La verbena de la Paloma

El Teatro de la Zarzuela ha presentado una nueva producción de una de las obras más importantes de Tomás Bretón y con el cartel de agotado en la taquilla. Una representación cargada de nostalgia, pues evoca directamente, a modo de homenaje, al Teatro Apolo, donde se estrenó la verbena de la Paloma el 17 de febrero de 1894. Para ello se ha incorporado un prólogo, con texto de Álvaro Tato, que nos cuenta como debió ser el último ensayo de esta obra en el Apolo, antes de su traslado al Teatro de la Zarzuela. Un añadido lleno de humor y alguna de las piezas más conocidas de otras obras del género lírico español.

La escenografía de Nicolás Boni, en la que son protagonistas los característicos balcones del Madrid más castizo, son perfectos para el desarrollo de la siempre extraordinaria dirección de escena de Nuria Castejón. Todo bajo la íntima y acertada iluminación de Albert Faura.

En el foso, el flamante nuevo director musical del Teatro, José Miguel Pérez-Sierra, que hizo una lectura de la partitura animada y llena de frescura. En un repertorio que conoce y domina. Su participación nos dará grandes tardes de zarzuela al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.

El elenco de cantantes fue una perfecta combinación entre veteranía y juventud. Julián, el rol protagonista, estuvo interpretado por un sobrado de facultades vocales Borja Quiza, que está en un momento impresionante. Su voz voluminosa y extraordinaria proyección, se comió un poco al resto del elenco. Se agradece en estas obras del repertorio, una menor impostación vocal que resulte más natural y apropiada a los personajes populares.

Milagros Marín fue una estupenda Señá Rita. Divertida, castiza y llena de naturalidad.

Carmen Romeu, como Susana, dio buena réplica vocal al caudal de su Julián, con una voz sólidamente colocada y muy caudalosa caudalosa. Antonio Comas dio vida a un Don Hilarión en muy buena forma, rejuvenecido bajo el influjo de las dos hermanas. El Don Sebastián de Gerardo López ofreció un toque de sofisticación y gracejo muy simpático. Aunque la mejor interpretación fue para la Tia Antonia de Gurutze Beitia, que definió perfectamente su personaje, una mujer algo rústica y con carácter, pero con nobleza. Bien la Casta de Ana San Martín, que brilló más en la primera parte de la obra, donde demostró gran comicidad, que en la propia verbena.

Muy bien la escena flamenca, con la coreografía de Nuria Castejón y el cante de Sara Salado.

Una tarde de Zarzuela en la que el público disfrutó y que demuestra la buena salud de este género y, sobre todo, de La verbena de la Paloma.

LA VERBENA DE LA PALOMA

‘La verbena de la Paloma’, compuesta por Tomás Bretón y con libreto de Ricardo de la Vega, subió por primera vez al escenario del Teatro de la Zarzuela apenas cuatro años después de su estreno absoluto en el desaparecido Teatro de Apolo el 17 de febrero de 1894. Desde entonces hasta hoy, ha formado parte de nuestra tradición lírica, del repertorio más conocido y querido por el público. Es por eso, entre otras muchas cuestiones, que toda nueva producción de este título suscita una extraordinaria expectación como la que ha levantado el estreno del montaje que en estos próximos días presentará el Teatro de la Zarzuela con dirección de escena y coreografía de Nuria Castejón y dirección musical del maestro José Miguel Pérez-Sierra. Las 14 funciones programadas irán del 8 al 25 de mayo y las entradas están prácticamente agotadas.

La acción de ‘La verbena de la Paloma’ se desarrolla en la calurosa noche de fiesta del 15 de agosto, en la que propios y extraños celebran la festividad de la virgen de la Paloma, y en la que los devaneos y los celos afloran a la vuelta de cada esquina. En el brillo soberano de cada plaza. Todo está teatralizado, musicado de forma perfecta en una dramaturgia que hace de esta obra breve una de las más valiosas joyas de nuestro repertorio; que posee la virtud que ineludiblemente va unida a los grandes títulos: nunca dejan de sorprender y siempre emocionan.

