Entra en escena con decisión y delicada firmeza, contagiando energía y, siempre, siempre sonriendo, también con la mirada. Es María José Montiel, una de nuestras mezzosopranos más internacionales. Comparte los mejores escenarios con los más grandes, algunos de aquellos a los que acudía a escuchar con devoción al Teatro de la Zarzuela, después de una larga noche de espera para conseguir una localidad que le hiciera disfrutar y soñar. Unos sueños de entonces que, como en la ópera, han sido superados por la realidad.
BRÍO CLÁSICA: Entre su amplia formación músical, llama la atención que también cursara estudios de derecho.
MARÍA JOSÉ MONTIEL: Los estudios de derecho no eran un impedimento. Yo iba a la universidad por la mañana y por la tarde al conservatorio. Nací en el seno de una familia muy musical. Mi madre tocaba el piano, mi abuelo cantaba. La música entonces para mi consistía en algo muy natural, algo que formaba parte de mi vida cotidiana.
Cuando terminé COU me planteé ir a la universidad pero no terminé la carrera de derecho, estaba ya tan metida en el mundo de la música que no tuve tiempo de compaginar ambas cosas. Lo que sí hice años después fue volver a la universidad Autónoma y cursar un DEA en Historia y Ciencias de la Música. Me apetecía volver a la universidad y hacer algo en la rama más cercana a mi profesión, que es la música.
B.C:¿Por qué cree que resulta tan complicado hacer que la juventud se interese por la ópera o la zarzuela?
M.J.M: Ir a la ópera, sobre todo si eres joven, puede parecer una cosa rara. Pero si se enfoca desde otros puntos de vista ya no lo es tanto. Es como ir al cine, vas a que te cuenten una historia. La ópera es un guión en el que, en lugar de hablar, cantan.
En este guión puede ocurrir de todo. Van a pasar cosas que pasan en la vida cotidiana. En la ópera hay amor, como en la vida. Hay celos, como en la vida. Hay desamor, como en la vida, rencillas, etc. Todos esos sentimientos que vemos en la ópera y que parece que están exagerados porque al final se mueren, por ejemplo, tomándose un veneno, en realidad es como en el cine.
Y aquí también la realidad supera la ficción. Todo lo que en el cine o en la ópera puede parecer exagerado, en la realidad es mucho peor, pero lo vemos de manera cotidiana, con la ropa de diario y no somos conscientes. En la vida real hay más crímenes y lo que vemos a diario en las noticias es mucho más desagradable.
También la vida real es maravillosa, y una ópera o una película refleja muy bien lo maravillosa que es la vida. Creo que este es un buen enfoque para desdramatizar la ópera.
B.C:Siempre le ha gustado la ópera y la zarzuela?
M.J.M: Si, siempre. Como nací en una familia donde se escuchaba todo tipo de música, ópera, zarzuela, lied alemán, tangos, boleros… No he tenido que descubrirla porque estaba ahí.
Hay personas que, de repente, a los 15 años asisten a una buena representación o la escuchan por la radio y quedan enganchados. Cuando eso ocurre suele ser ya para toda la vida, sueles enamorarte y eso es algo maravilloso. También ocurre con el teatro y con otras arte.
En estos momentos de crisis y oscuridad que estamos viviendo, es una pena que la cultura sea también recortada, porque a través de ella puedes elevar el espíritu. Creo que es precisamente en estos momentos cuando deben de abrirse más posibilidades de acercarse a la cultura. Facilitar sobre todo el acceso a los jóvenes. En Viena, por ejemplo, existe una gran oferta cultural y la posibilidad de comprar entradas de pie muy asequibles para los jóvenes. Allí se va a la ópera de manera natural, como quien va al cine. Para llegar a ese nivel de normalidad cultural nos falta mucho pero es el ideal.
Sería muy bonito que hubiera una educación musical como en otros países centroeuropeos. La música es una de las vías de comunicación más directas para tocar el corazón, la vía más conmovedora. Trabajar con lied, por ejemplo, es casi un ejercicio de meditación, te traslada a un nivel superior. Es un trabajo de meditación y de investigación en uno mismo. La música y la belleza en general son las que nos pueden hacer sobrellevar todos estos malos momentos.
B.C: En estos momentos en los que parece que lo único útil para un joven es cursar estudios con buenas salidas profesionales, ¿cómo se les convence para que inviertan en cultura, en arte?
