El pasado 10 de Agosto tuvo lugar en el Auditorio de Peralada, un extraordinario concierto con la actuación de la Mahler Chamber orchestra & Friends dirigida por Gustavo Dudamel (Barquisimeto, Venezuela, 26 de enero de 1981), con un programa que incluía en la primera parte El sueño de una noche verano (versión integra) de Felix Mendelssohn, con la intervención como narradora de la actriz María Valverde, actualmente casada con Gustavo Dudamel, que dotó al concierto de una añadida expectación. En la segunda parte pudo escucharse una impresionante ejecución de la Sinfonía nº 1 (El Titán) de Gustav Mahler.

Gustavo Dudamel es uno de los grandes directores de orquesta actuales, cuya vertiginosa carrera comenzó en 2004, cuando consiguió el primer premio del Concurso de dirección Gustav Mahler. Desde entonces ha triunfado en las principales salas de conciertos de todo el mundo, dirigiendo prestigiosas orquestas. Desde 2009 hasta la actualidad es director titular de la Orquesta Filarmónica de los Ángeles. Fue en 2017, el director más joven del famoso Concierto de año nuevo en Viena. Su carrera está muy relacionada con Gustav Mahler, de quien ha llegado a dirigir todas sus sinfonías.

Inspirándose en sus experiencias musicales y pedagógicas, creó en 2012, la Fundación Gustavo Dudamel, una organización benéfica cuyo objetivo es procurar el acceso a la música como un derecho humano y como un catalizador para el aprendizaje, la integración y el cambio social.

La Mahler Chamber Orchestra fue fundada en 2007 por Claudio Abbado, basándose es la visión compartida de sus miembros en ser un conjunto libre e internacional, dedicado a crear y compartir excepcionales experiencias en la música clásica. Su plantilla base es de 40 músicos de 20 países, a los que se agregan de manera circunstancial otros jóvenes músicos, en sus giras por Europa y el resto del Mundo. Un acuerdo educativo entre la Fundaciones Gustavo Dudamel y Mahler, ha hecho posible la preparación de esta Sinfonía nº 1 de Mahler, que ha podido escucharse en Peralada.

El sueño de una noche de verano de Felix Mendelssohn (Hamburgo, 1809 – Leipzig, 1847), es una música para escena basada en la obra de Shakespeare, cuyo estreno tuvo lugar en Postdam el 14 de octubre de 1843, acompañando una representación de la obra teatral. La “Obertura” ya había sido escrita por Mendelssohn, en 1827, cuando el compositor apenas contaba dieciocho años. En el presente concierto la batuta de Dudamel transmitió en la “Obertura” una gran brillantez sonora por parte de todas las secciones orquestales, destacando en su inicio los lentos y luminosos acordes de la madera que dan paso al acariciante sonido de la cuerda. Magníficas las intervenciones de las trompas y del resto de instrumentos de metal. En el “Scherzo” destacó el sonido de cuerda y maderas, sobre todo el solo de la flauta solista con el que concluye este movimiento. Verdaderamente brillante resultó la interpretación de la deliciosa canción “You Spotted Snakes”, introducida por  las lucidas intervenciones de clarinetes y fagots, seguidos de un solo de flauta, que da entrada a las magníficas intervenciones de la soprano Mercedes Gancedo y la mezzo Lídia Vinyes-Curtis, junto a miembros del coro femenino del L’Orfeó Català, con dirección de Buia Reixach i Feises. En el “Intermezzo”, se producen motivos melódicos donde brillaron maderas y cuerda. En el “Nocturno” resultó magnífica la interpretación de las trompas así como de la cuerda y las flautas. En la conocidísima “Marcha nupcial” brillaron de sobremanera las intervenciones de tres trompetas y tres trombones, junto al resto de la orquesta. En la “Fanfarria y Marcha fúnebre”, tuvieron una lucida actuación clarinete y fagot dialogando sobre la percusión de los timbales. En la “Danza de los payasos”, brillaron a ritmo frenético los “tutti orquestales”, con puntuales intervenciones solistas de los clarinetes junto a los oboes y ocasionalmente de la tuba. Precedido por el sonido de la flauta y las trompas, volvieron a intervenir de manera muy brillante las cantantes solistas y el coro interpretando “Through the House”.

Paralelamente a la magnífica interpretación orquestal, se produjeron una serie de proyecciones de imágenes de dibujosanimados, que parecían extraídos de un cuento de hadas, pero que no aportan casi nada a interpretación de la obra y llegan a distraer al público de lo que es realmente importante: escuchar la maravillosa música de Mendelssohn. La presencia como narradora de la actriz María Valverde, resultó bastante discreta; visiblemente nerviosa, leía el texto, por momentos, con poca claridad, sin haberlo memorizado debidamente, para dotarlo de auténtico énfasis.

Gustav Mahler (Kaliste, Bohemia, 1860 – Viena, 1911) concibió su primera sinfonía como un largo poema sinfónico en dos partes y cinco movimientos, cuyo estreno tuvo lugar en Budapest, en 1889, con dirección del propio compositor y que resultó un auténtico fracaso. Mahler realizó una importante revisión, convirtiendo la obra original en una sinfonía en cuatro movimientos, cuyo estreno dirigió en Berlín, en 1896, siendo la que suele escucharse habitualmente.

