Auditorio de Alicante

La pasada temporada el Auditorio de la Diputación de Alicante, ofreció una magnífica programación, con excelentes eventos musicales, como en el caso del concierto dirigido por Vasili Pretenko al frente a la Royal Liverpool Philarmonic, con la presencia del gran Joaquín Achucarro en el Concierto para piano nº 2 de Brahm, y la magnífica ejecución de la Sinfonía nº 10 de Dimitri Shostakovich.
También, aquella Sinfonía nº 9 de Beethoven, -comentada en BRIO CLÁSICA- y donde Riccardo Chailly impuso unos rápidos tempos, siguiendo los criterios de ejecución concebidos por el gran músico de Bonn. Y, quizás, como gran hito de esa pasada temporada cabría señalar el  concierto de mediados de enero de 2013, con la Orquesta del Teatro Marinski de San Petersburgo, con la siempre excelente dirección de su titular Valery Gergiev, y un programa que incluía el Concierto nº 3 de Rachmaninov y, sobre todo una magnífica, en todos los sentidos, interpretación de La Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz, que dejó materialmente embelesado al público, este concierto también fue ampliamente comentado en nuestra revista.
También, altamente reseñable fue el concierto de la Orquesta Sinfónica de Bamberg, dirigida por Jonathan Nott, con aquella atractiva mezcla de un clasicismo ya pre-romántico representado por la Sinfonía nº 5 de Frank Schubert, y esa ya innovadora Sinfonía nº 4 de Gustav Mahler a caballo entre el Siglo XIX y el XX. La temporada concluyó con otro magnífico concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica del Estado de Moscú, dirigida con buen pulso por Pavel Kogan, y que incluía el Concierto para violín de Tchaikovsky, muy bien ejecutado por Boris Belkin, y esa obra tan atractiva y espectacular en la versión orquestada por Maurice Ravel, de los Cuadros de una exposición de Mussorgski, quien la concibió originalmente para piano. Hace apenas una semana pudimos escuchar esta versión para piano, en la inauguración de la temporada de la SOCIEDAD DE CONCIERTOS DE ALICANTE, notablemente interpretada por el pianista norteamericano Nicholas Angelich.

Pues bien, el otoñal arranque de la programación 2013-2014, también nos depara importantes eventos musicales, ya desde la misma inauguración de la temporada, en el concierto que tendrá lugar el viernes 18 del presente mes de octubre, con la Orquesta Nacional de Francia dirigida por Daniel Gatti, y un muy atractivo programa que incluye: La Obertura Egmont de Luwig van Beethoven, la Sinfonía nº 96 (El milagro) de Joseph Haydn, estrenada en 1791 y perteneciente a ese grupo de doce <<sinfonías londinenses>>, que van desde la Sinfonía nº 93 compuesta también en 1791 a la Sinfonía 104 (Londrés) de 1795, que constituyen en su conjunto una verdadera joya del catálogo sinfónico clásico. Y, para concluir, del clasicismo al postromanticismo con la ejecución de la Sinfonía nº 1 (Sueños de invierno) de Tchaikovky.

El segundo concierto tendrá lugar el martes 19 de noviembre, con la World Symphony Orchestra, dirigida por Josep Vicent. El programa consta de dos obras de Maurice Ravel: La valse y Shéhérezade, esta última obra interpretada por la soprano Ángeles Blancas. En la segunda parte, el público podrá disfrutar escuchando los fragmentos musicales más significativos del ballet Romeo y Julieta, que su autor Sergei Prokofiev compendió en las “Suites I y II”.

Ya, el lunes 2 de diciembre está programada una de las obras cumbres corales: el oratorio El Mesias de Friedrich Händel, interpretado por la Wiener Akademie, el coro Sine Nomine y los solistas Anna Prohaska (soprano), Robin Blaze (contratenor), Steve Davislim (tenor), todos dirigidos por Martín Haselböck.