Nuria Castejón explica que su propuesta cuenta con el prólogo cómico-lírico ‘Adiós, Apolo’, escrito por Álvaro Tato, “como homenaje a los muchos artistas que hicieron del Teatro de Apolo la catedral del género chico”; se trata, en dicho preludio, de escenificar lo que vivieron los intérpretes en su última función de 1929. Por eso, la directora dedica su espectáculo, con un elocuente y emocionado “¡Va por ellos!”, a los artistas y trabajadores de aquel histórico edificio tan lleno de vida, arte y raíces; lo ofrece al teatro de entonces, y, cómo no, a sus padres —los inolvidables héroes de la zarzuela Pepa Rosado y Rafael Castejón—, herederos de la tradición del Apolo.

Un regalo fresco y joven

Por su parte, el maestro José Miguel Pérez-Sierra, director musical del montaje y nuevo titular del Teatro de la Zarzuela, ocupará en cada una de las funciones el podio del foso al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid –titular del coliseo–. Y no es menor la devoción que el músico siente por el título en cuestión y por su autor, al afirmar que  ‘La verbena de la Paloma’ “es una obra maestra que conjuga lo folclórico, lo popular y lo culto de una manera que podemos encontrar en pocas partituras”; y explica asimismo que Bretón, como compositor, está interesado en la tradición musical europea “y por eso aquí afronta el desafío de hacer una obra profundamente popular con raíces del folclore madrileño, y enlazar todo de una manera magistral”. Ese es el secreto de la enorme acogida de esta obra desde su primera función; del encanto que hace que a sus 130 años mantenga la frescura y jovialidad de antaño, y que el público de toda condición la reciba siempre con renovado entusiasmo. Como el regalo que es.

El reparto que interpretará los diferentes roles puede calificarse de absolutamente redondo, equilibrado, atractivo, un elenco que cualquier director –musical o de escena– firmaría con los ojos cerrados para afrontar una Verbena. En él transitan Antonio Comas, Borja Quiza, Milagros Martín, Carmen Romeu, Ana San Martín, Gerardo López, Gurutze Beitia, Rafa Castejón, José Luis Martínez, Nuria Pérez, Alberto Frías, Adrián Quiñones, Ricardo Reguera, Mitxel Santamarina, Ana Goya, Andro Crespo,  Albert Díaz y Ramón Grau en el papel de pianista. También participará Jesús Castejón poniendo la voz a la emisión de radio, y junto a todos ellos, como es de ley, el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela dirigido por Antonio Fauró.

Para ilustrar el prólogo y el archifamoso sainete, la nueva producción cuenta con la escenografía de Nicolás Boni, el vestuario de Gabriela Salaverri y la iluminación de Albert Faura. Un cóctel de grandes creadores que solo puede conducir a buen puerto. A tierra firme y fértil.

A todo ello se suman 12 actores-bailarines y la emocionante intervención en el tablao del Café de Melilla de la cantaora Sara Salado.

Y para que quede constancia de la magia y el espectáculo previstos, la función del viernes 24 de mayo será grabada por Radio Clásica de Radio Televisión Española para emitir en próximas fechas.

La genialidad de Bretón

Tomás Bretón fue con todas las de la ley uno de los grandes creadores de finales del XIX. En este sentido, el musicólogo Víctor Sánchez señala que “la genialidad de ‘La verbena de la Paloma’ nos recuerda una y otra vez la calidad de su creación, su sentido dramático y el atractivo de su música”. Y en este punto aprovecha también para recordar que el compositor salmantino luchó toda su vida por “la importancia que debía tener la actividad musical en la cultura española”. Sus obras fueron muchas —45 zarzuelas, 9 óperas, 19 piezas sinfónicas y 9 de cámara— y sus éxitos abundantes y continuados tanto en la península como en el continente americano.