Como gran interprete mahleriano, Gustavo Dudamel consiguió una impresionante respuesta orquestal, con un rendimiento verdaderamente al limite de las diferentes secciones, con una cuerda suntuosa, junto a un sonido muy brillante de las maderas, en especial del oboe solista en sus numerosas intervenciones a lo largo de la obra. Resaltar la vibrante e inusual fanfarria de clarinetes, en el primer movimiento “Langsam, schleppend (Como un sonido de la naturaleza). Pero, sobre todo, cabe señalar el afinadísimo sonido del numeroso conjunto de instrumentos de metal, formado por siete trompas, cuatro trompetas, tres trombones y tuba, que emerge con tremendo poderío en perfecta conjunción con la percusión, cuerda y maderas en los numerosos “tutti orquestales”, que jalonan esta partitura, sobre todo en ese imponente arranque del cuarto movimiento “Stürmisch bewegt (Atormentado, agitado)”, y en la larga coda conclusiva de la sinfonía. Dentro un  altísimo nivel interpretativo, cabe destacar la ejecución del tercer movimiento, esa “Trauermasch (Marcha fúnebre)”, que comienza y concluye con la famosa melodía “Frere Jacques”, interpretada en forma de canon, e iniciada con el tenue sonido de los timbales, al que se incorpora el violonchelo solista, y va siendo retomado por los fagots,  el conjunto de violonchelos y la tuba. La melodía reaparece fugazmente para lucimiento clarinetes, fagots y trompas, y vuelve a ser el tema conclusivo del movimiento con sonidos de timbales, fagot y violín en pizzicato, que van desvaneciéndose hasta desaparecer. Gran interpretación de Gustavo Dudamel y La Mahler Chamber Orchestra en Peralada.

 

Gidon Kremer

La Semana de Música Religiosa de Cuenca ha llegado ya a su 58 edición. Un tiempo más que suficiente para la consolidación de un festival. Sin embargo, no se respira ni el entusiasmo ni el ambiente de hace unos años, a pesar de la excelencia de alguno de los intérpretes que han pasado por aquí en esta edición. Es el caso del violinista letón, Gidon kremer y la Kremerata Baltica. Que han interpretados obras del compositor Arvo Pärt, homenajeado este año y que no pudo asistir debido a un delicado estado de salud que le impide viajar.

Arvo Pärt y Gidon Kremer tienen algunas cosas en común. Ambos nacieron en países que estuvieron bajo la dominación de la Unión Soviética, Estonia y Letonia, respectivamente. Y ambos padecieron los rigores del régimen soviético, como tantos creadores artísticos.

Los primeros trabajos de Pärt estuvieron influenciados por compositores como Prokófiev, Shostakóvich o Bártok, y por tanto muy cercano al neoclasicismo. Posteriormente se interesó por el dodecafonismo, siguiendo, en esta ocasión, a su admirado Schoenberg. Pero la obra Pärt más conocida corresponde a sus últimos años como compositor. Tras una profunda crisis personal, Pärt sintió la necesidad de regresar a las músicas europeas más tradicionales. Profundizó en la música antigua y el canto gregoriano. Su estilo quedó definido entonces. Se alejó completamente de cualquier corriente musical creada hasta ese momento, pero consiguió que sus composiciones se hicieran tremendamente populares. Las atmósferas que consigue crear son plenamente reconocibles y encuadradas en las raíces europeas más profundas y espirituales.

En esta primera jornada de la SMR, se interpretaron dos obras de Part. La primera de ellas Frates (hermanos), para violín, orquesta de cuerda y percusión, una de las adaptaciones que de su obra realizó Part para su gran amigo Gidon Kremer. Escrita bajo la técnica, elaborada por el propio Part, tintinnabuli (una campana), en la que la utilización de recursos es mínima pero los resultados sonoros son espectaculares. Se caracteriza por la utilización de dos tipos de voz, la primera en escala tónica y la segunda en diatónica, de manera escalonada, lo que concede a la obra un tempo lento, lleno de la espiritualidad que caracteriza casi todas sus obras. Una quietud y sosiego que Kremer recrea de manera exquisita. Demostrando un dominio del instrumento que pocas veces, por no decir ninguna, se tiene la ocasión de escuchar.

La segunda de las obras, la conocida Tabula rasa, es una de las primeras composiciones de Part tras su regreso a las músicas más tradicionales.

El primer movimiento, Ludus (juego), se inició con el dúo de violines solistas formado por Kremer y Tatiana Grindenko que llevaron la interpretación del silencio sostenido de la partitura de Part a los niveles más altos de perfección. El segundo movimiento, titulado Silentium, es un canon en el que las tres secciones, en las que se dividen las cuerdas,  van evolucionando con ritmos diferentes creando profundidad y textura hasta llegar a la atmósfera de recogimiento, quietud y silencio que el compositor nos plantea. Solo alterado por el acorde del piano preparado.

La última obra rompe un poco con el estilo sacro de las dos anteriores y el contexto general de la SMR. Sinfonía nº 2 para cuerdas op 30, del compositor polaco Mieczyslaw Weinberg, estuvo interpretada por la Kremerata Baltica. Nunca un unísono de cuerdas sonó tan limpio. La calidad interpretativa de este conjunto musical, de la mano de Gidon Kremer, que dirige de manera magistral desde la discreción de su genialidad, haría las delicias del público más entendido y exigente. Es por esta razón que no se entiende que el Teatro Auditorio de Cuenca apenas rozase la mitad de su aforo. Una situación que deberá ser analizada por sus responsables. Un festival como este, ya consolidado, aunque debería apostar por una mayor calidad de intérpretes a lo largo de toda la semana, y en un entorno patrimonio de la humanidad como Cuenca, debería contar con mayor apoyo institucional y popular.

