La pianista Irene Alfageme nos habla de su nuevo trabajo «Cuadernos Secretos», canciones de Jesús Legido

Irene Alfageme
Llega con paso firme y sonriente al lugar donde hemos quedado. Irene Alfageme pertenece a una generación de jóvenes intérpretes que, sin necesidad de pompa, más sólidamente está construyendo su carrera de piano. Habla de manera apasionada de su profesión como pianista y profesora de repertorio vocal en la Escuela Superior de Canto de Madrid. Reclamada por alguno de los más importantes lideristas del panorama internacional como pianista acompañante, acaba de publicar un CD de canciones de Jesús Legido, al que pone voz Raquel Lojendio. Hoy nos habla, entre otras cosas, de todo lo que ha rodeado este trabajo.
Brío Clásica: ¿Qué tiene Jesús Legido, además de ser de Valladolid, para que haya sido el objeto primero de su tesis y ahora haya grabado este CD?

Irene Alfageme: Para mi fue una sorpresa encontrarme con su música, porque no le conocía. Le conocí en el ensayo de su concierto con el oboísta Sebastián Gimeno y con la Sinfónica de Castilla y León, querían hacer un ensayo a piano y me llamaron. Fue a partir de ahí cuando estudié su obra. Al trabajar con él, me atrajo muchísimo su música y le pregunté si por casualidad tenía repertorio para voz y piano. Mi sorpresa fue increíble cuando vi aquel repertorio. En un primer momento, al tocar sus obras al piano pensé, ¿Y esto, por qué no se toca más? ¿Por qué no se conoce y no está en las salas de concierto? Y fue entonces cuando me lancé y empecé a ver el corpus y el color que tenía, los poetas que elegía y los mundos que describía, pensé que quería algo más.

Entonces, como me interesaba muchísimo la música del siglo XX y en la escuela trabajo con todo el repertorio español y cómo se funden texto y música, decidí que sería el tema de mis tesis, que está basada en la métrica española. Y para eso las canciones de Jesús Legido son impresionantes. El respeto que tienen hacia el texto y cómo desarrolla su música a través de los poemas.

Otro elemento que me atrajo es que introduce en muchas de las canciones el recitado sobre música, es decir, recita el poema y además utiliza diferentes sistemas de notación. Jesús me decía que buscaba contraste con la parte cantada. Y esto es muy curioso, porque se utiliza relativamente poco en la canción española, pero si se utiliza en los melodramas. Esto me interesó mucho y me puse a investigar. Mi sorpresa fue descubrir que había un género en el siglo XIX que se llamaba Sinfo Mela y que era muy habitual en los recitales de salón. Po ejemplo, las rimas de Albéniz son un género Sinfo Mela.

B.C: Entonces, este CD es el proyecto final de la tesis.

I.A: El CD es el resultado final de la tesis. Pensaba que era una pena que no pudiera materializar todo ese trabajo. Por eso hice una selección, escogí todos los ciclos que nunca se habían grabado.

Pienso que la canción española es la gran abandonada de la musicología española. Sobre música española hay muy pocos trabajos, y si te pones a buscar análisis concienzudos, no los encuentras. Ahí mi tutor, que es fantástico, Iván Iglesias, me llevó muy bien, sobre todo ayudándome a establecer el método y el modelo que iba a analizar.

Mi objetivo final con la tesis era la interpretación, es la interpretación, y que el resultado se aplique como modelo analítico a todo el repertorio que hay.

B.C: Háblenos sobre Cuadernos secretos, el CD que acaba de presentar, y como se realizó la selección de las obras.

I.A: Para hacer la selección escogí todos los ciclos que nunca se habían grabado de Jesús Legido. Una curiosidad de esta selección es que la “oración en silencio”, que aparece en el CD, no estaba en su catálogo. La descubrí en 2015, Jesús había venido a un recital en la Escuela de Canto para charlar y compartir con los alumnos. Fue un encuentro precioso, y al final me dijo, como me estás haciendo revolver todos los papeles, he encontrado esta partitura de cuando estudiaba con Montsalvatge. Nunca la puse en el catálogo, porque no estaba convencido de ella. Pero cuando la escuchó, le gustó y la incluyó en el catálogo y también en el CD.

El CD está estructurado en la temática de sus canciones, que son el amor, la muerte y la vida, inspirado en el poema de Miguel Hernández Tres heridas. Llegó con tres heridas la de la vida, la del amor, la de la muerte.