Por tanto, volviendo a ‘La verbena de la Paloma’, a lo largo de los ciento treinta años transcurridos desde aquella presentación en el Apolo —donde entre otras obras del género también sonó en la fatídica noche de su cierre—, muchos intérpretes han vestido los ropajes de Hilarión, Sebastián, Julián, Rita, Susana, Casta, Antonia o la Cantadora en las calles de Madrid; personajes, todos ellos, que a través del lenguaje del teatro dan vida a nuestros más genuinos sentimientos en medio de la algarabía de una fiesta popular. Y es que la naturaleza humana se muestra en cada diálogo, en cada canto y en cada uno de los actos de estos paradigmas castizos que llenan la escena con sus dimes y diretes o sus amores y rencillas.

Juan Echanove, pan y toros

El comienzo de una nueva temporada lírica siempre es motivo de alegría y celebración. Y estos tienen aún más sentido si ese acontecimiento llega vestido de buenas noticias, como es el caso de ‘Pan y toros’ de Francisco Asenjo Barbieri –de quien el año próximo se celebra el bicentenario del nacimiento– y el libretista José Picón. Se trata sin lugar a dudas de una de las grandes obras maestras del músico madrileño. Una joya que tras 21 años de ausencia regresa al escenario del Teatro de la Zarzuela donde nació en 1864. Y la suerte de este añorado reencuentro llega acompañada de otra atractiva e importante novedad: el debut de Juan Echanove en el teatro lírico como director de escena. Durante 14 funciones, del 6 al 23 de octubre, el teatro de la madrileña plazuela de Jovellanos volverá a ser una fiesta.

Esta nueva producción de ‘Pan y toros’, el retorno después de varias décadas de la obra de Barbieri al Teatro de la Zarzuela, su casa natural, y que lo haga de la mano de Juan Echanove y la batuta de Guillermo García Calvo –director musical del coliseo–, es un acontecimiento más que memorable. Como es habitual, el foso lo ocupará la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro). El montaje cuenta, asimismo, con la sorprendente escenografía y el vestuario fidedigno y sutil de Ana Garay, la fascinante iluminación de Juan Gómez Cornejo, la omnipresente y esclarecedora coreografía de Manuela Barrero y la videoescena goyesca y ensoñadora de Álvaro Luna con la colaboración de Elvira Ruiz Zurita.

Serán, además, dos extensos repartos los que cantarán la obra genial de Barbieri. Pocas son las ocasiones en que el público se encuentra con un equilibrio vocal y una garantía como la de estos elencos integrados por las sopranos Yolanda Auyanet y Raquel Lojendio, las mezzosopranos Carol García y Cristina Faus, los barítonos Borja Quiza y César San Martín, la soprano Milagros Martín, el barítono Gerardo Bullón, la mezzosoprano María Rodríguez, el tenor Enrique Viana, el actor Pedro Mari Sánchez, los barítonos Carlos Daza, Pablo Gálvez, José Manuel Díaz y Pablo López, el tenor-actor Alberto Frías, el actor César Sánchez, la actriz-cantante Lara Chaves y los  actores-cantantes Sandro Cordero y Julen Alba.

Los acompañará en el escenario el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, así como quince bailarines-actores.

La función del 22 de octubre será grabada por Radio Clásica de RNE y emitida en fechas próximas.

Ruedo ibérico: la Gran Historia de España

Guillermo García Calvo destaca que «saber escribir con pocas notas melodías que conmueven, que iluminan, que nos hacen soñar y ser felices por unos instantes, es uno de los misterios de la creación artística y una virtud que no se encuentra en muchos compositores. Barbieri –concluye el maestro– era uno de ellos, y asegura que gracias a una sublime capacidad inventiva y a su inspiración arrolladora, es comparable a otros dos genios de su época: Rossini y Verdi.

En este sentido, y muestra de ello, es que la partitura de ‘Pan y toros’ «derrocha creatividad y fantasía musicales y es, además, un ejemplo extraordinario del instinto teatral de Barbieri».

Juan Echanove, por su parte, afirma que esta que ahora se presenta en La Zarzuela «es una producción espectacular» en la que él y su equipo habitual se han volcado para elaborar un discurso en el que la figura de Goya está en el centro.