Fotografía: Santiago Torralba/SMR 

Natalia Ensemble

El miércoles sonó en el Auditorio Nacional la Quinta Sinfonía de Mahler. Esa Sinfonía con la que, al parecer, Mahler nunca estuvo del todo satisfecho y que modificó en varias ocasiones. Tal vez la versión que de esta obra nos ofreció Natalia Ensemble parta de ese espíritu de experimentación del autor. Y el resultado es fascinante.

Los 17 músicos que forman Natalia Ensemble habían coincidido en la Gustav Mahler Jugendorchester (GMJO). Tras esta experiencia en común y dedicados ya a sus carreras profesionales en algunas de las más prestigiosas orquestas europeas, deciden unirse de nuevo para continuar haciendo música y trabajando sobre el repertorio que más disfrutan. Comienza así el primer gran reto, adaptar la Quinta Sinfonía de Mahler para ser interpretada por 17 músicos sin director. Lo que requiere una concentración y trabajo de cámara extraordinario.

Y el miércoles 1 de marzo Luis Esnaola (violín), Oleguer Beltran (violín), Behrang Rassekhi (viola), Raúl Mirás (violonchelo) y José Andrés Reyes (Contrabajo), André Cebrián (flauta), Miriam Pastor (oboe), Darío Mariño (clarinete), María José Rielo (fagot), Maciej Baranowski (trompa) y Jonathan Müller (trompeta) Natalia (percussion), Actea Jiménez (timbales), Sabela Caridad (percusión), Héctor Marqués (percusión), Bleuenn Le Friec (arpa), Irene Alfageme (piano) y Esteban Domínguez (harmonium), subieron al escenario de la Sala de Cámara del Auditorio Nacional e interpretaron la Quinta Sinfonía de Mahler. Y sonó como es, poderosa y delicada, con su evocador Adagietto y su prodigioso Finale.

Quédense con este nombre, Natalia Ensemble, y si tienen ocasión, no se lo pierdan.

https://es-es.facebook.com/nataliaensemble/

Auditorio de Alicante

La pasada temporada el Auditorio de la Diputación de Alicante, ofreció una magnífica programación, con excelentes eventos musicales, como en el caso del concierto dirigido por Vasili Pretenko al frente a la Royal Liverpool Philarmonic, con la presencia del gran Joaquín Achucarro en el Concierto para piano nº 2 de Brahm, y la magnífica ejecución de la Sinfonía nº 10 de Dimitri Shostakovich.
También, aquella Sinfonía nº 9 de Beethoven, -comentada en BRIO CLÁSICA- y donde Riccardo Chailly impuso unos rápidos tempos, siguiendo los criterios de ejecución concebidos por el gran músico de Bonn. Y, quizás, como gran hito de esa pasada temporada cabría señalar el  concierto de mediados de enero de 2013, con la Orquesta del Teatro Marinski de San Petersburgo, con la siempre excelente dirección de su titular Valery Gergiev, y un programa que incluía el Concierto nº 3 de Rachmaninov y, sobre todo una magnífica, en todos los sentidos, interpretación de La Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz, que dejó materialmente embelesado al público, este concierto también fue ampliamente comentado en nuestra revista.
También, altamente reseñable fue el concierto de la Orquesta Sinfónica de Bamberg, dirigida por Jonathan Nott, con aquella atractiva mezcla de un clasicismo ya pre-romántico representado por la Sinfonía nº 5 de Frank Schubert, y esa ya innovadora Sinfonía nº 4 de Gustav Mahler a caballo entre el Siglo XIX y el XX. La temporada concluyó con otro magnífico concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica del Estado de Moscú, dirigida con buen pulso por Pavel Kogan, y que incluía el Concierto para violín de Tchaikovsky, muy bien ejecutado por Boris Belkin, y esa obra tan atractiva y espectacular en la versión orquestada por Maurice Ravel, de los Cuadros de una exposición de Mussorgski, quien la concibió originalmente para piano. Hace apenas una semana pudimos escuchar esta versión para piano, en la inauguración de la temporada de la SOCIEDAD DE CONCIERTOS DE ALICANTE, notablemente interpretada por el pianista norteamericano Nicholas Angelich.

Pues bien, el otoñal arranque de la programación 2013-2014, también nos depara importantes eventos musicales, ya desde la misma inauguración de la temporada, en el concierto que tendrá lugar el viernes 18 del presente mes de octubre, con la Orquesta Nacional de Francia dirigida por Daniel Gatti, y un muy atractivo programa que incluye: La Obertura Egmont de Luwig van Beethoven, la Sinfonía nº 96 (El milagro) de Joseph Haydn, estrenada en 1791 y perteneciente a ese grupo de doce <<sinfonías londinenses>>, que van desde la Sinfonía nº 93 compuesta también en 1791 a la Sinfonía 104 (Londrés) de 1795, que constituyen en su conjunto una verdadera joya del catálogo sinfónico clásico. Y, para concluir, del clasicismo al postromanticismo con la ejecución de la Sinfonía nº 1 (Sueños de invierno) de Tchaikovky.

El segundo concierto tendrá lugar el martes 19 de noviembre, con la World Symphony Orchestra, dirigida por Josep Vicent. El programa consta de dos obras de Maurice Ravel: La valse y Shéhérezade, esta última obra interpretada por la soprano Ángeles Blancas. En la segunda parte, el público podrá disfrutar escuchando los fragmentos musicales más significativos del ballet Romeo y Julieta, que su autor Sergei Prokofiev compendió en las “Suites I y II”.