Si analizas la temática de todas las canciones, de las 118 canciones que tiene, ves que la muerte es un tema muy recurrente en su primera etapa. Como en los poemas de Miguel Hernández.

Luego hace un canto a la vida, porque así es su música. Y por eso al final del disco aparece “Soledades”, que es un canto de amor a la vida, a la esperanza y a sus raíces. Por eso aparece “Romances del Bajo Duero”, que es un ciclo que él interpretó mucho en conciertos, él es muy buen pianista. Son unas canciones preciosas, con un piano difícil, muy virtuoso, pero es la conexión de todas las antologías, de todas las canciones españolas. Me parece una transición, una elaboración armónica estupenda que da a la obra un sentido y una línea.

B.C: A este trabajo le pone voz la soprano canaria Raquel Lojendio ¿Por qué pensó en ella para llevar al disco estas canciones de Legido?

I.A: Pues lo tuve clarísimo, porque son unas canciones que tienen una vocalidad muy complicada, requiere una voz que tenga mucho cuerpo, con capacidad de subir al agudo y de bajar al grave, hay que tener grave.
Nosotras coincidimos en un ensayo a piano de la vida breve y ahí la escuché. Sobre todo, la manera en la que Raquel recita, como trata el texto, lo músico que es.

Recuerdo haberla llamado en pleno confinamiento de la pandemia y decirle: ¿Raquel, tengo esto en la cabeza, Te animas? Me dijo que sí, y se vino conmigo.

Con ella es como jugar en el escenario, nos compenetramos de maravilla. Estar en el escenario con ella es mágico.

B.C: Además de grabar este trabajo, usted realiza recitales como pianista acompañante, ¿Qué es exactamente y en qué consiste la figura de pianista acompañante?

I.A: A mí no me gusta mucho la palabra acompañante, parece que estás un poco en segundo plano, y es una figura fundamental porque se trata de música de cámara.

El pianista es el colchón de la voz. Tienes que conocer la respiración, ser muy intuitivo y si algo va mal, tener recursos para tirar adelante. Eres el compañero de viaje. En función de lo que tú hagas, el sonido se funde o no. Eres el principal apoyo.

B.C: ¿Y la figura del repetidor y repertorista? Porque son también figuras muy importantes y apenas se ve su trabajo.

I.A: La labor es muy distinta sobre el escenario o en los ensayos. La figura del repertorista o vocal coach, es el que musicalmente trabaja el repertorio con el cantante, cuando prepara un recital o está estudiando un personaje para una ópera. En esos momentos tú eres sus oídos. Porque ellos no tienen desde dentro la misma percepción que puedes tener tú. De esa manera, puedes aconsejarles sobre la fonética del texto, la música, qué puede pedirles el director. Puedes plantearles todas las posibles opciones que tienen.

Luego está la figura del correpetidor, que también me gusta mucho, pero es muy ingrato, porque es un trabajo muy intenso que nadie te reconoce, salvo los compañeros que saben lo que es. Es un trabajo que no se ve, pero es impresionante. Es como más he aprendido de los cantantes y de grandes directores, porque en determinados momentos, ejerces de director.

B.C: ¿Un pianista acompañante, qué cualidades tiene que tener?

I.A: Lo primero, necesita saber muchos idiomas, italiano, francés, inglés, alemán… Eso son los básicos. Necesitas mucho conocimiento del repertorio, experiencia y mucha empatía. Y claro está, pianísticamente muchos conocimientos y una paleta de colores muy amplia, para saber trabajar siempre con los diferentes estilos. Y también mucha paciencia con los cantantes (risas). Muchas veces eres para ellos un apoyo psicológico. Los cantantes tienen vidas muy duras y muchas veces eres un pilar para ellos. Te piden consejo, desde un estudiante hasta grandísimos cantantes.

Es una relación muy importante la que se establece entre el pianista y el cantante, es una relación de confianza, ellos se fían de ti. Y eso que a veces somos muy duros, porque hay que serlo también. Es muy generosa la figura de pianista acompañante, porque el éxito luego se lo va a llevar el cantante, no te lo llevas tú. Normalmente, los mejores pianistas son los que más desapercibidos pasan. Si tuviera que definir con una palabra que es ser pianista acompañante sería generosidad. Es tocar para otros, pero dando todo lo que tú tienes.

B.C: Ha llegado alguna vez de repente, a tocar con alguien sin poder ensayar, ¿cómo fue?