M.J.M: Debe facilitarse el acceso a los jóvenes a la música, a las artes, no hay que decidirse solo por criterios estrictamente profesionales o con buenas perspectivas salariales a la hora de formarse. Hay que luchar, sobre todo si tienes una vocación, hay que luchar por ella. Si no se hace así, si no se consigue el equilibrio, aparecen las frustraciones. Todos tenemos que luchar y trabajar también por nuestras vocaciones sabiendo que nada es regalado, que todos tenemos dificultades pero que la vida es maravillosa y luchar por lo que nos gusta es muy satisfactorio. Y no rendirse, ni tirar la toalla nunca. Hay que tener vocación, emoción, ¡mucha emoción! y deseo… No dejarse arrastrar por la facilidad y la pereza.
B.C: ¿Por qué la música española de concierto es tan poco conocida si la comparamos con el repertorio francés, italiano, alemán…?
M.J.M: Soy una cantante que lucha muchísimo por el repertorio español. He grabado repertorio inédito y lo interpreto siempre. Cuando tengo un recital en el extranjero siempre la primera parte está dedicada al repertorio español y la segunda parte a ópera y zarzuela. Si es un recital de lied está compuesto de canción francesa, lied, española, portuguesa… siempre con canción española. La defiendo porque considero que está al mismo nivel que el resto. Por desgracia, no tenemos un país que apoye su propia cultura, es casi como una tradición, no apoyar demasiado nuestras cosas. Países como Alemania o Francia defienden su cultura por encima de todo, esto es digno de admiración y algo que nosotros no hacemos. Hay una parte de la sociedad que, por diversas razones, no la considera, pienso que es un tipo de complejo.
Al menos algunos artistas luchamos mucho por fomentar la zarzuela y la canción de concierto. Este repertorio además está llenos de obras maravillosas de autores como Falla, Alvéniz, Granados, Toldrá, Rodrigo, Monsalvatge, Guridi… Por no hablar de lo importante que es la creación contemporánea.
B.C: ¿Cómo aborda usted un nuevo personaje en su repertorio?
M.J.M: Lo preparo sobre todo históricamente. Suelo basarme en las obras literarias que rodean al personaje, en su momento histórico. Y a través de la partitura, siguiendo la música. Por ejemplo, la Princesa de Éboli que es un personaje que estoy perfeccionando ahora mismo y de quien todos conocemos su historia porque lo hemos estudiado desde pequeños pero, de repente tienes que enfrentarte al personaje y ahondas mucho más en la literatura que haya sobre él y su momento histórico. Todo influye a la hora de interpretar, todo al final va al color de la voz y a la forma de expresar. También están el director de orquesta y de escena con quienes haces la producción. Y luego está la música que es la que te da más pautas. Hay que seguir a la música, porque hasta para los movimientos del cuerpo la música te da la pauta.
Hablando de Éboli. Verdi, que era un genio, con su música te lo dice todo, solo hay que seguirla.
B.C: Cuando la vemos cantar siempre está sonriendo, ¿qué significa para usted cantar?
M.J.M: Cantar es dar amor, es entregar amor y comunicar. Siento que el canto sale del alma. El otro día en Lisboa, cantando la Missa de Rossini, el momento final, el Agnus dei, que es uno de los momentos de música sacra universal más sublimes, en ese momento la emoción era tan grande que era casi como tocar el cielo. Quizá no era un momento para sonreir, pero era feliz.
Soy alegre por naturaleza y, aunque tenga un mal momento, cuando canto y se produce un intercambio de dar y recibir, recibes tanto que se establece una comunicación universal, un intercambio de amor. Cantar me proporciona equilibrio y paz en esa búsqueda de la belleza, de la comunicación.
B.C: A la hora de realizar una producción, digamos, arriesgada, ¿Dónde pone el límite?
M.J.M: Todo lo que sea para ayudar a mejorar la sociedad y mejorar el desarrollo del ser humano, me parece bien.
No estaría dispuesta a hacer algo que suponga una falta de respeto hacia alguien o hacia mi misma.
Respecto a las producciones vanguardistas, sin son fuertes o duras, pero sirven para concienciar a la gente de algo, dar un mensaje positivo, me parece bien. Pero la provocación por la provocación, sin un fondo, no me gusta. Los montajes modernos, siempre enfocados hacia algo positivo para mejorar.
B.C: ¿La mayor satisfacción profesional que ha tenido hasta este momento?
M.J.M: A parte de la satisfacción interna que produce el agradecimiento del público, la mayor ha sido interpretar Carmen y el Réquiem de Verdi. Debutar Carmen con tanto éxito, siendo un personaje tan importante, también en el mundo de la literatura, era un reto y un sueño. Carmen es además una historia de actualidad, por ese final en el que un hombre mata a una mujer. Tristemente es algo que vemos cada día, un hombre que mata a una mujer porque le ha dejado de amar.
Otra gran satisfacción fue interpretar el Réquiem de Verdi con Eduardo Chailly por todo el mundo. Es una música que te hace reflexionar, que traspasa la obra de arte para hacer una reflexión sobre el ser humano.