Ya, el lunes 2 de diciembre está programada una de las obras cumbres corales: el oratorio El Mesias de Friedrich Händel, interpretado por la Wiener Akademie, el coro Sine Nomine y los solistas Anna Prohaska (soprano), Robin Blaze (contratenor), Steve Davislim (tenor), todos dirigidos por Martín Haselböck.

El último concierto del presente otoño tendrá lugar el  sábado 14 de diciembre, con la interpretación de El Requiem de Verdi –estamos en el “Año Verdi” (segundo centenario del gran músico de Busetto)- con la excelente Orquesta de la Comunitat Valenciana, dirigida por Riccardo Chailly y el magnífico Coro de la Generalitat Valenciana, dirigido por su titular Francés Perales. Obra de gran empaque orquestal, con impresionantes intervenciones corales, donde se insertan cuatro voces solistas: soprano, tenor, mezzo y bajo, interpretados respectivamente por Carmen Giannattasio, Giorgio Beruggi, Verónica Simeón y Liang Li. A buen seguro va a tratarse de una buena versión orquestal y coral por la presencia de las formaciones valencianas ya mencionadas.
Sin embargo, y es una recomendación para los posibles asistentes a esta obra en directo,  escuchar previamente, alguna de las siguientes versiones en CD o DVD: Grabación DECCA de 1960, con la Orquesta Filarmónica de Viena y las voces sensacionales de Jussi Björling y Leontine Price, bien flaqueados por la mezzo Rosalind Elias y el bajo Giorgio Tozzi, todos dirigidos por Fritz Reiner. También es preciso resaltar otro histórico Requiem, con la magnífica interpretación del joven Luciano Pavarotti, junto a una Leontine Price, con, incluso, aún más soltura interpretativa que en la grabación vienesa antes señalada; y, junto a ellos la gran mezzo Fiorenza Cosotto, y el bajo bulgaro –entonces en su mejor momento vocal- Nicolai Ghiaurov, todos dirigidos por Herbert von Karajan al frente de la Orquesta del Teatro alla Scala, en una función filmada en el Teatro milanés en 1967 y posteriormente remasterizada y editada en DVD por DEUTSCHE GRAMMOPHON.

Mariinsky

La magnífica interpretación, el pasado 15 de enero, de La Sinfonía fantástica de Hector Berlioz por parte de la Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, dirigida por Valery Gergiev (uno de los grandes directores actuales, que no batutas, ya que no la usa), ha elevado a altas cotas el nivel musical alicantino.

Pero vayamos por partes: el concierto arrancó con una bella y ensoñadora ejecución del “Preludio” del Lohengrin wagneriano, con unas delicadas y casi etéreas intervenciones de la cuerda. Esta primera parte del programa continuó con el Concierto para piano y
orquesta nº 3 de Sergei Rachmaninov. Estrenado por su autor al piano, en noviembre de 1909 en Nueva York. Casi tan popular como El nº 2, aunque dotado de mayores dimensiones, y con ciertos toques vanguardistas muy propios de la época. Es de muy complicada ejecución convirtiéndose para los pianistas en un verdadero reto.

En el primer movimiento “Allegro non tanto”, El pianista ruso Denis Matsuev, supo atacar con valentía y firmeza el vertiginoso descenso de acordes martillados, alternados por las dos manos; así como, ejecutar en el segundo movimiento “Intermezzo”, tumultuosos compases que enlazan con el último movimiento “Alla breve”, donde el pianista mostró su depurada técnica, aunque, ofreciendo por momentos, un sonido un tanto metálico.
Ya en la segunda parte, y como plato fuerte de este concierto, la orquesta rusa interpretó la Sinfonía fantástica de Berlioz: después de los incomparables logros sinfónicos beethovenianos, y habiendo transcurrido dos años de la muerte del genio de Bonn, acaecida en 1828, un joven compositor francés de nombre Hector Berlioz, con apenas veintisiete años, sorprendió al público parisino con el estreno, el 5 de diciembre de 1830, de su Sinfonía Fantástica, en realidad, una ópera instrumental. De hecho, a los oyentes de esta “premiere” se les facilitó un programa de mano, para seguir un argumento sugerido por los diferentes instrumentos, reproductores de una percutante, colorista y brillantísima orquestación. El estreno de la Sinfonía Fantática (obra fuertemente romántica), casi coincidió en el tiempo con el Hernani de Victor Hugo, considerado históricamente como el “manifiesto romántico”. Puede afirmarse que Hector Berlioz, con Victor Hugo y el pintor Eùgene Delacroix, forman la “Santísima Trinidad” del arte romántico.
Todo artista inmerso en el romanticismo, se siente motivado por un amor desesperado hacia una mujer que, la mayor parte de las veces, no es correspondido. Pero, en ese período donde el artista está enfrascado en su creación, se siente eufórico y fantasea, pensando que el sentimiento que tiene por su amada va a ser correspondido cuando ella llegue a conocer la obra hecha en su honor. Sin embargo, la mayor parte de las veces, las mujeres se muestran desdeñosas con estos seres que llegan a amarlas tanto, y tan desesperadamente. Esto le ocurrió a Berlioz, cuando tuvo ocasión a los veintitrés años de ver actuar en París, a la actriz inglesa, shakesperiana Henrietta “Harriet” Constance Smithson, interpretando el papel de Ofelia en Hamlet. Esta actriz, cuentan los críticos de la época, tampoco era nada del otro mundo.
A Harriet Smithson, las cartas que le enviaba su admirador, le parecieron tan exageradamente apasionadas, que le rechazó por completo. Sin embargo fue la musa inspiradora de la Sinfonía Fantástica, que Berlioz estaba preparando en esa época.
En 1930, esta obra generada por esas emociones fue considerada “asombrosa y vívida”, pero la actriz inglesa no quiso asistir al estreno en París. En aquellos momentos la naturaleza autobiográfica de esta obra, con una música programática, se consideró con justicia: sensacional e innovadora. La crítica comenzó a decir: muerto Beethoven, con Hector Berlioz y la Sinfonía Fantástica, ha nacido su auténtico epígono.

