo esto de haber empezado pronto o tarde. Yo estoy muy contento de cómo han transcurrido estos últimos cuatro o cinco años. Creo que hay un margen de tiempo bastante amplio, sobre todo en el canto.
Me fui a estudiar fuera a los 26 o 27 años. Esto puede parecer tarde, pero yo ya estaba muy relacionado con la música. Mi madre era profesora de música y yo había estudiado, también un poco de flauta y cantaba en coros. Justo antes de irme cantaba en el coro semiprofesional del Palau de la Música.
Empecé más tarde porque antes había estado estudiando medicina. Pensaba que sería médico. Luego regresó el canto y decidí marcharme a Basilea a estudiar canto con mi profesor de entonces, Kurt Widmer. Me dieron una beca y estuve durante cuatro años en la Musik-Akademie de Basilea estudiando con él.
B.C.: Su carrera despegó tras una sustitución, nada menos que a Juan Diego Florez. Se necesita mucho talento porque el riesgo es elevado, ¿cómo ocurrió?
D.A.: Si, es muy arriesgado. Después de estudiar en Basilea, gané un concurso, el Premio Karajan Stupendium de la Staatsoper de Viena. El premio consistía en un año de contrato con la ópera de Viena haciendo pequeños papeles y el cover de los papeles principales que correspondían a mi tipo de voz. Ahí estaban en L’Italiana in Algeri y El Barbero de Sevilla, para los que estuve haciendo el cover de Florez. Después de ese año me marché de Viena, y cuando ya estaba iniciando mi carrera en otros teatros, me llamaron. Sabían que yo conocía la producción . Me llamaron a las 10h de la mañana, el mismo día a las 14h cogía un vuelo, a las 17h llegaba a la ópera y a las 19.30h me ponía a cantar. Hay que controlar los nervios, tener talento y la valentía de hacerlo. Todo fue muy bien y a partir de ese momento mi carrera se disparó un poco.
B.C.: Una voz de sus características y calidad dispone de un amplio repertorio, tanto en lo operístico como en recital y sinfónico. ¿Cómo ve la evolución de su voz a medio y largo plazo?
D.A.: Mi voz es propiamente una voz pura de tenor lírico ligero. Si hablamos de ópera, mi repertorio es muy rossiniano, mozartiano y ahora estoy evolucionando hacia el Donizetti más ligero, como puede ser Don Pascuale, La fille du regiment, L´elisir d´amore. Pero todo esto con mucho cuidado. No quiero dar un paso en falso. La voz es un instrumento que parece que controlamos pero no es tan facil. Hay que tener muy buena técnica y saber elegir el repertorio adecuado. También hago mucho concierto y oratorio. Lied y oratorio de Bach, Mozart, Monteverdi, Música Barroca… Tengo un amplio repertorio en el que voy evolucionando a pasitos lentos. Pienso que más vale dar tres pasitos lentos y que uno grande y pagar las consecuencias.
B.C.: Hablemos de las obras Cristóbal Colón, de Carnicer y el Giravolt de maig, de Toldrá, dos obras que está trabajando ahora. Hay pocas oportunidades de escuchar un ópera en otra de nuestras lenguas, en este caso en catalán, y esto tiene que ser, además, muy especial para usted.
D.A.: Estas dos obras me hacen mucha ilusión porque son de dos compositores nuestros. Pienso que todos deberíamos hacer un esfuerzo para programar más compositores de nuestro país y potenciarlos. Sobre todo en esta época de crisis, puede ser una oportunidad para dar un giro en este aspecto y potenciar a la gente de aquí. Estamos hablando de dos compositores que en su momento fueron de los más grandes de su época. Ramón Carnicer era el máximo exponente en el siglo XVIII de un tipo de música muy belcantista, entre Rossini, Donizetti, Bellini… Es una música preciosa que ahora tenemos la oportunidad de escuchar y que requiere de una técnica vocal muy depurada por su exigencia.