El último concierto del presente otoño tendrá lugar el  sábado 14 de diciembre, con la interpretación de El Requiem de Verdi –estamos en el “Año Verdi” (segundo centenario del gran músico de Busetto)- con la excelente Orquesta de la Comunitat Valenciana, dirigida por Riccardo Chailly y el magnífico Coro de la Generalitat Valenciana, dirigido por su titular Francés Perales. Obra de gran empaque orquestal, con impresionantes intervenciones corales, donde se insertan cuatro voces solistas: soprano, tenor, mezzo y bajo, interpretados respectivamente por Carmen Giannattasio, Giorgio Beruggi, Verónica Simeón y Liang Li. A buen seguro va a tratarse de una buena versión orquestal y coral por la presencia de las formaciones valencianas ya mencionadas.
Sin embargo, y es una recomendación para los posibles asistentes a esta obra en directo,  escuchar previamente, alguna de las siguientes versiones en CD o DVD: Grabación DECCA de 1960, con la Orquesta Filarmónica de Viena y las voces sensacionales de Jussi Björling y Leontine Price, bien flaqueados por la mezzo Rosalind Elias y el bajo Giorgio Tozzi, todos dirigidos por Fritz Reiner. También es preciso resaltar otro histórico Requiem, con la magnífica interpretación del joven Luciano Pavarotti, junto a una Leontine Price, con, incluso, aún más soltura interpretativa que en la grabación vienesa antes señalada; y, junto a ellos la gran mezzo Fiorenza Cosotto, y el bajo bulgaro –entonces en su mejor momento vocal- Nicolai Ghiaurov, todos dirigidos por Herbert von Karajan al frente de la Orquesta del Teatro alla Scala, en una función filmada en el Teatro milanés en 1967 y posteriormente remasterizada y editada en DVD por DEUTSCHE GRAMMOPHON.

Mariinsky

La magnífica interpretación, el pasado 15 de enero, de La Sinfonía fantástica de Hector Berlioz por parte de la Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, dirigida por Valery Gergiev (uno de los grandes directores actuales, que no batutas, ya que no la usa), ha elevado a altas cotas el nivel musical alicantino.

Pero vayamos por partes: el concierto arrancó con una bella y ensoñadora ejecución del “Preludio” del Lohengrin wagneriano, con unas delicadas y casi etéreas intervenciones de la cuerda. Esta primera parte del programa continuó con el Concierto para piano y
orquesta nº 3 de Sergei Rachmaninov. Estrenado por su autor al piano, en noviembre de 1909 en Nueva York. Casi tan popular como El nº 2, aunque dotado de mayores dimensiones, y con ciertos toques vanguardistas muy propios de la época. Es de muy complicada ejecución convirtiéndose para los pianistas en un verdadero reto.

En el primer movimiento “Allegro non tanto”, El pianista ruso Denis Matsuev, supo atacar con valentía y firmeza el vertiginoso descenso de acordes martillados, alternados por las dos manos; así como, ejecutar en el segundo movimiento “Intermezzo”, tumultuosos compases que enlazan con el último movimiento “Alla breve”, donde el pianista mostró su depurada técnica, aunque, ofreciendo por momentos, un sonido un tanto metálico.
Ya en la segunda parte, y como plato fuerte de este concierto, la orquesta rusa interpretó la Sinfonía fantástica de Berlioz: después de los incomparables logros sinfónicos beethovenianos, y habiendo transcurrido dos años de la muerte del genio de Bonn, acaecida en 1828, un joven compositor francés de nombre Hector Berlioz, con apenas veintisiete años, sorprendió al público parisino con el estreno, el 5 de diciembre de 1830, de su Sinfonía Fantástica, en realidad, una ópera instrumental. De hecho, a los oyentes de esta “premiere” se les facilitó un programa de mano, para seguir un argumento sugerido por los diferentes instrumentos, reproductores de una percutante, colorista y brillantísima orquestación. El estreno de la Sinfonía Fantática (obra fuertemente romántica), casi coincidió en el tiempo con el Hernani de Victor Hugo, considerado históricamente como el “manifiesto romántico”. Puede afirmarse que Hector Berlioz, con Victor Hugo y el pintor Eùgene Delacroix, forman la “Santísima Trinidad” del arte romántico.
Todo artista inmerso en el romanticismo, se siente motivado por un amor desesperado hacia una mujer que, la mayor parte de las veces, no es correspondido. Pero, en ese período donde el artista está enfrascado en su creación, se siente eufórico y fantasea, pensando que el sentimiento que tiene por su amada va a ser correspondido cuando ella llegue a conocer la obra hecha en su honor. Sin embargo, la mayor parte de las veces, las mujeres se muestran desdeñosas con estos seres que llegan a amarlas tanto, y tan desesperadamente. Esto le ocurrió a Berlioz, cuando tuvo ocasión a los veintitrés años de ver actuar en París, a la actriz inglesa, shakesperiana Henrietta “Harriet” Constance Smithson, interpretando el papel de Ofelia en Hamlet. Esta actriz, cuentan los críticos de la época, tampoco era nada del otro mundo.
A Harriet Smithson, las cartas que le enviaba su admirador, le parecieron tan exageradamente apasionadas, que le rechazó por completo. Sin embargo fue la musa inspiradora de la Sinfonía Fantástica, que Berlioz estaba preparando en esa época.
En 1930, esta obra generada por esas emociones fue considerada “asombrosa y vívida”, pero la actriz inglesa no quiso asistir al estreno en París. En aquellos momentos la naturaleza autobiográfica de esta obra, con una música programática, se consideró con justicia: sensacional e innovadora. La crítica comenzó a decir: muerto Beethoven, con Hector Berlioz y la Sinfonía Fantástica, ha nacido su auténtico epígono.

