Durante la temporada 2009/2010, La nueva dirección artística del Teatro Real dio inicio a una propuesta pedagógica con un claro objetivo, captar la atención de un nuevo público, niños y jóvenes. Este proyecto se ha visto ampliado en la temporada 2010/2011 y sus perspectivas de futuro son cada vez más optimistas y ambiciosas.
Brío Clásica ha mantenido una conversación con el responsable de este proyecto pedagógico y mano derecha del director artístico Gerard Mortier, Joachim Pflieger. En ella nos explica, con entusiasmo, las facilidades que está dando el Teatro y la respuesta de las instituciones educativas que hasta este momento están participando.
Para iniciar este proyecto primero se ha analizado el público al que va dirigido y se ha distinguido entre un público infantil, hasta doce años, y un público juvenil a partir de esta edad. “Hay que separar lo que son los niños y su manera de mirar y de ver, con la manera de ver de un adolescente. Un adolescente está en el camino de adulto. Hasta diez o doce años estamos ante espectáculos con un perfil muy particular. A partir de doce años están construyendo su propia conciencia, su cultura, por ese motivo destinamos a ellos un repertorio clásico contemporáneo”.
La idea de partida para acercar la ópera al público joven e infantil intenta realizarse a través de una amplia red de contactos con centros educativos. Los contactos que ya están establecido y en funcionamiento son los que se han iniciado con las universidades de Madrid, Carlos III, Rey Juan Carlos, Politécnica, Complutense, Autónoma, Resac y Alcalá de Henares. Los resultado que se están obteniendo y la respuesta por parte de los alumnos está siendo formidable. “A veces olvidamos que la ópera es el resultado de una coordinación enorme y un trabajo en común, y el simple hecho de abrir la puerta a un ensayo de conjunto a un grupo de veinte estudiantes, que lo miran absolutamente todo, que van a ver cosas que tu has olvidado ya mirar; les aporta mucho a ellos pero también a nosotros”.
Con respecto al método que el Teatro Real está utilizando con estos grupos de alumnos, que son seleccionados por la propia universidad y que forma parte del curso académico, puesto que tienen asignados sus propios créditos, Joachim Pflieger nos continúa explicando, “el método sistemático con los estudiantes pudiera parecer un poco escolar. Se les pide que asistan a cuatro encuentros. Durante la primera y segunda asistencia se realiza una visita al Teatro por dentro, no los salones, sino las salas donde se desarrolla el trabajo. Hablamos de cómo funciona el espacio, como funciona el escenario y hacemos un recorrido por los distintos departamentos técnicos. Si es posible se realiza también un encuentro con el personal técnico: sastrería, utillería, etc. También se asiste a un ensayo de conjunto. La tercera cita es para asistir a un ensayo general. Aquí la cuestión que prevalece es la puramente estética.
Al ver el resultado final, lo que queremos es que sean conscientes de lo importante que es la coordinación de todo el personal y los departamentos, y lo importante que es el control del tiempo.
Por último, algo que puede parecer muy escolar, pero es lo que más valoramos, pedimos un trabajo a cada alumno. Suelen constituir grupos de trabajo de cuatro o cinco personas con un portavoz que, en tan solo diez minutos, debe hacer el análisis del tema que ellos hayan elegido. Pueden hablar de lo que quieran siempre que exista un vínculo con lo que han visto. Todo esto está dando lugar a resultados increíbles. Por ejemplo, un grupo de estudiantes de periodismo ha realizado entrevistas a algunos artistas, a público después de asistir a un ensayo general, etc. Todo esto nos ha permitido ver y conocer cuales son las reacciones en vivo.
Otro grupo de estudiantes de ingeniería, después de observar todo el trabajo, incluso han expresado su opinión y dado algún consejo para un mejor funcionamiento de algún departamento. Otro grupo de estudiantes de educación musical ha escrito un cuento para niños partiendo de la obra de Briten “Otra vuelta de tuerca”. También hay trabajos muy académicos. Pero cuando se salen de los caminos meramente académicos y ofrecen algo personal, es cuando más importante nos parece y el resultado es magnífico”.
“Creo que la ópera puede aportar su pequeño grano de arena a esta sociedad del conocimiento que tratamos de construir.
Todo el proyecto consiste en como podemos hacer para que los jóvenes tomen la ópera como algo de su cultura propia. No se trata de cambiar el género, pero si esos elementos que pueden parecer demasiado académicos y, de alguna manera, alejar a este público cuando se trata de acercar, de conversar, de entablar un diálogo. Para ello hay que hablar de lo que es la música clásica, y para ello a veces hay que trasladarse a otros lugares, escuchar aquello que los alumnos saben y plantean y aportar lo que tenemos. Hay una labor social que es la educación. Nuestra obligación es llevar la educación a todos los lugares que podamos”.
La próxima temporada lleva sin duda la marca de Mortier. Una de sus señas de identidad es la de proponer títulos de un repertorio menos conocido pero que, sin duda, merecen la pena. Intentando hacer, cuando es posible, un ejercicio de coordinación con el momento social y político, lo que resulta muy enriquecedor. A este nivel, las programaciones de ópera de Mortier y el proyecto pedagógico que dirige Joachim Pflieger, tratan de llevar la discusión, el debate a la ópera. Los jóvenes, los universitarios, cuestionan la propuesta del director de escena, la interpretación de la dirección artística, el pensamiento de un cantante sobre sus papel, la labor de un técnico. En definitiva, debatir y cuestionar los múltiples aspectos que se reúnen en un espectáculo de estas características y que está tan vivo.