La obra de Eduard Toldrá me hace especial ilusión porque es nacido en Barcelona, como yo. Es un compositor más lírico, encaja muy bien con mi tipo de voz y es una producción de la que ya hice una grabación en CD precisamente con Ros Marbá y los cantantes con los que se hizo la grabación. Me hace especial ilusión.
B.C.: ¿Cómo surgió el proyecto de representar “El Giravol de Maig”?
D.A.: El proyecto del Giravolt lo impulsó mucho Antoni Ros Marbá. Él fue discípulo de Toldrá y quien ya dirigió la grabación de esta obra. Ahora quería llevar a cabo este proyecto que en principio iban a ser dos funciones escenificadas en el Palau de la Música, que es donde se estrenó. A causa de la crisis se ha quedado en una representación en versión concierto. Es una pena que esto ocurra pero, por desgracia, nos estamos acostumbrando a que esto pase cada vez más. Deberíamos entre todos esforzarnos un poco y luchar por lo gente de aquí. Compositores como Toldrá y Carnicer. Está muy bien que para darles a conocer se realicen versiones de concierto, pero creo que deberíamos apostar fuerte por que fueran escenificadas.
El proyecto de Toldrá ha salido adelante gracias al empeño de Ros Marbá y el Palau de la Música.
B.C.: ¿En alguna ocasión ha tenido que decir no a un papel o proyecto?
D.A.: Hay tipos de voces que en algún momento pueden confundir y a las que se le puede ofrecer un papel no ajustado a sus características. En mi caso, la tesitura de mi voz indica claramente cual es mi repertorio y no he tenido ocasión de decir que no. Tan solo una vez dije no a un L´elisir d´amore pero, si me lo ofrecieran hoy, diría que si. Fue cuando empezaba, hace seis o siete años en un teatro de Austria. Dije que no porque realmente no era el momento.
A parte de este caso, no me he encontrado en situaciones de este tipo. Creo que la gente que programa tiene muy claro el tipo de voz que tengo y los papeles que van con ella.
B.C.: Para un joven que quiera iniciar una carrera artística como la suya, las posibilidades de formación son mayores ahora pero, ¿cómo ve el futuro de la lírica para estos jóvenes?
D.A.: Desde el punto de vista del cantante yo soy optimista, a pesar de estar viviendo unos tiempos difíciles. Es cierto que ahora hay más escuela, más posibilidades de formación, lo que implica que también es mayor la competencia. Hay más gente que sale mejor formada precisamente en esta época de crisis.
Vista desde fuera, la situación asusta un poco y piensas: ¿cómo vamos a salir de aquí?. Yo creo, sinceramente, que es muy bueno que haya una mejor formación. No por que estemos en un momento con más dificultades vamos a negar la formación ni la competencia. Creo que los programadores y quienes financian tienen que reinventarse y poder sacar esta situación adelante. Requerirá un esfuerzo por parte de todos, pero si somos optimistas, y amamos la profesión como la amamos, tengo la confianza que saldremos adelante.
B.C.: Dejó el canto por la medicina, y la medicina por el canto. ¿Qué buscaba en la ópera y el canto, qué ha encontrado y que espera de ella?
D.A.: A mi me gustaba mucho la medicina, pero me apasionaba el canto. Cuando llegó la oportunidad no pude decir que no a marcharme a Basilea abandonando la medicina. Seguramente habría sido un buen médico, pero en ese momento la pasión me pudo y me decidí por el canto, es lo que siento. El canto es una parte muy importante de mi vida, pero no es mi vida completa. También tengo una vida personal, pero todo está muy ligado.
Creo que los cantantes lo llevamos dentro y creo también que es la máxima expresión para transmitir emociones, a través de la música. Lo que a mi me satisface es cantar, poder expresar y sacar fuera todas esas emociones, transmitirlas a la gente que me escucha, llegar a ellos y poder mover algo dentro de ellos.