I.A: Brian Terfel y Plácido Domingo. ¡Así, con estos dos! (risas). Ensayar 5 minutos antes de empezar, ¡y ya está! Ahí es sangre fría, profesionalidad. Confiar y ser flexible a lo que propongan. Ser valiente y arriesgar. No puedes mostrar inseguridad al cantante y hay que tener muy claro lo que le vas a proponer, esa es la magia de la música y con Terfel fue maravilloso. Yo estaba en el Auditorio Nacional correpitiendo un Holandés errante y fue él quien dijo que quería que yo fuera su acompañante en el recital. Y eso que el texto era en galés y no entendía lo que estaba escrito, pero entonces tenía ya mucha experiencia.

B.C: Hasta ahora hemos hablado de su trabajo como pianista acompañante, pero también realiza recitales en solitario y con orquesta ¿Cómo es tocar con una orquesta?

I.A: Cuando tocas con orquesta todo es mucho más directo, tienes que ir al límite por detrás de ellos para acabar juntos y jugar con las distancias, porque cada instrumento es diferente.

Tocando con orquesta es donde he hecho mi paleta de colores. Yo necesito la orquesta para retroalimentarme y seguir buscando colores en mi piano. Por ejemplo, con Natalia Ensemble hacíamos reducciones de sinfonías de Mahler. Ahí, mi primera partitura estaba casi en blanco, y yo iba sustituyendo los instrumentos que no estaban, violines o vientos. Buscaba la sonoridad, trataba de imitar el pizzicato del contrabajo con la reverberación, con el pedal. Es como soñar a ser mago de los sonidos, intentar hacer otros sonidos con el piano.

B.C: ¿Existen muchas diferencias entre acompañar una voz o acompañar un instrumento?

I.A: Hay diferencias, claro, y depende mucho del instrumento. Por ejemplo, la flauta es muy parecida a la voz, hay que respirar juntos y todo es muy similar. Pero, por ejemplo, con las castañuelas, y tengo un recital a finales de mayo con Tomás Martín, es muy diferente. Para acompañar a las castañuelas tengo que reforzar el punto percutivo del piano. Las castañuelas hacen ¡clack! y es ¡clack! (risas), y claro, tengo que ser mucho más rápida en los ataques. Y técnicamente es complicadísimo seguir un virtuosismo como este. Es a una velocidad que no te permite tanta libertad como te permite la voz. Pero es un repertorio que funciona fenomenal con el público.

También tienes que crear colores nuevos y hacer, por ejemplo, el legato que la castañuela no puede hacer. Es un trabajo muy difícil, porque en cualquier momento puede haber una desincronización. Pero funciona muy bien.

B.C: Dentro del acompañamiento de piano, ¿en qué pianistas se fija y cuáles son los criterios para valorarlos?

I.A: Yo a quien adoro es a Gerald Moore. Para mí es de lo mejor. Como referencia tengo también a Zanetti y Lavilla, y por supuesto a grandes pianistas actuales. Te fías de su criterio y te fijas también en el repertorio que tienen. Pero yo me suelo fijar en los dos, porque no se trata solo del pianista, sino del producto que ofrecen ambos y la interpretación. Para mi Christian Gerhaher y Gerold Huber son maravillosos, por esa compenetración que tienen. En estos casos quizá miro un poco más al cantante, en función de lo que esté buscando. Pero siempre me gusta escuchar todas las versiones diferentes que encuentre.

B.C: ¿Qué cantante le gustaría acompañar al piano?

I.A: No estaría bien quitarle Huber a Gerhaher, pero si se lo pudiera quitar, con Gerhaher haría Schumann, pero creo que me quedaría con Huber. Me encantaría acompañar a Sophie Rennert, es una mezzo austríaca con la que coincidí en Aix-en-Provence, ¡maravillosa! Esta es una generación de lideristas maravillosa. Coincidí también con Lise Davidsen, estábamos todos haciendo la residencia Mozart. Pero si, me encantaría con Sophie Rennert. Tengo que hablar con ella para hacerle alguna propuesta (risas). Está cantando con Helmut Deutsch, a nivel liderista es de las mejores de su generación. Con ella haría Schubert, concretamente Im Frühling, después haríamos Die junge Nonne, para contrastar. También podría se Schumann, porque todo lo que hace lo hace bien. Con ella me lanzaría a la piscina. Y si pudiera elegir un lugar, sería en el Palau de la Música, que es muy mágico.