La sinfonía que lleva por subtítulo “Episodio de la vida de un artista” , tiene un argumento muy detallado. Es esa la razón por la que es considerada uno de los mejores ejemplos de música programática. En el primer movimiento “Sueños y pasiones”, un joven músico desesperado se ha envenenado con opio, y en un largo sueño tiene una serie de visiones y pesadillas con la idea de su amada rondando continuamente en su cabeza. Recuerda las alegrías y depresiones del pasado, antes de conocerla, y luego, al neurótico celoso en que se convirtió cuando ella entró en su vida, quedándole solo el consuelo de la religión. En el segundo movimiento “El baile”, el protagonista descubre a su amada bailando una moderna danza, para aquella época, llamada vals. Este movimiento se ha llegado a escenificar para ballet, con el nombre de “La sonámbula”.
En el tercer movimiento “Escena en el campo”: unos pastorcillos entonan una melodía con sus flautas. Todo resulta tranquilo hasta que la amada aparece de nuevo, provocando tremenda inquietud en el artista. En el cuarto movimiento “Marcha al suplicio”: el protagonista sueña que ha asesinado a su amada y ha sido condenado a muerte, tomando el camino al lugar de su ejecución en la guillotina.
Como una verdadera innovación sobre el sinfonismo clásico, existe un quinto movimiento subtitulado “Sueño de una noche de aquelarre”: una salvaje orgía en una celebración demoníaca, donde la amada se ha convertido en una bruja que, finalmente, con el himno “Dies Irae”, es quemada en la hoguera.

Gran actuación de la Orquesta del Teatro Marinsky, dirigida por Valery Gergiev, quien realizó una verdadera recreación de esta obra, al menos comparable a las ejecuciones del gran maestro letón Mariss Jansons, al frente de la Filarmónica de Berlín (editada en DVD), y de Herbert von Karajan, quien también al frente de su gran orquesta berlinesa, la interpretó en muchas ocasiones, grabándola y regrabándola para el sello Deutche Grammophon, y siempre extrayendo novedosas matizaciones.

Los instrumentistas de la orquesta rusa realizan una muy brillante labor, bien conjuntados para reproducir expresivos y iferenciados
planos sonoros. Metales con hasta cuatro trompas, y la cuerda grave, brillaron sobremanera con un perfecto sonido. Dentro de una construcción sinfónica modélica, cabría destacar la ejecución de ese precioso segundo movimiento a ritmo de danza, con esa brillante coda donde los arpegios del arpa dan a este instrumento un relieve casi de solista.

El cuarto movimiento, esa “Marcha al suplicio” verdadero paradigma de orquestación, con esos reiterativos redobles de tambor, que dejan paso a la cuerda, sobre todo violonchelos y contrabajos reproduciendo un sonido de ultratumba, y esa fanfarria de unos instrumentos de metal afinadísimos, junto al buen hacer de las maderas, con esa melodía fija, expuesta por el clarinete. Este movimiento –confieso que siempre me ha impresionado- por su vibrante y brillantísima orquestación que, verdaderamente, llegó a estremecer a los oyentes.

Ya, en el quinto movimiento los trombones sonaron con brillantez y al unísono, reproduciendo efectos caricaturescos; o, esos toques de campana de carácter lúgubre y funerario, que se mezclan con los sonidos del “Dies Irae”. En fin, momentos verdaderamente sobrecogedores que impresionaron mucho a un público, que aplaudió con fuerza y durante bastante tiempo a director y orquesta. Ante estas muestras de pasión musical, hubo una propina: la brillante ejecución de la obertura de Los maestros cantores, lo que le confirió a este concierto un carácter simétrico, con la ejecución al comienzo y al final, de los dos preludios wagnerianos. No olvidemos que, en este 2013, aparte del “Año Verdi”, también es el “Año Wagner”, en ese doscientos aniversario del genial compositor alemán.

Sociedad de Conciertos de ALicante

Dentro de la programación de la Sociedad de Conciertos de Alicante, han tenido lugar los pasados días 12 y 17 de diciembre, respectivamente, los brillantes conciertos del gran violinista norteamericano Joshua Bell, en compañía del pianista Sam Haywood, y de la famosa pianista portuguesa Maria João Pires, junto al violonchelista brasileño Antonio Meneses.
La Sociedad de Conciertos de Alicante es una modélica y emblemática entidad que, durante los últimos cuarenta años, y desde su primer concierto a cargo de Victoria de los Ángeles, en el ya lejano 22 de septiembre de 1972, ha llenado el ambiente musical alicantino, con la presencia de grandes interpretes, tanto instrumentistas como cantantes.
Entre los primeros cabe citar, entre otros muchos, a pianistas que han hecho época como Sviatoslav Richter, Vladimir Ashkenazy, Wilhelm Kempff, Elisabeth Leonskaja, Shura Cherkassky, Alexis Weissenberg, Aldo Ciccolini, Joaquín Achucarro y Nikita Magalof, también figuras posteriores, como la triada de grandes pianistas húngaros formada por Zoltan Kocsis, Andras Schiff y Dezso Ranki o Ivo Pogorelich, Rado Lupo, Elisso Virsaladze y Krystian Zimmerman, junto con la reiterada presencia durante los últimos treinta años de la portuguesa –cuyo concierto nos ocupa- Maria João Pires.