El escenario se transformará en una suerte de «ruedo ibérico», así lo denomina Echanove, quien resume el espíritu de la obra con una reveladora reflexión: «España es una historia de espías y de intrigas palaciegas y populares. Pequeñas historias que conforman entre todas la Gran Historia de España». Y con estos ingredientes, Barbieri y Picón crearon «una joya musical que también destila humor y verdad».

Una zarzuela que habla de nosotros

Pan y toros, uno de los títulos más queridos y celebrados por los amantes del género, es una zarzuela grande e histórica, aleccionadora y entretenida, que habla de nosotros, de nuestra historia en los siglos XVIII y XIX. Nos traslada al Madrid goyesco entre conspiraciones y enfrentamientos de las dos Españas representadas en liberales y conservadores. Se trata, pues, de una curiosa historia de intrigas del variopinto grupo de liberales contra la conservadora y arrogante camarilla de Manuel Godoy, el Duque de la Alcunia, que gobernaba España en nombre de Carlos IV, y que sirvió al dramaturgo José Picón para trazar la trama como un brillante tapiz, rico de color y cargado de vida teatral.

Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 22 de diciembre de 1864, es de las más importantes aportaciones de Francisco Asenjo Barbieri al género y una de las obras cumbre de la zarzuela grande.

El Barberillo de Lavapiés

Este año se cumplen 148 desde que ‘El barberillo de Lavapiés’ se estrenara en el Teatro de la Zarzuela allá por 1874. En todo este tiempo la obra de Francisco Asenjo Barbieri –de quien el año próximo se celebra el bicentenario del nacimiento–, con magnífico libreto de Luis Mariano de Larra –hijo del perspicaz intelectual romántico ‘Fígaro’–, ha cabalgado tres siglos distintos con idéntica suerte: el placer del público, de los amantes de la música, de los entusiastas del Teatro de altura. Toda una fiesta de teatro musical que del 15 al 26 de junio volverá a alegrar el coliseo de la plazuela de Jovellanos con 10 funciones de la aplaudida producción propia firmada por Alfredo Sanzol y estrenada en este escenario en 2019.

El interés y la expectación de este Barberillo no se deben únicamente al excepcional material musical y literario que lo convierten en una incontestable obra maestra; una de las obras más divertidas y alegres del repertorio lírico que se ha mantenido en escena hasta nuestros días como un emblema de la lírica española. También alcanza la calidad de acontecimiento, aun en su reposición (y la venta de entradas no engaña), por quienes son responsables de ponerla en pie.  El director de escena y adaptador del texto, Alfredo Sanzol, Premio Nacional de Literatura Dramática de 2017 y uno de los nombres indispensables en la escena de hoy, o el maestro internacional José Miguel Pérez-Sierra, que, como en él es habitual, dará brío al foso al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro). La producción cuenta con la singular escenografía y el colorido vestuario de Alejandro Andújar, la iluminación siempre reveladora de Pedro Yagüe y la coreografía (tan importante en este título) de Antonio Ruz, Premio Nacional de Danza 2018, quien con la poesía del movimiento contribuye a que la obra vuelva a ser actual y moderna.

Serán, además, dos los repartos (y tres Barberillos) los que canten la obra genial de Barbieri: Lamparilla, el Barberillo que pretende a Paloma la costurera, con quien se ve inmerso en una intriga política sin saber cómo ni por qué, será interpretado por los barítonos Borja Quiza y David Oller; Paloma estará encarnada por las mezzosopranos Cristina Faus y Carol García; la marquesita del Bierzo, intrigante política que mete a todos en el lío, y enamorada a su vez del sufridor Don Luis de Haro, será cantada por las sopranos María Miró y Cristina Toledo; los tenores Javier Tomé y Francisco Corujo darán vida a Don Luis, quien sufre el desdén político y amoroso de su querida Marquesita; el barítono Gerardo Bullón será el conspirador Don Juan de Peralta, y el bajo Abel García, Don Pedro de Monforte, defensor de la ley y la justicia.

Acompañará en el escenario a este doble elenco el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, así como diez bailarines y ocho actores que también danzan en todos y cada uno de los números de baile.

