La clemenza de Tito en el Teatro Real de Madrid

«Apartemos de nuestra vida todo lo que no sea amor…”, cantan a dúo Annio y Servilia en uno de los momentos de mayor romanticismo de esta ópera. Y muy enamorado hay que estar para adentrarse con éxito en el hielo escenográfico que proponen Ursel y Karl-Eenst-Rousset en su propuesta de la última ópera compuesta por Mozart escrita para los fastos de coronación de Leopoldo II como Rey de Bohemia.

El tiempo pasa para esta producción que resultó un éxito en su estreno, allá por 1982. Ya había envejecido cuando se llegó a este mismo teatro en 2012, y ahora ha envejecido aún más. Sigue pareciendo la sala de espera de un geriátrico de la antigua Unión Soviética, como contamos en 2012.

Una caja escénica de un blanco radiantemente iluminado que no permitía a los espectadores de patio de butacas leer los subtítulos, terminó aburriendo y enfriando, no solo al público, también a unos cantantes a los que les costaba seguir el ritmo de la obra. En parte por el contagio del ártico escenario, y en parte por los eternos silencios para realizar mínimos cambios escénicos en los que Roma, una de las protagonistas del libreto, apenas se insinúa con la aparición de alguna columna. No es mala la intención de los directores de escena al querer resaltar los aspectos más psicológicos de los personajes potenciando la ausencia de elementos en el escenario, pero no era necesario llegar a tanto.

Los recitativos se convierten en rutinarios cuando no existe nada en lo que apoyarse, ni visual ni escénicamente. Menos mal que Mozart acudía permanentemente al rescate de todos, público y cantantes, quedando inmediatamente confortados por la música del genio.

La dirección musical de Christophe Rousset, buen conocedor de este repertorio y experto clavecinista, fue haciéndose lenta tras una buena obertura. Los recitativos, acompañados por el propio Rousset al fortepiano, resultaban pobres, si tenemos en cuenta su virtuosismo, y se hacían eternos. Sobre todo en una segunda parte algo tediosa.

Sin duda el conjunto vocal de esta producción mejora el de 2012. Bernard Richter es un tenor lírico con un buen volumen de voz y la agilidad suficiente para construir un Tito resuelto. Sus medios y agudos son potentes y brillantes. Más dificultades tuvo con los graves y con el tempi de los recitativos.

La canaria Yolanda Auyanet estuvo espléndida en su papel de Vitellia. Una voz que está madurando con gran calidad. Limpia y sin artificios. Buen fraseo que recorría con agilidad su particella. Pero brilló aún más en la parte interpretativa. Puso la chispa y la intención en el desangelado escenario.

También brilló la pamplonesa Maite Beaumont como Sesto. Se esforzó sobremanera para que se escuchara su voz. Mejor en boca de escenario.

Anna Palimina, nacida en Moldavia, se desenvolvió muy bien en el papel de Servilia. La pena fue el vestuario que le pusieron, sobre todo los zapatos.

Otra sorpresa agradable de la noche fue la mezzosoprano canadiense Sophie Harmsen como Annio. Voz ligera y de hermoso timbre. Sus agudos bien podrían hacerle pasar por soprano.

El barítono italiano Guido Loconsolo tiene una buena presencia escénica, pero su Publio se sentía muy incómodo fuera de los registros más graves. Como al resto, los lentos y aburridos recitativos fueron más un problema que un desahogo.

El Coro Titular del Teatro Real como siempre, magnífico. Se esperaba su participación como agua de mayo para romper la rutina escenográfica.

Una reposición que ha servido para rendir homenaje al recordado Gerar Mortier, quien encargó esta producción. Fuera de esta conmemoración, esta Clemenza no da para mucho más.

LA CLEMENZA DE TITO
Wolfgang Amadeus Mozart
Ópera seria en dos actos
Libreto de Pietro Metastasio, adaptado por Caterino Mazzolà
Estrenada en el Teatro Nacional de Praga el 6 de septiembre de 1791
Estrenada en el Teatro Real el 12 de marzo de 1999
D. musical: Christophe Rousset
D. escena: Ursel y Karl-Ernst Herrmann
Escenógrafo, figurinista e iluminador: Karl-Ernst Herrmann
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Bernard Richter, Yolanda Auyanet, Maite Beaumont, Anna Palimina, Sophie Harmsen, Guido Loconsolo
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

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El próximo domingo 10 de mayo, a las 11.30 horas, la ONCE y la Orquesta y Coro Nacionales de España aborda con el Concierto Extraordario de Recuperación del Patrimonio, un proyecto que es a la vez un honor y una obligación irrenunciable, la conser­vación de nuestro legado musical más recóndito. Este Concierto Extraordinario se grabará y editará con el nuevo sello discográfico de la OCNE.

Pocos autores son más mere­cedores de este afán que Manuel García, uno de los mayores talentos musicales que ha dado nuestro país a lo largo de su historia y, sin lugar a dudas, el músico es­pañol más internacional del siglo XIX. La partitura de este programa, recuperada en la Biblioteca Nacional de París y edita­da por Ramón Sobrino, muestra las dotes compositivas que maravillaron a sus contemporáneos en un repertorio, el sin­fónico, con el que habitualmente no se le asocia. El aplaudido director Christophe Rousset será el responsable de su primera interpretación moderna.

Christophe Rousset, fundador de Les Talens Lyriques y prestigioso clavecinista de fama internacional, es un músico y director de orquesta inspirado por la pasión por la opera y la exploración de la herencia musical europea, de la cual tiene una perfecta comprensión de la riqueza y diversidad de los repertorios barrocos y pre-románticos.

Manuel García Sinfonía núm. 1. en do mayor; Quien porfía mucho alcanza; Sinfonía núm. 5, en mi bemol mayor

ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA
Christophe Rousset director
Ainhoa Garmendia soprano
Carol García mezzosoprano
Gustavo de Gennaro tenor
José Antonio López barítono

Sonia Martínez soprano
Carmen Gurriarán soprano
Rosa Mª de Segovia soprano
José María Abad tenor
Pedro Llarena bajo
Antonio Picó percusión
Juanma Navas narrador

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