Y, entre los violinistas, figuras legendarias como Yehudi Menuhin, Henryk Szeryng, Christian Ferras, Salvatore Accardo, Felix Ayo o Vladimir Spivakov, junto a generaciones más recientes como Victoria Mullova, Shlomo Mintz, Vadim Repin y Joshua Bell –se reseñará más abajo su último concierto en Alicante o, también, las jóvenes generaciones representadas por: Sara Chang, Julia Fischer y Hilary Hahn junto a Renaud Capuçon.
Violonchelistas de la categoría de Janos Staker, Natalia Gutman, Pierre Fournier, Pinchas Zukerman, Mischa Maisky o Yo-Yo Ma.También los grandes guitarristas Andrés Segovia y Narciso Yepes. Entre los cantantes: la ya citada Victoria de los Ángeles, Pilar Lorengar, Eva Marton, Jessye Norman, Katia Ricciarelli, la mítica Elisabeth Schwarzkofp, y también –en los mejores momentos de su carrera- la gran Monserrat Caballé, o las famosas mezzos: Janet Baker, Teresa Berganza, Christa Ludwig y Brigitte Fassbaender.
En fin, la lista se haría interminable, enumerando a la ingente cantidad de grandes intérpretes, que han acudido durante los últimos cuarenta años al Teatro Principal de Alicante, sede habitual de los conciertos que programa La Sociedad de Conciertos de Alicante.

El concierto que pudimos escuchar de Joshua Bell y Sam Haywood, comenzó con Rondó brillante en Si menor, Op. 70. D. 895 de Franz Schubert. En octubre de 1826, Schubert volvía a retomar una composición para violín y piano, género que había abandonado durante casi diez años.
Este Rondó brillante estuvo pensado para que lo interpretase el joven violinista checo, Josep Slavik, a quien Chopin consideraba un segundo Paganini, y fue estrenado en enero de 1827. En su primera parte Andante ya pudimos comprobar la absoluta maestría del violinista norteamericano, cantando una luminosa melodía, ensombrecida por el piano para, ya ambos instrumentos interactuando, encarar el tema de corte heroico conclusivo. En la parte segunda Allegro, Joshua Bell nos mostró sus habilidades técnicas consiguiendo un buen volumen de sonido y gran vivacidad, en un adornado estribillo de cierta ligereza y un marcado carácter húngaro. Aquí, también, violinista y pianista mostraron lirismo y bravura instrumental, así como en la coda con que finaliza la obra.

A continuación, ambos instrumentistas ejecutaron La Sonata para violín y piano en mi bemol mayor, op. 18 de Richard Strauss Compuesta entre 1887-1888, y estrenada en Munich en 1888, con el propio Strauss al piano y el violinista Robert Heckmann. Obra de ”música absoluta” donde su autor concluye sus años de aprendizaje y acude por última vez al género camerístico en sentido clásico.
En el primer movimiento, Allegro ma non troppo, de carácter potente, amplio y generoso, ambos instrumentistas exponen una abundante invención melódica a través de dos temas principales de carácter eminentemente heroico, muy en la línea straussiana; aunque también, ejecutando con dulzura y delicadeza preciosos pianissimi en los dos temas secundarios plenos de fino melodismo. En el segundo movimiento un “Andante cantabile” titulado “Improvisación” el arco de Joshua Bell, por momentos, materialmente acaricia las cuerdas reproduciendo melancólicos pianissimi.

El piano de Sam Haywood adquiere un agitado y casi dramático protagonismo en la parte central, para, seguidamente, servir de acompañamiento al canto del violín, con un reiterado tema que recuerda los nocturnos chopinianos, antes de afrontar con brillantez una coda cuyo tema parece conectar con el “Adagio” de la Sonata Patética de Beethoven.
Ya, el último movimiento Allegro, y el más significativo de la obra, es iniciado por el pianista con una serie de compases de carácter sombrio, que deja paso a un tema imperioso y apasionado donde ambos instrumentistas, en perfecta conjunción, brillan de sobremanera. Aunque, el sonido del violín se impone sobre el agitado oleaje del piano en un tratamiento casi orquestal. Ambos instrumentistas muestran de nuevo su maestría en la frenética coda conclusiva de la obra.
Tanto Bell como Haywood rinden su particular homenaje a la música norteamericana ejecutando con entusiasmo y musicalidad Tres Preludios de George Gershwin, de corta duración, pero de bastante dificultad; y, donde ambos artistas lucen sus habilidades y calientan sus instrumentos para la ejecución de la obra principal de este concierto: la Sonata nº2 para violín y piano de Sergei Prokofiev, obra por la que siento una especial debilidad, desde que la escuché por primera vez hace unos diez años, en una grabación Deutche Grammophone interpretada de manera extraordinaria por la violinista Anne-Sophie Mutter y su habitual acompañante el pianista Lambert Orkis. Desde luego, la interpretación que realizaron en Alicante Joshua Bell y Sam Haywood no le queda a la zaga.