Música y escena. Vigencia, comedia, belleza

José Miguel Pérez-Sierra, quien califica la obra como «una de las cimas del género», sostiene que la colaboración entre Barbieri y Larra es más que interesante, ya que «juntos crean una obra en la que se vive, se respira Madrid. Un Madrid dieciochesco en el argumento y decimonónico en lo musical, pero con un perfume atemporal que hace que aún hoy esta zarzuela tenga plena vigencia».

Alfredo Sanzol, por su parte, recalca que «el tono cómico y de aventuras de la función es lo que hemos potenciado sin olvidar nunca que ambas cosas van unidas a la búsqueda de la belleza». El director de escena apunta en cada uno de sus trabajos a la idea de que «la profundidad de la vida y sus difíciles conflictos necesitan de la visión de la comedia para encontrar soluciones liberadoras».

Barbieri y Larra mezclan una trama popular, la de los amores de Lamparilla y Paloma, con los devaneos sentimentales de dos aristócratas, la Marquesita Estrella y don Luis, y todo ello con un trasfondo político: la transición forzada de un gobierno de Grimaldi a Floridablanca. Es un modelo temático que ya había utilizado Barbieri en Jugar con fuego, Los diamantes de la corona o Pan y toros, pero que con el texto de Larra —escrito en verso— se llena de aventuras, intrigas, política, amor y humor, funcionando como si hubiera sido escrito en estos días que corren.

Fotografía: Javier de Real

Borja Quiza en el Teatro de la Zarzuela

Boja Quiza hace un recorrido por la canción gallega acompañado al piano por el maestro Rubén Fernández Aguirre, interpretarán obras de José Castro “Chané”, Xoán Montes, José Fernandez Vide, Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Isolina Carrillo, Horacio Pettorossi, Andrés Gaos, Carlos Gardel, Consuelo Velázquez y Chucho Monge.

El barítono Borja Quiza presentará el próximo lunes 20 de enero (20h00) en el Ciclo Notas del Ambigú del Teatro de la Zarzuela, un hermoso, revelador y sentido recorrido por algunas de las canciones de ida y vuelta más significativas surgidas de la emigración gallega a América. El intérprete, nacido en la parroquia de Ladrido, municipio de Ortigueira, A Coruña, estará acompañado al piano por el maestro Rubén Fernández Aguirre.

La necesidad no pocas veces se transforma en virtud, y en este caso que nos ocupa esa virtud sirvió (y aún sirve) para hermanar dos culturas separadas por un océano que en ocasiones resulta infinito. El programa puede entenderse a modo de viaje; es un mapa con puntos de partida y de llegada cuyo trayecto lo marca la música. El itinerario comienza lógicamente en Galicia, con composiciones de José Castro “Chané”, Xoán Montes y José Fernandez Vide, con textos de Manuel Curros Enríquez, Rosalía de Castro y Eduardo Blanco Amor, para recalar luego en la cuba de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y Isolina Carrillo, o de los propios Castro “Chané” (‘Violeta’) y Fernandez Vide (‘Semejanza’) cautivados de aire isleño. Ahí se mezclan, como en cada lugar alcanzado, compartiendo en tantos casos mutuas influencias.

La siguiente parada será en Argentina con la música de Horacio Pettorossi (‘Galleguita’), Andrés Gaos (‘Vidalita’) y Carlos Gardel (‘Volver’), para terminar en México con la compañía de ese omnipresente bolero ‘Bésame mucho’ de Consuelo Velázquez, con la afortunadamente inevitable ranchera ‘México lindo y querido’, y alguna sorpresa más.

Canciones que cruzaron el Atlántico en ambos sentidos, que sembraron y recogieron tesoros en las dos orillas.

El Teatro de la Zarzuela volverá a ser así ese lugar diferente donde también los conciertos se viven como una experiencia única. Público y artistas compartiendo la música en comunión. Próximos en un mismo plano, arropados por la intimidad de ese cálido salón que es el Ambigú.