La sinfonía que lleva por subtítulo “Episodio de la vida de un artista” , tiene un argumento muy detallado. Es esa la razón por la que es considerada uno de los mejores ejemplos de música programática. En el primer movimiento “Sueños y pasiones”, un joven músico desesperado se ha envenenado con opio, y en un largo sueño tiene una serie de visiones y pesadillas con la idea de su amada rondando continuamente en su cabeza. Recuerda las alegrías y depresiones del pasado, antes de conocerla, y luego, al neurótico celoso en que se convirtió cuando ella entró en su vida, quedándole solo el consuelo de la religión. En el segundo movimiento “El baile”, el protagonista descubre a su amada bailando una moderna danza, para aquella época, llamada vals. Este movimiento se ha llegado a escenificar para ballet, con el nombre de “La sonámbula”.
En el tercer movimiento “Escena en el campo”: unos pastorcillos entonan una melodía con sus flautas. Todo resulta tranquilo hasta que la amada aparece de nuevo, provocando tremenda inquietud en el artista. En el cuarto movimiento “Marcha al suplicio”: el protagonista sueña que ha asesinado a su amada y ha sido condenado a muerte, tomando el camino al lugar de su ejecución en la guillotina.
Como una verdadera innovación sobre el sinfonismo clásico, existe un quinto movimiento subtitulado “Sueño de una noche de aquelarre”: una salvaje orgía en una celebración demoníaca, donde la amada se ha convertido en una bruja que, finalmente, con el himno “Dies Irae”, es quemada en la hoguera.

Gran actuación de la Orquesta del Teatro Marinsky, dirigida por Valery Gergiev, quien realizó una verdadera recreación de esta obra, al menos comparable a las ejecuciones del gran maestro letón Mariss Jansons, al frente de la Filarmónica de Berlín (editada en DVD), y de Herbert von Karajan, quien también al frente de su gran orquesta berlinesa, la interpretó en muchas ocasiones, grabándola y regrabándola para el sello Deutche Grammophon, y siempre extrayendo novedosas matizaciones.

Los instrumentistas de la orquesta rusa realizan una muy brillante labor, bien conjuntados para reproducir expresivos y iferenciados
planos sonoros. Metales con hasta cuatro trompas, y la cuerda grave, brillaron sobremanera con un perfecto sonido. Dentro de una construcción sinfónica modélica, cabría destacar la ejecución de ese precioso segundo movimiento a ritmo de danza, con esa brillante coda donde los arpegios del arpa dan a este instrumento un relieve casi de solista.

El cuarto movimiento, esa “Marcha al suplicio” verdadero paradigma de orquestación, con esos reiterativos redobles de tambor, que dejan paso a la cuerda, sobre todo violonchelos y contrabajos reproduciendo un sonido de ultratumba, y esa fanfarria de unos instrumentos de metal afinadísimos, junto al buen hacer de las maderas, con esa melodía fija, expuesta por el clarinete. Este movimiento –confieso que siempre me ha impresionado- por su vibrante y brillantísima orquestación que, verdaderamente, llegó a estremecer a los oyentes.

Ya, en el quinto movimiento los trombones sonaron con brillantez y al unísono, reproduciendo efectos caricaturescos; o, esos toques de campana de carácter lúgubre y funerario, que se mezclan con los sonidos del “Dies Irae”. En fin, momentos verdaderamente sobrecogedores que impresionaron mucho a un público, que aplaudió con fuerza y durante bastante tiempo a director y orquesta. Ante estas muestras de pasión musical, hubo una propina: la brillante ejecución de la obertura de Los maestros cantores, lo que le confirió a este concierto un carácter simétrico, con la ejecución al comienzo y al final, de los dos preludios wagnerianos. No olvidemos que, en este 2013, aparte del “Año Verdi”, también es el “Año Wagner”, en ese doscientos aniversario del genial compositor alemán.

Críticas