En septiembre de 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, y en plena invasión alemana del suelo ruso: Sergei Prokofiev estaba en Alma-Ata (Los Urales), trabajando con el cineasta Sergei Eisenstein en La Cantata Ivan El Terrible, como banda sonora de la película del mismo título. Paralelamente, compuso una Sonata para flauta y piano que terminó en la primavera de 1943, tras su regreso a Moscú. El estreno se produjo en diciembre de ese mismo año, en el Conservatorio de Moscú, siendo sus interpretes el pianista Sviastoslav Richter y el flautista Charkovski, con la presencia entre el público del violinista David Oistrakh, quien quedó seducido por la obra, y pidió a Prokofiev que hiciese una transcripción para violín y piano. En esta nueva forma fue catalogada como Sonata nº 2 para violín y piano en re mayor, op. 94, y fue estrenada en junio de 1944, también en el Conservatorio de Moscú, por David Oistrakh y el pianista Lev Oborin.

La sonata comienza con un Andantino, donde el violín de Bell cantó con un fino lirismo los dos temas de que consta este primer movimiento, que se van entrelazando con momentos de mayor tensión, con un piano que acompaña y liga las frases plenas de melodismo del violín, cuyo sonido va oscilando entre forte y piano para terminar el con una perfecta parada de sonido en pianissimi.
En el segundo movimiento Allegro, los dos instrumentistas a ritmo vertiginoso nos ofrecen pasajes de gran virtuosismo, con dos temas de carácter danzante y gran dificultad. En el primero de ellos, el violín de Bell intercala con autentica maestría un rapidísimo pizzicato en las diferentes repeticiones del tema, y resuelve con expresividad y una magnífica técnica, dificilísimos pasajes. Los dos interpretes lucen de sobremanera en la enérgica coda conclusiva.
El tercer movimiento Andante, emana un gran aliento lírico, y ambos instrumentos en perfecta conjunción, ejecutan una romanza particularmente expresiva, cuya primera parte está constituida por una delicada rêverie que recuerda a Schumann.
En el último movimiento Allegro con brío, tanto Joshua Bell como Sam Haywood, nos muestran sus habilidades en un auténtico desfile de exuberantes episodios virtuosísticos, destacando, de sobremanera, en el inicio, la brillante ejecución de una marcha de sonoridades orfeonísticas, donde violín y piano se lucen en muy complicados ejercicios, y ya, en la parte central, ambos instrumentos exponen un interludio de lírica meditación, para mostrarnos de nuevo su virtuosismo, con la repetición en fortissimo del tema inicial de este último movimiento.

¡Verdaderamente, una maravilla! Para aquellos lectores que quieran acercarse con inmediatez, a esta extraordinaria obra camerística del Siglo XX, les recomiendo verla y escucharla, en el siempre socorrido YouTube, y en una versión tomada en video en Tokio, hace ya bastantes años, con dos instrumentistas de excepción: el violinista letón Gidon Kremer y la pianista argentina Martha Argerich.

Aunque, habitualmente, y como ya se cité más arriba, los conciertos tienen como marco el Teatro Principal de Alicante, este tuvo lugar en el muy atractivo Auditorio de la Diputación de Alicante, lleno de un público que aplaudió con mucha fuerza a Joshua Bell y Sam Haywood.

Maria João Pires es una asidua asistente, desde el ya lejano 1985, y hasta en siete temporadas, a los conciertos que organiza La Sociedad de Conciertos de Alicante. Y, el pasado 17 de diciembre ha vuelto en una octava ocasión, para ofrecernos un magnífico concierto junto al violonchelista brasileño Antonio Meneses. Como siempre, la pianista portuguesa viajaba con su piano Yamaha y un afinador japonés.
El concierto comenzó con la interpretación de la Sonata Arpeggione para violonchelo y piano, en La menor D. 821 de Frantz Schubert. Esta obra conserva en la actualidad cierta popularidad y fue escrita por su autor para promover las cualidades de un instrumento llamado “arpaggione”, de efímera existencia, derivado de “la viola da gamba”, hermanado con el violonchelo por la forma y con la guitarra por sus seis cuerdas, y que fue puesto en circulación en 1823 por el luthier vienés, Johann Georg Staufer.
Esta sonata está escrita en tres movimientos. En el primero Allegro, donde se exponen dos temas: el primero de ellos, es comenzado por Pires, con unas melancólicas notas, dulcemente ejecutadas. Aunque, rápidamente el violonchelo de Meneses toma protagonismo para cantar con el acompañamiento del piano.
El cello nos anuncia el segundo tema, que resulta una ampliación del primero, y en la reexposición ambos instrumentos se entrelazan con protagonismo y destreza equivalentes. En el segundo movimiento Adagio tiene un especial protagonismo el cello de Meneses,
tanto en el plano musical como en el expresivo, deleitándonos con la ejecución de pasajes de ensoñadora belleza, con discreto pero efectivo acompañamiento por parte de Pires.