Al concierto de Borja Quiza, cuarto del ciclo, seguirán los de la soprano Andrea Jiménez ‘Canción vasca’, el tenor y actor Ángel Ruiz dedicado al Cuplé, la soprano Ruth González ‘Tres pasiones de mujer’, la formación barroca La ritirata liderada por el violonchelista Josetxu Obregón ‘Il Spiritillo Brando’, el guitarrista Ricardo Gallén ‘Guitarra romántica’, el Trío Arbós con su nueva entrega de ‘Música de cámara’ y el de la soprano Berna Perles sobre Joaquín Turina.

El Barberillo 1

El Barberillo 2

El Barberillo 3

El Barberillo 4

El Barberillo 5

El Barberillo 6

El Barberillo de Lavapiés en el Teatro de la ZarzuelaEl Barberillo de Lavapiés es una de las obras cumbre de la lírica española, no solo de la zarzuela. Representa con su música la verdadera raíz popular del Madrid más castizo y costumbrista. Como dice Alfredo Sanzol, “contiene la fuerza musical de una época”. El libreto de Luis Mariano de Larra es asombrosamente actual. Podría haber sido escrito ayer mismo, lo que demuestra que las características propias de una sociedad como la española, no cambian, independientemente del momento histórico. En el argumento se reflejan casi todas las características del Madrid de la época, de aquella y de ésta, como la galantería de los majas y chulapos, la capacidad de generar intrigas y el gusto por criticarlo todo, principalmente a las autoridades. También refleja la eterna lucha y diferencia de clases representada por dos parejas de enamorados, una muy del pueblo, el barbero Lamparilla y la costurera Paloma y otra aristocrática formada por Don Luis de Haro y la Marquesa del Bierzo.

Barbieri quería potenciar la música hispana y el Barberillo era como un manifiesto “por nuestra música”,  y así lo demuestra desde los primeros compases, aunque con un punto rossiniano. Lamparilla tiene similitudes con el barbero de Sevilla, las tramas políticas, los personajes protagonistas, coros, majos, mancebos, estudiantes, guardias o costureras, pertenecen al Madrid más castizo de la época y su música nace de las raíces españolas más populares. Pretendía Barbieri compensar, de alguna manera, las nuevas corrientes musicales que llegaban del resto de Europa protagonizadas, sobre todo, por Wagner.

Tras el Barberillo de Lavapiés de Calixto Bieito en 1998, Alfredo Sanzol ha creado una escenografía casi inexistente pero con un resultado muy teatral. Sobre un escenario oscuro, neutro y casi vacío, aparecen grandes bloques que los personajes se encargaban de mover, creando espacios escénicos a lo largo de la representación que resultan un acierto en una obra con una trama tan enrevesada, danzas y hasta desfiles militares. Con esta escenografía consigue que el protagonismo recaiga sobre las parejas protagonistas y la música. Un escenario tan limpio no resta importancia a la historia, pero la verdadera ambientación recae casi en su totalidad sobre el vestuario de Alejandro Andújar, cuidadosamente elaborado y situado históricamente donde debe, en el Madrid de Carlos III.

La dirección musical estuvo a cargo del madrileño José Miguel Pérez-Sierra, que dirigió con brío, extrayendo lo mejor de la Orquesta de la Comunidad de Madrid en los números más populares de la obra, y dotando de cierto lirismo aquellos que, como si de un leitmotiv se tratara, acompañaban a la pareja formada por la Condesa y Don Luis.

A destacar también el oficio y buen hacer de un Coro, el del Teatro de la Zarzuela, que interpreta como nadie las melodías de esta obra, con toda la intención chispera del pueblo de Madrid.

EL cuadro de voces resultó un poco desequilibrado, no porque fuera malo, pero si por la distancia en volumen e interpretación que marcó Borja Quiza con su Lamparilla. Su voz de barítono lírico llenó la sala con su gran voz y agradable timbre. Interpretó con gracia su avispado personaje y se le entendió perfectamente el fraseo veloz y nada fácil, matizando y acentuando cada frase.

Su compañera de reparto fue Cristina Faus, en el papel de Paloma. No se puede decir que esté en su mejor momento vocal, aunque sus tonos oscuros y líricos dieron carácter a su personaje. Su dicción no fue muy buena, costaba entender lo que decía, pero su interpretación estuvo llena de intención y sensualidad.

