Cédric Tiberghien nos ofrece un acertado panorama de la producción de Chopin, con tres obras maestras del compositor acompañados poe una selección de Mazurkas. Estas últimas, compuestas entre 1830 y 1849, se basan en el folklore polaco, pero la pipezas más tardías muestran la influencia de la cultura francesa. Las danzas permiten las confesiones íntimas; los elementos característicos de la Mazurka son sólo insinuados y el género no es más que in pretexto para la libertad de invención.