El cellista brasileño ejecuta con maestría una cadencia final, que enlaza con el último movimiento Allegretto, estructurado en forma de rondó, donde, de nuevo, brilla de manera virtuosistica. El concierto continuó con Tres Intermezzi op. 117 de Johannes Brahm, abordados por la Pires con gran sensibilidad y máxima matización, huyendo del cualquier tipo de exhibicionismo en pro de la verdad musical.
Ya, en la segunda parte ambos instrumentistas abordaron con gran sensibilidad esas Canciones sin palabras para violonchelo y piano en Re menor op. 109 de Felix Mendelssohn. El concierto concluyó con la Sonata para violonchelo y piano, en Re mayor, op. 38 de Johannes Brahm, estrenada en 1865 y escrita en tres movimientos.
En el primero Allegro ma non troppo, el cello de Meneses canta en un expresivo legato, un primer tema donde el piano de Pires acompaña, para ambos instrumentos confluir al unísono hacia un segundo tema: abrupto, tumultuoso y más rítmico.
En contraste, un tercer tema bien resuelto por Pires y donde la pianista lusa nos muestra un tierno y fino melodismo envuelto en un aire misterioso. Los dos instrumentistas se lucen en la amplia y bella coda conclusiva. En el segundo movimiento Alegretto quasi minuetto, sobre todo en su parte central, chelo y piano encaran magníficamente momentos vibrantes y de absoluta pasión. Ya en movimiento final Allegro, que se desarrolla en un estilo fugado de bastante complejidad, y donde Maria João Pires utiliza con
autoridad su mano izquierda. Sin duda, en esta parte de la obra brilla a gran altura la gran pianista portuguesa. En un impresionante final ambos instrumentos consiguen estar al límite de sus posibilidades sonoras y expresivas.

Ante los continuos aplausos de un público entusiasmado, Pires y Meneses regalaron sendas propinas: una Pastoral de Bach y una Nana de Falla. En fin, un concierto brillante y vibrante.

Arcangel Fahmi Alqhai

Son ya varios los años que decir verano es hablar de festival de música en muchas localidades españolas y europeas. Cada uno de ellos con distintos niveles de atractivo y acierto en la programación. Uno de los que sin duda, aciertan siempre, es el Festival de Segovia. Con una completa programación atractiva siempre para distintos tipos de público, suele ir un paso más allá y apostar por nuevos talentos, músicas innovadoras o mestizajes revolucionarios. Pero ofreciendo siempre calidad de intérpretes y músicas. Si a estos aciertos unimos los espacios elegidos para los espectáculos, el éxito está garantizado. En esta ocasión ha sido el magnífico Patio de Armas del Alcázar de Segovia el encargado de acoger entre sus piedras una brillante noche de verano.

Nacido en Huelva en 1977, Francisco José Arcángel Ramos, es la joven esperanza de los aficionados al flamenco. Ganó el primer premio en el concurso infantil de fandangos de Huelva con tan solo diez años. Ha crecido y trabajado junto a los más grandes cantaores y bailaores que le han reclamado a su lado, pero fue en 1998, en la X bienal de Sevilla, cuando recibió el definitivo reconocimiento de público y crítica.
Amante de la libertad en el arte y la experimentación, es poseedor de una voz limpia,  llena de optimismo y alegría.

Fahmi Alqhai es considerado como uno de los jóvenes interpretes de viola da gamba y de música antigua más prestigiosos y brillantes de su generación. Nace en Sevilla en 1976. De padre sirio y madre palestina pasa sus primeros 11 años de vida en Siria donde comienza su formación musical a muy temprana edad.
Es cofundador, junto a la soprano Mariví Blasco, y director del grupo Accademia del Piacere, especializado en la interpretación del repertorio musical del Seicento italiano. Es fundador junto a su hermano Rami Alqhai del sello discográfico ALQHAI & ALQHAI, que ha producido el disco “Le Lacrime di Eros” , “Les Violes du Ciel et de l’Enfer”, dedicado a la música de Marin Marais y Antoine Forqueray, y que acaba de lanzar el tercer CD del grupo, “Amori di Marte”.
A pesar de su juventud es requerido por las formaciones camerísticas más importantes del panorama nacional e internacional de la música antigua. Su vertiginosa carrera como concertista le ha llevado a colaborar con numerosas y afamadas formaciones; hoy en día trabaja habitualmente con Hesperion XXI (Jordi Savall) e Il Suonar Parlante (Vittorio Ghielmi). Es miembro fundador de More Hispano (Vicente Parrilla). Ofrece regularmente conciertos en toda Europa, Japón, EEUU y Latinoamérica.

La curiosidad nos llevó el domingo 29 de julio a Segovia. La curiosidad por escuchar una voz flamenca como la de Arcángel, acompañado por un grupo de música barroca española como Academia del Piacere.
Bajo una luna inmensa empezaron a sonar los primeros acordes. Música reconocible que se respiraba con más intensidad en ese Patio de Armas de el Alcázar. Apareció en escena, entonando el primer cante, un Arcángel cómodo y feliz, que se fue entregando como el resto de los músicos a medida que avanzaba el concierto, al arte de dos mundos musicales que, pareciera en ese momento, hubieran nacido para encontrarse. En ese encuentro la música crecía de la mano de la improvisación con gusto y la experiencia de todos. Parecía que el flamenco había encontrado sus verdaderas raíces en el barroco y viceversa. Ese intercambio de ritmos que circulaban por América y Andalucía siglos atrás. Esa fusión de cantes y danzas de ida y vuelta y otra vez ida, del Golfo de Guinea al Caribe y de ahí a Triana y al Golfo de Cádiz. Una mezcla de jácaras, folías y chaconas que eran patrimonio común de la música popular y de la culta. Guarachas de Céspedes que recuerdan tanguillos de Cádiz, romances medievales de tradición oral. Músicas que se escribieron hace siglos y que ahora resucitan de la mano de los buenos músicos y el buen flamenco.

La voz de Arcángel y la viola de Alqhai dialogan en busca de un pasado y un presente musical común. Realizan en el escenario un ejercicio de libertad dejándose llevar únicamente por el instinto musical. Nada más estimulante en una noche de verano que abandonarse a la música energética de unas raíces siempre contemporáneas.

Imagen y sonido: Enrique Cornejo

Críticas