La soprano María Miró interpretó a la Marquesita con un hermoso timbre y una agilidad apreciable, dotó al personaje de la sofisticación que una marquesa precisa, aunque en la interpretación resultó algo sosa y poco convincente. Lo que se dice castiza, no es, algo imprescindible en cualquier zarzuela y, sobre todo, en ésta.

El resto del reparto cumplió con su cometido muy dignamente. Una producción y una obra que hace disfrutar como pocas a un público que agotó las entradas en todas sus funciones.

El Barberillo de Lavapiés
Francisco Asenjo Barbieri
Zarzuela en tres actos
Teatro de la Zarzuela de Madrid, 3 de abril de 2019
Libreto de Luis Mariano de Larra, e una adaptación de Alfredo Sanzol
D. musical: José Miguel Pérez-Sierra
D. escena y adaptación del texto: Alfredo Sanzol
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Pedro Yagüe
Coreografía: Antonio Ruz
Reparto: Borja Quiza, Cristina Faus, María Miró, Javier Tomé, David Sánchez, Abel García, Carmen Paula Romero, José Ricardo Sánchez, Felipe Nieto
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Coro Titular del Teatro de la Zarzuela
D. coro: Antonio Fauró
Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real

Carmen

Veinte años tiene esta Carmen de Calixto Bieito que llega por fin al Teatro Real. La producción más representada en la historia de esta ópera, llega con cierta polémica por los “ajustes” que el equipo artístico se ha visto obligado a realizar sobre escenas supuestamente ofensivas. Los cambios han sido meramente estéticos, para no poner el foco en determinados elementos que sólo pretendían ser expresiones artísticas.

Basada en la obra de Prosper Mérimée, Bizet adaptó el texto, que resultaba muy atractivo al público del momento por el exotismo español y elementos un tanto lujuriosos, y creó unos protagonistas que, en esta ocasión, no eran reyes, emperadores o dioses, si no personajes salidos de la calle, expuestos con la máxima crudeza y muy alejados del arquetipo operístico existente hasta ese momento. Bizet sitúa la obra en una categoría social específica y en un medio concreto. Es quizá esta la principal razón que hizo que su estreno derivara en escándalo.

Es preciso aclarar que el género opera comique, a la que pertenecía Carmen, no quiere decir que se trate de una ópera cómica, se refiere a un género que se oponía a la ópera seria o gran ópera que se representaba en París. Se trata, no tanto de la comicidad de los argumentos, si no de cuestiones técnicas, como la alternancia entre fragmentos hablados y cantados. Este modo tan directo de expresar el texto tiene una gran repercusión teatral y musical. La música es mucho más directa y lo que Carmen canta, no son arias, sino canciones, como el propio Bizet dejó escrito. Solo hay un personaje, creado por el compositor, ya que no aparece en la obra original, que tiene arias propiamente dichas, Micaëla.

Bizet murió apenas unas semanas después de su estreno, sin llegar a disfrutar del éxito que tuvo su ópera después del escándalo inicial. Fue uno de sus discípulos quien, con el afán de hacer de Carmen una ópera seria, en lugar de una ópera comique, introdujo una serie de modificaciones añadiendo recitativos y música. Consiguió con ello que la imagen dominante de Carmen durante todo el siglo XX haya sido muy diferente a la idea original que concibió Bizet. Era importante, por eso, resituar la historia de Carmen y devolver a los personajes a su idea original.

Es aquí donde aparece una de las virtudes de Calixto Bieito, su forma de dirigir a los actores. Y es esta dirección de actores, y no la escenografía o elementos escénicos, lo que marca la diferencia de esta producción con respecto a otras que hayamos visto antes.

Esta Carmen es una de las primeras producciones de Calixto Bieito. Apuntaba ya en ella su gusto por la polémica y algunas extravagancias que suelen convertirse en protagonistas de sus producciones. Lo que no pensábamos es que, al modificar alguno de esos elementos más controvertidos, la obra quedase tan desnuda como la escenografía de Alfons Folres. Caracterizada por la ausencia de elementos, ha presentado un escenario vacío, tan solo una cabina telefónica y algunos mercedes de los años 70, hasta 6, han ocupado el escenario durante los dos primeros actos. No ha faltado un desnudo, algo muy del gusto de Bieito, a través de un figurante que hace la luna “tal cual” al inicio del tercer acto. El desolador decorado consigue debilitar el drama y entumece a la orquesta, que sobre todo en el preludio y los dos primeros actos tuvo una dirección de Marc Piollet rutinaria y poco efectista. A pesar de tratarse de una de las partituras más vitales del repertorio, consiguió que sonase vulgar en algunos pasajes.

Bieito ha querido alejarse de los folclorismos que han caracterizado tantas veces esta ópera, pero lo hace lanzándose a otras españoladas. Se limita a actualizar los clichés, sin salir de ellos. Planteando, de manera contradictoria, una vuelta a la España profunda.

En esta inmersión a la España de pandereta, dibuja unos personajes que, si bien son más próximos a la idea original de Bizet, no terminan de asumir sus roles con contundencia. La Carmen de Anna Goryachova está llena de sensualidad, pero su temperamento no es tan fuerte como pretende. Vocalmente no hay mucho que reprochar. Su voz de mezzo es homogénea y equilibrada, aunque su caudal fue mermándose a medida que avanzaba la obra. Su hermoso timbre se lució más en los registros centrales que en los graves pero tuvo una buena actuación, en líneas generales.

Francesco Meli no consiguió dar la imagen de un Don José rústico y fiero. Resultó manso, sobre todo en las escenas de pandilla, muy al estilo West Side Story. En la parte vocal estuvo más acertado. Posee un hermoso timbre y un buen volumen de voz que fueron suficientes para abordar este rol.

Eleonora Buratto construye una Micaëla que no es tan cándida como puede parecer al principio, deja entrever algún trazo de egoísmo. Es siempre un personaje complicado por estar un poco fuera de lugar, al ser un añadido en la obra. La Buratto hace gala de un volumen de voz algo excesivo pero se lución en las arias y sobre todo en su hermoso dúo con Don José del primer acto.

El Escamillo de Kyle Ketelsen es muy atractivo y varonil. Su voz rotunda fortalció al personaje. Defendió con mucha dignidad su papel.

Las dos parejas de comprimarios formadas por Olivia Doray, como Frasquita y Lidia Vinyes Curtis, como Mercedes y Borja Quiza, como Le Dancaire y Mikeldi Atxalandabaso, en el rol de Le Remendado, estuvieron a gran altura, en lo vocal y en lo interpretativo. Se desenvolvieron muy bien dentro del decadente mundo de bajos fondos creados por Bieito para la ocasión. El Lillas Pastia de Alain Azérot, un personaje ruin, fué abordado por el francés con acierto y profesionalidad.

El Coro, en su línea de excelencia. Brilló con especial espectacularidad en el cuarto acto, junto al Coro de Pequeños Cantores de la JORCAM.

Una Carmen que, lamentablemente, será más recordada por el escándalo que no fue, que por su puesta en escena.

CARMEN
Georges Bizet (1838-1875)
Opéra comique en cuatro actos
Libreto deHenri Meilhac y Ludovic Halévy basado en la obra homónima (1845) de Prosper Mérimée
Estrenada en la Opéra-Comique de París el 3 de marzo de 1875
Producción de la Opéra National de Paris
D. musical: Marc Piollet
D. escena: Calixto Bieito
Escenógrafo: Alfons Flores
Figurinista: Mercé Paloma
Iluminación: Alberto Rodríguez Vega
Reposición: Yves Lenoir
D. coro: Andrés Máspero
D coro de niños: Ana González
Reparto: Anna Goryachova, Francesco Meli, Kyle Ketelsen, Eleonora Buratto, Olivia Doray, Lidia Vinyes Curtis, Borja Quiza, Mikeldi Atxalandabaso, Alain Azérot, Jean Teitgen, Isaac Galán
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Pequeños Cantores de la ORCAM

Críticas